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Rocavarancolia Rol
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26/11/15, 06:36 pm
Estancias y aposentos varios dentro del castillo. Los pasillos son recorridos ocasionalmente por criados que comparten una única mente.
Naeryan
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14/12/15, 05:28 pm
Un hechizo de asepsia, sangre introducida en una redoma protegida por una campana intangible de magia, un segundo hechizo.

Dama Aroma olfateó el contenido de la redoma, teniendo cuidado de introducir solamente la nariz. Analizó la mezcla de fragancias que le llegaban. Además de los dones que le concedía su dominio sobre los olores, se había administrado a sí misma un hechizo de amplificación sensorial.
—Normal, hasta donde puedo distinguir. Este cachorrito no debería haber dormido más de lo habitual.

Su interlocutor, un mago del castillo, no parecía sorprendido y resopló.
—Prepárate para repetir esa frase unas cuantas veces más. No debería decirte esto para no comprometer tus juicios, pero según las mediciones hasta ahora los niveles de Picadura de Morfeo son normales. No vas a encontrar nada fuera de lo normal.
—¿En todos? —la bruja pareció divertida—. ¿Han remoloneado en las camas de común acuerdo, entonces? No sabía que hubieran hecho los catres de las mazmorras más cómodos desde que fui cosechada.

Criaturas de Doce Punto revoloteaban a su alrededor o dentro de jaulas, repletas de la sangre que habían extraído a los cosechados de las mazmorras horas antes. Varios empleados más del castillo se afanaban en hacer mediciones.

—Ah, qué cosecha tan aburrida —dama Aroma balanceó los pies, que no le llegaban al suelo desde aquella posición en la silla—. La mitad se ha perdido el discurso. ¿Tal vez estamos perdiendo nuestro toque?
—¿Prefieres que trasgos se coman a la cosecha mientras aún duermen? Creo recordar que exiliaron a un tipo por eso.
—Roallen. Tiempos oscuros para Rocavarancolia, sin duda —apuntó otro a su lado.
—Si hubieran sido más de dos cosechados ese año nos habría dado igual. Tal vez le habríamos preguntado si estaban sabrosos y todo. Si hay buenos tiempos para comerse a un cosechado, es ahora.

Dama Aroma sonrió indulgente, pero carente de entusiasmo. Convivir con monstruos la había hecho tolerante a temas de carnicería, pero no quería decir que los disfrutase.

—¿Están sus esencias comprometidas? —preguntó dama Aroma curiosa. Una mirada severa de su interlocutor la hizo acodarse en la mesa, huraña. ¿Cuál era la gracia de que le pidieran un encargo desde el castillo si luego no le decían nada?
—Es una de las preguntas que nos han encargado contestar —le informó otro asistente, más amable.
—Parte de ellos han despertado ya. Con suerte esto será solamente una irregularidad y el resto despertarán pronto para que dejen de darnos la vara. Como si no tuviéramos ya bastante trabajo haciendo las mediciones de esencia para esos cagaansias del Consejo.
—Tal vez deberíamos llamar a un soñador, pero... ya sabes.
—Sólo son cosechados.
—Sí.
No valía la pena emplear recursos en algo descartable por definición. Dama Aroma suspiró y olfateó la siguiente redoma. Olía a normalidad.

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06/02/16, 07:18 pm
Shizel no recordaba haber estudiado tanto en su vida como lo hizo para presentarse en el castillo.  Hizo caso a Mánia y se centró en abarcar las costumbres de todos los mundos vinculados que pudo, tiró de la red de contactos que había establecido en su anterior empleo para averiguar qué otras personas tenían experiencia en aquellos ámbitos. Cuando se consideró preparado pidió una audiencia, y se vendió lo mejor que pudo.

Dado que no existían planes de interactuar abiertamente con Idris (algo que aún a día de hoy Shizel no estaba seguro de si le aliviaba o le decepcionaba) y que no solicitaba estadía en ningún mundo vinculado en particular, le asignaron un puesto no específico en el que tendría jurisdicción en una amplia baraja de ellos. El idrino era consciente de que aquella condición que para los más veteranos equivalía a "chico de los recados" retrasaría sus perspectivas de ascenso más que de haber empezado centrándose en un solo mundo, pero esperaba que a la larga aquello compensase como una prueba de su competencia en varios. Que cuando hubiese cualquier altercado en un mundo vinculado, la primera persona a la que avisasen fuese a él.

En un futuro, al menos. Ahora su residencia estaba en un ala del castillo, pero apenas la había pisado desde que se había mudado. En las escasas ocasiones en que se había podido permitir paradas de varios días en Rocavarancolia entre una estancia y otra Shizel miraba por la ventana y pensaba en lo lejanos que parecían sus días de cosechado, como si cuando vivía en Serpentaria pudiera rozarlos apenas estirando el brazo en una calle conocida. Ahora la ciudad misma parecía quedar lejos. El castillo era un bastión aislado, para bien y para mal.

Era más difícil mantenerse al día de lo que hacían sus amigos, advirtió. La Sede y Serpentaria estaban a poca distancia, y en sus visitas DL solía ponerle al día de lo que ocuría en el minarete.
Apenas había visto al cambiante en aquellos meses. Heiss le había mantenido ocupado a él también con encargos fuera de Rocavarancolia, las raras rachas libres que tenía Shizel nunca coincidían con las del foner y los escasos días que efectivamente habían podido pasar juntos habían sido más bien acompañarse mutuamente a la explanada de los portales antes de una nueva salida. Una vez había visitado a DL y a Enredo en su nueva casa, cuando el brujo la tuvo finalmente lista, pero el skrýmir acababa de volver de Irraria con una sobrecarga horrorosa de información encima y solo quería dormir.

