Primer sueño de Tayron

Y tal y como el humano pensaba.
Acaba ocurriendo.

-¿¡Qué!? ¡No!- en dos instantes que parecían eternos Eorlir atravesó con su espada a Sinceridad y la roquense, por respuesta, clavó su espada en su estómago antes de encontrarse con la muerte. Tayron enmudeció y su color de piel cambió a la gama de un blanco enfermizo- No... no no no- nadie tenía que salir herido. Pero la vida se escapaba al tiempo que la sangre manaba. ¿Que podía hacer?- ¡No!- se llevó las manos a la cara con rapidez cuando en su mente se grabó a fuego la imagen de la espada del sinhadre atravesando como una sandía la cabeza de su amiga.
Tayron perdía el control de sí mismo y sus ojos,  rojizos y anegados de lágrimas, contemplaron el cadáver. Las gotas de sangre le salpicaron en la cara como un aviso de la muerte y se le encogió el corazón. Como un juego macabro más olores le llegaron, esta vez sangre y pintura.

El belga se tambaleaba con mareos y calores, como si estuviera en otra realidad alternativa, otro tiempo paralelo. Aquellos no podían ser sus amigos muriendo y matándose unos a otros. Quería volver a casa.
-No...- un lamento se ahogó en su garganta, seguido del temblor de sus manos como espasmos, llenas de sangre. Las palabras de Eorlir se colocaron en su mente en forma de eco oscuro, repitiéndose una y una y otra vez.- No...- un nuevo impulso se deslizó entonces en su pecho, abrasador.- ¡No soy un puto asesino!- chilló entre llantos y rabia. No tenía la culpa. Dafne. Dafne le salvaría- ¡Tú si lo eres! ¡Hijo de puta, no soy un asesino! -pero sus palabras no fueron ligadas a sus acciones. Tayron dejó caer la espada hacia abajo con fuerza, describiendo un arco en dirección al sinhadre, el ataque fue acompañado de un aullido de desesperación.

A cada centímetro que hundía la espada el chico sentía caer en las sombras cada vez más, como si las mismas garras de la oscuridad le atraparan y le oprimieran el pecho, asfixiándolo.
Tayron sacó la hoja con dificultad y resentimiento, la sangre a borbotones la empapaba y ya no parecía una espada bonita de héroe. Sobre todo porque el que la empuñaba debía ser uno, y distaba mucho de convertirse en el chico que salvaba al reino con honor.
-Yo...- se desplomó en el suelo de rodillas y la sangre de sus compañeros empezó a tocarle, cubriéndose de culpabilidad.- chi... chicos lo siento... por favor- las lágrimas se derramaron por su cuello con abundancia pero no eran suficiente para limpiar el rojo de sus manos y lo negro del corazón- perdonadme por favor, perdonadme.

Se quedó poco tiempo, arrodillado y con las piernas plegadas al cuerpo, aquella posición siempre le había reconfortado pero ahora no había nada que lo aliviara. ¿Qué pensaría Dafne de él?. La conocía y jamás le miraría a la cara. Nunca permitiría ser salvada por un asesino. Pero quería salvarla a toda costa.

Tay se incorporó a duras penas con la mirada vacía, ayudándose de la pared. Seguía llorando a raudales y aún con la sensación de faltarle el aire empuñaba la espada, que pesaba más que nunca.
-Lo siento- fue lo último que dijo, sin atreverse a mirar atrás otra vez. No le hacía falta porque aquella escena se había clavado en su mente como una garrapata y no parecía querer soltarse- es mi culpa- fue su oración todo el camino.

El escenario cambió y pareció verlo todo verde. Tayron lo advirtió como el que contemplaba al viento soplar. Solo tenía que seguir caminando... pero no tenía fin. Perdió la noción del tiempo. Y en parte las ganas de continuar. Estaba tan cansado... y cada vez más seguro de que esa sensación era un castigo por lo que había hecho que acabó por pararse en seco. Asqueado de sí mismo. Intoxicado. No avanzaba. No se movía.
El sueño se extinguió por un instante y el belga, que recorría el trayecto como un zombie, reaccionó al fin.

