- Alicia
Ficha de cosechado
Nombre: Siete
Especie: Idris
Habilidades: oido musical, orientación, reflejosPersonajes :- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
- Ri:Tengu. Aurva albina, 18 años. 170 cm
- Nero:Sin esencia, edeel. 18 años, 175 cm.
- Siete: idrino cosechado. 18 años. 172 cm.
Heridas/enfermedades : Cicatrices desiguales con forma de arañazo en los gemelos, que se extienden hacia la parte frontal de la pierna. Más anchas y verticales en la pierna derecha.
Status : So. FLUFFY.- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
De Monstruos y Milagros
24/05/14, 09:27 pm
De Monstruos y Milagros.
1
Los troncos de los árboles pasaban como borrones. El olor a miedo, el olor a sangre, el sabor a caza. Una madre corría con su hijo en brazos. Lo protegía con las manos, mientras las ramas le marcaban la cara, los hipidos de llanto contenido y sus jadeos empezaban a dificultarle la carrera. La falda larga se liaba en sus piernas. Al final cayó, rompiéndose el tobillo en una raíz saliente. El bebé, cuyo shock había impedido que soltara un ruido hasta el momento, rodó por el suelo lejos de su alcance y comenzó a llorar. Una bestia pasó ignorando al principio a la mujer, y aplastó brutalmente la cabeza del infante con su puño. Trasgos. Algunos a veces todavía sentían algún remordimiento. Algunos tenían preferencias morales y otros solo querían comer. Pero no él. El pulso desbocado en las gargantas de las presas, el terror y la persecución le encantaban. ¿Por qué elegir soñarlo? Cometió un pequeño desliz. Uno pequeño, nada que el consejo no pudiera resolver solito. Y ahora estaba atrapado en la ciudad, donde cazar un cosechado le llevaría a comer escorpiones en el desierto, donde la comida para trasgos se vendía quietita y los esclavos eran patéticos y la mitad estaban resignados.
Y comía. No iba a mentir. Comía bien porque tenía dinero, y estaba saciado de estómago, pero también frustrado. Quería lo que la chica de pelo azul le proporcionaba. Ah, cuando la había visto. En su vivido sueño, quiso evocarlo. Cuanto había querido romperle los dedos suaves y blancos, morder y desgarrar la carne tierna. Se veía tan frágil y etérea, en una mirada casi inocente. Pero uno no muerde la mano que le da de comer. Y lo odioso de los transformados es que suelen tener a alguien para vengarse por ellos. La mujer gimió, y el la sujetó del cuello y la estampó contra un árbol, mientras de un mordisco se llevaba un blandito brazo de su último asesinato.
-Odio los berreos de los niños- dijo con voz gutural- pero tú puedes llorar todo lo que quieras.
Sangre, quizás. Porque el primer movimiento fue arrancarle los ojos.
-
-Yo diría que lo ha disfrutado- Seon estaba apoyada en el interior de una habitación completamente hecha de espejos. No tenía la disposición cubica habitual, sino que estaba llena de aristas y combinaba de forma dispar las formas y tamaños del cristal, dando un raro aspecto al conjunto. Sus reflejos no imitaban su débil sonrisa, conmocionada por las sensaciones propias y ajenas, el desagrado y el asco. Permanecían expectantes. La que parecía mas firme, una versión mas alta y adulta, con el pelo cayendo hasta la cintura, negó con la cabeza.
- Tú no.
- Aun puedo sentir sus manos en mi garganta- dijo la del aspecto del dia de su unión. Dejo escapar un gemido- ¡Quería comernos!
- Pero nada era real- replicó- y tenemos que acostumbrarnos.
-¿No temes la locura?
-¿No temes ser tú la madre, ser tú el hijo?
-¡Quería comernos!
- ¿No temes contribuir a esto? ¿Alentar la perdida de la empatía y de la moral?
El eco de voces calló. La Seon adulta miraba curiosa a su doble tras el cristal. Las dos hablaron a la vez.
- Hemos pasado por esto.
No tememos Rocavarancolia.
Somos Rocavarancolia.
Y todo pasó a ser la perspectiva de la niña tras el espejo. Eligió ser ella, y la ventana que daba a sus dudas estaba sucia y le importaba poco. El mosaico de colores de un prado silvestre se extendía al otro lado. La hierba le hacía cosquillas y le llegaba a casi las caderas. Brina la abrazó a un lado.
-¿Cómo ha ido, Dama?
- Muy bien, aunque un poco desagradable. Pero creo que es una buena señal. No voy a perderme a mí misma. Bueno, tengo un monton de “Mis” de repuesto- se río.
- A veces pareces dudar... pero sabes que no tienes que hacerlo verdad? Quiero decir...
- Lo pienso muchas veces. Y solo puedo sentir que en realidad... no todo es oscuridad. El mismo monstruo que mata sin piedad una vez estuvo enamorado. Y es verdad...es verdad que hay quien simplemente es horrible. Pero ¿quien no merece dormir? ¿O sentirse bien? No todos los encargos son así... y yo soy asi, ¿no? – sonrió – Alder se queja porque soy una tonta y confío. No soporta saber que he visto horrores y estoy dispuesta a ayudarlos, de la manera que ellos sienten que necesitan. No puedo imponer mi visión del mundo a la gente, las cosas cambian mucho después de la luna y degeneran... A veces los miro y son como flores. Y podrían haber crecido de muchas maneras o no haber crecido en absoluto. Podrían dar semillas o ahogar otras raíces. Y tendríamos que admirar todas las flores, porque son. Incluso a las que pinchan.
>No lo sé- dijo llevándose una a la nariz que olía a leche con canela. –monstruos o milagros todos soñamos.
Y he cobrado, y quiero pasar el resto del momento del día en el que esté fuera con cosas divertidas. No charla de trabajo.