El idrino se dio cuenta, con cierto pasmo distanciado, de que prácticamente estaban en el mismo punto en que lo habían dejado en las semanas posteriores a la fiesta en el Pub Muerto, cuando Shizel prácticamente se había excusado del resto del mundo para ponerse a estudiar como un condenado. Y después habían venido los viajes, el socializar con el resto de empleados del castillo, el tiempo que había empleado para familiarizarse con las embajadas de Libo y Nubla, y el presentarse como un nuevo punto de contacto ante los que trabajaban de incógnito en otros mundos. Incluso la nueva cosecha le había pasado desapercibida. No conceptualmente, por supuesto: era difícil encontrar un momento en el castillo donde hubiera más revuelo; sino porque apenas le había otorgado importancia.

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10/06/17, 11:15 pm
Las cocinas del castillo son un lugar tranquilo hoy en día, lejano del frenético trajín de asar carne humana y emparedar ojos típico de los días de gloria de Rocavarancolia. Las alas destinadas a alojar grandes cantidades de empleados en plena faena permanecen cerradas a menos que el reino organice algún evento importante.

La cantidad de visitantes del castillo ha aumentado considerablemente comparada con la desolación de Rocavarancolia hace más de diez años. Dama Araña había tenido ocho patas de las que servirse cuando estaba viva y el hombrecillo que ocupa ahora la cocina, caminando despacio de un lado a otro como si tuviera que guardar cuidado infinito consigo mismo, es solamente uno pero de alguna forma logra ocuparse de todo.

"Todo" es verdaderamente poco con los tiempos que corren. Traer bandejas de té y refrigerios  a las reuniones del Consejo, tal vez a la alcoba de algún habitante si a éste no le corre demasiada prisa, y apenas alguna otra cosa. No le piden más: con la apertura de nuevos portales pueden permitirse traer nuevos criados o esclavos que hagan las otras tareas más rápido y más eficientemente que él. Le mantienen en su puesto más bien como una concesión, una herencia de tiempos pasados que deben ser recordados. En la medida en que pueden hacerlo los hijos de la Luna a criaturas como él, una muestra de respeto.

El hombrecillo, siempre vestido de riguroso negro, refleja en su rostro macilento incluso más años de los que verdaderamente carga. Está viejo, pero los de su raza están hechos para resistir y servir.

Habían sido cerca de una treintena en el castillo en tiempos del regente Huryel, seres sincronizados que compartían una misma mente. Ahora sólo queda él.

La masacre de Hurza terminó con todos los demás pero a su parecer, una vez recuperado de aquel terrible golpe, no había razón para dejar de considerarse parte de un todo. Podía ser el último, pero ello no quería decir que sus hermanos nunca hubieran existido. Se conformó entonces pues, con la sencillez que otorgaba la servidumbre prolongada, con el nombre de Uno.

La última de sus tareas es encargarse de aprovisionar las bañeras con los víveres para los cachorros de Samhein. Mientras los cosechados no fallezcan intoxicados en masa nadie viene a revisar el trabajo de Uno, y se dedica a ello cada alba con la paciencia y el mimo de quien no puede hacer las cosas más que despacio.

Les observa también, y espera que ninguno de ellos se convierta en vampiro; lo hace a través de uno de los pocos artefactos del amo Denéstor que sobrevivieron a su muerte: un catalejo alado. Uno no lo ha domesticado con comida, sino con la tranquilidad de las cocinas donde nadie lo rapta del aire con brusquedad ni lo agarra sin delicadeza. Los ojos casi vacíos del criado son los únicos a los que acude voluntariamente, como una mascota dedicada. No es la misma clase de afecto que guardaba a su creador, pero éste lleva mucho tiempo muerto y todo lo que está vivo, aunque sea de forma prestada, necesita apegarse a alguien.

Uno recuerda a los hijos de la Luna de hace doce años. Cómo estuvieron a punto de conseguir algo grande, y de cómo no queda ya nadie a quien consolar de aquel empeño fallido. El rey es demasiado adulto y orgulloso como para aceptar bagatelas de un humilde criado, y el demiurgo se encierra en Altabajatorre buscando de vuelta la armadura de indiferencia que la Luna le arrebató.

No hay nadie, vivo ni muerto, a quien pueda dar las gracias por acabar con el monstruo que dio muerte a sus hermanos. Así que Uno paga su deuda con los que aún son cachorros, con la esperanza de que si algún día llega un nuevo Hurza y sus viejos ojos aún están vivos para verlo, hayan retenido la suficiente esperanza como para esta vez terminar lo que otros niños empezaron.

Rocavarancolia es ya bastante cruel. Un pequeño consuelo, de vez en cuando, no contaminará a la cosecha.

Las cestas que llegarán esta mañana contendrán una tableta de chocolate cada una.

[En temporalidad de Letargo ahora mismo: finales de segunda semana de diciembre]

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06/08/17, 03:07 am
—¿Qué deseas exactamente? —a Shizel no le agradaba aquel encargo. Madeja era un contacto en un mundo vinculado al que debía muchos favores de principiante, y le había pedido que los pagara practicando mentalismo una última vez con él, como excepción. El skrýmir no tenía muchas ganas de revivir su antiguo trabajo, y sospechaba que si Madeja se había conformado con ello quería decir que no se trataba de un encargo sencillo, u agradable. Seguramente ninguna de las dos.

