- Lathspell
Ficha de cosechado
Nombre: Kyllikki Paasikoski
Especie: Humana
Habilidades: Buena menoria, muy buena, lealtad, y facilidad para los idiomas.Personajes : Zobriel: Nublino transformado en Basilisco
Kyllikki: Humana cosechada.
Armas : Zobriel: Malicioso, Colmillo veneno, Cuchillada, Cola veneno
Kyllikki: Elataquedelasmilteoriascientificasypseudocientificasmasinutildetodoslostiempos
Status : Disponible para cualquier debate ilógico
Humor : Culpable de dibujar horrible y hacer chistes peores aun
El Nigromante Rodante
20/08/16, 07:06 am
Aprovechando el cuento para niños que están contando en Letargo se me ocurrió este disque-cuento. Espero que les guste
El Nigromante Rodante
Érase una vez, porque todos los cuentos siempre suceden alguna vez en algún lugar, un mundo de roca y arena cuyo nombre no importa ya. Sed y polvo dominaban el árido paisaje, a la izquierda y a la derecha de cualquier sitio y a cualquier hora. Y los habitantes inteligentes de aquel sitio se refugiaban cerca de las altísimas montañas blancas que crecían en medio de ese mundo, ya sea en pequeños poblados asomados a la superficie, o en grandes colonias familiares. No puedo decirles, niños míos, como eran, ni como se llamaban. Han quedado olvidados, enterrados en el tiempo y la arena de la que tanto trataban de huir. Y no es que no se hubiesen adaptado, pues miles de años no pasaron en vano para aquella pequeña civilización, era más bien que la suave arena parda y amarillenta nunca hacia ruido cuando Él llegaba. De generación en generación pasó la historia de aquel horror que surcaba las dunas, un nombre sucio y lleno de terror que cambio tantas veces que cuando lo oí por vez ultima sonaba como Iricse.
El dueño de ese nombre era un nigromante, pequeños, un ser que se alimentaba de la muerte. Y la muerte y los que caían en su dulce sueño le servían sin rechistar. Había llegado hace eones, y los más locos o más sabios decían que él era el creador de aquel mundo. Vivía y en una especie de esfera de material desconocido, tan grande como una casa, pero infinitamente más aterradora. Por toda la parte exterior estaba cubierta de esqueletos. Osamentas completas, torsos con costillas faltantes, simples brazos con uno que otro tendón, calaveras sonrientes que jamás dejaban de abrir y cerrar su boca. Cuerpos pequeños, cadáveres de enormes guerreros, de bestias, de niños, de bebes, de seres irreconocibles. Todos entretejidos en una amalgama traqueteante que se movía con una morbosa armonía para impulsar aquella esfera mortuoria. Algunos susurraban entre sí que toda la vida de aquel mundo había acabado empujando el hogar de Iricse, y que sus huesos convertidos en polvo crearon el desierto poco a poco, año tras año, eternidad tras eternidad.
Y fueron tres niños, porque siempre son los niños como ustedes los que no hacen caso ¿verdad? Pequeños engendros que se creen por encima de todos, piensan que porque es un cuento estarán a salvo. ¡¡¡ Pues no hoy!!! Disculpad. Perdonadme engendros queridos, me exalte sin querer. Decía que tres niños, tan vivaces y tontos como ellos mismos, desdeñaron los consejos e historias. Les gustaba jugar en el desierto y se escapaban de sus quehaceres para deleitarse en las arenas.
Yurhe, Eahn y Azgia se conocían desde pequeños. Su infame y minúscula pandilla era ya reconocida por muchos adultos, y aunque sus fechorías no pasaban de chiquilladas, reprenderlos era cosa de todos los días. Y como muchos otros días aprovechaban la hora del crepúsculo para ir a jugar al desierto. Pero aquella tarde fue diferente. Mientras jugaban dibujando en la arena desértica, bajo unas nubes que ya eran raras en ese clima, Azgia encontró algo raro. Parecía una roca rara, un objeto sólido y blanco que había desviado la rama que usaba para dibujar. Enojada le dio una patada queriendo ver hasta donde volaría pero no se movió ni un ápice. Al contrario la arena alrededor empezó a hundirse, revelando una fría y burlona sonrisa proveniente de un cráneo. Pronto los tres muchachos se vieron rodeados por varias calaveras sostenidas por endebles espinas dorsales con restos de carne putrefacta por diversos sitios. Eahn corrió, y ¿qué más podría haber hecho? No los juzguéis duramente, al final su suerte estaba echada. Imaginen una cadena hecha con vertebras y carne descompuesta, rematada en falanges afiladas y anudada con magia y tendones, atravesando sus pequeños cuellos y fracturando maliciosamente la columna, cortando las venas y arterias y apareciendo frente a sus ojos dilatados. Doloroso ¿verdad? Ya puedes imaginar lo que paso.
