El Río

Escucho atentamente a Nia mientras se explica. Entiendo lo que quiere decir, y no sé cómo animarla. No estoy seguro ni de cómo me animo a mí mismo para seguir adelante, simplemente lo hago. Tampoco dejé tantas cosas atrás en la tierra, aparte de mi familia, lo único que añoro. Nia termina por llorar, aunque trata de que no me de cuenta. Se sumerge en el agua y al cabo de un rato sale de nuevo, mirándome a los ojos por primera vez. Aunque también se le desvía mucho la mirada hacia algo detrás de mí, no sé el qué. Esto es principalmente por Harm... claro que todavía no lo ha superado, tardará mucho tiempo en hacerlo. Sigo mirándola a los ojos, tan cerca de su cara. Antes de empezar a hablar reprimo un pequeño temblor del labio inferior. Todavía no sé qué decirle, pero me obligo a hablar.
-Qui... quiero que sepas una cosa. Aunque seamos monstruos, aunque esta no sea la ciudad más tranquila del mundo... aprenderemos, nos acostumbraremos. Para eso nos tenemos los unos a los otros. No importa nuestro aspecto, que cambiemos un poco... mientras nos sigamos apoyando. Haremos lo que sea para vivir bien y tranquilos aquí. No es tan terrible si lo piensas... Estábamos destinados a cambiar, transformarnos. Te lo dije antes pero lo diré de nuevo, somos lo que debemos ser. -Cojo con suavidad su barbilla y hago subir su cabeza para que me mire a los ojos. Sonrío tratando de transmitirle tranquilidad, quiero que sepa que está entre amigos. Pero entonces me doy cuenta de que su piel se está volviendo roja donde la toco, secándose. Retiro la mano rápidamente, asustado. Claro que entiendo y comparto su preocupación. Somos monstruos, ¿cómo puedo decir lo que digo? ¿Lo creo de verdad, acaso? Aparto la mirada y vuelvo a ponerme en pie sobre el agua, dándole la espalda-. Lo siento... Lo siento muchísimo. Será mejor que vayamos al torreón cuanto antes.

-Nunca he dicho que no me guste mi aspecto...-dijo Nia acariciándose el brazo derecho con el opuesto.-Pero solo digo, que, tanto sufrimiento, para seguir sufriendo...-Nia cerró los ojos y se mordió el labio. Y entonces él le coge la barbilla con suavidad y la mira a los ojos. A Nia se le ponen vidriosos los ojos pero él rápidamente se aparta, al ver que la está quemando. Nia se queda desilusionada y se frota la barbilla. El chico se da la vuelta e insiste en partir sin demora al torreón. Nia lanzó el hechizo de levitación y abrazó al chico por la espalda con fuerza, para que no se separara, quemando lentamente la piel que estaba en contacto con Nia.
-¡NO TE SEPARES DE MI! ¡Nunca! ¡Quiero abrazarte! ¡No me importa lo que duela!
Sin embargo, la piel se secaba bajo las llamas y entonces una lucha entre la regeneración de Nia y las llamas de Gael comenzó. Nia resistió la caliente sensación que le recorría todo el cuerpo, quemandole la piel y Gael se retorció. Pero Nia hizo un esfuerzo y, mientras aun le tenia aferrado, siguió hablando.
-No tienes porque saberlo todo...Esta bien no saber algo... Así que...No pienses que tienes que decir algo siempre...El silencio también dice mucho...-dijo Nia mientras el abrazo llegaba a su fin y, derrotada, Nia se separó y se volvió a introducir en el agua, soportando el dolor de la regeneración instantánea.

Oigo como Nia sale del agua y de súbito se me abraza, dejándome sin habla. Lo primero que noto es su piel fría y viscosa, que extingue mis llamas haciendo un ruidito... sé que están quemando su piel, pero ella me agarra fuermente. No sé si puedo creerla... ¿por qué iba a valer la pena tocarnos si era dolor para ambos? Especialmente para ella... ella... no quiero verla quemarse y regenerarse constantemente, ambas cosas duelen. Me retuerzo para que me suelte ya, pero no cede. Se me humedecerían los ojos de angustia, pero si es que lo hacen, las lágrimas se evaporan nada más salir. Ella volvió a hablar de nuevo. Tiene razón... no debería abrir la boca, nunca he tenido la soltura para hablar... para ayudar la gente... Solo espero no haberla ofendido. No hablaba solo de cambios físicos, pero ahora no puedo remendar, es mejor dejarlo estar, solo quiero que entienda que quiero que sea feliz por encima de todo.
Cuando por fin se suelta noto un alivio enorme. No por mí, sino por ella. Mis llamas se regeneran enseguida cuando ella se separa. Al volverme me da tiempo a verla meterse en el agua, con la piel rojiza por el calor y su regeneración. Me asomo al río buscándola por el fondo sin poder encontrarla entre la turbidez del agua. No puedo verla, pero espero que ella sí pueda oírme a mí a través del agua y del ruido de la corriente.
-¡Te prometí que no me separaría de tí! ¡Pero no pienso hacerte daño jamás! ¿Me oyes?