—Es… —Madeja miró a todas partes hasta, al parecer, darse por vencido—. No puedo explicártelo. Es mejor que lo veas por ti mismo y que me lo quites. En su momento estaba orgulloso, pero… ya no puedo más.  

Shizel frunció el ceño. Que leyera mentes no quería decir que supiera qué sentido debía extraer de ellas. Con todo, decidió seguirle el hilo. Si lo que atormentaba a Madeja era tan evidente obtendría alguna pista enseguida.
—Muy bien. Siéntate, es mejor que estés cómodo.
El idrino no había querido hacer aquello en Gar, donde había tenido su antiguo punto de contacto con sus clientes. No quería ofrecer la impresión equivocada de que volvía al negocio. Madeja se sentó sobre la cama del skrýmir y éste hizo lo mismo a su lado. Entornó los ojos y se internó en la mente del fénix.

Disonancia. Shizel frunció el ceño sin darse cuenta. Le daba dentera, pero debía proseguir un poco más. Un borrón negro-

El skrýmir aulló de dolor. La cabeza se le estaba partiendo en dos, o eso sentía. Había sido expulsado con violencia de la mente de Madeja, y éste le miraba conmocionado.
—No debería haber… Oh, no. Va a saberlo. Lo siento, Shizel. Por favor, no le cuentes esto a nadie.
Shizel apenas se dio cuenta de que se marchó. Aquel ataque mental lo dejaría convaleciente y casi indefenso varios días.

Pocos días después, justamente, le llegaría la noticia de que Madeja estaba muerto.

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17/09/17, 08:39 pm
Ilen yacía pacíficamente sobre su lecho. Nada en su expresión habría traicionado que estaba muerto, de no ser por el enorme tajo continuo que abría el cadáver de cuello a ingle.

La muerte en Rocavarancolia seguía, para las criaturas escurridizas como Corann, el recorrido de una cadena de cartas en lugar de una línea recta. Había susurrado promesas en sueños a Ouróboros, que había amenazado a Mantícora que le había apretado las tuercas a Velador Ante, que se desquitó con Preto que intentó asesinar a Dolorosa y murió en el intento. Había agotado a la última a base de pesadillas y ésta le había dejado su carga de trabajo a Ilen mientras investigaba más a fondo su intento de asesinato, temerosa de una conspiración. Corann había puesto a trabajar entonces otra interminable cadena de fichas de dominó para que finalmente alguien acudiese por propia voluntad a asesinar al kell ahora que estaba arriesgándose a manejar algo fuera de su campo.
Había azuzado la violencia en los sueños del último eslabón, plantando imágenes muy concretas de cómo quería que apareciese el cadáver para que el pobre desgraciado creyese que era una obsesión propia. Corann se había asomado a los sueños de quien antes había sido Alphonse, y veía justo que los ratones de biblioteca, que se habían escurrido de la responsabilidad de sufrir sangre y dolor en su criba y tras su luna, recibieran en sus últimos momentos de vida un paladeo de aquello que llevaban esquivando todo ese tiempo.

El resultado final, en todo caso, era aquel cadáver y un puesto libre en la comandancia del ejército. Pronto habría más.

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06/07/18, 11:15 pm
Desde la habitación que Ceniza tenía acondicionada en el castillo podía ver a la perfección los trabajos en las dragoneras. Y, a pesar de que su inteligencia no alcanzaba para entender los matices de la situación, era más que suficiente para que se sintiera atraído hacia aquella vista. Quizás eran las continuas visitas del dragón con forma humana que lo había despertado de la piedra hacía tantos años, quizás sus palabras, aunque no las entendiera, habían calado en la portentosa bestia de Transalarada. Quizás era otra cosa. Fuera como fuera, Ceniza vibraba en su interior al contemplar aquel ajetreo. En algún nivel sabía que era importante.

Aquel día Andras Sula contemplaba a su lado aquellas obras. Su expresión parecía agotada, tanto como las de muchos otros habitantes de Rocavarancolia. En sus ojos, aun así, todavía brillaba como el primer día la ardiente determinación de los piromantes, mezclada con el poso de locura que poseían aquellos brujos. Y esa intensidad se exponenciaba cada vez que veía el movimiento que había en torno a las torres donde, tanto tiempo antes, y en el futuro cercano, habían habitado y habitarían los dragones.

—Pronto habrá terminado —musitó, posando su palma en la piel de su dragón—. Da igual lo que suceda, pronto todo estará listo —le anunció. Ceniza podría no entender el significado de las palabras, pero sí el anhelo y la determinación que poseía aquel muchacho que compartía con él un núcleo de fuego—. Pronto recuperaremos a los dragones que nos robaron. Y, entonces, volveremos a domar los cielos.
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30/07/18, 12:31 pm
Gahna andaba mirando por un catalejo, al menos ocasionalmente. Este no estaba vivo (solo quedaba uno de aquellos, y solía residir en otra parte del castillo), pero la tradición seguía siendo la tradición. Y, sobre todo, espiar cosechados le servía para aplacar los nervios. La Luna Roja que en pocas horas se adueñaría de los cielos de Rocavarancolia ya le hacía hervir la sangre, casi tanto como los dragones que ansiaba ver viviendo en aquellas largamente anheladas torres. De vez no podía evitar pegarles una larga mirada a aquellas bellas agujas que se proyectaban hacia el cielo. Por fin estaban terminadas.

