Primer sueño de Lorenzo

Lorenzo

Podia haber jurado que andaba atento, más la susodicha torre apareciose en la lejania entre el espacio que diole al pestañear el diestro. Prueba más que acercabase a algún lugar donde la brujeria reinaba. Construida por paredes blancas, debia de admitir que algo admirablemente, el español no quiso bajar la guardia. Las multitudes, sin embargo, espantabanle. Decidio continuar tan solo por el misterio de, y asi, viose cada vez más cerca de la venerada torre.

Cuando acercosele un dirigente, o uno que parecia serlo, el español sorprendiose con su pregunta un instante antes de responder.
—Temome, mi buen señor, que no tengo lo que buscais.—a su segunda pregunta, el diestro dirigió su mirada a la caja, recordandose del mensaje, ocultola entre sus ropajes.—Y sin embargo, esto no es lo que buscais tampoco y, por tanto, tampoco vuestro asunto, temome.—

Sintiendo el peso familiar de su ropera al cinto, diole al diestro una pose fuerte desde donde asentarse.

Asi, еmpеzolе a nombrar difеrеntеs profеsionеs, todas rеlacionadas con obra dе yеso y palma. Lorеnzo nеgolе trеs vеcеs con la cabеza.
―Tеmomе quе no cumplo ninguna dе aquеsas tarеas; Hidalgo soy е hidalgo obro.―aclaró mas luеgo añadio:―Si dе cualquiеr indolе puеdo prеstar еspada, con gusto harе, puеs еs mi sagrado dеbеr como cristiano еl hacеrlo.―

Y, habiеndolе informado dе aquеllo, supuso dе su sеgunda prеgunta.
―Suеño con еspaña y todo lo quе hе dеjado atrás. Añoro las nochеs latinas y еl canto dеl grillo; еl brillo dе la luna y еl buеn comеr dе mi tiеrra.―comеnzó, algo nostalgico.―Pеro aun ahínco dе honor, dе vеvenganza, dе arrеglar la infamia quе corrе por mi familia para tеnеr un lеgado casto y puro.―

Y con еso, suspiro.
―Mas tеmo quе aquеsta torrе la quе nos dirijimos tеnga nada dе еsto, puеs, dispuеsto a trabajar sin rеcompеnsa alguna еstoy.―

No era uno para creer en milagros paganos, pero dejose llevar en cierta medida por la fantasia de la situación. Aquello podría probarse como un desafío digno para sus aptitudes, tanto con la espada como sin ella, el diestro planeaba sobrepasar expectativas de aquellas gentes.
—Bien pues.—dijo, empezando el camino con aquel lazo rojo y asi dió con el interior de la torre.

Camino y caminó. Dos palabras distintas, acentuadas distintas, diferentes significados, pero que en aquel momento las líneas que dibujabanse difiniendo lo uno de lo otro quebrabanse para el diestro, quien habria jurado caminar minutos, horas, puede que días, o, por otra parte, segundos. Desorientado estaba y, sin embargo, seguia caminando. ¿Por que? Dijole el señor que lo hiciese hasta topar con resistencia. La torre, debia ser terminada, al fin de al cabo. Casi taconeando, dio con una voz infantil, de una niña. Al instante, pusose en guardia, alcanzando a Reyerta con ganas y raudos reflejos, para tan solo calmarse al instante y prestar oidos a la voz inocente. Algo suspicaz, contestó.
—¿Y quien es aquella damisela en apuros? Gustariame ayudar, ¿Por que non os revelais ante mi y contaisme más detalles de dónde se halla presa y quien ha osado hacer tal acto facineroso?—contestó, bien recordando las palabas del hombre, de caminar hasta topar resistencia. Una voz en la distancia, una voz inocente, mas en la inocencia de esta hallabase la mayor de las trampas. Non bajaria la guardia, al menos, no por el momento.

—¿O-Oiga?—habiase cortado de pronto. ¿A que referiase con "ci"? Podia ser "círculo". O "Cieno". O "Cinto". Aquel enigma debia ser investigado a fondo.

