Primer sueño de Adrunelia

La confusión era tan evidente como el cansancio en el rostro de la sinhadre, quien no daba crédito a la actitud de su aurva. Neil no parecía él mismo. En ese momento recordó cuando había creído que el cadáver de Eitne no era tal, y empezó a sospechar que tal vez al que sí habían cambiado era a su aurva. Lo creía capaz de volverse muy buen con el arco si practicaba lo suficiente, a fin de cuentas era muy habilidoso con las manualidades, pero no que la increpase de aquella manera. No podía ser Neil. Había decidido no decir nada por el momento, hasta que pudiese encontrar un agujero para desenmascarar a aquel impostor, pero su enfado había aumentado al pensar en el engaño, además de su preocupación por el paradero del auténtico Neil. Por suerte ninguno de aquellos tres se trataba de su aurva, pues, aunque se encontraban en pie, la sinhadre ya no se fiaba de que estuviesen con vida. No obstante, reaccionó interponiéndose entre el falso Neil y sus tres compañeros cuando este tensó el arco.
—¿Qué vas a hacer? ¿Y si siguen con vida?
Aunque no lo creyese realmente, la posibilidad existía. De hecho, llevaba aferrándose a la convicción de que encontrarían a alguien con vida desde que habían emprendido aquella locura o nada tendría sentido y el falso Neil estaría en lo cierto. ¿Quería eso decir que se había dejado engañar como una tonta?

Convencida de que aquel no era Neil, era muy probable que estuviese mintiendo. Pero no solo eso, sino que había dicho algo raro.
—Antes dijiste que no sabías nada de lo que había ocurrido. ¿Por qué estás tan seguro de todo eso? ¿Cómo sabes que las lianas los van a mover… Y lo que ocurrió con Eitne? ¡Tú no eres Neil! —le señaló con un dedo acusador—. ¿Dónde está el auténtico Neil? —Exigió saber.

Las palabras del falso Neil la hicieron dudar, pero enseguida recordó cómo le había hablado antes y volvió a auto-convencerse de que no podría ser su aurva. Negó con la cabeza y no dijo nada, no obstante, cuando le dijo que no le impediría hacer lo que quisiera.
—Tan solo quiero asegurarme de que no están vivos… Pero nos pondremos en marcha de nuevo para rescatar a Nime enseguida.
Así lo haría, una vez hubiese tomado el pulso a los tres: a pesar de que estaba a punto de echar el corazón por la boca no se detendría hasta haber llegado hasta la libense.

Otra vez en el suelo, y en aquella ocasión se encontraba en bastante peor estado que la primera. El impostor tenía razón y no debería haberse acercado a aquellos cadáveres zombi que probablemente quisiesen comérsela igual que los duende se comían a Hyun… Pero simplemente tenía que asegurarse. El auténtico Neil habría entendido aquello. Sentía la rabia bullir en su interior al ver cómo eran abatidos sin piedad por el aurva de mentira, y más aún cuando se dirige a ella en aquel tono: no era justo que alguien le echase la bronca por querer ayudar a sus compañeros. Optó por no decir nada, no obstante y se limitó a resoplar mientras, sin aliento, seguía al falso Neil.
—Tan solo me importa salvar a Nime. —Fue su único comentario.

Cuando llegaron hasta la puerta el estado de Adru era lamentable: quemaduras, agotamiento e incapacidad de pensar con claridad. Ni siquiera prestó atención al cuerpo de Ain: ya sabía que estaba muerto y de todas formas el Neil impostor volvería a gritarle si intentaba hacer algo. No tenía fuerzas ni para hablar, por lo que se limitó a intentar abrir la puerta con las manos desnudas, aunque continuase quemándose las manos en el proceso.

Adru ya no quería escuchar las palabras del falso Neil, que sin duda quería hacerla dudar intentando que creyese que se trataba de su aurva de verdad. Su estado tampoco le permitió hacer mucho más que apartarse para que el otro se encargase de abrir la puerta: de todas formas era lo que ella quería y, tal y como sospechaba, él si fue capaz de hacerlo. No le quedaba espacio para sorprenderse del aspecto que presentaba la azotea, aunque ya no esperaba reconocer nada del torreón en aquel lugar que parecía encontrarse muy lejos de él, pero sí lo hizo al ver a Drake. Vivo. Y aparentemente teniendo algo que ver con aquel caos que se había formado de un momento para otro. La edeel apenas había hablado con aquel humano que por lo general pasaba muy desapercibido, pero no lo tenía por una mala persona. Su conclusión, producto de su mente tan fatigada como su cuerpo, fue que los encapuchados debían estar controlándolo. Pero a aquellas alturas ya no le quedaban fuerzas. Quería salvar a Nime y encontrar al verdadero Neil. Eso era lo único que sabía.
—No estamos muertos, y no pienso dejar que les pase nada a Nime y a Neil —le dijo señalándole con un brazo tembloroso por el agotamiento, pero aun así desafiante—. ¿Estás controlando sus cuerpos con estas lianas? ¿Por qué nos has traicionado?

El desprecio de Adru por Drake en aquel momento era casi palpable, pero el estado en el que se encontraba le impedía hacer mucho más que observar sus acciones con odio, especialmente cuando descubrió que Nime en realidad había estado muerta todo el tiempo. Cuando le habló a Neil, la sinhadre no supo qué pensar al respecto. ¿A qué se refería? ¿Le había dicho a su aurva que si se iban podrían salvarse? No estaba segura de si estaba conectando los pensamientos de forma coherente, ya no estaba segura de nada. Sobre todo porque seguía siendo incapaz de creerse que aquel era Neil: había demasiadas cosas que no tenían sentido. Cuando se giró hacia ella y la acusó, la edeel no fue capaz de moverse del sitio.
—Si tú sabías que todos estaban muertos, incluso Nime… ¿Por qué fingiste que no al principio? ¡Tú no puedes ser Neil! ¡Me habéis tendido una trampa! Estoy destrozada y me vais a matar, ¿verdad? Muy bien. Haré lo que sea antes de morir si liberáis al auténtico Neil.
<<Que no esté muerto, por favor>>.

Cuando creía que “el falso Neil” se iba a desenmascarar, en su lugar presenció algo que le hizo sentir todavía peor de lo que ya se sentía. En más de una ocasión había dudado de su propia convicción acerca de si aquel Neil era el verdadero o no, a pesar de que ella sabía que su aurva nunca le diría aquellas cosas tan horribles, pero bastaba para que la frase le sentase como si acabasen de atravesarle el pecho con una flecha. Ya no sabía si era Neil o no, si estaba diciendo la verdad o no, pero dolía. La tremenda fuerza con la que la zarandeó hizo que todo comenzase a darle vueltas, completamente incapaz de mantener la visión fija en un solo punto. Posiblemente el mareo no se debiera tan solo a las sacudidas.
—Yo no… Yo… —Apenas era capaz de articular palabra y balbuceaba incoherencias mientras no hacía nada por evitar que las lianas se cerniesen en torno a su tobillo. Su visión se tornó aún más borrosa y la cara comenzó arderle: no se había dado cuenta, pero había comenzado a llorar—. ¡Deja libre a Neil, por favor! —Suplicó alzando la cabeza hacia donde se encontraba la mancha borrosa que era Drake para ella en aquel momento—. Todo es culpa mía. Déjalo marchar.