Nubla

Barael captó la mirada fulminante de aquella mujer y se alegró de haber saltado instintivamente a parar a su hermano, de otra manera, Eriel podría haber muerto. No había mucha piedad que se dijera en esa mirada.

La humareda le pilló por sorpresa y junto a la impresión tomo una gran bocanada de ella en un grito ahogado. No pudo evitar toser por ello mientras sentía como unas manos se aferraban a él  por un momento antes de soltarse.

-Chic...cof cof , ¿estáis bie...cof cof?

Intento hablar, pero seguía tosiendo y su cuerpo y mente empezaron  a parecerle pesados, como si estuvieran envueltos en la crema que solían comer. No veía nada aunque notaba que su hermano seguía de pie enfrente suyo, pero los que le habían agarrado estaban desplomados en el suelo. No podían ser otros que Brinava y Per.

<< Por favor, que estén bien. >> -rezó.

Cuando el humo se disipó confirmo que se trataba de ellos, y no solo eso, todo el mundo de alrededor excluyendo a su hermano, al chico de la izquierda, otros dos y él se habían quedado dormidos. Estaba tan atontado y anonadado que si no hubiese sido por la señal de su hermano se habría quedado allí observando a Brinava y Per. Sacudió la cabeza y en un atisbo de lucidez, dejó su bolsa de dinero y algunas más cosas con ellos. Formo fila como se le mandó, incomodo por sentir que todo iba bien cuando algo en su cabeza le gritaba que aquella situación no era ni de lejos algo por lo que estar tranquilo.

<<Vaya con la mirada de los dioses>> pensó Zob, aunque sintió un relámpago de celos. Jamas nadie de su familia lo hubiese cuidado como habían hecho con el pequeño del costado.<<Después de todo son de Rocava...>> pensó cuando una humareda verde se estrello sin aviso contra su cara.
-Pero ...cog cog, que es...- alcanzo a balbucear antes de que la tos le ganara por completo. al mismo tiempo algo pesado en sus sentidos hizo que se asustara, como si aquel humo se aferrase a el y no le dejara juntar una idea con otra. ¿Eso era magia? ¿O acaso se trataba de algún castigo? Cuando empezó a disiparse el humo vio a todos en la plaza desplomados. <<¡Muertos!>> le grito una parte de su cerebro mientras miraba a los nublinos caídos a sus pies.<< No, no, tranquilo solo están dormidos>> se dijo para calmarse <<pero por ...>>
-...correcto. Acompañadlos al portal, yo todavía tengo planeta que rastrear.- escucho decir. Al voltear a mirar de donde venia la voz el cerebro empezó a darle vueltas y capto que habían otros  4 chicos, incluidos los dos hermanos. <<Vaya suerte, chaval. Te cuidaran también allá donde vayamos.>> La cabeza le daba mas vueltas y sus miedos explotaron dentro: aquella mirada, los relatos de terror de su niñez, ni siquiera se acordó de su abuela <<¿A dónde vamos?>> y a pesar de como se sentía, o quizá por eso mismo no pudo contenerse. Volteó, penúltimo de la fila que los habían hecho formar, y habló con la voz mas alta que pudo en el estado que estaba.
-¿Es el Cielo o el Infierno? - dijo dirigiéndose a la diosa llena de cicatrices. Con el corazón en un puño. Con la mirada emocionada. Y lo obligaron a seguir avanzando.

La magia le había hecho perder el miedo a las alturas, sin embargo volar con un hechizo no era lo mismo que volar sobre una criatura. Ahí no tenía el control, y según el día resultaba emocionante o ligeramente aterrador.

Dama Isis se aferraba con fuerza a Jace. Tenía la cabeza pegada contra su espalda para protegerse del viento. Mantuvo los ojos cerrados al cruzar el portal, luego los abrió. El paisaje de Nubla la había hechizado desde la primera vez que la vio, de una manera que nunca se habría esperado. Era todo de un verde manso, envuelto en nubes ligeras. Contrastaba tanto con la exhuberancia de Frivowaldany y con el caos violento de Rocavarancolia. Apoyó la barbilla sobre el hombro de Jace para admirar el paisaje, pero no relajó su agarre.