—Nunca imaginé que eras del tipo cotilla. ¿O eso es preocupación por los cosechados?

Gruñó a la voz. Cicatriz la había encontrado poco antes, necesitando discutir algunos detalles acerca de los problemas que llevaban meses inundando la ciudad. Gahna no había estado de humor para seguir dando vueltas inútiles acerca de lo que sabían. No aquel día.

—No soy cotilla. Y los cosechados me dan igual —un resoplido. Luego dirigió el catalejo hacia el torreón del norte. Allí dentro había cosechados que todavía no sabía cómo habían conseguido sobrevivir, en especial el niño cojo y el que había tenido la genial idea de toquetear cosas de la Iglesia de la Oscuridad Devoradora—. Además, a veces es divertido. Me pregunto si los letarguinos alguna vez descubrirán que Hiss intentó merendarse a Mike —una sonrisa ladeada apareció en su cara. Estaba bastante segura de que si lo supieran no habrían llorado tanto a aquella niña.

Cicatriz bufó, aunque finalmente cogió otro de los catalejos. Aquellos podían no estar vivos, pero tenían otras mejoras: circuitos mágicos parecidos a los del aparato para espiar cosechados que estaba haciendo furor en los últimos tiempos. Podían espiar dentro de los torreones.

—Tienen cierta pinta de psicólogos —apuntó la hermana de dragones mientras los observaba. A veces se preguntaba si aquello era un torreón de cosechados o una escuela infantil—. Más que los sendarios, al menos.

—Lo que han pasado uno y otro grupo no es comparable. Ni de lejos —Gahna temió por un momento que Cicatriz intentara desviar la conversación hacia aquel maldito tema. No quería hablar de investigaciones, lo único que quería era destripar al causante de todo aquello por osar poner en peligro la gloriosa resurrección de Rocavarancolia—, aunque algunos soldados los ven como un entretenimiento. Parece que hay apuestas sobre si ambos grupos se matarán o no la próxima vez que se encuentren.

La medio maga arqueó las cejas. Era algo parcialmente sorprendente teniendo en cuenta que la ciudad estaba especialmente malhumorada, en especial con aquel tema. Aunque aquello siempre podía servir para aliviar la tensión entre los más monstruosos, en realidad.

—No sería extraño si se encuentran con la Luna Roja en el cielo. ¿El año pasado ya hubo asesinatos entre recién bendecidos, no? Y precisamente de gente de Letargo —en ese momento Gahna paseaba el catalejo entre los distintos grupos, soltando un gruñido al ver a los fareros. No dejaba de ser interesante que en todos ellos el sufrimiento había contribuido a fortalecer la unidad del grupo, salvo en Sendar, donde había ocurrido todo lo contrario. Sospechaba que si no hubieran sufrido las pesadillas las cosas habrían sido muy distintas—. Lo cual me hace recordar... ¿Ese se ha descontrolado como el anterior? Me es tan difícil creer que no como creer que no me he enterado.

—Sekkeh ha tenido suficiente cerebro para dormir en mundos vinculados.

Ah, entonces esa era la razón. A Gahna le había extrañado que el berserker no se descontrolara como Serokrai, pero no había oído las razones de por qué. Con una sonrisa pensó que no resultaba extraño que Cicatriz sí lo supiera: la Comandante de los Ejércitos se tomaba muy en serio el control de sus soldados. En especial desde que la falta de sueño llevó al antiguo ulterano a aquel último ataque de ira.

—Aunque eso me recuerda a mí otra cosa —la réplica de la licántropa llevó aparejada un pequeñó empujón hacia abajo del catalejo de Gahna. La hermana de dragones bufó, sabiendo lo que venía—, un tema del que no hemos acabado de hablar. Como iba diciendo...

—Te lo dije antes y te lo digo ahora, Cicatriz: no me amargues este día —su interlocutora frunció el ceño, pero ella siguió hablando, indiferente—. Sabes bien que yo soy la primera que quiere sacar las tripas a ese cerdo y clavar su cabeza en una pica en Altabajatorre, ¿pero has descubierto algo nuevo? ¿Hablar de eso ahora nos conducirá a descubrir cómo detener esta marea de pesadillas? ¿Vamos a avanzar lo más mínimo si charlamos de eso hoy?

—No —el gruñido que sostenía la claudicación de Cicatriz lo habría saboreado en otro momento, Gahna lo sabía.

—Entonces disfrutemos. Hoy sale la Luna Roja, Cicatriz, hoy es el día más especial para Rocavarancolia. En muy pocas horas la auténtica reina de esta ciudad volverá a dominar los cielos —su voz sonaba casi enfebrecida, como sonaba la mayoría de bendecidos aquel día. Gahna no podía esperar para ver aquel portentoso astro inundando el cielo, para sentir correr por sus venas el poder puro que le regalaba.

Ya sentía un mayor poder, por supuesto: como todo rocavarancolés capaz de hacer magia Gahna llevaba notando semanas como su energía mágica aumentaba día tras día. Nada podía compararse, sin embargo, a la noche de la salida de la Luna Roja. No por nada era el momento en el que todo hechicero presente en Rocavarancolia alcanzaba el mayor poder que podía poseer.