El derrumbamiento despertó recuerdos de Rocavarancolia. El estruendo de abajo llamó a Tuétano, a Barael y su mano, de alguna forma pensó en Nad. En la noruega.
-¡Dafne!- respondió con una nueva alarma en la voz, y emprendiendo la marcha otra vez, ahora sin el ímpetu inicial pero a ritmo constante. La luz se tornó sangre, le pesaban las piernas y las palabras del sinhadre le erizaban la piel. Pero Tayron la encontraría.

Llegar al siguiente piso relajó el ritmo peligroso de sus pulsaciones. Encontrar a Mónica allí, en cambio no.
-¿Mo... mon?- se sorprendió cuando la analizó por completo como acto reflejo, en busca de algún arma, una trampa, un anillo con aguja envenenada colocado en sus dedos. La oscuridad lo estaba engullendo poco a poco, y el propio belga se percató de ello al instante. ¿Qué le pasaba a la española? ¿Por qué el maquillaje le acariciaba las mejillas? ¿Acaso lo había visto?. Lo que había hecho. No. Lo que había tenido que hacer- Lo sabes ¿verdad? ¿Tú también juegas?- le preguntó, con voz ronca y ojos rojizos, su mirada se posó en los de la humana más tiempo de lo normal. Eran extraños, para el belga casi acusadores. Todo parecía acusador en realidad. La corona. La virgen. Nad.
Un nuevo nudo en la garganta le oprimió el cuello.

-Yo no quería- confesó sin explicar nada anteriormente, dando por hecho que la chica estaba al corriente de sus pecados. Tayron dejó caer la virgen al suelo. No creía en esas chorradas, y mucho menos en algo que lo absolviera. Puede que la excepción fuera salvar a Dafne. Ser un héroe- ¿qué tengo que hacer?- salió de sus labios mientras mantenía la cabeza gacha y el acero le pesaba más- qué tengo que hacer con esta espada de mierda.

Parpadeó confundido, pero la española tenía razón. La competición le había hecho elegir y había elegido.
-Sí, sí- bajó la cabeza y contempló la carta en el suelo, la virgen parecía obervarle- quiero salvarla- y se precipitó a coger la estampa cuando el cabello de la chica se tornó naranja, como la pequeña. El belga no le preguntó qué había sido eso y tampoco quería saberlo. Deseaba salir de allí cuanto antes y acabar con el estúpido torneo.

-Es sucio- afirmó cuando se puso frente a la puerta  con la carta en la mano. Esperó con nervios en el estómago a si tendría que usar los poderes místicos de Mónica o por el contrario, era más héroe de lo que pensaba.

A Tayron le hubiera encantado atravesar la puerta y hallar a Dafne esperándole con una sonrisa que declarara la victoria. Pero algo en la voz  de la bruja le hizo poner los ojos en blanco y detenerse. Reconoció la voz de inmediato y entonces supo que nada podía ir a peor.
-Mierda- escupió al girarse.

También habría querido decir que ayudó a Mónica porque su moral o justicia le obligaban. No era cierto, no del todo. Si bien en aquellos segundos eternos sintió la necesidad de prestar su espada el verdadero motivo fue otro. “La puerta se abre si eres un héroe”. Recordó de la chica. “Debes desear la gloria, desear ser un héroe, y hacer el camino. Contamos contigo”. Sonaron las palabras de la reina como un eco incesante en su cabeza.

Tayron cambió el peso del cuerpo de una pierna a la otra. Creía estar seguro al cien por cien que la puerta solo le dejaría pasar si demostraba su valía. Suspiró.
-¿Quieres la llave?- no movió la espada- pues ven a cogerla.

Y de nuevo la sangre. No tuvo tiempo para reaccionar, ni siquiera pensó en las consecuencias que tendría desafiar al carabés con el filo de su hoja a tan pocos centímetros de Mónica.
-¡No!- gritó enfurecido, cuando el acero se hundió en la piel de la española. El olor a jabón inundó al belga, y lo que había sido remordimiento por Eorlir y Sinceridad se convirtió en una vorágine de culpa cuya fuerza le dejaba sin aire en los pulmones. Estaba fracasando. ¿Cuántas vidas valdría la de Dafne? ¿Estaba siendo él? ¿No era el Tayron enamorado pero justo del que la noruega se enamoró?.