- Nada de charla de trabajo, Dama- dijo Brina, ligeramente pomposa pero también muy dulce- ¿una carrera?
Y fueron prado abajo.
2
Érase una vez una princesa de ojos azules. Estaba interpretada por Brina, cuyos lacios cabellos eran ahora comparados, por todo el reino imaginario, con cascadas negras y noches azuladas. Brinnalina era una princesa triste. No la hacían reir sus juglares ni los bufones, no disfrutaba de la compañía de su hermano Karin y suspiraba durante el día con tanta pena que sus consejeros, conmocionados, se secaban las lágrimas disimuladamente. Fue un amanecer luminoso, con el palacio terminando sus tareas y ella ya cenada, cuando se despojó del vestido de seda, y con harapos mugrientos, bajó la torre desde la ventana.
Seon y Azazel esperaban abajo en caballos, encapuchados. La princesa, con su propia montura, dio la señal de salida.
Iban a rescatar a su amado cautivo.
3
La luz se colaba trémula en el palacete. Dos niños se miraban con cariño. Ella se había puesto un vestido prestado y le venía grande, pero él pensaba que le quedaba muy bien. Estaban sucios, heridos, desnutridos. También sonreían. Estaban esforzándose mucho más de lo que correspondía a alguien de su edad, para olvidar las pesadillas y las muertes y que a veces se oían llorar mutuamente, para fingir más tarde que no lo sabían.
-Princesa- una reverencia.
-Oh por favor, Them, menos formalidades- dijo ella, con el inicio de una risa débil. La seda y el tul del vestido de mujer le hacían cosquillas. Se habían instalado allí hacia casi una semana. Les asustaba ir a por comida, pero siempre que se ofrecía él a ir solo, ambos coincidían en no querer separarse. Así, comían poco y salían menos. Pero entre las paredes de aquel sitio que alguna vez debió ser caro y estar limpio, podían jugar a no conocer Rocavarancolia. Habían sido cerca de una veintena de chicos de diversas edades y procedencias, instalados en el torreón Maciel, cuando este aún no había sido aplastado y conservaba su azotea. Dos habían enloquecido. Uno de ellos se había tirado desde el último piso y al otro dejaron de verlo sin más una tarde. Sospecharon de las estirges, pero nunca se mencionó. Tres se hicieron con el poder por la fuerza y la intimidación, y acapararon gran parte de la comida. Hubo un motín. Murió la mitad de los restantes. Analisa había visto al más pequeño de todos devorado por una bestia en una salida. Podría haberlo salvado, pero prefirió correr por su vida. Y así, siete meses después, solo quedaban ellos. No habían querido acercarse a los otros cosechados, ni suplicar asilo. No se fiaban de nadie, excepto de la otra persona. La única que compartía los mismos horrores. Nunca hablaban sobre su relación. Dormían tapados en el suelo y abrazados, en el piso de arriba. Todas estas cosas no las sabía la soñadora, aunque él, incluso en su sueño, las recordaba con cierta melancolía y ciertos retazos pugnaban por aparecer en su subconsciente. Them, que ya no se llamaba Them, podría haber sido testigo de la aparición de un viejo enemigo en aquel salón del palacete. Uno de los matones que hizo de líder, que siempre se había entretenido maltratándolo, y al que había asesinado durante el motín. Pero fue algo que nunca llegó a salir, no lo permitió quien controlaba la escena. Y Them era quien las evocaba, pero era también el niño. El que hacía girar a Analisa entre sus brazos mientras tarareaba sin ritmo, feliz. Y Seon se esforzó porque lo viviese, por hacerle sentirlo tan fuerte que todo lo demás se borrase. Así había sido, unos segundos, en la vida real.
Todos los días, y esto se lo había dicho con voz ronca él, la historia continuaba de la siguiente forma: la luna salía, él se transformaba. Ella también, pero solo tenían ocasión de sufrir los cambios físicos, y la oleada de poder y euforia duraba poco. Them se descontrolaba. Analisa moría en sus brazos.
“Necesito que me perdone” la angustia de aquella petición había llevado a Seon a ofrecerse a hacer aquello gratis. Él se había negado. “Sé que lo hace, que nunca me guardaría... que no me guarda, donde esté, rencor. Lo sé, pero no lo siento. Todas las noches la mato, a la única persona a la que habría querido hacer vivir para siempre.”
En la última vuelta de la canción, el berseker sostenía a la selkie. Ella sonreía, con la piel en sus manos.
-Them.
Él gimió.
- No te culpes, por favor. No de esto. Rocavarancolia es cruel y quizás nunca estuve hecha para ella. Tuvimos un hogar por unas semanas y fuimos familia, no pude pedir más. Te quería. Mi fuerte guerrero- Analisa se apoyó en su pecho- ,te perdono, te quiero. Déjalo pasar.
> Soy tu princesa, ¿no?- bromeó.
-Siempre- dijo, al borde de las lágrimas, un chico inusualmente grande para su edad. Podría haber sido temible pero ahora solo parecía frágil. Un peso había descendido, al menos por aquella noche, de sus hombros.
-
-Seon, por amor de... deja de llorar. Por favor. ¿Te estas riendo?
-Te quiero, te quiero, te quiero.
-lo sé, lo sé, lo sé.- Alder estaba incómoda, completamente atrapada entre los brazos de una Seon en plena crisis.- Yo también te quiero, pero ahora mismo pareces una loca.
La chica se secó las lágrimas y sonrió.
- A veces me olvido de la suerte que tenemos, que tengo. Te quiero.
-Como una cabra.