Nia bajo el agua estaba sentada, agarrándose la falda para si, roja para un tomate. Las palabras de Gael le llegaron y no solo a los oídos. Su corazón retumbaba como si quisiera salirsele del pecho. Nia tragó saliva y emergió delante de Gael y le abrazó por delante, colgandosele por el cuello, aproximando sus labios a los suyos, no sabia que tendría que hacer a continuación, pero tan solo los quería juntar como había visto con envidia incontables veces. La carne blanda de uno se juntó con la carne blanda del otro, tan diferentes, y tan parecidos a la vez. La sensación seca de Nia combinada con la sensación seca de Gael, entremezclándose en un solo ser, y, durante unos instantes, en los que Nia cerró los ojos, le pareció como todas las demás preocupaciones, todos los problemas desaparecían. Explorar era divertido.
Nia se separó lentamente, saboreando hasta el último de aquellos momentos tan aparatosamente dulces, con una sonrisa en su cara y abrió los ojos lentamente, fijándose en la cara de Gael. Al instante se apartó un poco y jugueteando con los dedos, nerviosa, preguntó lo primero que se le pasó por la mente.
-¿Te-Te ha gustado?-

Me quedo sobre el agua, observando a mis pies para encontrar el escondite de Nia, cuando ella emerge de pronto y se echa a mis brazos.
-¿Pero qué te he dicho...? -empiezo a decir hasta que me quedo paralizado al ver su cara tan cerca de la mía. Sin darme tiempo a pensar posó sus labios sobre los míos, haciendo que se me cortase la respiración. Incluso dejé de pensar. Sentía cómo un súbito calor se extendía por mi cuerpo, notaba ardientes las mejillas. La intensidad de mis llamas iba en aumento en quellos lugares donde Nia no me estaba tocando, y donde sentía su frío también notaba un cosquilleo agradable que contrastaba con el dolor. Me perdí en pensamientos estúpidos que llegaban y se iban. Que no sabía qué hacer, que no debíamos, que la quería, que somos unos críos, que somos unos monstruos. Pero de pronto se acabó. Se separó de mí y cuando abrí los ojos la encontré mirándome. La piel enrojecita tenía mal aspecto y casi tuve que apartar la mirada, pero me negué a hacerlo. Mientras ella apartaba la mirada y jugueteaba con sus manos respondí a su pregunta casi sin pensar.
-No. -No pude hacer una pausa, no quería que me malinterpretara ni por un instante-. ¡Mírate! ¿Cómo puedo quedarme tranquilo sabiendo que eso es culpa mía? -digo señalando a sus quemaduras en plena regeneración-. Te acabo de decir que no quería hacerte daño, por eso tenía que mantener las distancias. Pero... -añado tembloroso- pero no puedo. La próxima vez... No, esto... -trato de rectificar, no sé lo que quiero, ¿a qué me refiero con próxima vez? Me muerdo el labio inferior y termino la frase de todas formas-. Solo avísame.
Acto seguido hundo una mano en el agua y cuando la saco completamente apagada la agarro por un brazo y tiro de ella hacia el fondo del río. Los dos nos hundimos haciendo salpicar el agua en todas direcciones. Suelto a Nia bajo el agua y nado hacia la orilla entre temblores casi espasmódicos. Me arrastro a la orilla y me quedo arrodillado en el suelo, sintiéndome débil y mareado. Más indefenso que nunca. Nia emerge del agua detrás de mí y me vuelvo hacia ella jadeando. Solo espero que el agua ayude a curar mejor su piel.
-Así sí... -digo de forma entrecortada. Le pido que se acerque y me abrazo a ella fuertemente-. Nada de acercarse si no estoy así, ¿v...vale? -reprimo un escalofrío-. No quiero hacerte daño, te lo repetiré las veces que haga falta. Y... y ahora... deberíamos ir al torreón, ¿no?
Hago ademán de separarme de ella pero no lo consigo, ahora que por fin puedo tocarla hasta que empiece a secarme. Siento el corazón desbocado en mi pecho y me da miedo moverme.