Ahi si que sí. Deseinvainó a Reyerta. Ladeó cabeza y encaramó hacia donde los chillidos surgieron. A su espalda, un rugido. Una bestia pisábale los talones. Aquella casa de locos habiase complicado en un abrir y cerrar de ojos.
Asi empezó carrera con pasos extraños siempre mirando de donde vino el rugido, pero con el objetivo en mente de localizar a la supuesta damisela en apuros. Con Reyerta en ristre, componiendo la guardia. Subiendo las escaleras a zancadas, girose, encarandolas, pensaba dejar atrás tal rugido bestial. Non estaba huyendo. Tan solo priorizaba la vida inocente. Si el destino querria que atopase con la bestia, hariala frente con valor obstinado.

—Ci... ¿Ci que, diantres?—maldijo en voz baja asi entre jadeos.

Ante lo que parecióle el final de las escaleras, dió con un pasillo, al final de este una nena. Quedose parado, pensativo. Sus ojos amilanaronse ante tal vista y bajó punta, sin llegar a tocar el suelo.
—¿Sois vos quien me ha llamado?—preguntó, prefiriendo pecar de obvio que de necio.

Dijo entonces la niña, una rapaza quien pareciase escapado de la cama, cabellos platinos y mirada redondeada. Parecia cargar con una gran dolencia, agarrabase el pecho con manos pequeñas y Lorenzo, cada vez entendia más, tan solo su preocupación aumentaba al igual que su confusión.
—¿Rapaza, estais bien?—dijola acercandose con pasos interacotados mintras miraba atrás con nervios a flor de piel.

Pero non hallo sino más acertijos y dudas en las palabras de la nena quien pasó a mencionar al diestro por non haberse dejado engañar y, entre otras cosas, trajo a la luz la perturbadora idea que debiase dejar matar.
—¿Que decis pequeño gorrión? ¡Semejantes sandeces!— balbuceó, mientras poniase tenso. ¿Aquello era la resistencia que debia de hallar? Parecia hablar mal de la torre, o creia que residia mala prudencia el confiar.

Más palabras, más preguntas. Aquella nena era como una caja de misterios y no habianle dado pista alguna para resolverlos.
—¿Que sueño?—inquirió.—¿Seguro que estais bien?—
Miraba enrededor, buscando a una figura adulta. Bien era el adulto, pero non conoscia a la rapaza y parecia estar delirando.
Ante lo último que dijo, inclinose ante la nena, hecho un atajo de nervios.
—¿Mi verdadera tarea? ¡No entiendoos nada! ¿Porque non deberia subirla?—

Ya acababaseles el tiempo. Un rugido, el rugido entendió, sonaba algo más lejano, pero más brutal. Gritos de agonía, de destrucción y caos. Lorenzó mordiase el labio. Alzó espada e hizo ademán de volver escaleras abajo, donde claramente parecia que se le necesitaba más. Diole la espalda a la niña, alzando a Reyerta hacia las escaleras. Giro el cuello y alzó la voz al dirigirse a la niña una vez más.
—¡Contestad!—su voz quebrabase, duda dibujada en sus orbes dorados.

—Sueño..—repitió en un susurro. Segunda vez que mencionabalo. Aquello resonaba con disintonia en el ser del español. ¿Aquello podia ser un sueño? ¿Como poder cerciorarse? ¿No dijo acaso Calderón de la Barca que la Vida Sueño era? Sentiase la mente ligera, sin poder centrarse en demasiados detalles. Sabia que algo importante pasaba y que tenia una parte que interpretar y era una de importancia.
Otro rugido. Temblabanle las manos. Si bajaba y enfrentaba a la bestia, lo más probable es que muriese. ¿No era aquello que queria aquella nena? No. Recordó, que lo que esta queria era que matarase a si mismo. Suicidio: Pecado castigado con el destierro al purgatorio. Tragó saliva.

Llegó entonces una segunda nena, hastiada, a juzgar, por subir las escaleras aprisa. No hizo sino confundir más la situación cuando pusose a la contra de la otra y estas comenzaron a discutir, en aquella casa de locos, Lorenzo perdia cordura al minuto. ¿Como non podian darse cuenta que non era momento para acertijos y pronombres? Habia que hablar claro. Y habia de ser rápido.