Aterrizaron en el claro que había en una arboleda cercana a Varanublia. Aunque en principio no sería ningún impedimento, no llovía. El aire movía las copas de los árboles en ráfagas suaves. Lo primero que hizo dama Isis al bajarse de Pollo fue quitarse los tacones para sentir la hierba. Era blanda y estaba fresca y ligeramente húmeda.

-Qué sitio tan bonito, Jace. ¡Me superencanta! -dijo girándose hacia él. Tenía los tacones en una mano e intentaba arreglarse el pelo con la otra.

Los primeros vuelos Jace los había pasado un poco regular; la velocidad en descenso, el carácter tozudo del animal, la inevitable sensación de vértigo, que el viento se llevase consigo su humo demasiado rápido... ahora sin embargo no le resultaba mucho más diferente a montar en moto, mejor si cabía.
Llevaba la mochila delante a lo canguro para permitir que la frivy se pegase bien a él, y entre eso y la emoción que le provocaba volar Jace estaba en una burbuja. Al cruzar el portal pegó el cuerpo a su montura, protegiéndose tras las plumas de la misma. El viento cambió de repente a uno más manso y suave que el del alto cielo de la ciudad, y Pollo debió notarlo en seguida porque relajó el cuerpo para dejarse llevar por las corrientes térmicas con mucha más calma. Aterrizaron ligeros sin percance alguno, ayudados por el viento, y el dullahan aprovechó para acariciar los dedos de la veela en señal de que ya estaban ahí. Generalmente al quebrantahuesos le desagradaba sobremanera cruzar portales por verse desestabilizado su vuelo con el cambio de cielos, pero no parecía el caso en esta ocasión. El animal agachó el cuerpo para permitir que bajasen, procediendo a arreglarse las plumas con aires relajados.

«¿Sí?» preguntó el joven, alegre. El cielo morado repleto de lunas a pesar de ser de día daba para el paisaje perfecto de una cita. «Espera, déjame eso.»

Cogió los tacones de la chica para que pudiera arreglarse el pelo con ambas manos. No lo diría, pero le encantaba que se quitase los zapatos por un rato. No es que no le gustasen las chicas altas ni mucho menos (además los tacones le hacían unas piernas de escándalo) pero por muy tontería que fuera le gustaba sentirse más alto que ella. Él por su lado se reajustó la mochila a la espalda, donde había guardado tanto su cabeza como un poco de comida que había cogido de las despensas de Serpentaria: embutidos, galletas y agua. Estaban lejos de ser cantidades para llenarle el estómago a una sola persona, pero su plan era abusar de la amabilidad nublina para almorzar en condiciones.

«Estuve aquí con Sekk por una de sus movidas de meditación y paz mental. Sabía que te gustaría» dijo y se estiró, amodorrado. «¡Dios, que ganas de tirarme en el césped! ¿Quieres que nos acerquemos a la ciudad, pillemos cosas y volvamos aquí a comer?» miró a Pollo, que acababa de recoger una pata y ahora miraba a la lejanía embolichado. «Creo que al bicho también le ha gustado el sitio» añadió, divertido.

Dama Isis le dio las gracias a Jace por sujetarle los zapatos. Se rehizo la coleta, recolocando los mechones que se habían soltado durante el vuelo, y sacó un pequeño espejito de su bolso para comprobar que su maquillaje seguía perfecto.

-Yo habré venido dos veces a pro muebles, pero siempre a la ciudad -dijo guardando el espejito de vuelta en el bolso. -Y me parece una idea maravillosa. He oído algunas cosas sobre la cocina nublina y tengo muchísima curiosidad.

