Torre Leprosa

Sus ojos color uva estaban distantes. La joven claramente no prestaba mucha atención a su alrededor, tan metida en sus propios pensamientos que las voces de los demás no eran más que ruido de fondo.
-Realmente, no importa si esta relacionado conmigo o no.-musitó para si misma, sigiendolo con una contestación directa hacia el nublino.-Y menos que te incumba a ti.-

De tener algún beneficio para todos ¿compartiría los contenidos de la carta? Probablemente no. ¿Cuando fue la ultima vez que le habían ayudado a ella? Todos ellos eran egoístas y antipáticos.
Fahran no podía, ni quería, arriesgar sus posibilidades de supervivencia por unos simples críos.

Después de un sonoro suspiro, se encontró con las botas andando entre los adoquines de la calzada. Aburrida, hambrienta y deseosa de descubrir los contenidos de la carta. Sus largas uñas hurgaban por debajo del sello ansiosos.
-Terminemos con esto de una vez. No quiero que nos ataquen cuando estamos tan expuestos.-

El chico se rebotó. La roquense volvió a dejar las cestas y puso los brazos en jarras. Le dejó hablar, le dejó terminar. No pensaba realmente que fuera un cabeza hueca, por lo que le escuchó. Como quien te da una oportunidad. Y la cagó.

—"¿Si por un casual surgiera"? ¿Pero es que en vuestro mundo no tenéis ni idea de cómo va esto? Si intimáis, no hay vuelta atrás, a no ser... —no pudo seguir. La alternativa era inmoral, tabú, impensable, ni la diría ni conviviría con ello—. ¡Por todas mis plumas, ¿de verdad tengo que explicar esto?!

Entonces, ulterana habló de marcharse... y otra cagada. <<Solo falta que las estirges nos caguen encima al volver y el día estará completo>> Al menos sirvió para distraerle momentáneamente del sinsentido de Tay. Aún con la boca abierta, giró la cabeza y miró a la hembra, como si fuera un resorte.

—Dijo la que se separa del grupo a lo loco sin saber defenderse —le dijo, perpleja. Después, terminó de una vez con sus cestas y volvió a la calle detrás de Fah. Volvía a murmurar para sí misma—. Por mis plumas, ¿cuánto va a durar esta tortura? Si quieren que enloquezcamos como ellos, no me extrañaría que lo consiguieran.

Aún pensaba en lo distraída que se veía la señora magnánima y la usual bordería y estupidez con la que le contestó pero los comentarios de Tay no pasaron desapercibidos, es más, en cierto modo le relajaban.

-No será solo eso, pero ganas puntos. -Chasqueó la lengua e inspiró preparándose. -Y con esa vista espero que llegues a atinar. Luego no me vengas a por consejos con Dafne. -Se burló mientras elevaba las cestas con su mano. -<Hace tiempo que no hablo con ella...> Entonces Sinceridad los sorprendió tratando de reprenderlos, pero le desconcertaba como lo decía. Así que les escucho hablar para aclararse.

-No me importaría, hace mucho que no cuido a un pequeño. -Y en verdad lo echaba de menos. -Tú de padre sí que das miedo cabeza musgo.

Ahora tenía más sentido la reprimenda de la pájara.

-Sinceridad, en tu especie el coito solo es para tener hijos, ¿verdad?

Como no otro comentario absurdo de la xolnita. Pero no quería discutir o explicar cosas así que hizo un aspaviento con el escudo hacia ella. -Habla por ti, mechones rebeldes. -Y tornó la mirada a la roquense en busca de una respuesta.

El comentario de Barael cortó sus murmullos. Parpadeó varias veces, perpleja. <<¿Eh...?>>
—Pues claro, ¿para qué si no?

No se le ocurría otra alternativa "razonable" y nada le parecía razonable teniendo en cuenta el detalle de la reproducción...

—Eh... ¿Vosotros... no? No tengo ni idea de cómo os reproducís, la verdad. Pero... pero no he visto nunca otra razón para eso, ni en mi especie ni en los animales de Tierra Bruja —se rascó la cabeza, confusa, con el ceño fruncido, pero les miraba con curiosidad. No cabía en su cabeza otra posibilidad. Ni por asomo.