—¿"Muy pocas horas"? Con los nervios que tienes esperaba que pudieras al menos afinar tanto como el niño reloj de Maciel —fue un intento de broma, no dicho con mucha fuerza, pero lo suficiente para que Gahne resoplase, su forma de reír. Luego ambas volvieron a mirar por los catalejos. Aquel día no tenían, en realidad, mucho más que hacer. El Consejo tradicionalmente no se reunía hasta uno o varios días después de la salida de la Luna Roja, a menos que fuera absolutamente necesario. Y, viendo que en aquel momento no había más datos del problema de las pesadillas que hacía unas semanas, no lo era.

Ambas se quedaron calladas durante un rato, observando no solo a los cosechados, sino a Rocavarancolia entera. La ciudad contenía el aliento, con los últimos presagios  despertando. Gahna vio cómo surgía un ave de una madriguera en las montañas, muy cerca del castillo. Parecía estar formada por algo a medio camino entre carne, humo y luz, y dejaba una breve estela de bioluminiscencia al volar. No creía recordar haberla visto nunca, y la medio maga no pudo sino inspirar, fascinada con las maravillas que Rocavarancolia todavía se escondía.

Ninguna volvió a hablar hasta un rato después. Las sombras ya se alargaban en aquella última caída de la tarde antes de la salida de la Luna Roja. El torrente de expectación pura casi ensordecía a Gahna, aunque, por supuesto, también a Cicatriz. La única diferencia entre ambas era que una lo demostraba y la otra no.

—Hmm, Cicatriz...

—¿Qué?

—¿Crees que alguien se transformará en no-muerto? Las reacciones de los cosechados cuando eso sucede pueden ser bastante... curiosas.
Giniroryu
Giniroryu
GM

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Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas

Personajes :
Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
Lethe: Horus, enderth.
Rägjynn: mjörní.
Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.


Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.

Armas :
Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
Irianna: arco y estoque.
Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
Lethe: arco y lanza.
Rägjynn: jō.
Naeleth: arco, sai y báculo.


Status : Gin: do the windy thing.

Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.

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11/02/21, 10:53 pm
Melodes se despertó por primera vez en varias semanas. Realizó un par de hechizos rápidos para mostrarse más presentable ante su inminente visita.
La llamada a la puerta de sus dependencias no fue inesperada en absoluto. El oniromante abrió sin esperar ni un solo instante.

—Misticia —dijo con un asentimiento de cabeza invitando a la arpía a pasar y señalándole una silla.

—Imagino que no te importa que vaya al grano.
El soñador asintió de nuevo. Ambos sabían de qué tenían que hablar.

—Si no me equivoco no va a ser fácil convencerlos, ¿no es así?
—Estoy bastante seguro de ello —confirmó Melodes—. Por buenas razones, sin ánimo de ofender. Cicatriz es sin duda la candidata ideal y el nuevo Señor de los Asesinos acaba de regresar y no queda nadie en el Consejo que esté familiarizado con vosotros. Nuestra anterior Señora de los Asesinos es la única superviviente de aquella época que haya sido recientemente miembro del Consejo, pero no goza de una gran popularidad, debo decir.

—Sí, algo he oído... Pero no hay otra opción.

—No. El único futuro con esperanzas pasa por intentar nombrar regente a Aberyk. Debemos tratar de encaminar los votos hacia ese resultado sea como sea.

—Sí, pero ya debes saber que no podemos ser demasiado explícitos con los motivos.

—Algo he intuido al respecto, aunque creo que no lo he llegado a comprender del todo. No tiene importancia ahora mismo, me es suficiente con saber cuál es el siguiente paso y debo asegurarme de que se cumpla. Por eso he abandonado el plano onírico por ahora: debemos colaborar para llegar a ese futuro.

—Haré todo lo que esté en mi mano, aunque creo que deberías ser tú el portavoz en todo momento: sin duda gozas de mayor confianza entre ellos.

—Así lo haré, aunque no creo que estén tan ciegos como para desestimar las visiones de una arpía. Mucho menos en circunstancias tan apremiantes.

—Espero que tengas razón. Hay tantas cosas que pueden salir mal...

—No pensemos en ello, estimada Misticia. Es el momento de actuar.

La arpía se levantó de su asiento y le dirigió una mirada firme y determinada al soñador.
—Ahora o nunca.

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27/02/21, 05:35 pm
La comandante de los ejércitos del reino observaba toda la ciudad desde una de las habitaciones más altas del castillo. A su lado había una momia vieja e irritante, parloteando una y otra vez sobre la próxima elección del regente de Rocavarancolia. Garoni era menos odioso que dama Azahar, pero por un margen estrecho.

—No retiraré mi candidatura —su voz sonó como un látigo—, así que ahórrate la saliva. Si crees que Aberyk está mejor preparado que yo —fue incapaz de evitar que el desdén se derramara en su voz— entonces intenta convencer al resto de que vore por él.

—Qué intransigente eres, comandante —el tesorero real soltó una risita—. Por favor, no te cierres tanto. Al final todo esto no son más que negocios.

La licántropo lo fulminó con la mirada. Esa mirada habría aterorizado a buena parte de los habitantes de la ciudad, pero amedrentae a Garoni no era, precisamente, una tarea fácil.

—El futuro de Rocavarancolia no son simples negocios —Garoni bufó, y ella gruñó—. Y no entiendo esa insistencia. No sabemos nada de él —los registros de los ejércitos de Sardaurlar se habían perdido en la guerra, al fin y al cabo—, de sus habilidades, de sus ambiciones, de su capacidad de liderazgo... Y en los meses que ha estado en la ciudad no es que haya destacado precisamente.