- ¡Oh! No no que lamentable. No pequeños, no pueden irse así sin más. Saludos saludos. Que modales los míos, por todos los soles, hace tantísimo tiempo que no tenía el placer de hablar con nadie. ¡¡ Qué maravilla de ocaso el que os puso en mi camino!!
La voz tenía el olor a muerte, la pesadez de alguien que no ha hablado fuerte en mucho tiempo, pero también la afectación y los modales de quien ha practicado una charla consigo mismo durante mucho tiempo. Además, provenía del terror hecho sólido. La estructura era tan simple y sombría que opacaba al miedo. Un pequeño cadáver entraba y salía de un agujero mientras la esfera giraba en torno a los niños. Otro ser de bordes redondeados y ojos hundidos los observaba mientras con una mano desproporcionada empujaba cuando podía. Había algunos seres claramente mezclados y que usaban huesos finos y largos a modo de pértiga en su misión motora. La muerte había llegado a visitar a esos críos.
- No tembléis niños, ni enturbiéis vuestras voces. No tiene por qué pasarles algo así. - dijo la voz saliendo desde toda la macabra esfera. Les hablaba a los dos sobrevivientes que no podían dejar de ver el cadáver de su amigo - las historias y vosotros podéis llamarme Iricse. Oh si si ¡cuánta dicha encontrarlos! Milenios pudieron pasar sin ver una maravilla como ustedes. ¡Alegría y júbilo! ¿Quieren pasar los niños? Si si adelante pasen pequeños y compartan un breve tiempo conmigo.
Sin esperar respuesta, que no era necesaria, el crujido de huesos y desgarrar de carne seca, dejo al descubierto un lúgubre pasadizo hediondo. Mirándose aterrados, a los chicos no les quedo más que entrar sabedores del destino que les había tocado. Y mientras eran engullidos por la muerte, otro pequeño cuerpo era, al mismo tiempo, entrelazado en la esfera, dejando unos pies ensangrentados listos para impulsar su nuevo y móvil hogar.
El interior era tan o más caótico de lo que podía esperarse. Los muertos o sus partes lo tapizaban, pero a la vez dejaban espacios pequeños como en una casa cualquiera. Un armario de piel gris estaba en un lado, y hasta una mesa de hueso con manos en las patas estaba moviéndose arácnidamente para acercarse a ellos con sendas sillas.
- Disculpen el desorden niños, no suelo tener visitas y nunca podre tener esto presentable. - Dijo verdaderamente apesadumbrado - Espero que sea medianamente adecuado para ustedes. Claro claro, siéntanse libres de pedir lo que sea que los haga sentir cómodos. - soltó una risa traviesa que resonó en toda la esfera. - y no me pidan que los deje ir, hagan esto entretenido, por su propio bien.
Al compás de la fría voz brillaba, por aquí y por allá un destello rojo, como una joya que se movía por las "paredes".
- ¡Oh! Claro si ya se ya se, tonto de mí. Les tengo un juego pequeños monstruitos. Y en agradecimiento a su invaluable compañía, les daré el mejor premio. Eso es, eso es. Aquel de los dos que me diga donde estoy podrá irse. Oh ¿no es acaso lo más perfecto? Y sean creativos por favor, no señalen a estos viejos huesos sin pensarlo. Un juego debe jugarse bien, así q tienen hasta mañana al medio día, queridos. Vamos vamos, esas caras sombrías no deberían ponerlas niños tan vivaces como ustedes ¿Verdad?
