Primer sueño de Nime y Sinceridad

El despertar la coge demasiado por sorpresa para ser una persona que ya se ha despertado una vez en un mundo completamente nuevo. Nime se incorpora avivada por el miedo, con los ojos fijos en la antorcha invertida al principio. Luego repasa la habitación en la que se encuentra y da enseguida con la pantalla. Es lo único que hay aparte de cemento.

No entiende qué es porque no ha visto una pantalla en su vida, pero para nada le parece un cristal. Le muestra otra habitación idéntica, y que tampoco está vacía. Se acerca con pasos lentos hacia la pantalla, sin quitarle ojo al monstruito que le está mostrando, y le da un vuelco el corazón cuando de la nada surge una voz. Aunque lee las letras de la pantalla, sigue sin entender nada, de hecho se siente como si fuese a estallarle la cabeza. Sin embargo, de aquella locura solo puede entender una cosa: tal vez tiene que luchar contra el otro ser, que toma por alguna alimaña de su nuevo hogar. «¿Una prueba? ¿Es eso?». Y como es lo primero que se le ocurre se aferra a ello. Aunque no tenga sentido.

Cuando Sinceridad abre los ojos, cuando es consciente de que existe y de lo primero que ve, no lo comprende. No había ninguna habitación como aquella en el Nuevo Refugio. De haberla, lo sabría, porque aquel sitio le parece agobiante, y podría volverse aún más agobiante a cada minuto que pasar allí (aunque no cuenta con estar allí tanto tiempo). Tenuemente iluminado, estrecho, de piedra fría y sin ventanas ni puertas. Vale, la antorcha era llamativa, pero no tanto como lo otro. ¿Qué es aquello? Parece una ventana, pero no termina de resultarle una ventana muy normal. ¿Magia? ¿Algún invento extraño como aquella bañera y cocina con fuego del torreón? Puede ser.

<<Pero hay alguien al otro lado...>> Se acerca, con precaución. No tarda mucho en reparar en lo que hay en la habitación al otro lado de la misteriosa ventana. Aquella criatura le recuerda rápidamente a los desplumados de su grupo, aunque no es nadie que haya visto antes. Descarta ubicarle y se pone a pensar en qué sitio es aquél, cómo habría llegado, cómo salir... Pero la única salida a la que llega es el desconcierto más absoluto, lo cual paraliza sus pensamientos.

Lo peor, aun así, es el mensaje que aparece, sin más, en aquella superficie, seguida de un mensaje de voz. ¿Contrincante? ¿Eso era la criatura de la ventana mágica? <<Se ha acercado... y me está mirando. Si somos "contrincantes", al menos va desarmada>>

De allí no había escapatoria posible, o no la ve. No va a darse cabezazos contra las paredes, precisamente, y menos cuando estas parecen de piedra maciza. Así que lo único que se le ocurre es hablar con la criatura. O intentarlo. La otra idea era intentar arrancar aquella cosa, pero probaría primero lo otro.

—¿Quién eres? ¿Dónde estoy, qué sitio es este? —pregunta a la extraña cajita.

Nime da un respingo que bien podría haber terminado en grito. Si lo acalla a tiempo se debe a que las cosas absurdas ya no son nada nuevo para ella. El ser que se muestra en la pantalla habla de forma totalmente normal, y aunque en principio le hubo parecido menos una persona que los demás seres extraños que conoce, entiende enseguida que pertenece a otra especie inteligente.
—No lo sé —responde—. No sé cómo llegué aquí ni quién eres tú. Yo soy Nime y me han traído a Rocavarancolia desde Libo. ¿Eres de aquí o… te han traído como a mí? —Habla de forma atropellada debido a los nervios. Sin saber qué va a pasar a continuación, sus primeras sospechas siguen pareciendo la opción más lógica, y al asumir que ha de ser una exhibición de fuerza no sabe si tiene siquiera alguna posibilidad de salir airosa.

Genial. Esa criatura tiene menos idea que ella misma, pero al menos sabe qué es: otra engañada.

—Me temo que sé lo mismo que tú. Me trajeron desde Roca Sagrada. Despertamos en unas mazmorras y luego encontramos un torreón... ¿Tú...