—¡YA... BASTA!—aulló jadeante. Una gota de sudor perlaba su rostro. Quitose el sombrero y abanicabase con este unos instantes. Cuando, segundos más tarde, pusoselo de nuevo, decidió empezar por el principio.
—Tres preguntas tengo. Una pra cada y otra en la que ambas habeis de responder y non espero sino la verdadera de las verdades aquí...—
Aclarose la garganta y miró a la primera, de gesto más cansado. Habia denotado buenas intenciones en su ser, pero lo que pedia era todo lo contrario.
—Si esto sueño es, ¿porque creeis que mi vida puede peligrar? Jamás conocí sueño que matase y yo no duermo lo suficiente para caer en sueño letargico o profundo.—

Girose a la segunda, la recien llegada. No era más que otra niña, aunque en clara necesidad, hablaba en acertijos aun más oscuros y, con su recorrido entre los trabajadores y fieles, non podia pensar en aquel lugar salvo como en una suerte de lugar pagano.
—¿Que es realmente la Torre? ¿Que propósito real sirve?—alzó la espada en su dirección.—Y debo revelaros, pequeña nena, mi paciencia acortase, necesito una respuesta honesta que me satisfaga. o si non, me atreveré a lo que vuestra oponente ofrece.—
Casi en un salto el diestro girose describiendo un arco con Reyerta.
—Mismo va por vos, aunque tengais mi favor por el momento, apariencias engañan y ya no puedo confiar en nada.—

Bajó punta y dejó caer el brazo derecho entonces, laxo.
—Última pregunta.—anunció, relamiéndose los labios secos. Dirigió su mano a su gambesón y extrajo la caja, tapando la inscripción conscientemente con la palma de la mano y alzola por encima de su cabeza, a la vez que describió un paso extraño, angulando a ambas nanas, con tal de no darlas la espalda a ninguna.
—¿Que hay en esta caja?—

Poco a poco las piezas de aquel rompecabezas ibanse juntando, más no al ritmo que permitiese al diestro hacer gran descubrimiento de tal entuerto.
—¿¡Pero quienes son!?—exclamó. Los pronombres causales parecianle suficientemente sospechosos junto a su petición de suicidio para desconfiar. Miró a la otra niña, la que recien habia llegado. Quizás era buena gente y de veras necesitaba ayuda. Quizás el era el malhechor despues de todo.
Pero un hombre habia de tomar una decisión. Las palabras de la primera dejaronle la garganta seca. Lo que sabia, era que una de ellas mentia y otra decia la verdad. ¿O lo era? Puede que ambas mintiesen y tan solo fuese una maligna treta conjurada contra su persona. Aquel entuerto iba a volver loco al español.

Sin duda, el contenido de la caja importaba. Aquella voz resonó con estrepito, una bestia suponia, sin duda conjurada por una de las dos. O Ambas. Si la bestia era de la que decia que la caja era una trampa y queria que se suicidase, significaba que la bestia era o una treta para arrendarle con menos tiempo o era una argucia de la segunda, pero dudaba que hubiese trampa alguna dentro, que aunque podria llegarle a matar, la segunda no parecia muy opuesta a que la abriese. Si acaso, le parecia un desperdicio.
Si la segunda decia la verdad entorno a la caja, ¿que mejor que usarla ahora, cuando todos los valores estaban en duda poseidos por una siniestra y temible maldad? La segunda era sospechosa, así como la primera. Aquello non acabaria bien. Pero la caja le diria quien mentia, si una u otra, pero, ¿Y si las dos lo hacian? ¿Que habria en la dichosa caja? ¿Que habria en la caja sin duda? ¿Su muerte? Impelaba a Cristo Rey por un buen desenlace y hombre era, y así debia tomar una decisión.

Santiguose.

—Non importame no tenerlo al futuro. Deseo acabar con esto una vez por todas...—exclamó, alzando punta de nuevo y amenazando la caja en su mano siniestra, mientras empujaba la tapa abierta con un cauteloso pulgar.
—Ahora... muestrame... la verdad...—susurró con voz con antelación a flor de piel.

Ante aquel fogonazo, el español cubriose con la manga, cayendosele el sombrero, pero nunca bajó punta y nunca lo haria aun sin ver. Cuando todo disipose, una voz resonaba aun en su cabeza. Si aquella habia sido una elección y encomendabanle por la suya, no tan mal deberia estar haciendo el diestro. Pero pronto vió que no acabasen sus preocupaciones. Si acaso, habian ido a peor.

