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Isma
Isma

Ficha de cosechado
Nombre: Damian
Especie: Humano itaiano
Habilidades: Agilidad, dibujo, espontaneidad
Personajes :
Síntomas : En ocasiones se desconcentra con más facilidad. Sufrirá de vez en cuando migrañas con aura.

Armas :
  • Adam: Cimitarra y cuerpo de caballo. La incomodidad
  • Damian: Dientes
    Daga

Status : muñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñones
Humor : ajjaj

Amarga hipocresía Empty Amarga hipocresía

24/11/23, 08:24 pm
No pudo decir una sola palabra después de derramar lágrimas. Inconexo de lo que le rodeaba, atrapado en su abatimiento, Adam no le salía ni la tristeza en su rostro pálido e inexpresivo de camino a la Torre Serpentaria, su hogar temporal. ¿Siquiera podía considerar Rocavarancolia como su hogar? Recordó haber prometido a sí mismo de quedarse en un principio, aunque ya poco importaba porque lo olvidaron en su casa y en toda la Tierra. No obstante, ¿tenía derecho a quedarse en un sitio tan ruin, tan… horrible?

Se dirigió a la puerta de su habitación, cargando con su pesar. Era culpabilidad por no haber siquiera considerado de primera mano la maldita ciudad como el principal foco de preocupación. Si en lugar de centrarse en vivir su vida hubiese invertido más de su valioso tiempo en buscarlos quizás no habrían marchado para siempre. Adam no quería creerlo, tenía esperanzas de que fuese mentira pero las descripciones eran muy certeras, no podían ser mentira.

Sintió el frio pomo en su mano, una sobreestimulación que le dio escalofríos. Parecía sentir por momentos el frío gélido de las muertes que lo llevaron rodeando aquel año y, asqueado, abrió la puerta de un empujón. Tenía ansiedad acumulada, le punzaba el pecho y el ruso portaba ganas de gritar, llorar. Apretaba los dientes, apretaba los puños, ¿quién pudo haber hecho eso tan cruel? ¿Por qué?

El cajón encantado de al lado de su puerta hizo de nuevo de las suyas, abriéndose abruptamente para golpear el costado de Adam. Siempre buscaba bromear, tomar el pelo del dueño de la habitación quien parecía siempre molesto pero no le daba mucha importancia. El pobre mueble encantado, sin embargo, no sabía que sería su última acción estando de una pieza. Adam, en una rabia ciega dejado llevar por la frustración, asestó unas patadas iracundas acompañadas de jadeos entrecortados que se le escapaban de entre sus apretados dientes. Hizo ruido, mucho, aunque tuviese la puerta cerrada podrían oírlo pero no pensaba en aquel momento, pagando todo, usando ese mueble con vida como una patética excusa de lo que podría tratarse de algo terapéutico.

Sus labios le temblaban y la pierna derecha le ardía, saldrían unos buenos moretones de ahí. Le pitaba la cabeza, viendo el montón de madera, bisagras, pomos… Adam jadeaba, no podía relajar su cuerpo y le brillaban los ojos ya rojos de tanta tensión. Estaba cojeando, no quería ni ver el estado de su extremidad que usó como un bate de beisbol. Frunció el ceño, pateando usando su alta adrenalina aquel montón con muchísima rabia, odio, desprecio hacia los hijos de puta que le arrebataron a Kolja.

¡JODER! ¡JODER! ¡JODER! ¡HIJOS DE PUTA! ¡CABRONES! ¡DESGRACIADOS! —agarró uno de los montones de apuntes de medicina y los tiró a la pared, otros se escaparon por el ventanal. Todo le daba igual, arrancando la apañada estantería que el hizo en uno de sus “ratos libres”—. ¡De nada me vale esto! ¡Por qué perdí el tiempo en esto! ¡Por qué! ¡POR QUÉ! ¡POR QUÉ SOY ASI DE GILIPOLLAS!—tiró lo que tuvo en sus manos al suelo, desmoronándose rápido. Tenía las manos tensas y el corazón acelerado, un trance de sentimientos mal gestionados lo invadía y fue por el camino fácil. Se miró la mano temblorosa, con una astilla clavada en su dedo índice. ¿Por qué le hacían daño siempre, no se suponía que quería ser mejor persona y hacerlo todo bien?

Ahí mismo se rompió de nuevo soltando un lamento sonoro, un gemido lastimero sin ningún filtro. Lo dejaba ir, salir, agazapado y abrumado por toda la mierda que le rodeaba y le tocaría. Sentía tristeza por Kolja y todos los que lo dejaron pero también sentía rencor, un rencor que pesaba mucho. No pudo evitar pensar en el Palacete, en Setenta y Siete y, sobre todo, en Kahlo y los demás. Ahí tuvo el atrevimiento de decir que no debían sentirse satisfechos con la muerte de otro por muy malo que fuese. Claro que Kahlo lo insultó, Kolja lo miró mal...

Fue un hipócrita.

Se sentó y se tumbó en la cama, mirando al techo con la respiración entrecortada. Era tanta rabia que parecía que iba a explotar y tenía la cara húmeda, no paraba de moquear y llorar. Mucho decía eso de Setenta y Siete pero ahora tenia el deseo de ver sufrir con sus propios ojos a esos cabrones. Algunos pensamientos muy oscuros pasaban por su cabeza, cosas que con anterioridad podrían haberlo perturbado. Sin embargo ahora le daba igual, incluso desearía que alguno de hiciese realidad.

No merecen estar vivos, esa clase de monstruos… ojalá se mueran —manifestó ese amargo deseo, tapando sus ojos con su brazo. Quería justicia, que se equilibrase la balanza—. ¿Es el Karma? ¿Esto me merezco? Joder, ¿qué más tengo que hacer en este sitio para… para que me dejen tranquilo a mí y a mis amigos?

Claro que estaba preocupado por sus amigos, su pareja, por todos. También se sintió mal por Qirra, aquel lagartito que no conoció de mucho y no lamentó tanto su muerte como la del resto. Incluso Iemai fue una pena efímera. Todos ellos buscaban sobrevivir, al igual que él maldita sea.

La pierna le sangraba.
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