Recuperó sus zapatos, sin ponérselos, pues los tacones eran un estorbo para andar por la hierba, y se colgó del brazo de Jace. Podrían volar o levitar para llegar antes, pero le apetecía dar un paseo. Apenas se habían adentrado en la arboleda cuando la veela oyó algo.

-¿Eso es música? -preguntó tirando del brazo del dullahan y señalando hacia los árboles. No solo se oía música, en cuando se acercaron un poco también les llegó el olor de hogueras encendidas y carne asada.

Dama Isis insistió en ir a curiosear. Estaban en Nubla, así que cualquier posibilidad de peligro o riesgo a atraer la ira del Consejo era impensable. La pareja se encontró con otro claro, o más bien una pradera abierta donde se estaba celebrando una especie de fiesta. Había dos carpas grandes de lona decoradas con tapices y flores y el suelo estaba cubierto por enormes alfombras de todos los colores. Una gran hoguera tenía espetones de carne al fuego que no paraban de girar y la gente iba y venía con sus platos para coger un trozo. Aunque no solo había carne, en las mesas se podían ver empanadas, fruta fresca, bollos rellenos y al menos una decena de teteras humeantes. La mesa central, la más grande, estaba presidida por una pareja con ropa estrafalaria y unos enormes tocados. La gente comía y charlaba, un grupo de niños bailaba al son de la banda que se situaba en la carpa de menor tamaño. La frivy no podía deducir que se trataba de una boda.

-¿Superpasamos a saludar? -le preguntó a Jace con una sonrisa traviesa. Los bollos rellenos eran una gran tentación y tenía curiosidad por la reacción de los nublinos ante dos ''dioses''.

Jace no tardó en pegar a la frivy contra su cuerpo, sinceramente más atento a ella que al paisaje que les rodeaba. Podía quedarse horas así, mirándola, y no tenía claro que tanto tenía que ver su transformación en ello. La pregunta de Isis le sacó del trance, llegando solo entonces el olor a comida y el sonido al que se refería.
«Eso parece. Y huele de lujo.»
El dullahan se guiaba más por el buen olor que por otra cosa. Ya había experimentado la bondad del pueblo nublino en sus viajes previos, pero no habían ido con las intenciones de aprovecharlas tan claras como entonces.

Tampoco tenía formas de deducir que aquello se trataba de una boda. A sus ojos parecía más una fiesta de pueblo muy animada y además, apenas se había fijado en la pareja tan ataviada que presidía la mesa principal pues estaba más interesado en la inmensa cantidad de comida que había en la misma. No podía salivar, pero el humo se le espesó como si se llenase el aire de gotitas de humedad.
«Venga» respondió en seguida, embobado con el olor de la carne. Continuó con un retintín de malicia. «Tenemos que bendecirles la mesa.»

Dio el primer paso con Isis aún del brazo, acordándose de sacar pecho con orgullo. No tardaron en atraer todas las miradas al pasar por el centro de la fiesta, dejando sendas caras de asombro en los allí presentes. La gente se apartaba boquiabierta, detenían lo que estuvieran haciendo para inclinar el cuerpo con emoción y aquellos que antes hablaban a voces ahora lo hacían con más decoro. No tardarían en oír palabras sueltas en rocavarancolés. “Los dioses, han venido los dioses”.
Su transformación no era nada sutil, al contrario, bastante chocante, y aún así notaba más admiración que miedo en los ojos de los nublinos. Era cochinamente agradable.

«¿Lo estarás gozando, no?» preguntó exclusivamente para la veela.

La pareja de ropa llamativa les miraba con los ojos como platos y visiblemente impresionados. Una mujer bastante mayor que estaba sentada muy cerca de los mismos se levantó de golpe y separó los brazos como si les diera la bienvenida, conmocionada. Tenía un par de cuernos en la cabeza, y al hablar lo hizo bien alto:
—¡Los dioses! ¡Los dioses han hecho acto de presencia en esta unión familiar! ¡Por favor, hagamos que no se arrepientan!