Le respondió a Barael con un tinte divertido, fingiendo molestia por lo de cabeza musgo.
-Tranquilo tranquilo, no pienso venirte pidiendo consejos- hablaba con el nublino al tiempo que su sonrisa lo delataba- no los necesito. Y como padre, no digo más que pobre de mis hijos, eso sí, aprenderían a montar en bicicleta como si hubieran nacido con ella pegada al culo.

Sinceridad lo desarmaba completamente, pero como él tenía bastante claro que no iba a ocurrir nada no se tomó a mal que dieran por hecho lo que podía o no podía hacer con la noruega. Igual que pasó olímpicamente de la xolnita, pasaba de sus comentarios igual que un árbol fuerte de la brisa.
-¿En tu mundo también hacéis nidos a las crias?, si es así ve pillando ramitas, puede que nuestros pájaros de torreón se apunten- y sus ojos enrojecieron como sus mejillas- ahora en serio, que triste todo, ¿sexo solo para tener crías? ¿y dónde queda hacerlo por puro placer, o el sexo contigo mismo?- una sombra pícara le cruzó la cara- ¿o las orgías?- por supuesto que no pensaba saturar a nadie, ni pensaba explicar nada, pues ya le había costado lo suyo hacerle entender a Barael que era una película, pero ya que se habían metido donde no los llamaban pues era lo que tocaba. Mientras se iban acercando a Maciel y Tayron ya iba notando el peso de las cestas en los brazos volvió a hablar- en mi mundo sí hay vuelta atrás, la posibilidad de... ¿intimar?, sí, intimar, sin riesgo de embarazo es real.

En esta ocasión fue Tay el que respondió. Si los dos alucinaban, ella alucinaría aún más. Pero les prestó atención... y no entendió nada. Ignoró la broma, le interesaba mucho más escuchar lo que tuviera que decir en lugar de indignarse por compararla con unos vulgares pájaros. Y cuando le escuchó, su cara fue un vivo cuadro en el que se reflejaba lo que le decía. ¿Por placer? Sorpresa, confusión, algo de envidia. ¿Con uno mismo? Asco, pero mucha curiosidad. ¿Orgías? Desconocimiento. Y por fin, algo de luz: podían realizar el coito sin preocuparse por tener crías. Envidia, de nuevo. No lo entendía, no tenía los conocimientos necesarios de su especie para ello, pero Barael asentía durante la conversación así que ante algo común en dos mundos tan distintos, solo quedaba creerles. No tenían motivo para bromear sobre aquello, tampoco.

Retomó el camino hacia el torreón antes de responder. Mejor moverse y hablar entre tanto que quedarse allí de cháchara.

—Es... raro. Venís de sitios distintos y sucede así en ambas especies... no sé la mía... No lo sé, todo este tema se habla muy poco... Perdón por mi reacción de antes —se disculpó. Le había echado la bronca, qué menos—. Creo que somos más primitivos en algunas cosas de lo que creía —suspiró. Y encima era la única de su especie, no podría hablar de aquello con nadie hasta que le dejaran volver. Volvió a suspirar, pero recordó algo. Fruncía el ceño cuando dijo—: No puedo hablar de esto con nadie de mi mundo, pero sí me podéis aclarar algo: ¿qué era eso que dijiste? "Orgías". Creí ver que te hacía gracia.

Suspiró mentalmente pero su cara no ocultaba la exasperación en ese momento. -<<Y una bicicleta es...>> El belga soltaba muchas de esas palabras sin tener en cuenta que los demás no podían entenderle. -Ya me contará Dafne mientras la enseñe a coser. -Sonrió de vuelta.

-Lo que pensaba... -Murmuró para sí al escuchar la respuesta de Sinceridad y dejó que el Belga hablara, si volvía a liarlo tanto como a él ya se encargaría de simplificárselo a la roquense.

Empezó mal, directamente con un desvió, provocando que Barael lo mirara con las cejas alzadas, pero dejó que acabara. Sinceridad parecía confusa como era de esperar, así que la dejo hablar y entonces procedió.