Había algo parecido al desprecio en su voz. Había peores personas para ser parte del Consejo que Aberyk, Cicatriz lo sabía, pero no creía que fueran muchas. En los meses desde que la legión de los Audaces había regresado el Consejo los había vigilado de cerca. El inmortal era, con mucho, el que menos apto consideraba para formar parte del Consejo Real. Ni hablar de que ocupara el puesto de regente de Rocavarancolia.

—Como digo, negocios.

Garoni soltó una risita ante la mueca de Cicatriz. Amaba Rocavarancolia tanto como el resto, por supuesto, pero le divertía profundamente ver las expresiones de quienes reverenciaban aquella ciudad cuando se topaban con la ligera irreverencia que él le daba. Y, si bien la Comandante nunca había sido tan extremista como Gahna en ese sentido, el breve lapso como máxima responsable del reino no le estaba sentando bien. En su opinión necesitaba bajar un poco de la nube en la que estaba.

Garoni amaba a Rocavarancolia, sí, pero él solo reverenciaba al oro.

—Serías una regente terrorífica, Cicatriz —dijo cuando el silencio se extendió demasiado—. Gastarías tanto en el ejército... ¿Y reconstruirías en un mes todas las torres de guerra, verdad?

Sonrió cuando vio el brillo de enojo en la cara de su compañera. Sí, claro que ese había sido el primer plan que había hecho cuando se asentó la conmoción por el asesinato de Andras.

—¿Me estás diciendo que entregarías las riendas del reino a alguien todavía más pasivo que Andras solo por... por tu estúpida calderilla?

Garoni bufó y a punto estuvo de decir que sí, que claro que lo haría, ¿acaso no lo conocían ya? Pero decidió callarse en el último momento. La expresión de Cicatriz no presagiaba nada bueno.

Estaba preguntándose cómo sacar su carta secreta cuando su interlocutora se lo puso en bandeja.

—Dile a Aberyk que si quiere negociar que venga direct-.

—No me envía Aberyk —sonrió bajo sus vendas—. ¿Estás segura de que no quieres retirarte? ¿Estás segura de que el mejor de los futuros de Rocavarancolia viene por tu mano?

La comandante bufó y, un instante después, al darse cuenta de lo que Garoni había dicho, le miró con sospecha. El mejor de los futuros posibles... ¿Podía ser que aquella irritante momia actuara, por una vez, no por tacañería sino por consejo ajeno? ¿El de cierto soñador, quizás?

Un instante después desechó ese pensamiento. Garoni era incapaz de pensar en algo que no fuera oro.

—Creo que si Melodes quisiera hablarme de los mejores futuros de Rocavarancolia lo haría él mismo —la momia bufó—. Y, honestamente, eres la última persona en la que confiaría para transmitirme el mensaje de un soñador. Estoy bastante segura de que Melodes lo sabe.

—Bueno, en términos estrictos no es un mensaje suyo —Garoni se apoyó en la balconada, mirando con ojos aburridos a Rocavarancolia—. En realidad le he interrogado y no quiere soltar prenda. Algo sobre que prefiere no interferir en el curso de los acontecimientos —le había irritado en extremo, de hecho. Garoni haría lo que fuera por poder anticipar las cuentas del reino con la seguridad con la que podía hacerlo un soñador—. Pero me ha revelado que votará por Aberyk. Si alguien capaz de ver el futuro toma esa decisión... ¿No significa eso que lo mejor sería votar por el Señor de los Asesinos?

Cicatriz se crispó al escuchar esas palabras. Garoni no parecía estar mintiendo, y eso era suficiente para provocarle dudas, y eso era suficiente para enfadarla. No era particularmente orgullosa: al contrario, conocía muy bien sus defectos, así como sus virtudes. Y justo por eso sabía que sería una buena regente. Podía guiar a Rocavarancolia durante un tiempo, hasta que apareciera alguien que el Trono Sagrado aceptara. Y, en ese lapso, sería perfectamente capaz de preparar Rocavarancolia para que dejara de ser un maldito estercolero. La prepararía para que quien quiera que le sucediera a las riendas del reino pudiera llevar a la ciudad a una nueva época de gloria.

Si Melodes pensaba que eso no era lo mejor (y no lo creería de verdad hasta escucharlo de sus labios)... ¿Por qué? ¿Acaso el futuro le decía que no confiara en ella? ¿O es que Rocavarancolia no le importaba de verdad? La licántropo dudaba seriamente que fuera esto último, pero en aquella ciudad no existían seguridades.

—Si tanto quieres que Aberyk sea elegido... ¿Por qué no intentas convencer a otros de que le voten en lugar de decirme que renuncie a la regencia? No lo haré, no me puedes convencer de ninguna manera.

Para que la renuncia fuera válida Cicatriz debería proclamarse indigna de portar las joyas de la iguana al menos ante la mitad del Consejo Real. Y no pensaba decir tal mentira. No solo era más proactiva y poseía mayor capacidad de liderazgo que Aberyk: llevaba en la ciudad más tiempo que él (al menos si no se contaba la época de antaño, cosa que ella no hacía). Conocía a la perfección el estado actual de Rocavarancolia, la mayoría de sus, a falta de una palabra mejor, funcionarios. Conocía el nombre de cada soldado, de los proveedores más importantes del Consejo... Y llevaba cierto tiempo preparándose para la eventualidad de convertirse en regente. Habría sido una estupidez desechar la posibilidad, teniendo en cuenta la naturaleza de la ciudad y la gran cantidad de reyes que habían muerto mucho antes de tiempo.

