Primer sueño de Tayron

Con determinación el muchacho alzó la cabeza hacia arriba, unas escaleras en espiral le sorprendieron extendiéndose hasta donde le alcanzaba la vista dominadas por una luz anaranjada. El campeón del reino, o eso le gustaba pensar, subió y subió hasta que las rodillas no le aguantaban y el corazón le decía basta, martilleando como pidiendo ayuda.
-¿Esto no tiene fin?- al parecer no, pero no debía dejarse dominar por el cansancio. Dafne no tenía espera. Intentó avanzar pero estaba claro que su cuerpo no andaba muy de acuerdo con su convicción.
Notó algo líquido cuando dio dos pasos para recostarse en la pared, el suelo estaba encharcado de agua. No. Sangre.
-¡¿Pero qué?!- ¿Estaría siendo engañado por una ilusión? ¿Era sangre de verdad?. Tayron dio una bocanada de aire para ayudar a sus pulmones a estabilizarse y se le inundó la mente a rosas, aquel líquido olía a...¿Rosas?
-Vamos, siempre arriba- se dijo, esperaba que se tratara únicamente de una distracción porque el trayecto estaba empezando a ser siniestro, aquello le removía las entrañas.

Ante la mirada confusa del chico apareció una nueva planta, sin más, como si las leyes de la realidad no interfiriesen en el reino, bueno aquello ya se había demostrado, al fin y al cabo hace nada estaba en una cueva, y ahora se encontraba en una torre. Nada tenía sentido. Pero menos aún quedarse quieto.
-¿Ina?- dijo cuando entró en una habitación demasiado pequeña para su gusto. Reconoció a la chica de inmediato y sintió una punzada de alivio- me alegro de que estés aquí y...- Tayron calló, ceñudo, no había reparado en la espada que había al fondo, tentadora. El belga miró en silencio a la sinhadre como si se hubiera interpuesto un muro invisible ante ellos. Recordó las palabras de la reina y se le estremeció el corazón. “No hay rondas, ni reglas, excepto la del triunfo” “No eres el primero en salir y no tienes mucho tiempo”.
-Sube y sálvala, porque si ganaran los otros la harán desaparecer- recitó en a penas susurros- dime, Ina- añadió con un tinte más serio y preocupado que a penas adornó con una sonrisa- ¿Guardas tú la espada?- el chico avanzó un par de pasos, pero aún no había visto la aguja.

Retrocedió de inmediato cuando su compañera mostró su arma, a modo de amenaza. La respuesta era obvia. Diablos, había sido un tremendo idiota, claro que guardaba la espada, es más, guardaba el camino. Los nervios le habían traicionado y no había visto la aguja.
-No lo entiendes- afirmó con un gesto de cabeza- es Dafne la que está ahí arriba, en peligro, si no gano- y suspiró- lo pierdo todo. Así que ayúdame a salvarla o dime cuál es vuestro objetivo- no le hacía gracia escuchar que Eorlir y la sinhadre hacían equipo, a veces odiaba que parecieran formar un todo, que se compenetraran, eso los hacía peligrosos. ¿Pero Inna? ¿Sólo ella?. El belga se veía con las de ganar si se enfrentaba en igual de condiciones, por eso se preguntó qué les habrían prometido para que la chica estuviese dispuesta a atacar.
-¿Y qué significa pasa por ti?- le dijo con la voz temblorosa y más aguda, porque él también sentía miedo, tenía que ser listo- no voy a hacerte daño – aquello no era totalmente cierto, deseaba con toda su alma que Inna no fuera un obstáculo en todo aquello pero haría lo necesario- no si no me lo haces tú- tenía que asustarla, evitar el enfrentamiento, no quería hacerle nada, ni su sangre, ni la de ella- pero si no te quitas voy a matarte, créeme, y no quiero hacerlo así que ayúdame y hazlo más fácil- intentó parecer convencido pero su garganta lo traicionaba a instantes, para asegurarse de que creaba efecto cogió el garrote del suelo, que también olía a rosas, recordaba a Dafne y sus ojos verdes- la espada es mía.