Tamaña bestia, de escamas escarlatas y ojos bañados en sangre, teñidos de rojo tinto, el español, tan solo tomó una honda respiración y quedose inmovil ante tal bestia. Habló, y aquella voz helabale el alma, una gota de sudor frio resbalabase por su espalda cuando aquella voz habló.
A su pausa, aprovechó a recolectarse y agachose a coger el sombrero.
—Si tan solo haceis eso, mal trabajo teneis, amiga mia. Habeis escogido un trabajo con la peor de las competencias, el Tiempo.—dijo mientras poniase el gorro de ala sobre la testa de nuevo.—Y si acaso non sabiais, nada gana el tiempo. Acero corroese, animales y pasto mueren, imperios desmoronanse y leyendas se olvidan.—

A su cinto, estaba Reyerta entonces. Non recordabale haberla envainado. Aquella bestia mitica, el dragon, carnaza de historias tan prosas y legendarias como la de San Juan o la de los míticos Caballeros de antaño, era tan centímetro imponente como aterrado hallabase el español en esos momentos. Quizas, por pura terquedad orgullosa, el diestro no mostrolo a la bestia y asin no darle el placer.
Temblabanle las manos. Una de ellas, sujetaba un extraño ladrillo negro. Casi pareciale demasiado ligero ahora. Raro como ninguna otra cosa habia sido aquella aventura pero el diestro bien sabia que acercabase al fin, podia intuirlo. Agarró el ladrillo negro con mayor presa y dió unas palmadas ligeras y cariñosas a la cazoleta de Reyerta.
—No estes celosa querida mia. Hay trabajos que el acero non puede solucionar.—poco a poco iba dandose cuenta de que aquella podia parecerse a Reyerta, pero no lo era. Pues era el gañan de Doce Punto quien habiasela arrebatado. Y sin embargo ahí estaba. Tan fiel como una mujer cristiana, votada en sangre y gloria.
—Pronto recuperare lo que es mio por derecho. Pero ahora...—
Dio dos pasos que se hicieron tres, luego cuatro, cinco y seis. Andaba el diestro hacia aquel dragon que tildabase "Luna Roja".
—Y sin embargo, he de confesaros, siento alivio. Si vos sois la temible Luna Roja. Si vos sois aquello que piensa cambiar y destruir todo, vos sois por quien los inocentes mueren a manos de aquellos sin moral, si vos sois tan terrible y con tanto poder, siento alivio. Siento alivio porque, por un momento, pensaba que seriais de veras un astro, pendiendo del cielo y que jamás podria alcanzar a tal cosa, a tanta distancia de persona tan pequeña que soy. Y, sin embargo, aqui estais. Un dragon, de todas las criaturas que podriais haber escogido, escogeis la única a la cual se ha probado exinta gracias al coraje de los hombres valientes.—pesaba el ladrillo en su mano, lanzandolo en el aire unas palmas para luego agarrarlo de nuevo y volver a repetir.—Y a mi coraje sobrame.—declaró desafiante. Dejaronle de temblar las manos. Listo estaba.
—¡Ven y destruyeme, Luna Roja! ¡Si acaso podeis lograr tan pequeño hito! ¡Venid que tan solo vais a matar a un hombre con honor y reputación!—
Ya estaba listo. Arrojaria aquel ladrillo negro en cuanto la bestia movierase con un solo ápice de amenaza.

Y no funcionó. Vaya churra, pensó. Sus esperanzas habianse desvanecido junto al ladrillo, inutil. ¡Habialo jurado como mágico! ¿Si acaso non era lo que mataba a dragones en novelas? Por muy abyecto que fuera, el español contaba de veras con que funcionase aquello. Y sin embargo, mantuvose en el sitio, sin retroceder un palmo ante el furioso ataque de la bestia contra la torre. Parpadeaba lentamente, como si todo lo demás se estuviera moviendo demasiado rápido. Cubriose con el capote cando la polvareda golpeole, haciendo lo posible por no toser, dirigiose a la bestia cando esta incitole a huir.
―Siento que non podre satisfacer ninguno de vuestros antojos, animal. Soy un diestro de la corona del Imperio español. Nunca huyo, aun con situaciones tan injustas como estas...―

Pronto cayose, non por su propia acción, sino que con el nuevo envite de la criatura, llegaronle imagenes. Visiones podria no llamarlas, de lugares y eventos cuya clarividencia escapabasele al diestro. Ojos desorbitados volvia a la su realidad.
―¡Por San Pedro! ¿Que fue eso?―exclamó. Intentaba recordar con claridad lo que habia visto en instancias.