4
En el palacio rojo aquel día faltaba Seon. A veces se excluía de la escena y observaba a sus compañeros de aventuras mientras imaginaba sus siguientes líneas: el enfurruñe del conejo de peluche rosa que tiraba de su amigo para que descendiese de su silla, Azazel dejándose arrastrar al final entre protestas ininteligibles... y Brina riéndose, sacando la cabeza de detrás de un libro.
Les daba historias como se las daba a la gente real, y se entretenía manejando el ambiente, invisible a sus creaciones.
5
- Quiero un helado.
- Pero no es esto para lo que me has pagado, ¿cierto? Quiero decir...que después de todo es un sueño.- dijo dudosa, después de un largo paseo.
- Hombre, un helado es una razón de peso. Pero también querría que fuéramos al teatro. – dijo ella, helado de cucurucho en mano. Tenía una sonrisa enigmática y la percepción de la soñadora le hablaba de peligro. Melodes le había contado que podía suceder, pero por el momento era como sentir algo enredado, a veces apabullante. Eran cosas soterradas, algo secundario al sueño que yacía en alguna parte y no sabía si localizar como suya o de la otra persona; un abanico de futuros y pasados. Y lo único que sacaba en claro de su cliente es que aquello no sería un sueño agradable.
*
Una gran sala a oscuras precedía un escenario de madera, la escena oculta por dos telones cerrados de color sangre. El teatro estaba lleno. Todas las butacas eran de un color crema, al menos, hasta donde alcanzaba la vista, y los rostros se hacían indistinguibles en la lejanía. Solo los asientos de soñadora y soñante eran de color granate. “Pases vip” susurró, “perfecto, gracias”. A la izquierda, un cartelito apareció del suelo, las letras grandes y claras “APLAUSO”, según se abrían las cortinas. Pero no llegó el sonido claro y fuerte de palmadas, sino un choque sordo y repetitivo, como de gotas en un cristal, que fue seguido de gritos de dolor entre el público. Algunos detalles se hicieron más claros: quien se sentaba a su lado, como todos los demás, estaba atado a la silla. En los reposabrazos, pequeños martillos aplaudían sobre sus manos, clavándose en la carne a cada golpe. La sonrisa de su acompañante se hizo más amplía.
Entró un niño, cuya sonrisa había sido cosida en la cara, forzando las comisuras hacia arriba de forma antinatural. Iba acompañado por un mono con bombín. El grito desgarrado de una mujer entre el público les informó de que su madre estaba allí para verlo y que luchaba por desatarse. El cartel de aplauso pasó a mostrar “SILENCIO, POR FAVOR” y aunque la distancia impidió una imagen clara, fue evidente que una cuchilla había descendido y decapitado a la culpable, desatando una oleada de gritos horrorizados que nadie se molestó en callar.
La voz del mono presentador se alzó por encima del ruido.
- He venido a contaros una historia. Una historia de placentera venganza. Este- señaló al niño- es Gusano. Gusano es feliz porque hoy cumplirá su sueño. Sin más dilación, doy comienzo a la obra que nos trae.
“Erase una vez un feliz cosechado. Se enfrentaba a las bestias de la ciudad con valentía, y derrotaba los peligros con su espada y su magia” Pero no eran bestias lo que salían al escenario, eran niños desfigurados o vestidos con pieles recién arrancadas y peludas, todavía goteando entrañas. Gusano, cuyas manos era ahora visible que estaban atadas y lo hacían funcionar como una marioneta macabra, los apuñalaba. Otras veces una llama surgía del suelo y los calcinaba. Nuevos gritos y decapitaciones informaron de los familiares presentes. “Y LA LUNA. La luna llegó y el cosechado fue bendecido. Pero con un dominio inútil y su estupidez era muy grande.
>Gusano tenía un amor” Una niña, de misma sonrisa antinatural y con un largo traje de novia desgarrado, salió por una trampilla. Las cuerdas los movieron, los hicieron darse un abrazo que resultaba falso, como una burla. “Pero ella lo desdeñó. Ahora era poderosa, ahora podía aspirar a algo mejor.” Nuevos personajes. “Despechado y envidioso, Gusano juró venganza. Reunió poder. Hoy ha venido a matarlos”.
Las cuerdas obligaron a la niña, que lloraba e hipaba con dificultad, a ponerse de rodillas, junto a un chico grandote cuya cara estaba tapada por una máscara con un gesto tosco y bravucón, y que parecía estar incrustada en su piel.
Pero lo que siguió no fue una ejecución. Fue una tortura lenta, en la que todos los protagonistas gritaban como podían, junto a un público traumado y conmocionado. La chica palmoteaba con aire infantil.
Por fin todo terminó. El cartel de APLAUSO alzó una nueva oleada de gritos. Todas las butacas color crema estaban esparcidas de sangre y las manos de la gente cautiva ya no parecían tales.
-
-Lo peor es...que creo que lo que más ha disfrutado es la idea de que yo tuviese que crear aquello y verlo.
Y ese día empezó a imaginar a Pandora.
6
Alder estaba en el Puente de Burbujas. Seon la había traido consigo al mundo que creaba y destruía según le apetecía, y en el que algunos lugares eran recurrentes (el Palacio Rojo, la Biblioteca ascendente...). El puente colgaba en la nada, una nada azulada en la que pendían pompas formando escalones. Unas eran más grandes que otras, pero ninguna estaba vacía. La primera estaba llena de estrellas, dispersas en un humo negro que giraba en el interior del agua irisada; una sirena saludaba desde otra, tras lo cual jugaba a atraparse la cola; Una flor blanca crecía más allá. Al final del camino se alzaba un árbol. Las raíces se escapaban de la pirámide de tierra que lo sostenía en el aire. Grueso, de tronco blanquecino y hojas de cientos de miles de rojos y violetas, en su copa albergaba una cabaña.
- Del color de mi pelo- observó, girándose hacia Seon con una sonrisa-. Es un cuadro bonito, pero dime que no tengo que llegar pisando err... algo de aspecto tan inestable.