¿Cuántas?
-Cabrón...- se decidió a parar el golpe con la espada con ojos llorosos, si lo conseguía realizaría un contraataque desde arriba. Tendría que andarse con ojo, Rádar era diferente a los demás, tenía más alma de guerrero que ninguno. Pero Tayron pondría toda la carne en el asador. No sabía cuantas muertes verían aquellos muros, pero al menos... . Miró a Mónica. Al menos una más.

La pelea fue ardua e intensa, Tayron no supo decir si habían estado luchando minutos o horas puesto que todos sus sentidos estaban orientados en encontrar la piel del carabés con su acero y en esquivar todos los golpes posibles. El humano puso toda la carne en el asador, golpeando con rabia, sintiéndose más fuerte y ligero. Rechinando los dientes con la música que ofrecía aquella danza de espadas y el gasto físico que suponía. Cada vez que su oponente parecía tomar la delantera hacía acopio de todas sus fuerzas y se encontraba capaz de todo. Capaz de cosas que no creía posibles en él.

Al final acabó de rodillas, con los pulmones ardiendo y las venas hinchadas. El belga se llevó la mano al hombro una vez percibió que todo parpadeó y el enemigo besaba el suelo con la nuca. Conteplar aquella escena de sangre y dolor no le hizo sentirse un héroe. Todo lo contrario, comprendió en aquel momento que no había ninguna diferencia entre él y los otros competidores del torneo. “La única diferencia es quién sigue vivo y quién no”.

Se dejó caer junto al cuerpo desmadejado de Rad, permitiendo que la sangre le cubriera las piernas y lo intoxicara con su peste de muerte. La rabia no mermó cuando observó detenidamente los tajos en el costado y el dedo que faltaba en la mano del tipo E. La rabia tampoco mermó con el cuerpo sin vida de Mónica. Solo se vio eclipsada por una fuerza mucho mayor que lo poseía y se presentaba en forma de lágrimas. Una pregunta se volvió eco. “¿Repetiría todo aquello si tuviera la ocasión de volver atrás?” ”¿Podría con todos los cadáveres que se veía obligado a dejar a su suerte?”.

Pero la respuesta llegó de improviso. Sólo tenía que cogerla y asimilarla.
Tayron se levantó con un tambaleo notable, ignorando las quejas de sus músculos agotados y el rítmico galope de su corazón.
Encontrar a Dafne al otro lado de la puerta fue la gota que colmó el vaso. Su cuerpo recibió un falso chute de energía para poder acercarse a la silla con mayor velocidad.
Escuchar su voz lo hizo encogerse en el sitio y olvidó contener lás lágrimas para llorar a moco tendido mientras se aferraba a una de las patas de la silla.
“Sí”. Lo supo al instante mientras admiraba sus ojos verdes, ahora más bonitos en contraste con el resto de su cara y las uñas. El dolor que su rostro expresaba lo partió en dos. “Sí, mataría de nuevo”. Incluso cuando ya conocía lo que significaba matar.

Se sorprendió a penas sin voz cuando quiso hablar. Un temblor ronco salió en su lugar dando empujones entre los sollozos para hacerse oír.
-Dafne- asintió- ¿qué te ha pasado?. He venido a salvarte.

La tenía justo enfrente, y era entonces cuando menos sentía merecerla.

Tayron se apresuró a ofrecer sus brazos para ayudarla a bajar, quería tocarla y necesitaba tocarla. Pero sin embargo por algún motivo creyó notar una barrera entre ambos, como si al hacerlo la ensuciara de todas las cosas que había hecho.
-¿Qué?- respondió incrédulo, luego negó con la cabeza mientras seguía sollozando- no no no, Dafne, he ganado. Podemos salir de aquí... los dos juntos, vámonos por favor- decía con urgencia, como si aquella cucharada dulce fuera a desvanecerse de pronto. Pero había algo que estaba mal, observó sus cuernos en silencio- he ganado por ti.