Primer sueño de Zobriel

- Vale, por fin sucedió – fue lo primero que pudo pensar. Zob Había enloquecido. No. Había muerto. Esperaba que no. Dama Dibujo le había dicho que aquel sitio donde los llevaban no era ni el cielo ni el infierno. Entonces ¿Qué más había? - ¿Dónde estoy?

La sensación de irrealidad teñía de miedo cada célula de Zob, bueno, cada trazo y garabato. Aquel lugar era una total incongruencia para el pobre nublino, desde su irregular sombra, hasta su irregular sombra. Vale, aquello era más que suficiente. Trastabillo y cayó hacia atrás, notando esta vez las difusas líneas de su cuerpo. Se palpo a sí mismo y aunque seguía sintiéndose el, era difícil asimilar  lo que veía.

- Dioses…que me pasó. No puede ser.  No no no no – termino con un bufido. Quiso tocar su sombra pero se contuvo con su otra mano. ¿Y si acababa borrando algo de sí mismo? - ¿Hola? ¿Hay alguien más aquí? Díganme que no estoy solo por favor – dijo a media voz. ¿Por esto pasaban todos los elegidos? Se levantó despacio y, a pesar de que sabía que no ayudaría en nada absolutamente, movió su mano delante de él.

Solo una cosa le vino a la cabeza en medio de aquel caos irregular, tenía sombra. ¿Debería de haber un sol blanco también? Levanto la cabeza buscando algo en el “cielo”, y así se quedó buscando lo que sea que fuese que debiera estar allí, en medio de aquel níveo caos.

No había sol, ni nubes, ni más señales de algo especial, a excepción de esas irregularidades. ¿Como sucedió todo? era una interrogante urgente, pero podía esperar. ¿Sus compañeros estaban en la misma situación? ¿También ellos estaban dibujados en algún otro lado de ese lugar? Todo eso necesitaba esperar a que ocurriese algo.

Zob estaba perdiendo la esperanza de que algo pasase o que alguien le respondiese a sus llamados, cuando salida de la nada, una línea dividió al horizonte frente a sus ojos. Y justo allí a lontananza empezó a crecer una ciudad. Empezó como una mancha burbujeante de  trazos, cada vez más definidos y caóticos. Edificios diversos, casas grandes y pequeñas creciendo por aquí y por allá, todas tan juntas que era difícil  definir cada una.

Y justo de allí, trazo a trazo y metro a metro se formó un camino hasta los pies de Zobriel. - Gracias por indicarme el camino. – dijo apesadumbrado. Le asustaba su soledad, su impotencia para decidir algo, y esa sensación de que solo le quedaba acatar lo que aquel dibujante le mandara. - supongo que no me dibujarías una luna ¿verdad? – Comenzó a caminar observando el paisaje. No tenía otra opción por el momento, mas a pesar de todo, muy dentro de él le maravillaba las cosas que sucedían.

Y allí fue el pequeño nublino, esta vez solo, levantando la mano arriba y abajo mientras caminaba. Quizá y con sus brazos dibujados podría pintar el lienzo que lo llevaba a una nueva ciudad. Una vez más nadie le aclaraba si aquel lugar seria el cielo o el infierno.

El pequeño nublino camino y camino, paso tras paso, en medio de aquel milagro floreciente. La luz seguía viniendo de algún sitio que no podía ver, pero estaba allí, haciendo danzar las sombras de aquella ciudad, de sus pasos, incluso de sus miedos.

Los edificios no le decían nada en especial a Zobriel, pero era claro que, quien fuera el que los dibujara, ponía más detalles en algunos que en otros. Aquellos con mayor pulcritud y trazos definidos eran, a ojos del pequeño muchacho bastante, imponentes, pero Zob seguía desconcertado. Incluso  los muchos caminos que aparecían a sus pies lo confundían. Sinceramente tenía miedo de alejarse por alguno y hacerse más pequeño por la perspectiva.  Mantuvo el paso lo más firme que pudo hasta quedarse totalmente parado a la en medio de una plaza.

- ¿Hola? Holaaaaa – grito el muchacho mirando alrededor. Al no obtener respuesta avanzo lentamente a la fuente que había allí – ¡¡ Dioses!! – Exclamó  - ¿Y si esto me borra? Holaaaaa – volvió a gritar mientras buscaba alguna piedrecilla, aunque sin saber si podría interactuar con ella. - ¿acaso aquí también debo beber de la fuente?  ¿Alguien podría indicarme algo por favor?

Miro aquel cielo, esperando otro discurso desmoralizador, pero no había nada. Desvió su vista y así se quedó, un momento, mirando la fuente tan extraña. Al final, y aunque su miedo le decía que no lo haga, avanzo para tocar el agua de la fuente. Bajo una mano temblorosa, poco a poco, hasta que un pequeño roce con aquella materia dibujada, provoco una minúscula onda.

- No no no, yo…fue sin querer, ¡perdón! – Apenas Zob escucho aquel sonido, se retiró de un salto de la fuente mirando a todo lado mientras balbuceaba excusas. Temía que lo culpen por algo que él no sabía si estaba bien o mal.

Aquellos seres, o sombras, o lo que sea que fuesen se acercaban con paso solemne. Y aún a pesar de lo poco que entendía el nublino de aquel sitio, suponía que alguien (o algo) importante venia en ese dosel acompañado de tan dantesca comitiva.