- ¿Y a donde crees que vas a caer?- respondió- pisa, que cruzar es lo mejor. Lo encontraras fácil.
La soñadora saltó de una a otra seguida de Alder. Efectivamente fue sencillo, al poco la sinhadre hacia volteretas, impulsada por la capa flexible y húmeda bajo sus pies.
- Me encanta- dijo, sentándose en una que contenía una ciudad en miniatura dentro.
- Y a mí- en la burbuja contigua, Seon estaba tumbada mirando al infinito con expresión ausente. Tardó un rato mas en volver a hablar.- ¿Vamos a ir a la cabaña, o prefieres que nos quedemos aquí para siempre? El tiempo en un sueño es relativo, ya sabes.
- Cabaña, sin duda. – se incorporó.
El interior era tan agradable visualmente como todo lo demás. Seon organizaba todos los colores y formas como un cuadro. Pero también tenia una intencionalidad muy clara.
- Seon mira que eres pilla – un beso– y pervertida – se echaron sobre los cojines repartidos por el suelo–, tramposa...ah...embaucadora.
- Solo contigo. Y tengo muchos trucos en la manga, sabes?
Y con toda la ternura del mundo, comenzó a desvestirse.
7
-Vamos, chicos. No muerdo. No a mis hermanos- Pandora sonrió de forma afilada.
- Que madre pare un conejo de peluche, un niño pájaro, una muñeca y una loca de atar?- respondió Karin- No soy tu hermano, tarada.
-Dejalo, Karin, no merece la pena.
-Bah, Bah, el maravilloso y magnánimo Az, perdonándome la vida. Gracias, majestad- hizo una reverencia exagerada.
-Dejemos esto claro. No eres más que un figmento de su imaginación. Deja de actuar como si fueses algo más importante o independiente.
- Oh, Brina, iluminanos con tu sabiduría, por favor. ¿Qué eres tú, dices?
- No me gusta que existas...
- Una sorpresa
- ...No quiero tenerte envenenando a la Dama con tus juegos. Ya la engañaste una vez.
-¡Se dejó engañar! ¿No veis que soy ficticia? Solo soy un pulso oscuro, un deseo oculto...- canturreó. El pelo flotante se revolvió con diversión.- Soy el experimento que le da miedo hacer, la historia que no quiere contar porque es demasiado deb-
- Seon no tiene una pizca de maldad- cortó Azazel.
-Pero tiene imaginación. Y memoria, y hay mucha maldad en Rocavarancolia de la que sacar ideas.
Brina se levantó bruscamente, y clavó sus ojos de cristal en la nueva creación de su ama.
-Te aviso, Pandora. Eres un recurso ocasional. No aspires a más.
- Soy el recurso que ella quiera. La libro de culpa y de asco... ¿cuánto creéis que tardará en ceder y ver a donde puede llevar las cosas? Hizo estomago para aceptar lo desagradable de esta ciudad y los trata a todos con la misma dedicación. ¿Cuánto quedará para hacer hueco a algo desagradable para si misma? Soy muy justificable. La letra entra con sangre, y a mi me encanta ver sangrar.
- Eres todo lo contrario a lo que quería Seon para los demás. Tu mente retorcida es para otras mentes retorcidas. ¿Quieres salir de eso porque sabes que los haces disfrutar?
- Quiero salir de eso porque me encanta jugar. Tú lo sabes bien, ¿no, Karin?
- Sí, los toboganes de agua y los apuñalamientos siempre han ido de la mano. No eres bienvenida, Pandora.
- Y yo que esperaba una fructífera amistad. Está bien, no os preocupéis. La Dama me ha dado mi propia residencia, para que no haya demasiadas tensiones. Pero eh, un juego de naipes es siempre bien recibido.
8
Zakar Mesma era una brujo conocido por su excentricidad. Había experimentado con la magia de modelado él mismo, pero también pagado a magos más versados en ella para conseguir una larga barba de tentáculos con ventosas y dos ojos saltones, negros como pozos. Su dominio eran cefalópodos y metido en una burbuja solía acompañarlo su pulpo favorito, un bicho monstruoso llamado Sir Elinton. Calvo como una bola de cristal, era un comerciante de sustancias sospechosas y no especialmente agradables, así como de ingredientes submarinos difíciles de conseguir. Sir Elinton había muerto recientemente y entre hipidos y sonaduras de nariz que proyectaban su barba hacia delante, había pagado una generosa suma por un paseo acuático con Sir Elinton. Y después se había vuelto un cliente recurrente, alegando que quería pasar por “el duelo” de la forma más agradable posible.
Seon había supuesto que era cuestión de tiempo. Esto no era un beso de Vac, después de una visita guiada a Grecia. Zakar empezó a pretenderla, a agasajarla con joyas bonitas. En la vida real, no podía detenerlo sin más, y se vio obligada a defenderse a duras penas mágicamente, para darse cuenta de que no se había centrado en absoluto en los hechizos de la vida real. Le devolvió el dinero y las joyas educadamente y le especificó que no era correspondido y que su brusquedad no era bien recibida pero que “había sido un buen cliente y esperaba que todo quedase entre gente razonable”.
Recibió un pulpo muerto al día siguiente, y nunca más oyó de Zakar.
Pandora quiso tentarla a torturarlo mentalmente. Dijo: “Sabes que hay en la maraña de futuros. Sabes que te advierten. Actúa ahora. Enséñale que el poder de un sueño puede llevar a la locura a los hombres más cuerdos. En su caso...bueno, al menos podemos asustarlo.
Protege a Alder...protégete. Debemos ser respetadas.”
Y Seon no cedió.
9
-Tú no eres la de siempre, la de pelo azul. Seon.-dijo una voz acusadora.