El nuevo mensaje doble le frena en seco. Lo de la localización no tiene ningún sentido, así que lo ignora, pero el escrito sí que dispara una imagen en su cabeza: un cuchillo, de esos que recuerda en la cocina del torreón y de los que también hay análogos en la armería. Fue visto y no visto: leer el mensaje, recordar el objeto como un flash y que apareciera en el suelo.

—¡Joder! —exclama, sorprendida, mientras da un paso atrás y señala las armas—. ¡Ahí no había nada! Pero ahora... Con el cuchillo igual...  

Eso es magia o algún truco extraño... Aunque no parece que haya salido de ningún agujero del techo. <<¿Tres armas? Entonces...>> Una espada y una lanza de punta de metal, ambas armas desgastadas, aparecen al poco junto al cuchillo. Pero aquello no le gusta, no le termina de convencer. Si no le queda otra, lo hará, pero no le gusta un ápice la situación. Y menos si les engañan: la lanza que imaginó era más larga que la que ha aparecido.

Ignora las armas del suelo y vuelve a la pantalla.
—¡Oye! ¿No iremos a luchar, no? ¡Yo no pienso pelear contigo porque sí! —exclama, y a continuación alarga las manos al marco de la "ventana"—. ¿Hay alguien ahí? ¿O aquí detrás?

Sí, Sinceridad quiere arrancar aquella cosa. Es más, la idea de romper la superficie con sus nuevas armas cruza momentáneamente su perdida cabeza, pero prefiere no arriesgarse a perderlas por si acaso la situación empeora, por lo que en su lugar se limita a buscar la separación entre la pantalla y la pared con los dedos. De hecho, llega a probar si aquello está hueco (y por tanto más fácil de romper, o eso cree) y para ello le da golpecitos a la superficie mientras aplasta la cara (como en una caricatura) en busca de cualquier sonido revelador.

La criatura alada empieza a explicar algo que le suena tremendamente familiar: exactamente la misma historia de su propia llegada a Rocavarancolia. Nime está a punto de empezar a hablar, incluso aunque la otra aún no ha terminado, cuando suena de nuevo la voz que viene de ninguna parte.

La cabeza de la niña está llena de aventuras épicas, y por ese motivo lo que aparece cuando piensa en armas son una espada, un escudo, y una coraza. La coraza es de cuero, la espada carece de brillo y el escudo es cobrizo, de apariencia poco resistente. Solo parecen un poco mejores que las cosas que han encontrado en la armería del torreón o, por lo menos, menos gastadas. El problema que en realidad tiene la libense es que no sabe cómo usar nada de lo que ha aparecido ante ella como es debido. Se habría emocionado al presenciar tal muestra de magia de no ser por el miedo y la angustia que siente en ese momento.

Levanta la cabeza del lugar donde han aparecido las armas al escuchar a su supuesta contrincante. Si no quiere pelear pueden llegar a un acuerdo. «Pero… ¿y si así ninguna de las dos pasa la prueba? Si es que lo es…». Al final, el miedo habla por ella.
—Yo tampoco quiero pelear. —No admitá al menos que no sabe cómo hacerlo. ¿Y si aquella ave escamosa decide aprovecharse de ella? ¿Y si todo aquello tiene algún truco? Ha escuchado también innumerables historias donde la heroína obtenía su victoria siendo más inteligente que sus enemigos. Lamentablemente, Nime está tan confundida que no tiene ni idea de cómo proceder—. ¿Qué hacemos? ¿Ves algún sitio por donde escapar en tu lado?

A la vez que la otra criatura se acerca a su pantalla, Nime lo hace a la suya y la toquetea, esperando que detrás de ella se encuentre el camino hacia el otro habitáculo o, como mínimo, que suceda algo.

Aquello se resiste, no se mueveni un ápice. Since desiste antes de que se pueda hacer daño.
—No hay forma...

<<¿Color?>> Habla rápido, sin pensar más que en la tierra de su mundo.
—Marrón... ¡o verdeoJODER! —exclama. Se tenía que acostumbrar a aquellos sustos mágicos o le daría un infarto, aunque no supiera ni que su corazón pudiera llegar a eso.

>>Esto no es marrón, ¡estafadores! Es púrpura... —masculla mientras lee aquella cosa. Al poco, se le le abren los ojos como platos y exclama—: ¡magia!

Lee y lee aquello como si fuera la clave para salir de aquel sitio o algo sencillamente maravilloso, e incluso se atreve a seguir las instrucciones (sin llegar a finalizarlo) durante el tiempo que aquella voz le permite, hasta que oye el siguiente mensaje. ¡Iban a perder... No había tiempo que perder.