Mientras sentía latir su corazón más rápido, en algún lugar bajo sus trazos, Zob no sabía qué hacer. Solo atinó a arrodillarse, esperando la llegada del trono. Pero por más que una parte de él se lo gritaba dentro de su cabeza, el pequeño Zobriel no podía bajar la cabeza debido al asombro.


- D..DD..Dioses - fue todo lo que murmuró mientras que se quedaba solo contemplando todo.

- No…no…no… – Alcanzaba a balbucear el niño nublino. << No me hagáis daño >> era lo que pasaba por su aterrado cerebro, pero no podía culminar la frase. Aquel sitio caótico había acabado congelando al muchacho con miedo de tocar algo mas o de que más seres aparecieran.

Mientras aquella comitiva  se alejaba dejando un suspiro de alivio, y mucha tensión acumulada en Zobriel, los milagros seguían ocurriendo. Bum. Los tambores sonaban en algún sitio del abismo o del infinito mundo aquel. Bum. Aquella cosa cobraba cuerpo, no eran trazos, ni efectos de sombreado. Bum bum. Crecía ante la desorbitada mirada de Zob que, muy a su pesar, seguía cada movimiento. Bum. Altas torres imposibles de trepar, ventanales y balcones. Bummmmm. Paredes muy  sólidas, torres coronadas de almenas y un ojo mirando hacia adelante. Otro ojo. Y mientras la mole aumentaba el pavor crecía en el corazón de ZObriel. Bumm. Cuernos, filosos hiriendo el aire (o el papel), cadenas colgando de una boca que bien podía comerse tus esperanzas y tus pesadillas. Lanzas, o varas, o restos de alguna puerta, sin duda no le habría sorprendido si hubiera goteado sangre de aquella monstruosidad. Y algo sobre los redobles. Bum. Un silbido casi doloroso, como un estertor. Como si le doliera crecer o estar allí parado.

- Es…es imposible, esto no puede ser real. - Balbuceo en voz baja. Mil cosas pasaban por su cabeza, empezando por salir corriendo, pero su curiosidad se condenso en dos opciones. - ¿Van a matarlo? O tal vez ¿Alimentarlo? ¿Y si los borro con agua? – volteo mirando al suelo pero no tenía cubos ni nada cerca de la fuente.

Sin saber muy bien ni como avanzo paso a paso, haciendo caso omiso de su temor ni de los tambores. No se acercó mucho por temor a que la comitiva desapareciera borrada por la mano que creaba aquel caos. La bestia parecía ser lo que más le importaba a aquella procesión de sombras dibujadas pero aun así, tragándose el miedo, el muchacho llego a articular una pregunta.

- ¿Son..son ustedes Dioses...y ese es un demonio? – miro a las seres aquellos y luego al cielo, quizá esperando que cambiara a un entorno más acorde con el cielo o el infierno. - Ese ser está muriendo ¿Verdad?

<<Oops>> Ya está. Tanto tiempo temiendo  resaltar y llamar la atención en la ciudad, y ya lo malogro aquí. Donde sea que fuera. Sujeto firmemente no acertaba a patalear, ni a gritar. Su cabeza iba de un lado a otro, mirando a las sombras que lo atenazaban, completamente perplejo y asustado. Su mechón de cabello blanco se balanceaba al ritmo de su corazón que parecía a punto de explotar. Su peor temor era  que lo lleven con aquel ser, o peor aún que le hagan algo similar.

- No no no, por...por favor... yo no...Por favor no hice nada malo. Grandes Señores no, por favor. Me...eligieron, oh Grandes, yo, yo solo quiero ser digno. ¡Por favor suéltenme!

Aun así nada le sucedió al pobre nublino, aun, solo lo tenían expectante, atemorizado mientras sea lo que sea que estuvieran  haciendo antes, continuaba su camino. El vehículo sombrío lentamente entro en la bestia que no podía hacer nada, frente a un muchacho que no hubiese cerrado sus ojos dibujados aunque hubiera podido. Dejo de respirar unos eternos segundos, al mismo tiempo que el níveo mundo de dibujos se paralizaba silentemente.

Y LLEGARON LOS GRITOS.

Chorros de pintura roja, no, sangre. Era sangre y de alguna manera podía saberlo. Espesa y escarlata  se derramaba en aquel universo extraño. Las sombras estaban excitadas, jubilosas, y aun así el nublino no pensó en escapar. Se sentía sobrepasado por todo, con miedo de todo, incluso de aquellos seres. Es más, tenía más miedo de ellos que de cualquier otra cosa.

<< Esto no está bien...no está bien...los dioses no hacen cosas así...¿o sí? >> Pensaba Zob con los ojos enturbiados ya por las lágrimas y la desesperación. Había oído historias de todo tipo en su niñez, tanto de su abuela como los lejanos rumores del norte de Nubla. Nada lo habría preparado para esto.

- ¡¡¡¡COMETEEELOOSSS!!!!!  ¡Mastica mastica mastica! ¡Tragateloooos por favor!!  ¡¡ Cierra tu boca!! – las lagrimas corrían por la cara de Zobriel mientras la desesperación y el temor hicieron que gritara. Ya no le importaba quien era quien, quien era Dios o Demonio, solo temía por él y por lo que le pasara después que aquel ser muriera. Quería salir de allí, no a Nubla. Quería regresar a una ciudad destruida. - ¡¡¡ Muerdelos!!!