-¿No? Que cosas, diría que como soñadora una podía ser cualquier cosa. Soy Pandora y hoy seré tu acompañante- dijo con voz de camarera. La mujer que hoy era Pandora, con un vestido tejido de plumas de cuervo, llevaba el pelo recogido en un moño y sonreía diplomática.- Pide por esa boquita.
1
Los troncos de los árboles pasaban como borrones. El olor a miedo, el olor a sangre, el sabor a caza. Una madre corría con su hijo en brazos. Lo protegía con las manos, mientras las ramas le marcaban la cara, los hipidos de llanto contenido y sus jadeos empezaban a dificultarle la carrera. La falda larga se liaba en sus piernas. Al final cayó, rompiéndose el tobillo en una raíz saliente. El bebé, cuyo shock había impedido que soltara un ruido hasta el momento, rodó por el suelo lejos de su alcance y comenzó a llorar. Una bestia pasó ignorando al principio a la mujer, y aplastó brutalmente la cabeza del infante con su puño. Trasgos. Algunos a veces todavía sentían algún remordimiento. Algunos tenían preferencias morales y otros solo querían comer. Pero no él. El pulso desbocado en las gargantas de las presas, el terror y la persecución le encantaban. ¿Por qué elegir soñarlo? Cometió un pequeño desliz. Uno pequeño, nada que el consejo no pudiera resolver solito. Y ahora estaba atrapado en la ciudad, donde cazar un cosechado le llevaría a comer escorpiones en el desierto, donde la comida para trasgos se vendía quietita y los esclavos eran patéticos y la mitad estaban resignados.
Y comía. No iba a mentir. Comía bien porque tenía dinero, y estaba saciado de estómago, pero también frustrado. Quería lo que la chica de pelo azul le proporcionaba. Ah, cuando la había visto. En su vivido sueño, quiso evocarlo. Cuanto había querido romperle los dedos suaves y blancos, morder y desgarrar la carne tierna. Se veía tan frágil y etérea, en una mirada casi inocente. Pero uno no muerde la mano que le da de comer. Y lo odioso de los transformados es que suelen tener a alguien para vengarse por ellos. La mujer gimió, y el la sujetó del cuello y la estampó contra un árbol, mientras de un mordisco se llevaba un blandito brazo de su último asesinato.
-Odio los berreos de los niños- dijo con voz gutural- pero tú puedes llorar todo lo que quieras.
Sangre, quizás. Porque el primer movimiento fue arrancarle los ojos.
-
-Yo diría que lo ha disfrutado- Seon estaba apoyada en el interior de una habitación completamente hecha de espejos. No tenía la disposición cubica habitual, sino que estaba llena de aristas y combinaba de forma dispar las formas y tamaños del cristal, dando un raro aspecto al conjunto. Sus reflejos no imitaban su débil sonrisa, conmocionada por las sensaciones propias y ajenas, el desagrado y el asco. Permanecían expectantes. La que parecía mas firme, una versión mas alta y adulta, con el pelo cayendo hasta la cintura, negó con la cabeza.
- Tú no.
- Aun puedo sentir sus manos en mi garganta- dijo la del aspecto del dia de su unión. Dejo escapar un gemido- ¡Quería comernos!
- Pero nada era real- replicó- y tenemos que acostumbrarnos.
-¿No temes la locura?
-¿No temes ser tú la madre, ser tú el hijo?
-¡Quería comernos!
- ¿No temes contribuir a esto? ¿Alentar la perdida de la empatía y de la moral?
El eco de voces calló. La Seon adulta miraba curiosa a su doble tras el cristal. Las dos hablaron a la vez.
- Hemos pasado por esto.
No tememos Rocavarancolia.
Somos Rocavarancolia.
Y todo pasó a ser la perspectiva de la niña tras el espejo. Eligió ser ella, y la ventana que daba a sus dudas estaba sucia y le importaba poco. El mosaico de colores de un prado silvestre se extendía al otro lado. La hierba le hacía cosquillas y le llegaba a casi las caderas. Brina la abrazó a un lado.
-¿Cómo ha ido, Dama?
- Muy bien, aunque un poco desagradable. Pero creo que es una buena señal. No voy a perderme a mí misma. Bueno, tengo un monton de “Mis” de repuesto- se río.
- A veces pareces dudar... pero sabes que no tienes que hacerlo verdad? Quiero decir...
- Lo pienso muchas veces. Y solo puedo sentir que en realidad... no todo es oscuridad. El mismo monstruo que mata sin piedad una vez estuvo enamorado. Y es verdad...es verdad que hay quien simplemente es horrible. Pero ¿quien no merece dormir? ¿O sentirse bien? No todos los encargos son así... y yo soy asi, ¿no? – sonrió – Alder se queja porque soy una tonta y confío. No soporta saber que he visto horrores y estoy dispuesta a ayudarlos, de la manera que ellos sienten que necesitan. No puedo imponer mi visión del mundo a la gente, las cosas cambian mucho después de la luna y degeneran... A veces los miro y son como flores. Y podrían haber crecido de muchas maneras o no haber crecido en absoluto. Podrían dar semillas o ahogar otras raíces. Y tendríamos que admirar todas las flores, porque son. Incluso a las que pinchan.
>No lo sé- dijo llevándose una a la nariz que olía a leche con canela. –monstruos o milagros todos soñamos.
Y he cobrado, y quiero pasar el resto del momento del día en el que esté fuera con cosas divertidas. No charla de trabajo.
- Nada de charla de trabajo, Dama- dijo Brina, ligeramente pomposa pero también muy dulce- ¿una carrera?
Y fueron prado abajo.