Si existía tal posibilidad, Tayron se puso más nervioso, las gotas de sudor que impregnaban su frente lo demostraban. Inna no se achantó fácilmente y hacía la situación más difícil. Intentó apartarse para salir inmune de su ataque pero se llevó un rasguño en el hombro que sintió con un quejido.
-¡Inna para!- gruñó cuando vio el arma en alto, no quería hacerle daño, y el llanto de la sinhadre le desgarraba el pecho. Pero no pensó mucho más, no estaba para debatir que misión de las dos era la más importante. Ignorando el fuerte olor a rosas, asió el garrote con fuerza y aprovechando que se encontraban cerca quiso barrer los pies de la chica con el arma al tiempo que intentaba pasar rápido por su lado. Si el ataque daba en el blanco la muchacha caería al suelo, eso le daba tiempo a llegar a la espada, si no era así no tenía otra opción que correr lo más rápido hacia el arma antes de que la aguja de Inna hiciera mella en él, y esta vez, de verdad.

La chica no se levanta despues de caer. A Inna no le quedan fuerzas y casi no le queda sangre. Esta manchada y mojada y forma un pequeño charco poco a poco. Es demasiada para el cuerpo de la chica, demasiada para la herida de su estómago, pero no hay más lógica en un sueño que la de la historia que quiere contar. Inna suelta un sollozo apagado. Se ha girado en el suelo y está encogida. Busca con los ojos a Tayron, justo antes de quedarse vacía. Nada impide ya que Tayron avance a traves de la puerta.

Inna no se levantó, y aquello le pesó tanto como la espada que estaba sujetando. Después del barrido la sinhadre cayó al suelo, y Tayron no tardó en darse cuenta de que no volvería a ponerse en pie. Era tan triste, tan injusto, quería parar, pero no podía. Cuando sus ojos se encontraron el chicó la evitó, no podía mirar aquello. Él no había hecho más que derribarla, pero se sentía el más culpable de todos. ¿Qué le había pasado exactamente? ¿Por qué solo uno puede ganar? ¿Cuál es el premio final?, porque cuanto más avanzaba menos pensaba que fuera la salvación de Dafne. Seguro que el premio cambiaba según su ganador.
-Lo siento- fue todo lo que dijo antes de cruzar la puerta con angustia y los nervios a flor de piel. Sentía ganas de abandonar y llorar, pero la noruega lo esperaba allí arriba. Al otro lado se encontró a Sinceridad.

-Sinceridad- dijo midiéndola. Tenía un aire diferente que la hacía parecer peligrosa. Que fuera vestida de guerrera y oliera a selva y bestias no ayudaba.- ¿el otro? ¿qué otro?- preguntó, él también levantó la espada para dejar claro que si tenía intenciones hostiles no se saldría tan fácilmente con la suya. Decidió no contarle nada de cómo había obtenido la nueva arma, al pensar en Inna se le hacía un nudo en la garganta que no podía controlar.- escúchame, por favor- le rogó. Tenía que ser listo, tenía que avanzar sin luchar- estamos en el mismo equipo ¿vale?, me han dicho que voy contigo.

Tayron siguió las indicaciones de Sinceridad al pie de la letra y caminó delante de ella, todavía con el mango de la espada bien sujeto y una incertidumbre constante. A la reina se le había olvidado dar el pequeño detalle de que sus amigos también luchaban por ganar. Cada uno con diferentes metas, suponía.

-¡Oh mierda!- Tayron fijó la mirada en la roquense y luego en el sinhadre. De pronto todo se le hacía cuesta arriba y las lágrimas amenazaban con suicidarse a sus mejillas. Se le negó la voz al hablar. La espada temblaba en su mano- yo... -no era muy inteligente decir que Inna había muerto sola, sobre todo porque ninguno de los dos creería en su inocencia. ¿Qué podía hacer? ¿No se merecía Eorlir saber la verdad?. Claro que sí, pero luego aparecía Dafne en su cabeza como una ilusión intermitente y sus dudas se reducían a polvo- la perseguía un bicho, no sé qué habrá sido de ella- fue lo que dijo, no había que ser muy avispado para percatarse de que se había trabado varias veces, visiblemente nervioso. Levantó un poco la espada- necesito seguir avanzando más que nunca. Por favor.

Y tal y como el humano pensaba.
Acaba ocurriendo.