Gael la reprendió duramente y a Nia le comenzó a temblar el labio. Ella tan solo quería besarle, como un los cuentos que había leído. Todos eran felices después del beso, pero a Gael no le había gustado. De pronto, sin avisar, el chico se tiró al agua con ella, apagando sus llamas.
Nia salio a la superficie a tiempo de comprobar como el chico salia del agua arrastrándose, más muerto que vivo. Nia frunció el ceño y se acercó a él mientras se retorcía.
-Eres el más tonto de los tontos, Gael.-dijo con un puchero y se puso a calentarle con un hechizo térmico pero no le dio mucho tiempo puesto que el chico la abrazó por sorpresa.
-No me vale. Es muy cruel y doloroso para ti tanto como para mi el verte así, pero encontraremos una manera.-siguió abrazada a él y prosiguió con el hechizo térmico, secando su piel.
-Y no vamos a ir al torreón hasta que no me vuelvas a llamear como una antorcha...Hay que ver...-decía Nia, quejándose, mientras hacia que entrase en calor, secandole también. De pronto, su bioluz cambio repentinamente. Un destello tiliteante de color rojizo inundó a ambos.
-Oye...¿puedo pedirte un favor?-el chico la miró extrañada pero accedió.-¿po...¿podemos repetir?-dijo muy sonrojada, mientras la luz brillaba con intensidad.

-No... no es para tanto -trato de justificarme mientras ella intenta hacerme entrar en calor. Trato de decirle que no hace falta, que no lo he hecho para secarme tan pronto tampoco, pero me quedó cortado-. Podemos ir yendo... no me importa caminar. -Recuerdo que estoy descalzo, pero aún así no me importa ponerme en marcha. De pronto su luz cambia de color, ¿pero qué...? Iba a preguntarle qué le pasaba cuando vuelve a hablar. Me sonrojo inevitablemente, ahora que ni las llamas ni el tizne de mi piel lo disimulan. Miro al suelo tartamudeando y jugueteo con mis dedos. En la piel que no cubre la ropa mojada los chisporroteos previos a las llamas están empezando a aparecer. No tengo demasiado tiempo para pensar. El corazón parece que se me va a salir del pecho. Sin mucha confianza pero sí con decisión levanto la mirada, completamente rojo, y acerco mi cara hasta ponerla frente a ella. Cierro los ojos y dejo atrás las distancias, juntando nuestros labios. ¿Y ahora qué? ¿Qué estoy haciendo? Me pongo demasiado nervioso y noto un destello azul a través de los párpados. Abro los ojos de pronto y me turba ver el rostro de Nia tan cerca, pero lo que me preocupaba era otra cosa, la llamarada que nacía en mis mejillas candentes. Preocupado por eso me separo de ella repentinamente y le doy un último abrazo enterrando mi cara entre su pelo-. Lo siento -murmuro en su oído justo antes de separarme. Me alejo unos pasos y empiezo a llamear por la piel descubierta, consiguiendo flotar a escasa distancia del suelo-. Vámonos antes de que se haga demasiado tarde de nuevo. Tenemos mucho camino por delante. -El día había sido completamente agotador, pero una promesa era una promesa. Me vuelvo hacia ella con una media sonrisa, todavía sonrojado a más no poder, y empiezo a avanzar hacia el norte, esperando a que me siga.

(Sigue en el torreón Letargo).

Nasher ignoró las palabras de Enna, estaba demasiado ocupado inspeccionando el acua dle río. Era la primera vez que veía uno, y algo tan portentoso merecía un estudio detenido. El agua estaba bastante limpia y cristalina, y se podía ver el fondo y contenido del río bastante bien. Caminó paralelo a la orilla unos metros hasta encontrar una zona donde el agua apenas llegaba a la rodilla y se sentó en el suelo, metiendo un pie con cautela. Estaba helada, y de la impresión Nasher sacó el pie corriendo como si le hubiese picado algo, para luego reirse de su propio sobresalto.
-A ver a qué sabe- dijo, metiendo las manos y probando el agua. No detecto nada raro, ningún sabor sospechoso, así que bebió felizmente.- En mi tribu no había ríos, solo lagunas pequeñas, y algun pozo, pero no se parecían en nada al pozo del torreón.- explicó.