2
Érase una vez una princesa de ojos azules. Estaba interpretada por Brina, cuyos lacios cabellos eran ahora comparados, por todo el reino imaginario, con cascadas negras y noches azuladas. Brinnalina era una princesa triste. No la hacían reir sus juglares ni los bufones, no disfrutaba de la compañía de su hermano Karin y suspiraba durante el día con tanta pena que sus consejeros, conmocionados, se secaban las lágrimas disimuladamente. Fue un amanecer luminoso, con el palacio terminando sus tareas y ella ya cenada, cuando se despojó del vestido de seda, y con harapos mugrientos, bajó la torre desde la ventana.
Seon y Azazel esperaban abajo en caballos, encapuchados. La princesa, con su propia montura, dio la señal de salida.
Iban a rescatar a su amado cautivo.
3
La luz se colaba trémula en el palacete. Dos niños se miraban con cariño. Ella se había puesto un vestido prestado y le venía grande, pero él pensaba que le quedaba muy bien. Estaban sucios, heridos, desnutridos. También sonreían. Estaban esforzándose mucho más de lo que correspondía a alguien de su edad, para olvidar las pesadillas y las muertes y que a veces se oían llorar mutuamente, para fingir más tarde que no lo sabían.
-Princesa- una reverencia.
-Oh por favor, Them, menos formalidades- dijo ella, con el inicio de una risa débil. La seda y el tul del vestido de mujer le hacían cosquillas. Se habían instalado allí hacia casi una semana. Les asustaba ir a por comida, pero siempre que se ofrecía él a ir solo, ambos coincidían en no querer separarse. Así, comían poco y salían menos. Pero entre las paredes de aquel sitio que alguna vez debió ser caro y estar limpio, podían jugar a no conocer Rocavarancolia. Habían sido cerca de una veintena de chicos de diversas edades y procedencias, instalados en el torreón Maciel, cuando este aún no había sido aplastado y conservaba su azotea. Dos habían enloquecido. Uno de ellos se había tirado desde el último piso y al otro dejaron de verlo sin más una tarde. Sospecharon de las estirges, pero nunca se mencionó. Tres se hicieron con el poder por la fuerza y la intimidación, y acapararon gran parte de la comida. Hubo un motín. Murió la mitad de los restantes. Analisa había visto al más pequeño de todos devorado por una bestia en una salida. Podría haberlo salvado, pero prefirió correr por su vida. Y así, siete meses después, solo quedaban ellos. No habían querido acercarse a los otros cosechados, ni suplicar asilo. No se fiaban de nadie, excepto de la otra persona. La única que compartía los mismos horrores. Nunca hablaban sobre su relación. Dormían tapados en el suelo y abrazados, en el piso de arriba. Todas estas cosas no las sabía la soñadora, aunque él, incluso en su sueño, las recordaba con cierta melancolía y ciertos retazos pugnaban por aparecer en su subconsciente. Them, que ya no se llamaba Them, podría haber sido testigo de la aparición de un viejo enemigo en aquel salón del palacete. Uno de los matones que hizo de líder, que siempre se había entretenido maltratándolo, y al que había asesinado durante el motín. Pero fue algo que nunca llegó a salir, no lo permitió quien controlaba la escena. Y Them era quien las evocaba, pero era también el niño. El que hacía girar a Analisa entre sus brazos mientras tarareaba sin ritmo, feliz. Y Seon se esforzó porque lo viviese, por hacerle sentirlo tan fuerte que todo lo demás se borrase. Así había sido, unos segundos, en la vida real.
Todos los días, y esto se lo había dicho con voz ronca él, la historia continuaba de la siguiente forma: la luna salía, él se transformaba. Ella también, pero solo tenían ocasión de sufrir los cambios físicos, y la oleada de poder y euforia duraba poco. Them se descontrolaba. Analisa moría en sus brazos.
“Necesito que me perdone” la angustia de aquella petición había llevado a Seon a ofrecerse a hacer aquello gratis. Él se había negado. “Sé que lo hace, que nunca me guardaría... que no me guarda, donde esté, rencor. Lo sé, pero no lo siento. Todas las noches la mato, a la única persona a la que habría querido hacer vivir para siempre.”
En la última vuelta de la canción, el berseker sostenía a la selkie. Ella sonreía, con la piel en sus manos.
-Them.
Él gimió.
- No te culpes, por favor. No de esto. Rocavarancolia es cruel y quizás nunca estuve hecha para ella. Tuvimos un hogar por unas semanas y fuimos familia, no pude pedir más. Te quería. Mi fuerte guerrero- Analisa se apoyó en su pecho- ,te perdono, te quiero. Déjalo pasar.
> Soy tu princesa, ¿no?- bromeó.
-Siempre- dijo, al borde de las lágrimas, un chico inusualmente grande para su edad. Podría haber sido temible pero ahora solo parecía frágil. Un peso había descendido, al menos por aquella noche, de sus hombros.
-
-Seon, por amor de... deja de llorar. Por favor. ¿Te estas riendo?
-Te quiero, te quiero, te quiero.
-lo sé, lo sé, lo sé.- Alder estaba incómoda, completamente atrapada entre los brazos de una Seon en plena crisis.- Yo también te quiero, pero ahora mismo pareces una loca.
La chica se secó las lágrimas y sonrió.
- A veces me olvido de la suerte que tenemos, que tengo. Te quiero.
-Como una cabra.
4
En el palacio rojo aquel día faltaba Seon. A veces se excluía de la escena y observaba a sus compañeros de aventuras mientras imaginaba sus siguientes líneas: el enfurruñe del conejo de peluche rosa que tiraba de su amigo para que descendiese de su silla, Azazel dejándose arrastrar al final entre protestas ininteligibles... y Brina riéndose, sacando la cabeza de detrás de un libro.
Les daba historias como se las daba a la gente real, y se entretenía manejando el ambiente, invisible a sus creaciones.
5
- Quiero un helado.