Y aquella luz extraña se detuvo justo dentro de una cara macilenta que termino volteando hacia ellos, con su boca sin labios, y la advertencia quedo muy, muy clara. Sin opción a elegir o a quejarse, nuestros niños se tomaron de las manos mientras la macabra vivienda retomaba su rumbo. Por arte de magia el interior se mantenía estable, y la misma casa se desvivía por atenderlos y saludarlos. Manos salían del techo y se agitaban amistosamente antes de regresar a formar parte de la estructura. Otros brazos negruzcos pusieron vasos en la mesa y estos se llenaron de agua clara. Al menos Iricse era un anfitrión cuidadoso. Hasta un par de catres huesudos aparecieron en una esquina con unas colchas…que mejor no mencionaremos. Fue la peor noche para nuestros pequeños allí dentro. Sabían que los estaban escuchando, y el amo de aquel recinto no se molestaba en disimularlo, pero tampoco los interrumpía. La luz seguía vagando ora aquí cerca, ora lejos detrás de un torso de muchas extremidades. A la mañana siguiente después de un desayuno traído de la nada, la pregunta que sabían que llegaría les cayó sin contemplaciones.
- Es tiempo queridos míos, han pensado toda la noche si si, aunque los niños como ustedes deberían dormir y abrigarse, yo entiendo muy bien que los juegos son capaces de desvelarnos. Y hace tanto tanto que no juego. ¡vamos vamos! Díganme donde estoy, hace tanto que no juego que ya lo olvide yo también heh heh heh
Los muchachos no sabían que decir, habían pensado mucho sobre ello y susurrado donde podría estar el demonio allí escondido. Azgia se adelantó temblorosa con los ojos nublados y señalo hacia un esqueleto que constaba solo de dos brazos cruzados pensativamente y un cráneo totalmente blanco. Se hallaba justo en la parte de arriba y la pequeña se había dado cuenta que aunque todo se moviera eso mantenía su posición siempre.
Interesante elección – dijo la voz – pero NO, oh vamos no creas que iba a ser tan fácil. Seguro tus razones para pensar eso eran muy válidas, pero te falto un poquito de visión en perspectiva. No no no no no, no te sientas mal pequeña – le dijo al ver las lágrimas – aquí, toma esto, un error lo comete cualquiera. Bebe bebe te sentara bien.
Nublada por el horror y asombrada por la respuesta la mocosa, ¡eh! Perdón, la niña tomo el vaso de agua cristalina que una mano elegantemente le cedió. El grito de Yureh nadie lo escucho. Su amiga empezó a avejentarse, se secaba tan rápidamente como una gota de sudor en una piedra de aquel maldito desierto. Los ojos nublados se hundían en su rostro mientras la vida la abandonaba aceleradamente y el polvo y las canas caían de su cabeza. Al final la niña cayó sobre una miríada de falanges que la esperaban y la descuartizaron limpiamente para llevarse los trozos a diversos sitios de la casa.
- Les dije que fueran creativos, estoy aburrido y lo mínimo que espero por las deferencias que tengo con ustedes es que pongan un poco de esfuerzo. Te daré una semana chaval. No pretendo que ganes, pero al menos haz algo mejor que tu amiga. – la voz había perdido cualquier tono jovial. Era punzante y seca pero retomo su antigua gracia para añadir. – oh si, puedes preguntarme cualquier cosa si quieres ayuda, pero recuerda que al día solo te mentiré 3 veces. Oh mi niño vamos anímate, ¡sé que puedes hacerlo mejor!
Aquellos siete días fueron un infierno para la mente del único chico que quedaba. Nunca lo asustaron, ni lo torturaron. Pero no era necesario. Así es, no todos los “malos” actúan mal, bueno si, pero no por eso dejan la elegancia, bueno, a veces si. Vale lo dejo y sigo. Como narrador solo quiero dar la perspectiva profunda y subjetiva de este villano pero… ya ya.
Decía que fue un infierno, Yureh pregunto mucho los primeros días, pero con la regla de 3 mentiras no sabía que pensar. La voz además, no siempre era la misma. Si Iricse la cambiaba a propósito, o solo era parte de su locura, nunca lo supo. Los últimos dos días se limitó a preguntar 3 cosas cada día. Sin saber si las 3 eran mentira o no. Se trataba a última instancia de su vida. Debía escapar, pero no sabía si podría. El rostro de Azgia aparecía de vez en cuando girando por ahí y eso le recordaba que pasaría si…no, no, él ya sabía que estaba muerto contestase lo que sea que contestase. Solo quizá podía aspirar a que en recompensa a una respuesta ingeniosa, le diera más tiempo con más preguntas en aquel diabólico juego.
Pensó en que estaba afuera, un cuerpo más en la esfera. Sería buena opción como vigilante. Pero era muy poco honroso, y el exabrupto de Iricse lo definía como alguien orgulloso. Dentro se vería seguro en un lugar de honor, pero sería como estar confinado, y eso no le gustaría al nigromante. Vamos, que todo eran elucubraciones del pequeño. No tenía seguridad de nada, como no la tienes tú, y para ser sincero, hasta este punto, yo tampoco.