<<Al menos ha mencionado lo importante.>>

-Bueno, no creo que tenga que ver con que primitiva sea tu sociedad si no tu propia especie. -Empezó. -Creo que es porque tú eres un ave y nosotros mamíferos. -Trató de explicarlo simplificado, tampoco debía mostrar conocimientos anormales en su mundo o a saber que podría pasar... -Verás, por lo que se la mayoría de aves simplemente hacen su danza de apareamiento acercan sus orificios el macho echa el liquido y ya está, pero para que un macho de nosotros eche el liquido necesita que se estimule su miembro un tiempo y esa estimulación provoca placer digamos... -Miró para el belga pensativo. -¿Diez veces más que arrascarte donde te pica? -Dijo encogiéndose de hombros. -No se con que compararlo... En fin, nuestras hembras también sienten ese placer, así que cuando dos personas intiman lo suficiente empiezan a "intimar", como dice aquí nuestro amigo. Nuestro miembro se introduce directamente en vez de arrimarse, y ahí dentro se produce la estimulación a base de movimientos. También puedes estimularte tu mismo con la mano... Ah. -<<Casi se me olvida.>> -Una orgía es cuando muchas personas se reúnen para "intimar" todas a la vez y entre ellas, aunque que yo sepa en Varanublia son muy raras...

Dicho esto intento centrarse un poco en los alrededores, se le estaba yendo la concentración y eso no era bueno. Miró para su muñón ahora lleno de correas y vendas de tela. -<<No voy a poder tocarme mientras lo hago...>> -Frunció el ceño, apenas unos días y la lista de impedimentos y trabas seguía creciendo sin un techo que tocar.

Sigue en el Torreon Maciel

La ida fue tensa, silenciosa. Rad llevaba una mano agarrando con tanta fuerza la empuñadura de la espada que se le había puesto lívida, pero ni lo había notado. «Me esfuerzo. Trabajo. Soy útil. Lo demuestro. Siempre». El mantra se lo repetía en todo momento, con un tono mental cada vez más tenso, mientras intentaba mirar a la vez de todas las bocacalles que se encontraban. Cualquier sonido nimio provocaba que girara la cabeza hacia su fuente, con las alarmas encendidas.

Fue el hedor de la torre lo primero que logró entrar en sus defensas. En cuando llegaron al alcance de su peste tuvo que taparse la nariz y boca con ambas manos y un quejido. Miró de reojo a sus acompañantes e intentó relajarse algo. «Estoy demasiado tenso. Esto es ridículo». El carabés estaba decidido a fingir que no pasaba nada incluso ante sí mismo. De hecho especialmente ante sí mismo.

—No sé si sois afortunados o no de que no sepáis nada de magia en vuestro mundo —no era la primera vez que lo pensaba, aunque sí que lo expresaba. Estaba seguro de que, incluso si a los demás también les repugnaba y perturbaba, solo él y Sox comprendían todas las implicaciones de aquella infame y espantosa construcción.

Calles repetidas, pasos repetidos, un olor repetido. Nada nuevo más allá del dolor entumecido que ni siquiera le era ajeno.

Solo una persona nueva, aquel que odiaba por retrasar la cura de su hermano, pero para que odiarlo si tantos otros se habían interpuesto.

Era extraño.

-¿A que te refieres?

El carabés frunció el ceño, intentando explicarse. No estaba seguro de si alguien no carabés conseguiría captar todos los matices de su molestia.

—Eso —señaló con sequedad hacia la torre que se veía en la lejanía—. No es solo el olor o la visión y lo asqueroso que es. Es más. Es... Es como la depravación mágica máxima. Como... Como... Agh, no sé con qué compararlo —se estaba removiendo constantemente el pelo, nervioso ante su incapacidad explicativa—. Digamos que es el gran No de lo que se debe hacer con magia, lo aprendemos bien en Carabás. De hecho incineramos a nuestros muertos para evitar que nadie pueda levantarlos luego —frunció el ceño, preguntándose cuántos cadáveres habría bajo sus pies. ¿Se podría levantar un ejército de rocavarancoleses fallecidos? Imposible saberlo—. Digamos que es el exponente máximo de la amoralidad de esta ciudad. De su alegalidad, de... Agh, da igual —otra vez el nervioso gesto de revolverse el pelomás frustración—. Pero ya digo. Va mucho más allá del asco que da.

Atendía, escapando de la sensación de monotonía, enfrentándose a sus propias vacilaciones del único modo que conocía.

-Magia para controlar a los muertos. -Declaró. -No es algo raro en las historias que los rocavarancoleses la usen para infundir miedo o como parte de sus fuerzas. -Hablaba mirando hacia la torre y cuando acabó miró hacia él. -¿Usar muertos para proteger a los vivos está mal? -Simplemente se encogió de hombros y volvió a mirar a la torre. -Por mucho que a tu gente esto le pareciera una atrocidad, puede que para el que la estaba haciendo fuese un regalo hacia un ser querido o quizás una pieza de arte con la que expresarse al mundo. -Suspiró, sonaba cansado, se veía cansado.