- Pero no es esto para lo que me has pagado, ¿cierto? Quiero decir...que después de todo es un sueño.- dijo dudosa, después de un largo paseo.
- Hombre, un helado es una razón de peso. Pero también querría que fuéramos al teatro. – dijo ella, helado de cucurucho en mano. Tenía una sonrisa enigmática y la percepción de la soñadora le hablaba de peligro. Melodes le había contado que podía suceder, pero por el momento era como sentir algo enredado, a veces apabullante. Eran cosas soterradas, algo secundario al sueño que yacía en alguna parte y no sabía si localizar como suya o de la otra persona; un abanico de futuros y pasados. Y lo único que sacaba en claro de su cliente es que aquello no sería un sueño agradable.
*
Una gran sala a oscuras precedía un escenario de madera, la escena oculta por dos telones cerrados de color sangre. El teatro estaba lleno. Todas las butacas eran de un color crema, al menos, hasta donde alcanzaba la vista, y los rostros se hacían indistinguibles en la lejanía. Solo los asientos de soñadora y soñante eran de color granate. “Pases vip” susurró, “perfecto, gracias”. A la izquierda, un cartelito apareció del suelo, las letras grandes y claras “APLAUSO”, según se abrían las cortinas. Pero no llegó el sonido claro y fuerte de palmadas, sino un choque sordo y repetitivo, como de gotas en un cristal, que fue seguido de gritos de dolor entre el público. Algunos detalles se hicieron más claros: quien se sentaba a su lado, como todos los demás, estaba atado a la silla. En los reposabrazos, pequeños martillos aplaudían sobre sus manos, clavándose en la carne a cada golpe. La sonrisa de su acompañante se hizo más amplía.
Entró un niño, cuya sonrisa había sido cosida en la cara, forzando las comisuras hacia arriba de forma antinatural. Iba acompañado por un mono con bombín. El grito desgarrado de una mujer entre el público les informó de que su madre estaba allí para verlo y que luchaba por desatarse. El cartel de aplauso pasó a mostrar “SILENCIO, POR FAVOR” y aunque la distancia impidió una imagen clara, fue evidente que una cuchilla había descendido y decapitado a la culpable, desatando una oleada de gritos horrorizados que nadie se molestó en callar.
La voz del mono presentador se alzó por encima del ruido.
- He venido a contaros una historia. Una historia de placentera venganza. Este- señaló al niño- es Gusano. Gusano es feliz porque hoy cumplirá su sueño. Sin más dilación, doy comienzo a la obra que nos trae.
“Erase una vez un feliz cosechado. Se enfrentaba a las bestias de la ciudad con valentía, y derrotaba los peligros con su espada y su magia” Pero no eran bestias lo que salían al escenario, eran niños desfigurados o vestidos con pieles recién arrancadas y peludas, todavía goteando entrañas. Gusano, cuyas manos era ahora visible que estaban atadas y lo hacían funcionar como una marioneta macabra, los apuñalaba. Otras veces una llama surgía del suelo y los calcinaba. Nuevos gritos y decapitaciones informaron de los familiares presentes. “Y LA LUNA. La luna llegó y el cosechado fue bendecido. Pero con un dominio inútil y su estupidez era muy grande.
>Gusano tenía un amor” Una niña, de misma sonrisa antinatural y con un largo traje de novia desgarrado, salió por una trampilla. Las cuerdas los movieron, los hicieron darse un abrazo que resultaba falso, como una burla. “Pero ella lo desdeñó. Ahora era poderosa, ahora podía aspirar a algo mejor.” Nuevos personajes. “Despechado y envidioso, Gusano juró venganza. Reunió poder. Hoy ha venido a matarlos”.
Las cuerdas obligaron a la niña, que lloraba e hipaba con dificultad, a ponerse de rodillas, junto a un chico grandote cuya cara estaba tapada por una máscara con un gesto tosco y bravucón, y que parecía estar incrustada en su piel.
Pero lo que siguió no fue una ejecución. Fue una tortura lenta, en la que todos los protagonistas gritaban como podían, junto a un público traumado y conmocionado. La chica palmoteaba con aire infantil.
Por fin todo terminó. El cartel de APLAUSO alzó una nueva oleada de gritos. Todas las butacas color crema estaban esparcidas de sangre y las manos de la gente cautiva ya no parecían tales.
-
-Lo peor es...que creo que lo que más ha disfrutado es la idea de que yo tuviese que crear aquello y verlo.
Y ese día empezó a imaginar a Pandora.
6
Alder estaba en el Puente de Burbujas. Seon la había traido consigo al mundo que creaba y destruía según le apetecía, y en el que algunos lugares eran recurrentes (el Palacio Rojo, la Biblioteca ascendente...). El puente colgaba en la nada, una nada azulada en la que pendían pompas formando escalones. Unas eran más grandes que otras, pero ninguna estaba vacía. La primera estaba llena de estrellas, dispersas en un humo negro que giraba en el interior del agua irisada; una sirena saludaba desde otra, tras lo cual jugaba a atraparse la cola; Una flor blanca crecía más allá. Al final del camino se alzaba un árbol. Las raíces se escapaban de la pirámide de tierra que lo sostenía en el aire. Grueso, de tronco blanquecino y hojas de cientos de miles de rojos y violetas, en su copa albergaba una cabaña.
- Del color de mi pelo- observó, girándose hacia Seon con una sonrisa-. Es un cuadro bonito, pero dime que no tengo que llegar pisando err... algo de aspecto tan inestable.
- ¿Y a donde crees que vas a caer?- respondió- pisa, que cruzar es lo mejor. Lo encontraras fácil.
La soñadora saltó de una a otra seguida de Alder. Efectivamente fue sencillo, al poco la sinhadre hacia volteretas, impulsada por la capa flexible y húmeda bajo sus pies.
