Primer sueño de Adrunelia

Para su suerte la puerta estaba abierta de par en par y en ningún momento las llamas estuvieron a punto de rozarla. El incendio del interior, aunque esperable, la cogió por sorpresa debido al hecho de que no recordaba cuándo ni cómo había sucedido. Lo primero que reconoció fue un mechón de cabello de un tono azul reconocible, asomando por el lateral de la cabecera de un sillón cubierto de enredaderas.
—¡Eitne! ¿Puedes…?
Se había acercado al sillón mientras hablaba y no pudo sino enmudecer una vez tuvo a la vista el rostro del daeliciano… O lo que quedaba de él.
—N… No. ¡No! —Exclamó con desesperación mientras, sin detenerse a pensar, trataba de arrancar las lianas que mantenían fuertemente agarrado el cadáver—. No es posible… Este no es Eitne. ¡Es un engaño! —Su tono se tornó airado y arrojó las plantas que hubiese podido arrancar con furia al suelo.

Se giró hacia su aurva cuando este volvió a suplicarle que se fueran, después de que hubiese comprobado que el acceso a las plantas superiores estaba completamente tapiado.
—Neil, no puedo irme. Nime está ahí arriba, y tal vez el resto también. No puedo abandonarles a su suerte —Miró de reojo hacia el sillón donde se encontraba el cadáver calcinado. No quería dejar que el chico lo viese. Colocó sus manos sobre los hombros de su aurva— .Te dije que me esperases fuera. Aléjate de aquí. Yo… Volveré enseguida.
A continuación echó a correr por el único sitio que tenía sentido: escaleras abajo, en dirección a la armería. Su intención era buscar un hacha e intentar abrirse paso hacia los pisos superiores.

No se detuvo a pensar en lo extraña que resultaba la calma en el sótano, completamente ajena al caos que se había desatado en el resto del torreón. Tan solo tenía en mente el objetivo que se acababa de marcar. La repentina aparición de Neil la sobresaltó, pero tampoco tenía tiempo para pensar cómo la había alcanzado tan rápido.
—¿Todos muertos? ¡No! Eso no es posible. Nime… Nime está  viva. La vi. La oí gritar. Y a lo mejor los demás también están ahí arriba atrapados. Eitne también tiene que… —Negó con la cabeza: no quería pensar en el cadáver de la primera planta, aferrándose a la idea de que tenía que tratarse de un engaño—.  No voy a morir, Neil, te lo prometo —le dijo con una confianza en el tono de voz que empezaba a no estar tan segura de sentir—. Y tú tampoco sufrirás ningún daño si me haces caso y esperas fuera. Ponte a salvo. Yo volveré enseguida y rescataré a Nime y a los demás.
Tenían que seguir ahí arriba, necesitaba creer eso. La edeel tan solo se imaginaba hachas enormes que pudieran cortar aquellas enredaderas hechizadas, por lo que, junto a otras armas corrientes que estaban en la armería desde el principio, encontró justo lo que buscaba: un hacha de gran tamaño, afilada y en buen estado. Ni siquiera se preguntó desde cuando tenía tanta fuerza, simplemente sujetó el arma y volvió escaleras arriba, ignorando por completo el dolor de las quemaduras al sujetar el mango de la herramienta.

La edeel ya estaba lista a replicarle a su aurva acerca de quedarse allí, pero el chico la sorprendió tomando una resolución que no habría esperado de él. Aun así, había algo completamente erróneo en lo que había dicho.
—Tú nunca has sido mi parte débil —le aseguró con una sonrisa mientras apoyaba una mano en el hombro de Neil, sujetando con una sola el hacha sobre su propio hombro—. Los salvaremos juntos.
No perdió un solo segundo más y subió las escaleras a toda prisa, todavía inconsciente del extraño hecho de que la herramienta no ralentizaba su avance ni le ofrecía peso extra alguno.
—¡Ah!
El fuerte calambrazo le hizo saltar en el sitio y soltar el mango del hacha, que de todos modos habría perdido igualmente entre la rebelde maleza.
>>Estoy bien —le aseguró a Neil incluso antes de que preguntase—. Vamos a… ¿Qué es…? ¿El brazo… De Rena o…?