-¿Al fin quien tiene razón? Nunca lo sé del todo. -Se notaba que hablaba de su experiencia, había hablado con su abuelo largo y tendido sobre que estaba bien y que estaba mal. Pero al hablar con otras personas ellas decían cosas diferentes, incluso unas de las otras dentro de su propia familia.

Quería entretenerse más y sobre todo quería seguir aprendiendo.

-¿Y tú? ¿Qué es lo que opinas?

Frunció algo el ceño ante las palabras de Barael. Definitivamente no le agradaba toda la visión nublina acerca de Rocavarancolia, y menos la que en ese momento su interlocutor mostraba sobre la ética.

—Proteger a los vivos... ¿De quién? ¿A quién tenían que infundir miedo los rocavarancoleses? ¿A quienes les atacaban, a quienes ellos atacaban? Una sociedad civilizada y correctamente organizada no necesita levantar cadáveres —su sentencia era absoluta. Era evidente que Rádar consideraba a Carabás lo más cercano que conocía a una utopía, fallable únicamente en que no exigía (según su punto de vista) tanto a magos como a tipo E. Un fallo menor en comparación con las (consideraba él) aberrantes sociedades de los mundos de sus compañeros, o de la propia Rocavarancolia—. La razón la tiene quien argumenta con hechos y datos objetivos. Si usas la lógica y el método crítico puedes saber perfectamente quién está equivocado y quién no.

No había reacciones bruscas ni gestos, ni subidas o bajadas de tono que marcaran parcialidad o furor hacia sus palabras, solo escuchaba y asimilaba lo que el carabés decía, dejándole hablar.

-Cierto... -Caviló. -Rocavarancolia como tal no puede considerarse civilizada, al menos de lo que sé. Es una ciudad conquistadora carente de moral donde reina el deseo propio, no es un ejemplo que podamos poner si queremos discutir sobre esto.

Se paró a pensar y entonces volvió a hablarle.

-Veamos, usemos la lógica ahora. Luego de esto resúmeme que considera como método crítico o explícamelo directamente. -Empezó a plantear la situación. -Una persona muy preciada para ti ha muerto repentinamente y te gustaría tener una última charla con ella. ¿Es o no es correcto usar aquí esa magia para convocar su espíritu? Yo veo dos razones por las que sí y una por la que no, pero están atadas a lo que pasará, por lo que mi respuesta es depende. Asumamos que tienes que levantar el cadáver para ello, por si llamar a un espíritu suena a más correcto en tu mundo.

Lo miraba fijamente, esperando su respuesta.

Rad asintió a la apreciación de Barael sobre aquella ciudad, aunque sus siguientes palabras le hicieron fruncir el ceño. Miraba fijamente a las lejanas bañeras que se iban acercando, y tardó unos instantes en responder. Al final acabó negando con la cabeza, sin mirar al nublino.

—No me entiendes. El motivo de que en Carabás denostemos la nigromancia no es porque sea algo incorrecto o no, sino porque sabemos lo que trae —explicó, con más tranquilidad. Había cierto matiz de tristeza avergonzada: ciertamente no pocos pasajes del pasado de su mundo le abochornaban—. ¿La usábamos, sabes? Durante mucho tiempo. Y siempre, siempre, sin excepción, acabaron espantosamente mal. Aprendimos la lección. Aprendimos los límites, y ahora que ya no se traspasan, bueno... Diría que tenemos más futuros que esta ciudad —señaló hacia la monstruosidad que dominaba aquella parte de la ciudad, con un gesto de asco imposible de contener—. Aquí no. Y si no aprenden pronto esta ciudad pasará de estar en ruinas a estar en cenizas. Estoy segurísimo.

»Por eso me parece mal tu ejemplo. En cuanto a método, pensamiento, sentido crítico o como quieras llamarlo... Mirar los datos, las pruebas. Contrastarlos de forma objetiva, asegurándote de que quienes los da no te miente. Ver si esos datos realmente son los que afirma la otra persona, y si la consecuencia que afirma realmente es tal —resopló, algo indeciso—. Un uso, digamos, primitivo de eso es más o menos intuitivo en una especie inteligente, pero para usarlo bien, de la forma más refinada y correcta posible, hacen falta muchos años y formación.