-¿¡Qué!? ¡No!- en dos instantes que parecían eternos Eorlir atravesó con su espada a Sinceridad y la roquense, por respuesta, clavó su espada en su estómago antes de encontrarse con la muerte. Tayron enmudeció y su color de piel cambió a la gama de un blanco enfermizo- No... no no no- nadie tenía que salir herido. Pero la vida se escapaba al tiempo que la sangre manaba. ¿Que podía hacer?- ¡No!- se llevó las manos a la cara con rapidez cuando en su mente se grabó a fuego la imagen de la espada del sinhadre atravesando como una sandía la cabeza de su amiga.
Tayron perdía el control de sí mismo y sus ojos,  rojizos y anegados de lágrimas, contemplaron el cadáver. Las gotas de sangre le salpicaron en la cara como un aviso de la muerte y se le encogió el corazón. Como un juego macabro más olores le llegaron, esta vez sangre y pintura.

El belga se tambaleaba con mareos y calores, como si estuviera en otra realidad alternativa, otro tiempo paralelo. Aquellos no podían ser sus amigos muriendo y matándose unos a otros. Quería volver a casa.
-No...- un lamento se ahogó en su garganta, seguido del temblor de sus manos como espasmos, llenas de sangre. Las palabras de Eorlir se colocaron en su mente en forma de eco oscuro, repitiéndose una y una y otra vez.- No...- un nuevo impulso se deslizó entonces en su pecho, abrasador.- ¡No soy un puto asesino!- chilló entre llantos y rabia. No tenía la culpa. Dafne. Dafne le salvaría- ¡Tú si lo eres! ¡Hijo de puta, no soy un asesino! -pero sus palabras no fueron ligadas a sus acciones. Tayron dejó caer la espada hacia abajo con fuerza, describiendo un arco en dirección al sinhadre, el ataque fue acompañado de un aullido de desesperación.

A cada centímetro que hundía la espada el chico sentía caer en las sombras cada vez más, como si las mismas garras de la oscuridad le atraparan y le oprimieran el pecho, asfixiándolo.
Tayron sacó la hoja con dificultad y resentimiento, la sangre a borbotones la empapaba y ya no parecía una espada bonita de héroe. Sobre todo porque el que la empuñaba debía ser uno, y distaba mucho de convertirse en el chico que salvaba al reino con honor.
-Yo...- se desplomó en el suelo de rodillas y la sangre de sus compañeros empezó a tocarle, cubriéndose de culpabilidad.- chi... chicos lo siento... por favor- las lágrimas se derramaron por su cuello con abundancia pero no eran suficiente para limpiar el rojo de sus manos y lo negro del corazón- perdonadme por favor, perdonadme.

Se quedó poco tiempo, arrodillado y con las piernas plegadas al cuerpo, aquella posición siempre le había reconfortado pero ahora no había nada que lo aliviara. ¿Qué pensaría Dafne de él?. La conocía y jamás le miraría a la cara. Nunca permitiría ser salvada por un asesino. Pero quería salvarla a toda costa.

Tay se incorporó a duras penas con la mirada vacía, ayudándose de la pared. Seguía llorando a raudales y aún con la sensación de faltarle el aire empuñaba la espada, que pesaba más que nunca.
-Lo siento- fue lo último que dijo, sin atreverse a mirar atrás otra vez. No le hacía falta porque aquella escena se había clavado en su mente como una garrapata y no parecía querer soltarse- es mi culpa- fue su oración todo el camino.

El escenario cambió y pareció verlo todo verde. Tayron lo advirtió como el que contemplaba al viento soplar. Solo tenía que seguir caminando... pero no tenía fin. Perdió la noción del tiempo. Y en parte las ganas de continuar. Estaba tan cansado... y cada vez más seguro de que esa sensación era un castigo por lo que había hecho que acabó por pararse en seco. Asqueado de sí mismo. Intoxicado. No avanzaba. No se movía.
El sueño se extinguió por un instante y el belga, que recorría el trayecto como un zombie, reaccionó al fin.

El derrumbamiento despertó recuerdos de Rocavarancolia. El estruendo de abajo llamó a Tuétano, a Barael y su mano, de alguna forma pensó en Nad. En la noruega.
-¡Dafne!- respondió con una nueva alarma en la voz, y emprendiendo la marcha otra vez, ahora sin el ímpetu inicial pero a ritmo constante. La luz se tornó sangre, le pesaban las piernas y las palabras del sinhadre le erizaban la piel. Pero Tayron la encontraría.