—Porque quieren votar por ti con muchas, muchas ganas. Al parecer temen que Aberyk no quiera gastar mucho dinero en albañiles, igual que tú —la ironía se derramaba por la voz de la momia, y Cicatriz tuvo que morderse la lengua para no arrancarle la garganta. Claro que sí.

El Consejo Real llevaba años, muchos años, intentando reconstruir o, al menos, adecentar zonas de Rocavarancolia. Había habido una infinidad de proyectos interesantes que el maldito ávaro que estaba a su lado había rechazado una y otra vez. Andras Sula podría haber anulado a Garoni, por supuesto, pero lo único que le había importado de verdad era Ceniza. Probablemente ni siquiera se habrían reconstruido las dragoneras si no hubiera sido por el interés personal del rey.

Por otra parte si Melodes de verdad iba a votar por Aberyk... Cicatriz inspiró con furia. ¿Por qué haría algo así?

Negó la cabeza y se dio la vuelta, resuelta a preguntarle. En la puerta se paró y le habló a esa momia tan terriblemente tacaña.

—Si Aberyk es elegido —le dijo, con una voz que era puro hielo— querré un resarcimiento.

—¿Cuál?

—Desde hace siglos quien dirige a los ejércitos de Rocavarancolia se encarga, también, de custodiar el Panteón Real. Eso se deshizo en la guerra, pero dado que fue para honrar a una persona que ahora ha muerto, bueno... Mantener ambos cargos divididos no es necesario, ¿verdad?

—Tienes razón. Cuando Aberyk sea confirmado como regente apoyaré una moción para volver a unir los dos cargos en ti.

Garoni intentó no parecer demasiado ufano al hablar. Estaba seguro de que lo había conseguido. Y, con suerte, la elección de Aberyk (tan pasivo, tan indiferente a todo) le permitiría controlar al Consejo todavía más de lo que lo había hecho en el reinado de Andras. Desde luego podría hacerlo mucho más que con Cicatriz al mando.

No lo consiguió. Cicatriz salió de aquella estancia furiosa, decidida a que Melodes le dijera por qué Aberyk, y no ella, debía ser regente. Si la convencía... quizás, y solo quizás, hablara con Akeyo y dama Aroma para decirles que no votaran por ella.

No hablaría con Gahna. Estaba segura de que nada podría convencerla de votar por Aberyk.
Giniroryu
Giniroryu
GM

Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas

Personajes :
Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
Lethe: Horus, enderth.
Rägjynn: mjörní.
Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.


Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.

Armas :
Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
Irianna: arco y estoque.
Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
Lethe: arco y lanza.
Rägjynn: jō.
Naeleth: arco, sai y báculo.


Status : Gin: do the windy thing.

Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.

Dependencias Empty Re: Dependencias

16/03/21, 08:42 pm
—Esto no tiene el más mínimo sentido.

Aberyk entró a pasos apresurados en el cuarto de Leahrrä una vez la mjörní le abrió la puerta, siendo aquellas palabras lo primero que dijo nada más poner un pie en la estancia.

—Claro, Aberyk, sé perfectamente de lo que me estás hablando —ironizó Leahrrä.
—En realidad estoy bastante seguro de que sí —se cruzó de brazos el Señor de los Asesinos.

La dríade suspiró, indicándole con un gesto que tomase asiento y haciendo ella lo propio.
—La regencia, ¿no?

—La regencia. ¿Por qué de repente un ochenta por ciento del Consejo, de personas que apenas saben nada de mí, quieren elegirme su regente cuando tienen a una candidata claramente mucho más competente y en la que confían? Al principio dama Aroma y Akeyo apoyaban a la Comandante, pero ahora de pronto también han cambiado de parecer. Parece que la Maga Suprema sea la única que está pensando con lógica.

—Ese porcentaje te lo has inventado.

—Leahrrä —se quejó el arfiano en tono cansado.

—Desconozco los motivos, pero he oído que el soñador ha estado moviendo los hilos, ¿no es así?

—Aparentemente ayudado por Misticia —había algo de reproche en el tono del Señor de los Asesinos. Se había cruzado con la arpía en el pasillo y estaba bastante seguro de que también le había hecho una visita a la dríade. Se hubiese jugado su hora de la siesta en que la mjörní estaba bastante mejor informada de lo que quería dar a entender.

—También lo he oído, sí. Pero no sé más que tú. Misticia ha sido muy vaga en sus explicaciones. Solo ha dicho que estaba haciendo lo que tenía que hacer.

—No lo entiendo. No tiene el menor sentido. ¿Cómo va a ser algo bueno que yo sea elegido regente? ¡Por los Dioses, Leahrrä, tú me conoces mejor que nadie! No podrías.. no sé... ¿Explicarles por qué es tan mala idea o algo?

La dríade lo miró durante unos instantes con gesto serio, hasta que dejó escapar una breve risa.
—Tantos años y sigues pareciendo un niño pequeño, y no me refiero solo a tu apariencia juvenil. Aberyk: dos personas con la capacidad para predecir el futuro parecen creer que es lo que hay que hacer. No he tenido tiempo para formarme una opinión firme acerca de Melodes, pero ambos conocemos a Misticia y sus capacidades. Yo no poseo ese don, así que no puedo siquiera aventurar el por qué de dicha decisión. Pero parece importante para el futuro de Rocavarancolia, sea lo que sea. Así que tal vez sea hora de que actúes acorde a tus cientos de años y dejes de eludir tu responsabilidad.