«¿En esta qué?» el cerebro de Jace por fin hizo click: se fijó mejor en la pareja del centro, no solo en cantidad de invitados, las carpas y el banquete. «Hostia tú, no jodas que nos hemos colado en una puta boda» de nuevo pensó rápidamente solo para dama Isis. En su tono había shock y gracia por partes iguales, aguantándose el descojone por la situación a la que habían ido a parar. De repente no apreciaba tanto el protagonismo y casi quería pirarse de ahí volando con un par de empanadas pidiendo perdón (cosa que, obviamente, no haría).

La música que había cesado se reanudó con más énfasis. Pronto tendrían cerca a nublinos con sonrisas de admiración ofreciendo bandejas de comida.

Dama Isis se afianzó en el brazo de Jace y activó su aura para asegurarse de causar una buena impresión. En cuanto salieron de la espesura notó el cosquilleo de la recarga mágica, en aumento según se iban uniendo más y más invitados. Levitó un poco para no tocar el suelo con los pies y ganar algo de altura, aunque no tanta como la que solía tener con los tacones. Sonrió a cualquiera con quien cruzase miradas y saludó con elegancia, como si eso de ser diosa fuese algo cotidiano para ella. La revelación de que estaban en una boda no le resultó tan chocante como a Jace. Comprendía vagamente la importancia que tenía el matrimonio en otros mundos pero no llegaba a calarle que pudiesen estar haciendo algo irrespetuoso.

‘’¡Perfecto! Podemos bendecirles y nos lo agradecerán con comida’’ respondió telepáticamente. En su cabeza eran un plan perfecto.

Dedujo quiénes serían los novios por lo llamativo de sus tocados y su posición en la mesa y con un gesto pidió paso a la pequeña multitud que se había congregado para ofrecerles comida. Con toda la teatralidad que le daba su cultura se presentó como dama Isis y tomó las manos de los novios con las suyas.

-Os deseamos muchos años de felicidad y que la Luna Roja os traiga abundancia y fortuna, a vosotros y a vuestras familias.

Los novios se deshicieron en agradecimientos y el resto de invitados se volvieron locos. Hubo vítores lágrimas y algún bebé que Isis se negó educadamente a besa pues le daban bastante grima. La anciana que los había recibido insistió en sentarlos en la mesa principal y la veela no podía pasar de sonreir, borracha de atención y de magia.

‘’¡Qué divertido es esto de ser dioses!’’ le dijo a Jace, dedicándole una amplia sonrisa. Parecía una niña en Navidad.

El lenguaje corporal de Jace era dubitativo, aunque se forzó en seguir adelante cuando Isis respondió con tanta naturalidad. Al final la coña de bendecirles la mesa no iba a ser tan coña. Dejó que la veela se encargase del discurso, consciente de que dijera lo que dijera rompería la magia. Ni siquiera hizo el ademán de presentarse, Dama Isis era un nombre grandioso, "el tontopollas de Jace" no tanto. Como era de esperar la gente estalló en júbilo con un puñado de palabras, llenándole de ego y una pizca de malestar el pensar que aplaudían por ellos. Allí lo que dijeran era misa, y ese era un poder con el que el americano se descubrió disfrutando a pesar de lo jodido que lo veía.

«¡Ya lo habéis oído! ¡Que no pare la fiesta!» su pensamiento se expandió a todos los allí presentes, con voz fuerte y clara. El dullahan había estirado y alzado los brazos para darle énfasis a su petición, pero sobre todo para que supieran que esa voz que había invadido su mente era la suya. «¡¿Dónde está la bebida?!» preguntó, no con agresividad sino con efusividad.

«Ya te digo» continuó solo para Isis en un tono muchísimo menos serio, acompañado de una carcajada mental. «Hasta me sabe mal lo mucho que les pirra.»