Cuando su compañera le habló de pasar a nado hizo una mueca. La laguna de su tribu poblado nunca había sido muy profunda, y tampoco es que se alejase demasiado de las orillas, así que no sabía nadar. Como respuesta, señaló el puente y se dispuso a caminar hacia él.

-¡¡Oh, peces!!- los peces llamaron su atención, y mientras avanzaba hacia el puente trató de atrapar alguno, pero eran demasiado rápidos- Me gustan. Sobretodo a la brasa- rió. Y eso que había comido pescado contadas veces en su vida.

Nasher ladeó la cabeza mientras Enna hablaba de su mundo. Disimuló su mueca de asco cuando habló de comida, pues él sería incapaz de soportar algo tan empalagoso. El dulce no alimentaba, solo dormía la boca y daba dolor de tripa... Pero no iba a decirle eso a Enna, parecía que echaba de menos esa parte de su mundo.

Caminaron junto al río sin hablar de nada prácticamente, cada uno concentrado en sus pensamientos y en el agua cristalina. Nasher se había salido del agua en cuanto pasó de sus rodillas, pues si se encontraban con algo no se fiaba de su capacidad para enfrentarlo, no se le daba bien el agua... Al llegar al inicio de la maraña de calles, su compañera lanzó una pregunta al aire.

-¿Hacia donde...?

Estaban buscando comida... Y si buscaban comida debían buscar las bañeras. Nasher se encaramó a un sitio alto, una especie de pedestal sucio y abandonado y permaneció allí, atento a los sonidos... a las brisas...

-¡La encontré!

Su vista y su oído no eran nada del otro mundo, pero su olfato ya era otra cosa. Encontró el rastro apenas unas calles más adelante. Claro que su objetivo volaba por el cielo y ellos tendrían que callejear, pero siempre podían trepar a los muros para no perderse en los laberintos.

-Vamos, aun podemos alcanzarla.

Tomó la calle que le parecío que iba más recta y donde el viento traía el olor de las cestas, y parece que acertó, porque unos minutos después empezaron a oir los berridos absurdos del espantapájaro.

Sigue en el Barrio de los Callejones Sin Salida.

Nasher sentía el peso de Enna como el de tres personas juntas. Cargar con la chica y con el peso de lo que había hecho se estaba haciendo una odisea. Sentía la tentación de dejarla caer al río, de arrastrar su cuerpo por las rocas, pero no iba a hacerlo, así no conseguirían nada. << La llevaremos al lugar acordado y la dejaremos allí... Y ya no tendremos que volver a verle la cara>> La ciudad era grande, y Wen la única del grupo con acceso a mapas. Además la dejaban sin armas, sin cristales y sin comida. En cierto modo a Nasher no le gustaba demasiado la idea de dejarla sin comida, pero recordaba a Cira y se le olvidaban sus preocupaciones.

Avanzaron paralelos al río hasta que dieron con un puente para poder cruzarlo y siguieron el camino que marcaba Wen.

Sigue en losAcantilados.

Como ella misma había dictaminado, Matt y Nasher llevaban a Enna, mientras Wen abría la marcha y Kestel la cerraba. La británica ya se había acostumbrado a caminar por la ciudad siempre alerta. Además, también se había acostumbrado a repasar mentalmente el camino a seguir para evitar tener que sacar el voluminoso libro, que le haría perder tiempo y atención; por lo que no fue un trabajo que le resultara desagradable o difícil.

Un lugar tan idílico como un río le pareció a Wen fuera de lugar en la ciudad, pero no se extrañó de su presencia cuando llegaron a él. “Es lógico que una gran ciudad tenga siempre un río cerca y la ciudad de los milagros y los portentos no va a ser menos.”

- Sigamos por ahí. -anunció a sus compañeros cuando llegaron al puente que debían cruzar, y siguieron rectos para llegar a su destino.


Sigue en losAcantilados.

Wen corrió durante todo el camino. Le dolía mucho la frente y el cuerpo, que se había comenzado a hinchar y su piel había empezado a escamarse y a coger un tono entre negro y plateado en algunas zonas. La ropa comenzaba a apretarle, por lo que comenzó a quitársela entre gritos de dolor mientras entraba al rio, esparciéndola por la orilla y dejándose únicamente la ropa interior, cuyas costuras reventaron poco después.