La semana termino. Y la voz retomo esa escalofriante calidez previa a la matanza.
- Ejem ejem, Y bien pequeño, ¿Dónde estoy? – fue todo lo que le dijo.
- L-Lo primero que pensé era que era usted un todo, oh maravilloso Iricse. – quizá las adulaciones le gustaran. – una perfecta sincronía de muerte y arte que viaja por ahí…
- ¿Es esa tu respuesta final pequeño? – contesto el nigromante inquisitivo.
- No señor, no, porque sea donde sea que este usted, este desierto y este mundo no serían dignos de que los pise. Usted no está aquí, ni en ningún lado.
- ¡Oh pequeño! Vrhahahahahahahahah ¡¡¡Genial!!! perfecto y soberbio. Tan brillante e ingenuo mi niño. Es la mejor respuesta que me han dado en muchas eternidades Vrahahah hahah.
Por un instante la esperanza se revolvió dentro del muchacho solitario. Quizá podría salir vivo, o al menos vivir más tiempo.
- Quizá si usted me mostrara y me…
- Tchh tchh tchh, no tan rápido chaval, heheh, en verdad has hecho reír a este viejo, pero no te alegres. No has respondido mi pregunta.
De la pared frente al chico, una serie de chasquidos y rasgaduras dejaron a la vista el cuerpo de su amigo Eahn con las manos abiertas hacia él.
- Vas a morir amigo mío. Puesto que no has respondido correctamente. – le dijo la boca destrozada de su amigo muerto. – vas a morir aquí y ahora, pero debes de saber que llegaste muy muy lejos. Y este cuerpo muerto está orgulloso de ti.
- Y como consuelo. – la boca seca de Azgia estaba pegada a su oreja, mientras unos brazos que podrían ser de ella o de cualquier otro lo abrazaban con… ¿cariño? – déjame contarte un secreto mi querido Yureh, la nada y el ningún lado son cosas que solo un fantasma que desaparece llega a conocer por un instante. De hecho, Iricse está aquí, y allá, y en el desierto donde morimos. Está en todo lo que conoces.
Antes de morir, el último muchacho tuvo un destello de comprensión gracias a esos místicos dones que se nos revelan antes de cruzar el umbral. Comprendió que Iricse, el nigromante viajero, no solo le había mentido en cuanto a la posibilidad de salir vivo, si no que en realidad, todos los cuentos y las leyendas habían sido un timo. Nunca nadie de aquel mundo había tenido esperanza, porque a ojos de aquel ser, ellos ya estaba muertos, tarde o temprano. Incluso su mundo había sucumbido al poder del nigromante.
El pequeño crio murió y no llego a saber más. No fue testigo de las convulsiones del planeta. Terremotos y fracturas recorrían todo el mundo. La gente moría aplastada, tragada por las arenas, y otros solo caían muertos sin saber que los mato. Las altísimas montañas blancas se empezaron a elevar más y más, y exactamente como un día fueron la espina de aquel mundo y de la efímera civilización que vivió allí, ahora eran la espina de un ser titánico. Un esqueleto que despertaba de un letargo ancestral movido por una conciencia que ya todos suponemos a quien pertenecía. Era un cadáver de algún leviatán, o quizá de un mismísimo dios, tan colosal que no había comparación. Sus extremidades inferiores estaban rematadas en garras, las superiores denotaban que la cosa alguna vez había tenido alas, y el cráneo que había estado culto entre estas últimas dejaba claro que el ser era un depredador. Un cazador de mundos.
El planeta original se había convertido en un mero resto y despojo, sin magia y sin nada de calor en su núcleo. Y mientras el coloso se desperezaba, una esfera de huesos minúscula y casi inapreciable, se perdía dentro del cráneo entrando por una cavidad ocular. Cavidad ocular que después de unos momentos resplandeció de un conocido color rojo. Otra vez activo Iricse inicio un nuevo viaje, esta vez ya no rodando para seguir atormentando al universo.
- Vaya vaya, de tanto en tanto la creación me pone en el camino criaturas muy divertidas. Que gusto da encontrase estos pequeños premios por extinguir la vida. ¡Qué alegría! La vida y hasta la muerte son tan efímeras. Si tan solo pudieran divertirme más, solo un poco más. – termino en un lamento.