La gente iba de un lado a otro, arremolinándose con entusiasmo a su alrededor, mirando hipnotizados a la veela y al humo de su cuello. A Jace no le hacía especial gracia sentarse como un invitado (una cosa era robarles comida a cambio de unas palabras, otra quedarse a echar la boda con ellos), pero aceptaría la propuesta lo justo y suficiente para probar el trozo de carne que le sirvieran. Estaban jugando con la fe de otros, es posible que su aparición marcase de por vida a la pareja nublina, y es que allí donde veían dioses tan solo había dos jóvenes farsantes con poderes y ganas de llevarse algo a la boca. Suerte que comerse la cabeza no fuese el estilo del dullahan. Isis estaba radiante, y él no sería quien cortase tanta felicidad. No se replanteó dos veces la moralidad del asunto, por ella valía la pena.

«No nos vamos a quedar mucho tiempo» advirtió para no comprometerse. Procurando no perder el aura de autoridad se llevó una empanada al humo bajo la atenta mirada de los nublinos más cercanos, estupefactos por como podía comer sin boca. «Tenemos otros asuntos que atender.»

<< No te sientas mal por ellos, van a ser la envidia de todo el pueblo>> respondió al dullahan. Para Isis cualquier posibilidad de sobresalir sobre el resto y provocar envidia era bienvenida, así que desde su punto de vista les estaba haciendo un gran regalo << Será la boda del año>>

Aceptó con elegancia las ofrendas de comida que le llevaban a la mesa, probando un poco de todo. El licor y el té no resultaron muy de su agrado, pero la carne era deliciosa, así como unos pastelitos que al parecer eran propios de esas celebraciones y tenían pequeñas lunas rojas adornándolos. La música era animada, pero no invitaba tanto a bailar según los gustos de la frivy.

A pesar de estar disfrutando de la atención y el ambiente, el bullicio y el tener que guardar las apariencias le impedían hablar con Jace tranquilamente, así que dama Isis se hartó pronto de jugar a los dioses. Quería comer en silencio y acurrucarse con su novio.

-Ha sido una verdadera delicia asisitir a vuestra celebración, pero es hora de marcharnos -anunció, poniéndose en pie con gracia y dirigiéndose específicamente a los novios.

Felicitó a los cocineros, a los músicos y a quienquiera que necesitase ser felicitado por su trabajo, aceptó unas últimas ofrendas y le pidió a Jace por favor que los sacara de allí. Los nublinos insistían con su amabilidad y hasta ese momento la veela no se había imaginado que pudieran ser tan tediosos.

«Pues será mejor que no los malacostumbremos» Jace tenía el gusto refinado de cualquier adolescente americano medio, así que todo se le antojó buenísimo. Su humo disolvía la carne con especial rapidez mientras intentaba que el ansia no le pudiera en probar más de dos cosas de una. «Madre mía esto está buenísimo. ¿Has probado el queso, Tw-... Dama Isis?»

A pesar de las apariencias no olvidaba cual era el plan inicial, por lo que cuando Isis se levantó él no tardó en dejar la empanada sobre la mesa y ponerse de pie tras ella.

«¡Gracias por vuestra amabilidad! Os será recompensada con buena suerte, salud y eh... toda la pesca» añadió, haciendo un gesto de etcétera con la mano. «Eh, vosotros dos» habló mentalmente solo para unos nublinos jovencitos que había pillado al azar cerca de la mesa. «Preparadnos una ración de empanadas y pasteles de esos, que el viaje es largo y nos gustaría compartir un poco de vuestra comida con otros dioses. Es todo un cumplido.