Volvía a dejarle hablar sin interrupciones, como un atento alumno o un sereno conversante aunque un gesto de aburrimiento paso por su cara momentáneamente cuando la respuesta retornó al está mal sin más en vez de seguir el hilo de discusión moral que esperaba.

Notaba la vergüenza al mirarle pero le daba bastante igual, no estaba para lamentos, estaba para debatir y distraerse.

Atendió a su explicación y entonces volvió a tomar la palabra.

-Como si investigaras los hechos. -Concluyó de nuevo, le gustaba llevar a palabras suyas explicaciones pues denotaba que lo había entendido. -Hay algo que no me queda claro, hablas directamente como si este tipo de magia trae por ella misma la desgracia o la mala suerte, como si todo fuera a romperse en estrellas por usarla. -Desvió momentáneamente la vista hacia la bañera y al susurro chirriante de las calles que precedía su "canto". -¿Por qué? ¿Hay un precio? ¿No será que en vez de una consecuencia de usarla haya sido un mal uso de esta?

Sacó el cuchillo que llevaba y gesticuló con él a la par que hablaba. -Para mí la magia es una herramienta. -Hizo un par de cabriolas con el cuchillo y continuó. -Todo depende de su uso y de nada sirve echarle la culpa a una herramienta por la negligencia del que la empuña.

Lo miró fijamente. -Comparte la información que te han dado pues. ¿Qué otra manera hay si no de llegar a alguna conclusión?

—¿Un mero mal uso? ¿Siempre? Lo dudo —replicó, sin quitar ojo a la bañera cada vez más cercana—. El universo es sencillo. Si la acción A le sigue la consecuencia B puedes volver a repetirlo, e incluso, para asegurarte, una tercera vez. Cuando siempre a la acción A le sigue la consecuencia B significa que eso es ineludible. Como romperte huesos o morir al caer de un edificio muy alto.

Aquel fue un muy mal ejemplo: al instante recordó otra caída, mucho más personal. Actuando casi por instinto se frotó los ojos. Fingía que se le había metido algo allí, más que nada para evitar hacer notar que volvía a sentirse caer entre lluvias de cascotes. Por un momento le costó mantenerse en pie, pero aquello pasó con rapidez.

—En fin... Lo otro es más largo de contar, pero...

Mientras las bañeras terminaban de acercarse y recogían las cestas Rad le fue contando, muy escuetamente, uno o dos de los peores sucesos históricos que había ocasionado la nigromancia en Carabás. Su tono se había hecho mucho más aséptico, casi aburrido.

De repente no tenía particulares ganas de seguir con la conversación.

Por fin había algo nuevo en la rutina del torreón (aunque la roquense intentaba variar su horario para no llevar una rutina monótona, pero tampoco había mucho donde elegir). Rad estaba curado y habían "descubierto" la magia, más o menos. Solo algunos privilegiados... pero ella no, pese a haber soñado con hechizos en más de una vez desde que tuvo aquella pesadilla. Lo había intentado junto a sus compañeros pero sin éxito. Intentó sus hechizos y los que recordaba de sueños, pero si no funcionaban los de verdad, mucho menos los que se había inventado su cabecita emplumada... así que cuando Rad y Bara dijeron de ir a por cestas, se apuntó. Lo hacía ya por inercia, siempre que salían a por algo se unía, pero aquel día no le apetecía quedarse a ver cómo los demás se lo pasaban tan bien con su magia... Que, ojo, ella sería la primera en jugar con hechizos si pudiera, la emoción de tener algo a su alcance no la gastaría en pensar usos prácticos para proteger al grupo. Eso vendría después, con la cabeza fría. Pero tampoco había que pensarlo mucho: solo con que pudieran volar ya era más que útil, aunque le daba miedo una vocecita que le sugería que, de ser así, ella perdería "puntos" en el grupo pues ya no sería única y, encima, su capacidad de volar dependía de su cansancio, ¿pero hacerlo con magia? Sonaba mucho más práctico, menos cansado, y menos aparatoso. No era como si tuvieran que acostumbrarse a unas alas que les hubieran salido de pronto.