Así que tengan cuidado pequeñuelos, aun las más antiguas leyendas tienen algo de verdad. Y aunque les mientan, la muerte jamás lo hará, a no ser que seáis Iricse…o una parte de él. Ustedes me entienden.
Mauricio Saravia Rivaños. (Lathspell)
El Nigromante Rodante
Érase una vez, porque todos los cuentos siempre suceden alguna vez en algún lugar, un mundo de roca y arena cuyo nombre no importa ya. Sed y polvo dominaban el árido paisaje, a la izquierda y a la derecha de cualquier sitio y a cualquier hora. Y los habitantes inteligentes de aquel sitio se refugiaban cerca de las altísimas montañas blancas que crecían en medio de ese mundo, ya sea en pequeños poblados asomados a la superficie, o en grandes colonias familiares. No puedo decirles, niños míos, como eran, ni como se llamaban. Han quedado olvidados, enterrados en el tiempo y la arena de la que tanto trataban de huir. Y no es que no se hubiesen adaptado, pues miles de años no pasaron en vano para aquella pequeña civilización, era más bien que la suave arena parda y amarillenta nunca hacia ruido cuando Él llegaba. De generación en generación pasó la historia de aquel horror que surcaba las dunas, un nombre sucio y lleno de terror que cambio tantas veces que cuando lo oí por vez ultima sonaba como Iricse.
El dueño de ese nombre era un nigromante, pequeños, un ser que se alimentaba de la muerte. Y la muerte y los que caían en su dulce sueño le servían sin rechistar. Había llegado hace eones, y los más locos o más sabios decían que él era el creador de aquel mundo. Vivía y en una especie de esfera de material desconocido, tan grande como una casa, pero infinitamente más aterradora. Por toda la parte exterior estaba cubierta de esqueletos. Osamentas completas, torsos con costillas faltantes, simples brazos con uno que otro tendón, calaveras sonrientes que jamás dejaban de abrir y cerrar su boca. Cuerpos pequeños, cadáveres de enormes guerreros, de bestias, de niños, de bebes, de seres irreconocibles. Todos entretejidos en una amalgama traqueteante que se movía con una morbosa armonía para impulsar aquella esfera mortuoria. Algunos susurraban entre sí que toda la vida de aquel mundo había acabado empujando el hogar de Iricse, y que sus huesos convertidos en polvo crearon el desierto poco a poco, año tras año, eternidad tras eternidad.
Y fueron tres niños, porque siempre son los niños como ustedes los que no hacen caso ¿verdad? Pequeños engendros que se creen por encima de todos, piensan que porque es un cuento estarán a salvo. ¡¡¡ Pues no hoy!!! Disculpad. Perdonadme engendros queridos, me exalte sin querer. Decía que tres niños, tan vivaces y tontos como ellos mismos, desdeñaron los consejos e historias. Les gustaba jugar en el desierto y se escapaban de sus quehaceres para deleitarse en las arenas.
Yurhe, Eahn y Azgia se conocían desde pequeños. Su infame y minúscula pandilla era ya reconocida por muchos adultos, y aunque sus fechorías no pasaban de chiquilladas, reprenderlos era cosa de todos los días. Y como muchos otros días aprovechaban la hora del crepúsculo para ir a jugar al desierto. Pero aquella tarde fue diferente. Mientras jugaban dibujando en la arena desértica, bajo unas nubes que ya eran raras en ese clima, Azgia encontró algo raro. Parecía una roca rara, un objeto sólido y blanco que había desviado la rama que usaba para dibujar. Enojada le dio una patada queriendo ver hasta donde volaría pero no se movió ni un ápice. Al contrario la arena alrededor empezó a hundirse, revelando una fría y burlona sonrisa proveniente de un cráneo. Pronto los tres muchachos se vieron rodeados por varias calaveras sostenidas por endebles espinas dorsales con restos de carne putrefacta por diversos sitios. Eahn corrió, y ¿qué más podría haber hecho? No los juzguéis duramente, al final su suerte estaba echada. Imaginen una cadena hecha con vertebras y carne descompuesta, rematada en falanges afiladas y anudada con magia y tendones, atravesando sus pequeños cuellos y fracturando maliciosamente la columna, cortando las venas y arterias y apareciendo frente a sus ojos dilatados. Doloroso ¿verdad? Ya puedes imaginar lo que paso.