Jace estuvo a punto de pedirlo por favor, pero recordó que los dioses no tenían por qué ser tan educados. Mientras Isis felicitaba a todo el mundo por su trabajo y a él le ponían una cesta repleta de cosas que había pedido (y otra tanda que no), la silenciosa orden mental que había transmitido a Pollo se hizo efectiva. No podían irse caminando, ¿dónde les dejaba eso? La sombra y el aleteo del animal aterrizando entre el hueco de los árboles y las carpas dejó atónito a los allí presentes, que se alejaban de la bestia entre el pavor y la admiración. Pollo infló las plumas nada más tocar suelo, no muy conforme con la multitud y el pequeño espacio en el que había dicho caer. Jace se acercó a Isis, la rodeó con un brazo de la cintura y les dirigió a su montura con paso suelto. Alzó el brazo con el que sujetaba la cesta de "ofrendas" por encima de sus hombros para despedirse con soltura.

«¡Todo un placer, nublinos! ¡Benditos seais!» había una alegría burlona en su tono que solo sería apreciable por la veela. Pollo inclinó el cuerpo para acercarlo al suelo y dejarlos subir. «¿Cómo ves la salida dramática?» preguntó solo para Isis según montaba tras ella, divertido.

El quebrantahuesos alzó el vuelo no sin algo de dificultad por el espacio reducido, aunque al no tener que ir muy lejos apenas tuvo que ganar altura. Se alejaron lo suficiente de la fiesta y atisbos de población para detenerse en una pequeña colina con pocos árboles.

«Ha salido a pedir de boca» canturreó al bajar de un brinco, curioseando entonces todo lo que había en la cesta.

La entrada triunfal de Pollo fue la guinda del pastel en opinión de la veela. Jace tenía razón: eran dioses, no podían irse caminando. Mantuvo la compostura en su salida, moviéndose de manera grácil y con la cabeza bien alta, hasta que se hubieron alejado lo bastante del claro. Entonces Isis se echó a reir como una adolescente ilusionada y se abrazó a Jace con fuerza.

-¡Ha sido ideal! ¡Tenemos que hacerlo más veces! ¡Qué emocionante! -exclamó.

Cuando bajaron al suelo la veela podía deslumbrar a cualquiera que tuviera ojos para mirarla. Refulgía de felicidad.

-¡De verdad, de la total, hay que repetir! Iremos a todas las bodas y asaltaremos todos los banquetes -dijo entre risas. Dio algunos pasos sobre la hierba húmeda y se dejó caer boca arriba, con los brazos extendidos, aún incapaz de contener la risa. -Ah, pero solo un ratito cada vez… Por todos los dioses oscuros, qué pesados. -volvió la mirada hacia Jace y le hizo un gesto perezoso para que se acercara.

La felicidad y las risas de Isis se sintieron como una explosión en su pecho, contagiándosele tan rápido como empezaron. Los sentimientos aún tan extraños que sentía por ella se reforzaron con cada carcajada y el dullahan casi sentía volver a tener rostro, pues la sensación de sonreír se hizo casi tangible allí donde debería de estar su cara. El dolor fantasma de la sonrisa le hizo llevarse la mano al humo por unos instantes.

«¡Que sea nuestra escapada de todos los viernes! Y no solo bodas: bautizos, nacimientos, entierros, divorcios...» volvió a reirse, contando con los dedos cada evento que se le iba ocurriendo. «Joder, si al final voy a necesitar un nombre resultón solo para esto.»

Se acercó a la veela tras el gesto con el corazón dando pequeños brincos de alegría. Hacía años que no se sentía tan prendado de nadie y no esperaba que fuera a tener otra oportunidad en la ciudad. Aún así se obligó a relajarse y mantenerse fresco. No quería decir ninguna tontería. Dejó la cesta en el suelo y se tumbó a su lado, tomando aire profundamente y expulsándolo según su cuerpo tomaba tierra.

«Joder, ya ves. Pero Pollo es nuestro guardián, si nos dan mucho por culo él aparece y los mantiene a todos a raya. ¿Verdad chico?»
El animal no emitió ruido alguno, tan solo hinchó las plumas y se sacudió, esparciendo sobre ellos unos pocos plumones.
«Eso es que sí» susurró para Isis, riendo por lo bajo.