Sin soltar el pergamino, corre a la pantalla mientras grita:
—¡Nonosatacaremossaldremosdestajuntas!¡Yomeaprenderéelhechizoytengomisarmas,túprepáratecomopuedas,buenasuerte!

Su intención a continuación es memorizar aquel hechizo junto a las armas, o responder a Nime si la hembra le decía algo. Lo que fuera. Tiene que prepararse. Si cortaban la comunicación era porque algo se aproximaba. Y si de veras planeaban hacer que lucharan entre sí, iban listos, fueran quienes fueran. No lo haría a no ser que la otra opción fuera una muerte inevitable.

La niña se encuentra todavía intentando ver si hay algo detrás de la pantalla cuando ve cómo aparece un pergamino delante de su adversaria.
—¡Rojo! —exclama, ansiosa por ver de qué se trata. Si la otra lo ha hecho, no va a ser ella quien se quedase sin ese recurso.

No se sobresalta cuando aparece el pergamino, pero sí le llama la atención lo que pone. El nombre no se corresponde con lo que ha dicho, pero la descripción le hace pensar en un sortilegio bastante poderoso. Es, quizá, un poco ambigua; tiene pinta de ser tan poderoso que no parece buena idea conjurarlo en una habitación tan pequeña como la que ocupa en ese momento.

Le da tiempo a leer el conjuro antes de que el ave escamosa empiece a hablar a toda velocidad. Aunque pierde alguna palabra de su discurso, intenta responderle antes de que se queden incomunicadas.
—¡Sí, saldremos juntas! Yo también tengo armas aquí. —Solo que no confía en poder blandirlas. El tiempo se agota y tiene que elegir entre ponerse la coraza o aprender el hechizo. Si su rival va a ser el ave y ha dicho la verdad, no necesita preocuparse, pero Nime tiene demasiadas dudas y miedo como para confiar ciegamente. No sabe ni dónde está, para empezar.

Se agacha y recoge la espada, que pesa tanto como esperaba, sin apartar la vista del pergamino. «¿Me dará tiempo a aprenderlo?». El ambiente tenso no la ayuda precisamente a concentrarse.

Cuando se agota el tiempo, la roquense deja de ver a la otra criatura y suspira. Aquello no le gusta, y menos si todo es un truco para matarles. ¿Quién le puede asegurar ahora que la otra aún sigue viva, por ejemplo, o viceversa? <<Estoy sola>> Y normalmente se había apañado bien sola, así que espera al nuevo mensaje. Este, por suerte, no tarda en aparecer.

—Los bosques de Tierra Bruja —<<Pero sin mis compañeros, que no apostaría mi cresta a que esta magia sea fiable>> piensa, desconfiada, por si aquella pudiera "cargar" dicha localización con su gente incluida. O peor: con agentes del Coro.

Aquel primer mensaje en solitario ha sido fácil, pero lo del "escudero" le pilla desprevenida. ¿De entre todos los del torreón? <<Pero si ninguno merece la pena... No he visto luchar a nadie, venga ya. Y ya puestos... ¿Cómo sé que no es un truco y en lugar de ayudarme es para que me ataque? Esto ya nos la ha jugado antes>> piensa. Solo se le ocurren dos nombres, o incluso uno de los nublinos, pero el hecho de que pudieran volverlo en su contra le hace decidirse.

—Sako... Sakrilt —<<Suficientemente loca para ser peligrosa si realmente va a ayudarme y fácil de liquidar si no. Paso de jugármela con un Chamán que haga magia y me convierta en asado de roquense>>

Sabe que se está confiando y arriesgando. Y quizá subestimando a sus compañeros. Pero ahora mismo todo es una locura. Tan de locos que incluso llega a pensar en que el "escudero" pueda aparecer pero sea tan alto como el torreón, o transparente y capaz de atravesar cosas como el de la playa, y entonces dará igual su elección. <<Mira, una puerta. A pastar hierba pocha, a ver qué sale de esto>> No se lo piensa mucho. ¿Qué hay que pensar? Cargando sus armas, se acerca a la puerta y procede a abrirla. <<Deja de pensar en estupideces y vamos a ver qué pasa ahora>> Afrontará lo que haya al otro lado como sea.