- ¡Oh! No no que lamentable. No pequeños, no pueden irse así sin más. Saludos saludos. Que modales los míos, por todos los soles, hace tantísimo tiempo que no tenía el placer de hablar con nadie. ¡¡ Qué maravilla de ocaso el que os puso en mi camino!!
La voz tenía el olor a muerte, la pesadez de alguien que no ha hablado fuerte en mucho tiempo, pero también la afectación y los modales de quien ha practicado una charla consigo mismo durante mucho tiempo. Además, provenía del terror hecho sólido. La estructura era tan simple y sombría que opacaba al miedo. Un pequeño cadáver entraba y salía de un agujero mientras la esfera giraba en torno a los niños. Otro ser de bordes redondeados y ojos hundidos los observaba mientras con una mano desproporcionada empujaba cuando podía. Había algunos seres claramente mezclados y que usaban huesos finos y largos a modo de pértiga en su misión motora. La muerte había llegado a visitar a esos críos.
- No tembléis niños, ni enturbiéis vuestras voces. No tiene por qué pasarles algo así. - dijo la voz saliendo desde toda la macabra esfera. Les hablaba a los dos sobrevivientes que no podían dejar de ver el cadáver de su amigo - las historias y vosotros podéis llamarme Iricse. Oh si si ¡cuánta dicha encontrarlos! Milenios pudieron pasar sin ver una maravilla como ustedes. ¡Alegría y júbilo! ¿Quieren pasar los niños? Si si adelante pasen pequeños y compartan un breve tiempo conmigo.
Sin esperar respuesta, que no era necesaria, el crujido de huesos y desgarrar de carne seca, dejo al descubierto un lúgubre pasadizo hediondo. Mirándose aterrados, a los chicos no les quedo más que entrar sabedores del destino que les había tocado. Y mientras eran engullidos por la muerte, otro pequeño cuerpo era, al mismo tiempo, entrelazado en la esfera, dejando unos pies ensangrentados listos para impulsar su nuevo y móvil hogar.
El interior era tan o más caótico de lo que podía esperarse. Los muertos o sus partes lo tapizaban, pero a la vez dejaban espacios pequeños como en una casa cualquiera. Un armario de piel gris estaba en un lado, y hasta una mesa de hueso con manos en las patas estaba moviéndose arácnidamente para acercarse a ellos con sendas sillas.
- Disculpen el desorden niños, no suelo tener visitas y nunca podre tener esto presentable. - Dijo verdaderamente apesadumbrado - Espero que sea medianamente adecuado para ustedes. Claro claro, siéntanse libres de pedir lo que sea que los haga sentir cómodos. - soltó una risa traviesa que resonó en toda la esfera. - y no me pidan que los deje ir, hagan esto entretenido, por su propio bien.
Al compás de la fría voz brillaba, por aquí y por allá un destello rojo, como una joya que se movía por las "paredes".
- ¡Oh! Claro si ya se ya se, tonto de mí. Les tengo un juego pequeños monstruitos. Y en agradecimiento a su invaluable compañía, les daré el mejor premio. Eso es, eso es. Aquel de los dos que me diga donde estoy podrá irse. Oh ¿no es acaso lo más perfecto? Y sean creativos por favor, no señalen a estos viejos huesos sin pensarlo. Un juego debe jugarse bien, así q tienen hasta mañana al medio día, queridos. Vamos vamos, esas caras sombrías no deberían ponerlas niños tan vivaces como ustedes ¿Verdad?
Y aquella luz extraña se detuvo justo dentro de una cara macilenta que termino volteando hacia ellos, con su boca sin labios, y la advertencia quedo muy, muy clara. Sin opción a elegir o a quejarse, nuestros niños se tomaron de las manos mientras la macabra vivienda retomaba su rumbo. Por arte de magia el interior se mantenía estable, y la misma casa se desvivía por atenderlos y saludarlos. Manos salían del techo y se agitaban amistosamente antes de regresar a formar parte de la estructura. Otros brazos negruzcos pusieron vasos en la mesa y estos se llenaron de agua clara. Al menos Iricse era un anfitrión cuidadoso. Hasta un par de catres huesudos aparecieron en una esquina con unas colchas…que mejor no mencionaremos. Fue la peor noche para nuestros pequeños allí dentro. Sabían que los estaban escuchando, y el amo de aquel recinto no se molestaba en disimularlo, pero tampoco los interrumpía. La luz seguía vagando ora aquí cerca, ora lejos detrás de un torso de muchas extremidades. A la mañana siguiente después de un desayuno traído de la nada, la pregunta que sabían que llegaría les cayó sin contemplaciones.