Dama Isis se deshizo la coleta para que no le molestara al estar tumbada. Su cabello rojo se extendió sobre la hierba y durante un instante lo recorrió un destello, como una corriente eléctrica. Siguió a Jace con la mirada y cuando lo tuvo a su lado buscó su mano para entrelazar los dedos de ambos. Era un paisaje idílico: la suave luz del mediodía, la brisa fría que se llevaba las volutas del humo de Jace, al subir y bajar de su pecho al respirar, los músculos de su cuello tensándose. La veela se quedó mirándolo unos instantes, jugueteando con los dedos del dullahan, hasta que el comentario sobre Pollo le arrancó una carcajada.

-¡Pollo nuestro salvador! -dijo entre risas.

Tuvo que quitarse los plumones del pelo, aunque estos se deshicieran en el aire casi al instante. Luego rodó hasta quedar de lado, más cerca de Jace, para quitarle a él las plumas de la ropa.

-No es mal plan… Tampoco lo del nombre. ¡Los terrícolas tenéis tantos nombres de dioses maravillosos! Podrías usar uno, creo que tengo una lista.

En algún momento tendrían que comer, y más les valía hacerlo pronto o la boca de Isis encontraría otras distracciones. Miró la cesta de viandas con pereza, no tenía ganas de levantarse a por ella.

Un suspiro censurado murió en su garganta, pues el americano estaba esforzándose en mantener los sentimientos que le provocaba cada pequeño gesto de Isis embotellados. Cerró la mano en lo que sus dedos se entrelazaron, dándose cuenta entonces de lo inútil que era luchar en su propia contra. Si pudiera estirar un momento eligiría ese. No pasó por alto como le miraba, y aunque no tuviera ojos que le delatasen la veela podría saber gracias a sus dotes que él también estaba absorto en ella. No se molestó en apartar los plumones, dejando que Twix y el viento se hiciese con ellos hasta desmigajarlos en aire. Verla a su lado con el pelo suelto y las pequeñas motas del ave desvaneciéndose en el mismo le hizo cortocircuitar por dentro.

«Y no te conocerás ningún dios que no tuviera cabeza, ¿no? Aunque me conformo con uno tan molón como yo» bromeó. En un principio no le había gustado la idea de cambiarse el nombre, pero lo cierto es que uno adecuado podía ayudarle a imponerse tanto entre novatos como entre nublinos. Cuanto más lo pensaba mejor idea le parecía. «Y para Pollo me hace falta otro, eso no se me pasa. No quiero que vengan más enanos con fedora llamándole... Pollo. Puto Sekk» murmuró con una carcajada.
Pilló por poco las intenciones de la frivy, dirigiendo su atención a la cesta que había dejado a escasos metros de él.
«¿Quieres comer algo?» estiró el brazo a ver si llegaba sin resultado alguno. No quería moverse de ahí. Le dio una orden a Pollo, el cual la cogió con el pico sin mucha gana para acercársela. «Gracias colega.»

Se incorporó para ver todo lo que contenía. No solo eran pasteles y empanadillas, también había frutas, quesos, y una botella que suponía contendría algún tipo de alcohol.

«Joder, sí que ha salido rentable la visita» Jace se dio una palmada en la pierna, invitando a Isis a apoyar la cabeza en ella, sacando después un pastelito que ofrecerle.

-Pues no lo sé -reconoció dama Isis. No recordaba demasiados nombres pero debía tener al menos las notas de referencia que había sacado de la Tierra y de la biblioteca de la ciudad. -Sé que hay muchos muchos dioses con cabeza de animal, podrías buscar uno en honor a Pollo.

Como si lo invocara (y de hecho fue invocado) el quebrantahuesos se acercó con la cesta de comida en el pico. Dama Isis se incorporó, recolocándose el pelo, y le dio las gracias acariciándole con ternura entre los ojos y repitió lo de ‘’Pollo nuestro salvador’’ entre risas. Estaba de acuerdo en que necesitaba un nombre más digno.