Cuanto más se alejaran del torreón, más fácil le resultaría olvidar ese tema o, al menos, ignorarlo, además de enterrar esas dudas. O eso pensaba cuando salieron. Sus compañeros hablaron de magia durante todo el camino... De magia y de cosas que no entendía, que le mareaban, pero que luego de escuchar un poco más cobraron sentido... Y lo gracioso es que se descubrió dando la razón a Barael en algunas cosas. En silencio, al menos. Rad lo simplificaba todo demasiado, en su opinión, a pesar de que entendía su punto bastante bien... Aun así, no estaba muy convencida. Se había hecho un lío... en algún momento. Hacía meses o incluso más tiempo que no se paraba a pensar en algo así... O, peor aún: esta gente, estos mundos nuevos tenían unos temas de conversación y una forma de pensar mucho más profunda. Ella tenía que escarbar prácticamente con el pico, a marchas forzadas, para asimilar todo lo que escuchaba y darle forma coherente en su cabeza. Por eso, quizás, le parecía chocante cuando criaturas tan avanzadas —que lo eran, creyeran o no en dioses— hablaban de cosas que a priori le parecían demasiado simples.

El carabés parecía haber perdido las ganas de seguir con aquello, cosa comprensible, así que aprovechó el momento. Además, mejor para todos, o al menos para Rad y ella, pues la roquense no tenía ganas de seguir escuchando sucesos tan terribles relacionados con la magia. Se acercó a ambos y levantó la mano para llamar su atención.

—¿Permiso? No he podido evitar escucharos, de estas cosas sé poco y la magia es algo muy raro —no sabía si contar lo de la magia en su mundo, porque no ser capaz de realizar hechizo alguno le dejaría en muy mal lugar y de momento ya tenía bastante con el miedo a no ser útil.

>>Pero eso de "acción A" y "consecuencia B" no me termina de encajar —miró a Rad y continuó—. Entiendo que en tu mundo la magia de muertos que decís esté condenada a cosas malas: vuestra historia está plagada de malos sucesos y de alguna forma u otra todos acaban igual, ¿pero no será quizá porque es tu mundo? O sea, lo de "si salto al vacío, me mato" con un roquense no sirve, no es una ley universal, nosotros volamos... Hum... es como si debieran tenerse en cuenta todas las circunstancias, todo el contexto. Aquí por lo que decís la magia funciona diferente a la vuestra, y toda esta ciudad parece regodearse en la muerte y lo monstruoso así que... —y entonces miró a Barael, resignada— puede ser lo que dices tú, que esta torre sea un regalo de lo más hermoso mientras que a nosotros nos repugna. No sé, me parece muy simple decir que "A siempre resultará en B porque así lo demuestra la historia". A lo mejor el problema no es la magia sino quien la usa, que no aprende de lo que ya sabe que pasó antes. Aunque entiendo el recelo, ojo; esas cosas que has contado... menos mal que esas cosas en mi mundo no pasan —tragó saliva. No, menos mal que sabía que la magia del Coro no servía para casi nada. O eso creía saber. Pero entonces recordó algo. ¿Y si sí pasaban?— O quizá sí... ¿Recordáis lo que os conté de un espíritu que hay cerca del torreón? Ese que dice ser de mi mundo. ¿A ese le han "levantado" con la misma magia que decís?


>>Y si alguien ve belleza en esa... aberración, no quiero conocerle —masculló con el desagrado pintado en la cara. No había forma de acostumbrarse al olor que despedía aquello, para colmo de males.

Ojalá pudiera llevar a los chalados del gremio de Constructores del Coro a esa ciudad. Le gustaba imaginarlos intentando quemar la torre mientras el que fuera su constructor o los animales que había en la zona les daban su merecido. <<Ojalá cuando todo esto acabe pueda ser yo quien les ponga en su sitio>> Para eso había ido a la ciudad, para poder volver con esa magia que ayudaría a desbancar al Coro. Pero si el primer encuentro con la magia había salido tan mal... <<Tengo que seguir intentándolo mientras estemos aquí. A lo mejor sí puedo hacer otros hechizos o necesito más tiempo por ser de mi mundo>> Siempre tendría esa idea de que eran mucho menos avanzados que el resto, pero no le pesaba, no lo veía algo negativo, solo era un hecho que tampoco le hacía tener muchas diferencias con el resto ni era realmente algo que hicieran notar ni nada. De eso no tenía que convencerse.