- Me encanta- dijo, sentándose en una que contenía una ciudad en miniatura dentro.
- Y a mí- en la burbuja contigua, Seon estaba tumbada mirando al infinito con expresión ausente. Tardó un rato mas en volver a hablar.- ¿Vamos a ir a la cabaña, o prefieres que nos quedemos aquí para siempre? El tiempo en un sueño es relativo, ya sabes.
- Cabaña, sin duda. – se incorporó.
El interior era tan agradable visualmente como todo lo demás. Seon organizaba todos los colores y formas como un cuadro. Pero también tenia una intencionalidad muy clara.
- Seon mira que eres pilla – un beso– y pervertida – se echaron sobre los cojines repartidos por el suelo–, tramposa...ah...embaucadora.
- Solo contigo. Y tengo muchos trucos en la manga, sabes?
Y con toda la ternura del mundo, comenzó a desvestirse.
7
-Vamos, chicos. No muerdo. No a mis hermanos- Pandora sonrió de forma afilada.
- Que madre pare un conejo de peluche, un niño pájaro, una muñeca y una loca de atar?- respondió Karin- No soy tu hermano, tarada.
-Dejalo, Karin, no merece la pena.
-Bah, Bah, el maravilloso y magnánimo Az, perdonándome la vida. Gracias, majestad- hizo una reverencia exagerada.
-Dejemos esto claro. No eres más que un figmento de su imaginación. Deja de actuar como si fueses algo más importante o independiente.
- Oh, Brina, iluminanos con tu sabiduría, por favor. ¿Qué eres tú, dices?
- No me gusta que existas...
- Una sorpresa
- ...No quiero tenerte envenenando a la Dama con tus juegos. Ya la engañaste una vez.
-¡Se dejó engañar! ¿No veis que soy ficticia? Solo soy un pulso oscuro, un deseo oculto...- canturreó. El pelo flotante se revolvió con diversión.- Soy el experimento que le da miedo hacer, la historia que no quiere contar porque es demasiado deb-
- Seon no tiene una pizca de maldad- cortó Azazel.
-Pero tiene imaginación. Y memoria, y hay mucha maldad en Rocavarancolia de la que sacar ideas.
Brina se levantó bruscamente, y clavó sus ojos de cristal en la nueva creación de su ama.
-Te aviso, Pandora. Eres un recurso ocasional. No aspires a más.
- Soy el recurso que ella quiera. La libro de culpa y de asco... ¿cuánto creéis que tardará en ceder y ver a donde puede llevar las cosas? Hizo estomago para aceptar lo desagradable de esta ciudad y los trata a todos con la misma dedicación. ¿Cuánto quedará para hacer hueco a algo desagradable para si misma? Soy muy justificable. La letra entra con sangre, y a mi me encanta ver sangrar.
- Eres todo lo contrario a lo que quería Seon para los demás. Tu mente retorcida es para otras mentes retorcidas. ¿Quieres salir de eso porque sabes que los haces disfrutar?
- Quiero salir de eso porque me encanta jugar. Tú lo sabes bien, ¿no, Karin?
- Sí, los toboganes de agua y los apuñalamientos siempre han ido de la mano. No eres bienvenida, Pandora.
- Y yo que esperaba una fructífera amistad. Está bien, no os preocupéis. La Dama me ha dado mi propia residencia, para que no haya demasiadas tensiones. Pero eh, un juego de naipes es siempre bien recibido.
8
Zakar Mesma era una brujo conocido por su excentricidad. Había experimentado con la magia de modelado él mismo, pero también pagado a magos más versados en ella para conseguir una larga barba de tentáculos con ventosas y dos ojos saltones, negros como pozos. Su dominio eran cefalópodos y metido en una burbuja solía acompañarlo su pulpo favorito, un bicho monstruoso llamado Sir Elinton. Calvo como una bola de cristal, era un comerciante de sustancias sospechosas y no especialmente agradables, así como de ingredientes submarinos difíciles de conseguir. Sir Elinton había muerto recientemente y entre hipidos y sonaduras de nariz que proyectaban su barba hacia delante, había pagado una generosa suma por un paseo acuático con Sir Elinton. Y después se había vuelto un cliente recurrente, alegando que quería pasar por “el duelo” de la forma más agradable posible.
Seon había supuesto que era cuestión de tiempo. Esto no era un beso de Vac, después de una visita guiada a Grecia. Zakar empezó a pretenderla, a agasajarla con joyas bonitas. En la vida real, no podía detenerlo sin más, y se vio obligada a defenderse a duras penas mágicamente, para darse cuenta de que no se había centrado en absoluto en los hechizos de la vida real. Le devolvió el dinero y las joyas educadamente y le especificó que no era correspondido y que su brusquedad no era bien recibida pero que “había sido un buen cliente y esperaba que todo quedase entre gente razonable”.
Recibió un pulpo muerto al día siguiente, y nunca más oyó de Zakar.
Pandora quiso tentarla a torturarlo mentalmente. Dijo: “Sabes que hay en la maraña de futuros. Sabes que te advierten. Actúa ahora. Enséñale que el poder de un sueño puede llevar a la locura a los hombres más cuerdos. En su caso...bueno, al menos podemos asustarlo.
Protege a Alder...protégete. Debemos ser respetadas.”
Y Seon no cedió.
9
-Tú no eres la de siempre, la de pelo azul. Seon.-dijo una voz acusadora.
-¿No? Que cosas, diría que como soñadora una podía ser cualquier cosa. Soy Pandora y hoy seré tu acompañante- dijo con voz de camarera. La mujer que hoy era Pandora, con un vestido tejido de plumas de cuervo, llevaba el pelo recogido en un moño y sonreía diplomática.- Pide por esa boquita.
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