La sinhadre tiró fuertemente del brazo hasta que consiguió aflojar el entramado de lianas que lo mantenían sujeto. Y no solo el brazo, tal y como estaba empezando a temer.
—¡Milo! ¡Milo, despierta! —Exclamó una vez se recuperó de la sorpresa inicial de ver como el cuerpo del irrense se descubría colgado de las ramas. Adoptó un semblante serio y añadió en tono firme:— ¡Milo, te lo ordena la Capitana!
En aquella ocasión no había duda: se trataba del irrense. Pero su cuerpo no se encontraba en el mismo estado que el de Eitne, por lo que la edeel conservaba la esperanza de que tan solo estuviese inconsciente. Se apresuró a tratar de bajar el cuerpo cortando las ramas para después zarandear al irrense.

—¡Milo, tienes que despertar…! ¡Milo!
Su tono de voz había pasado del firme y autoritario que había empleado anteriormente para dar “la orden” a uno de súplica. Con el cadáver del irrense en brazos, observó de reojo el sillón en el que asomaba la cabellera de Eitne. Se frotó los ojos, que empezaban a picarle, incapaz de enfrentarse a la situación. Dejó caer a Milo al suelo y le dio la espalda, para después dirigirse a Neil sin darse la vuelta en ningún momento.
>>Nime necesita nuestra ayuda.
A continuación seguiría abriéndose paso como fuese a través de la maleza. Si todavía no había abierto un agujero suficiente para continuar, trataría de usar sus propias manos, recuperar su hacha o bajar a por otra: tenía que subir allí arriba. Durante todo el proceso no volvería a mirar hacia ninguno de los dos cadáveres.

El trabajo fue inusualmente sencillo, pero Adru también ignoró este hecho por completo. Su objetivo era subir y lo estaban consiguiendo. Antes de continuar, una vez hubieron despejado el camino, la sinhadre bajó en busca de una nueva arma: una lanza esta vez.
—El torreón… ¿Siempre fue tan grande? —Inquirió Adru extrañada, apoyando una mano sobre la barbilla.
No tuvo tiempo de reaccionar ante el sonido de aleteo y el ligero crepitar de llamas de pequeño tamaño que, encontrándose a medio girar hacia los ratones voladores, Neil ya estaba disparándoles certeramente de uno en uno, sin necesidad de que ella interviniese.
>>Guau, Neil, ¿cuándo te has vuelto tan bueno con el arco? — Inquirió, ignorando la advertencia y sorprendida por la pericia, desconocida hasta aquel instante para la sinhadre, que demostró su aurva con el arma—. ¡Mira, creo que ahí hay algo!

Apartó a los roedores con la lanza, clavándosela solo en el caso de que les atacasen, hasta que pudo volver a la tarea de arrancar lianas. No tardó en vislumbrar lo que ocultaban las plantas en aquella ocasión.
—Nonononono… —murmuraba sin cesar al reconocer las partes de los cuerpos que se encontraban enterrados bajo el entramado de enredaderas.
La edeel dejó caer la lanza al suelo y observó los cuerpos de Rena y Pelusa inmóvil, con expresión indescifrable. Los ojos volvían a picarle y se le humedecieron.
>>¿Qué ha ocurrido aquí, Neil? —Le fallaba la voz—. Necesito saberlo. ¿Quién ha sido? ¿Han sido los encapuchados?
No se detendría, no obstante, con la intención de seguir su camino hasta la azotea: Nime seguía con vida y debía aferrarse a eso.

La descripción de la situación que le ofreció Neil era extraña: parecía que simplemente se había desatado aquel caos de un segundo a otro y ellos dos habían salido corriendo dejando atrás a todo el mundo, y las muertes se habían producido sin que ninguno de los dos estuviese presente. <<Yo no he podido abandonarlos…>> era lo único que fue capaz de pensar en aquellos momentos. Negó con la cabeza, apartando de nuevo la vista de los cadáveres.
—Está bien… No entiendo nada, pero no podemos pararnos ahora.

Su aurva la sorprendió una vez más, siendo él quien inició la marcha y tirando de ella hacia el interior de la maleza ardiente…. Que por algún motivo no les quemaba. Para la edeel estaba claro que todo aquello era cosa de magia, por lo que sabiendo eso y que tenían que seguir sin importar qué, no cabía detenerse. Se dejó arrastrar al principio, pero en cuanto tuvo oportunidad deshizo el contacto para correr por su propia cuenta.
—¿Esto también está dentro del torreón? —preguntó sorprendida cuando el terreno cambió bruscamente. Aunque poco le importó aquello una vez encontraron a su siguiente compañero—. Oh, no… ¿Qué son esas criaturas?