- Es tiempo queridos míos, han pensado toda la noche si si, aunque los niños como ustedes deberían dormir y abrigarse, yo entiendo muy bien que los juegos son capaces de desvelarnos. Y hace tanto tanto que no juego. ¡vamos vamos! Díganme donde estoy, hace tanto que no juego que ya lo olvide yo también heh heh heh
Los muchachos no sabían que decir, habían pensado mucho sobre ello y susurrado donde podría estar el demonio allí escondido. Azgia se adelantó temblorosa con los ojos nublados y señalo hacia un esqueleto que constaba solo de dos brazos cruzados pensativamente y un cráneo totalmente blanco. Se hallaba justo en la parte de arriba y la pequeña se había dado cuenta que aunque todo se moviera eso mantenía su posición siempre.
Interesante elección – dijo la voz – pero NO, oh vamos no creas que iba a ser tan fácil. Seguro tus razones para pensar eso eran muy válidas, pero te falto un poquito de visión en perspectiva. No no no no no, no te sientas mal pequeña – le dijo al ver las lágrimas – aquí, toma esto, un error lo comete cualquiera. Bebe bebe te sentara bien.
Nublada por el horror y asombrada por la respuesta la mocosa, ¡eh! Perdón, la niña tomo el vaso de agua cristalina que una mano elegantemente le cedió. El grito de Yureh nadie lo escucho. Su amiga empezó a avejentarse, se secaba tan rápidamente como una gota de sudor en una piedra de aquel maldito desierto. Los ojos nublados se hundían en su rostro mientras la vida la abandonaba aceleradamente y el polvo y las canas caían de su cabeza. Al final la niña cayó sobre una miríada de falanges que la esperaban y la descuartizaron limpiamente para llevarse los trozos a diversos sitios de la casa.
- Les dije que fueran creativos, estoy aburrido y lo mínimo que espero por las deferencias que tengo con ustedes es que pongan un poco de esfuerzo. Te daré una semana chaval. No pretendo que ganes, pero al menos haz algo mejor que tu amiga. – la voz había perdido cualquier tono jovial. Era punzante y seca pero retomo su antigua gracia para añadir. – oh si, puedes preguntarme cualquier cosa si quieres ayuda, pero recuerda que al día solo te mentiré 3 veces. Oh mi niño vamos anímate, ¡sé que puedes hacerlo mejor!
Aquellos siete días fueron un infierno para la mente del único chico que quedaba. Nunca lo asustaron, ni lo torturaron. Pero no era necesario. Así es, no todos los “malos” actúan mal, bueno si, pero no por eso dejan la elegancia, bueno, a veces si. Vale lo dejo y sigo. Como narrador solo quiero dar la perspectiva profunda y subjetiva de este villano pero… ya ya.
Decía que fue un infierno, Yureh pregunto mucho los primeros días, pero con la regla de 3 mentiras no sabía que pensar. La voz además, no siempre era la misma. Si Iricse la cambiaba a propósito, o solo era parte de su locura, nunca lo supo. Los últimos dos días se limitó a preguntar 3 cosas cada día. Sin saber si las 3 eran mentira o no. Se trataba a última instancia de su vida. Debía escapar, pero no sabía si podría. El rostro de Azgia aparecía de vez en cuando girando por ahí y eso le recordaba que pasaría si…no, no, él ya sabía que estaba muerto contestase lo que sea que contestase. Solo quizá podía aspirar a que en recompensa a una respuesta ingeniosa, le diera más tiempo con más preguntas en aquel diabólico juego.
Pensó en que estaba afuera, un cuerpo más en la esfera. Sería buena opción como vigilante. Pero era muy poco honroso, y el exabrupto de Iricse lo definía como alguien orgulloso. Dentro se vería seguro en un lugar de honor, pero sería como estar confinado, y eso no le gustaría al nigromante. Vamos, que todo eran elucubraciones del pequeño. No tenía seguridad de nada, como no la tienes tú, y para ser sincero, hasta este punto, yo tampoco.
La semana termino. Y la voz retomo esa escalofriante calidez previa a la matanza.
- Ejem ejem, Y bien pequeño, ¿Dónde estoy? – fue todo lo que le dijo.