Su frente había dejado de sangrar abundantemente para quedar en un único hilillo que partía su cara por la mitad. Apenas podía separar las piernas y los brazos se le inmovilizaron a los costados. Notó como la piel que cubría sus omoplatos comenzaba a rajarse y a sangrar. Sentía como que una parte de su cuerpo, nueva y desconocida para ella, se intentaba hacer paso en su espalda.

Lo que para ella fueron años, en tiempo real fueron un par de horas aproximadamente. Por fin, el dolor remitió y Wen pudo dejar de revolcarse en el agua buscando alivio. “¿Qué me ha pasado?” Se preguntó extrañada. Se sentía como antes de que todo pasara. Estaba bien, estaba entera, pero algo había cambiado. Aunque no percibió que faltara alguna parte de su cuerpo, había partes que antes tenía y en esos momentos no sentía. “No… no siento los brazos.” Descubrió para su asombro. Era cierto que los brazos no los sentía, pero en compensación había ganado otras dos extremidades. Wen vió con asombro como a sus costados se extendían unas alas de murciélago grises. “¿Qué soy? ¿En qué me he convertido?” se preguntó al recordar el libro de transformaciones de Matt. Irguiéndose como buenamente pudo, observó su reflejo en el río. “¡Soy una serpiente!” exclamo para sí misma y, de la misma impresión, cayó hacia atrás sumergiéndose de nuevo en el agua.

Mientras miraba su cola estupefacta, algo en la orilla llamó su atención. Era el lacayo grotesco de Tsusu que parecía traer un mensaje para ella.

“No es mucho, pero es para que puedas alimentarte algo, raciónalo. Vuelve cuando estés mejor. Tsusu.”

Cuando el lacayo calló, Wen se quedó mirando la fruta que portaba para ella. “Mis compañeros... están preocupados.” Se dijo. La británica se estiró en el agua torpemente para atrapar entre sus fauces la fruta que Tsusu se había molestado en hacérsela llegar, y se la tragó de un bocado. “Quizás no sea mucho, pero por ahora será suficiente.” Se dijo complacida.

- Dzile a tu amo que esztoy bien, que no sze preocupen y que pronto volveré. Grazciasz. - le dijo Wen para que tranquilizara a sus compañeros, pronunciando lo mejor que pudo, ya que le resultó un poco difícil hablar con su nueva mandíbula.

Cuando el lacayo grotesco se fue con su mensaje, Wen volvió a quedarse sola en el rio. La Luna la había convertido en una serpiente alada negra con reflejos plateados en cuya frente había un precioso rubí. Wen había leído muchas transformaciones, algunas eran bonitas, pero inútiles; otras eran monstruosas pero muy poderosas; pero en ningún momento creyó que se transformaría en un reptil. “¿Y ahora qué?” esa pregunta era lo único que rondaba por la mente de la británica. No sabía que haría de ahí en adelante, por lo que se quedó flotando en el agua mirando al cielo, y entonces la vió. “La Luna Roja.” No era para nada como ella había imaginado, era mucho más bonita. Quizás, después de todo, había valido la pena venir a la ciudad, todo lo que había pasado y convertirse en una serpiente solo por poder ver por unos instantes esa luna.

Nasher caminaba como podía. A medio camino había empezado a desprender un dolor ácido y desagradable, tan fuerte que casi podía masticarlo. Sentía asco de sí mismo y quería arrancarse la piel para que dejase de brillar, y cambiar de color, quería quitarse los ojos hasta que dejasen de dolerle, quitarse los huesos que le habían empezado a doler también.

Su propio olor anulaba cualquier otro, por lo que tuvo que improvisar el camino al perder el rastro de Wen, y tampoco fue capaz de darse cuenta de que le seguían. Nada más llegar al río, medio ciego y agotado, se dejó caer en el agua y se quedó allí, flotando boca abajo unos segundos. Luego se dio la vuelta... y se quedó blanco como el papel al ver a una serpiente gigante justo a su lado. < La piel cambió a color tierra... lo cual no era un camugflaje muy bueno << Gracias por nada>>

Cuando ya creía que iba a morir joven, su olor corporal se esfumó y al fin pudo detectar el olor de Wen, justo a su lado.

-¿Wen?- dijo bajito, con miedo de importunar a la serpiente- ¿Eres tú?