Leahrrä le dedicó una mirada dura pero que, de algún modo, al mismo tiempo trasmitía apoyo. El Señor de los Asesinos se dejó caer en la silla con cansancio y suspiró.
—A veces odio saber que normalmente tienes razón.

—Es uno de mis defectos.

Cuando el Señor de los Asesinos abandonó la habitación, la dríade se asomó por la ventana de su cuarto para contemplar la ciudad a lo lejos. Amaba a aquel montón de ruinas por encima de todas las cosas, aunque eso incluía también a los que vivían en ella. Tenía mucho que meditar.
Zarket
Zarket

Ficha de cosechado
Nombre: Rádar
Especie: Carabés
Habilidades: Resistencia, velocidad natatoria, nociones de lucha
Personajes :
Spoiler:

Armas :
Spoiler:

Status : Jinete del apocalipsis (¡ahora con extra de torpeza social!)
Humor : En muerte cerebral.

Dependencias Empty Re: Dependencias

07/09/21, 06:37 pm
Leahrrä miraba toda la ciudad desde lo más alto del castillo. El sol se iba poniendo lentamente en la ciudad en ruinas. Las sombras se alargaban en aquel primer anochecer de su reinado.

Fjyr volaba a su alrededor, graznando una y otra vez. Se posó en una almena cercana y habló.

—¡Muerte! ¡Muerte!

La reina de Rocavarancolia lanzó una mirada mordaz hacia el brökt. «Sí, pájaro de mal agüero. Muerte». Rocavarancolia exhalaba con lentitud aquella tarde, como todas las anteriores. La ciudad de los portentos era una enferma grave, de la cual todavía no se sabía su destino. ¿Lograría recuperar su fuerza y regresar a la salud, o sus alientos se irían volviendo cada vez más débiles hasta que su vida, simplemente, se apagase?

La dríade tenía una cara sombría. Sus ojos se posaban en cada detalle que entonaba o desentonaba con la ciudad: la Torre Doce, la gigantesca cicatriz de Arax, el barrio en ruinas, el minúsculo punto de vida en el noreste de la ciudad, el barrio quemado, los restos de las torres de guerra...

Había una cantidad ingente de trabajo que hacer. Trabajo que era suyo. Su predecesor había dejado demasiados de sus deberes en manos del Consejo, había eludido sus responsabilidades hacia Rocavarancolia. Tenía claro que ella no lo haría. Ella era la reina de Rocavarancolia, las joyas de la Iguana que usaba lo atestiguaban. Suyo era el deber de resucitar a esta ciudad marchita, mustia, al borde del desfallecimiento. Y cumpliría con ese deber hasta que exhalase su maldito último aliento.

Se lo debía todo a Rocavarancolia. Todo. Si debía entregarse a sí misma para salvarla lo haría encantada.

Los planes ya surcaban su mente. Lo principal, por supuesto, era asegurar la resurrección de la ciudad, a todos los niveles. A las nuevas remesas de transformados se les debía tentar con la fabulosa gloria y la imposibilidad de Rocavarancolia: ellos serían los principales instrumentos de la revitalización de la ciudad a través de su puro esfuerzo, trabajo y tesón. Para ello debían aprender mucho más rápido que los últimos grupos de transformados que en Rocavarancolia había más que terror, sangre, dolor y muerte; y que lo gris y arruinado no formaban parte alguna de su naturaleza.

Quienes llevaban varios años en Rocavarancolia también debían ser tenidos en cuenta. Era una ridiculez cualquier pretensión de que su debilidad, pereza o estupidez era mayor que en épocas antiguas. La indiferencia del Consejo, el desdén o incluso hostilidad de los antiguos habitantes de la ciudad, no haber tenido la oportunidad de experimentar algunas de las mejores facetas de Rocavarancolia... Esas eran las auténticas explicaciones a las diferencias que las generaciones más jóvenes tenían con las viejas. Debía corregir todo ello: alimentaría su ambición natural, fuera cual fuera esta. Les otorgaría, si lo deseaban, la ayuda que habrían tenido en la antigua Rocavarancolia, y que les había sido negada.

Y luego estaban los antiguos rocavarancoleses. Su forma de pensar y sus recuerdos se parecían más a los suyos propios que los de los nuevos habitantes de la ciudad. Aquello era un alivio tanto como una preocupación. Sospechaba que algunos de ellos estarían entre los que menos problemas le darían. Otros, sin embargo, estarían entre los más difíciles de tratar.

Al final, todos deberían unirse en un único frente: antiguos, nuevos y futuros deberían trabajar como un solo ser para salvar a Rocavarancolia del abismo. Sabía qué debía hacer para eso, pero los detalles serían complicados de afinar.

Fjyr alzó el vuelo, volviendo a graznar. Sus ojos siguieron esa trayectoria, que de camino captaron las torres dragoneras. Algunos dragones volvían de sus entrenamientos. Otros ya estaban dormidos, y sus bramidos apagados se escuchaban por toda la ciudad.

—¡Vida! ¡Vida!

Leahrrä se permitió una sonrisa. Sí. Vida.

Rocavarancolia no estaba muerta, por mucho que lo pareciera. Todavía vivía. Y todavía viviría durante muchos milenios más, si ella tenía algo que decir al respecto.
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