- L-Lo primero que pensé era que era usted un todo, oh maravilloso Iricse. – quizá las adulaciones le gustaran. – una perfecta sincronía de muerte y arte que viaja por ahí…
- ¿Es esa tu respuesta final pequeño? – contesto el nigromante inquisitivo.
- No señor, no, porque sea donde sea que este usted, este desierto y este mundo no serían dignos de que los pise. Usted no está aquí, ni en ningún lado.
- ¡Oh pequeño! Vrhahahahahahahahah ¡¡¡Genial!!! perfecto y soberbio. Tan brillante e ingenuo mi niño. Es la mejor respuesta que me han dado en muchas eternidades Vrahahah hahah.
Por un instante la esperanza se revolvió dentro del muchacho solitario. Quizá podría salir vivo, o al menos vivir más tiempo.
- Quizá si usted me mostrara y me…
- Tchh tchh tchh, no tan rápido chaval, heheh, en verdad has hecho reír a este viejo, pero no te alegres. No has respondido mi pregunta.
De la pared frente al chico, una serie de chasquidos y rasgaduras dejaron a la vista el cuerpo de su amigo Eahn con las manos abiertas hacia él.
- Vas a morir amigo mío. Puesto que no has respondido correctamente. – le dijo la boca destrozada de su amigo muerto. – vas a morir aquí y ahora, pero debes de saber que llegaste muy muy lejos. Y este cuerpo muerto está orgulloso de ti.
- Y como consuelo. – la boca seca de Azgia estaba pegada a su oreja, mientras unos brazos que podrían ser de ella o de cualquier otro lo abrazaban con… ¿cariño? – déjame contarte un secreto mi querido Yureh, la nada y el ningún lado son cosas que solo un fantasma que desaparece llega a conocer por un instante. De hecho, Iricse está aquí, y allá, y en el desierto donde morimos. Está en todo lo que conoces.
Antes de morir, el último muchacho tuvo un destello de comprensión gracias a esos místicos dones que se nos revelan antes de cruzar el umbral. Comprendió que Iricse, el nigromante viajero, no solo le había mentido en cuanto a la posibilidad de salir vivo, si no que en realidad, todos los cuentos y las leyendas habían sido un timo. Nunca nadie de aquel mundo había tenido esperanza, porque a ojos de aquel ser, ellos ya estaba muertos, tarde o temprano. Incluso su mundo había sucumbido al poder del nigromante.
El pequeño crio murió y no llego a saber más. No fue testigo de las convulsiones del planeta. Terremotos y fracturas recorrían todo el mundo. La gente moría aplastada, tragada por las arenas, y otros solo caían muertos sin saber que los mato. Las altísimas montañas blancas se empezaron a elevar más y más, y exactamente como un día fueron la espina de aquel mundo y de la efímera civilización que vivió allí, ahora eran la espina de un ser titánico. Un esqueleto que despertaba de un letargo ancestral movido por una conciencia que ya todos suponemos a quien pertenecía. Era un cadáver de algún leviatán, o quizá de un mismísimo dios, tan colosal que no había comparación. Sus extremidades inferiores estaban rematadas en garras, las superiores denotaban que la cosa alguna vez había tenido alas, y el cráneo que había estado culto entre estas últimas dejaba claro que el ser era un depredador. Un cazador de mundos.
El planeta original se había convertido en un mero resto y despojo, sin magia y sin nada de calor en su núcleo. Y mientras el coloso se desperezaba, una esfera de huesos minúscula y casi inapreciable, se perdía dentro del cráneo entrando por una cavidad ocular. Cavidad ocular que después de unos momentos resplandeció de un conocido color rojo. Otra vez activo Iricse inicio un nuevo viaje, esta vez ya no rodando para seguir atormentando al universo.
- Vaya vaya, de tanto en tanto la creación me pone en el camino criaturas muy divertidas. Que gusto da encontrase estos pequeños premios por extinguir la vida. ¡Qué alegría! La vida y hasta la muerte son tan efímeras. Si tan solo pudieran divertirme más, solo un poco más. – termino en un lamento.
Así que tengan cuidado pequeñuelos, aun las más antiguas leyendas tienen algo de verdad. Y aunque les mientan, la muerte jamás lo hará, a no ser que seáis Iricse…o una parte de él. Ustedes me entienden.
Mauricio Saravia Rivaños. (Lathspell)
El Odio es por mucho el placer mas duradero. El hombre Ama con prisas, pero llega a Odiar con mucha calma.
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