Una vez se encontraron más cerca, Adrune sintió auténtica aprensión al comprobar el estado del cadáver de Hyun. No se podía decir que la edeel no tuviera estómago, pero sintió alguna que otra arcada al observar las tripas del humano, completamente desparramadas y siendo mordisqueadas por aquellos diabólicos seres.
—¡Apartaos de ahí! —Exclamó furiosa mientras gesticulaba en dirección a los duendes—. ¿Habéis sido vosotros los causantes de todo esto? ¡Os vais a… Ahh!
La embestida del pequeño ser la cogió por sorpresa: no se esperaba que tuviera tanta fuerza. La edeel forcejea con el duende, con mucha más rabia cuando siente el doloroso mordisco.
>>¡No me vas a comer a mí también, engendro!
Tras la demostración de gran pericia de Neil, esperaba que si ella no era capaz de desembarazarse de aquella criatura a base de puñetazos y sacudidas, su aurva acudiría en su ayuda y se encargaría del duende.

—Sí… —respondió a Neil mientras observaba como su aurva se encarga del duende con la misma eficacia que llevaba demostrando desde que habían subido de la armería.
Echó a correr a toda prisa manteniendo un buen ritmo al principio, espoleada tanto por el chico como por la determinación de llegar hasta Nime cuanto antes. No obstante, pasa mucho tiempo, demasiado tiempo, y la edeel no puede mantener el ritmo. Su corazón ya late desbocado cuando Neil le advierte la primera vez.
>>Sí, lo sé —responde volviendo a recuperar parte del ritmo.

Los siguientes reproches llegan cuando Adru ya se encuentra hiperventilando y notando como todo en su cuerpo arde, incluidos sus pulmones.
—Lo… Lo siento, Neil… Llevamos muchísimo t-tiempo co… Corriendo. ¿Cómo es que no… te cansas…?
Se detuvo, completamente agotada y aquejada de un molesto flato que le impedía continuar. Se dobló por la mitad mientras jadeaba fuertemente, pero se irguió cuando se dio cuenta de las tres figuras en la distancia.
>>¡Eh! ¿Quiénes sois? —Grita mientras recupera momentáneamente las fuerzas para acercarse rápidamente al lugar—. ¿Rox? ¿Drusar? ¿Zob?

La confusión era tan evidente como el cansancio en el rostro de la sinhadre, quien no daba crédito a la actitud de su aurva. Neil no parecía él mismo. En ese momento recordó cuando había creído que el cadáver de Eitne no era tal, y empezó a sospechar que tal vez al que sí habían cambiado era a su aurva. Lo creía capaz de volverse muy buen con el arco si practicaba lo suficiente, a fin de cuentas era muy habilidoso con las manualidades, pero no que la increpase de aquella manera. No podía ser Neil. Había decidido no decir nada por el momento, hasta que pudiese encontrar un agujero para desenmascarar a aquel impostor, pero su enfado había aumentado al pensar en el engaño, además de su preocupación por el paradero del auténtico Neil. Por suerte ninguno de aquellos tres se trataba de su aurva, pues, aunque se encontraban en pie, la sinhadre ya no se fiaba de que estuviesen con vida. No obstante, reaccionó interponiéndose entre el falso Neil y sus tres compañeros cuando este tensó el arco.
—¿Qué vas a hacer? ¿Y si siguen con vida?
Aunque no lo creyese realmente, la posibilidad existía. De hecho, llevaba aferrándose a la convicción de que encontrarían a alguien con vida desde que habían emprendido aquella locura o nada tendría sentido y el falso Neil estaría en lo cierto. ¿Quería eso decir que se había dejado engañar como una tonta?

Convencida de que aquel no era Neil, era muy probable que estuviese mintiendo. Pero no solo eso, sino que había dicho algo raro.
—Antes dijiste que no sabías nada de lo que había ocurrido. ¿Por qué estás tan seguro de todo eso? ¿Cómo sabes que las lianas los van a mover… Y lo que ocurrió con Eitne? ¡Tú no eres Neil! —le señaló con un dedo acusador—. ¿Dónde está el auténtico Neil? —Exigió saber.

Las palabras del falso Neil la hicieron dudar, pero enseguida recordó cómo le había hablado antes y volvió a auto-convencerse de que no podría ser su aurva. Negó con la cabeza y no dijo nada, no obstante, cuando le dijo que no le impediría hacer lo que quisiera.
—Tan solo quiero asegurarme de que no están vivos… Pero nos pondremos en marcha de nuevo para rescatar a Nime enseguida.
Así lo haría, una vez hubiese tomado el pulso a los tres: a pesar de que estaba a punto de echar el corazón por la boca no se detendría hasta haber llegado hasta la libense.