-Tú también quieres llamarte como un dios, ¿a que sí? ¿A que sí? -le dijo en tono confidencial.

Rentable era quedarse poco. La veela no había tenido mucho tiempo para hacer turismo gastronómico, así que cualquier oportunidad para comer comida de otros mundos era bien recibida. Y aquella era comida especial, no era algo que se encontrase en el mercado de normal.

-Dame uno de esos pasteles rellenos, creo que podría comerlos eternamente -dijo alargando la mano.

Cogió un pastel con cuidado y después de mucho dudar lo colocó sobre su regazo. Tenía sed y como empezase a comer con la boca seca se iba a atragantar. Sacó la botella y la descorchó con magia, luego la olisqueó para ver si era el licor que no le había gustado. Este olía un poco más suave, dio un trago para probarlo << Es pasable>> pensó. Lástima que no se hubieran llevado también copas. Ya sí, le dio un bocado al pastel y gimió con gusto.

-No sé qué llevará pero debo conseguirle la receta a Eara -dijo, y lo acercó al humo de Jace para que lo probara.

«Aaah, joder, es verdad...» Jace sabía lo justo y necesario de dioses egipcios, aunque no se le ocurría uno para Pollo. Sin embargo para él... «¿Y si me pongo yo Anubis? Creo que ese tenía cabeza de perro negro. Yo no tengo cabeza pero... me gusta como suena.»
Le sonaba que Anubis fuera el dios de los muertos, algo quizás muy ambicioso para él cuando lo único que había matado durante ese tiempo habían sido los insectos molestos que se colaban en su habitación, pero eso no tenían porqué saberlo ni los novatos ni los nublinos. Tampoco tenía porqué decidirlo ahora, y pedirle ayuda a Isis era una buena excusa para estar con ella en otro momento futuro.

Pollo respondió a la veela inflando el plumaje sin sacudirlo, agachando y ladeando la cabeza para verla mejor.
«Se lo merece, sí» el dullahan aprovechó para alzar un brazo y acariciarle el pico, pasando luego por su buche con unas palmaditas. Puede que a él le valiese cualquier nombre con sonoridad chula, pero para Pollo se esmeraría con algo mejor.

«¿Está bueno?» preguntó en lo que dama Isis dio un trago a la botella, obteniendo la respuesta al ver su expresión. No hubo mohines así que era algo, y conociendo su propio paladar, más que suficiente. El pastel le sacó una respuesta totalmente distinta y dullahan soltó una risa por lo bajo al oírla disfrutar.
Se acercó al pastel con el humo, deshaciendo un cacho ahí donde tocaba. No era tan forofo del dulce como del salado, pero tenía que reconocer que estaban riquísimos. Hizo un ok con la mano y la sacudió un par de veces.

«Bua, sí. A lo mejor tenemos que volver a la boda a por más pasteles» añadió bromeando. Con dama Isis tan cerca y el sabor dulce en el humo el pulso se le aceleró levemente. Había algo que llevaba tiempo queriendo preguntarle, pero no había sabido como sacar el tema ni cuando. Si se lo pensaba más tiempo se rayaría más, y no se le ocurría un momento mejor. «Oye, Twix. No te asustes ¿vale?, pero... tengo una de estas dudas humanas un poco tontas» rio, quitándole peso. «Tú y yo... ¿qué somos exactamente? ¿Algo así como amigos con derecho a muchos roces?»

Se esforzó en que su tono sonase divertido, seguro y despreocupado a partes iguales, como si fuera cual fuera la respuesta estuviera bien, pero en el fondo era algo que se había preguntado varias veces, más de las que normalmente haría. Sabía como eran las cosas en Frivo, y desde que sus sentimientos por Isis habían ido en auge aquello había pasado de preocuparle cero a preocuparle... no estaba seguro, pero más de lo que creía. No le importaba estar una relación abierta hasta que se imaginaba a Isis en brazos de otro. Entonces la cosa estaba menos clara para él.