La Fábula del Dragón y la Grulla
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- Seth
Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mentalPersonajes :
● Devoss: Humano (Países Bajos) Licántropo Tigre
● Maila: Humana (Hawaii) Bruja de la Arena
●Connor: Humano (Canadá)
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Sufre episodios de insomnio. Tendrá episodios de vértigo postural, más frecuentes al levantarse tras dormir, que pueden durar desde minutos a varias horas.
La Fábula del Dragón y la Grulla
03/09/23, 11:25 pm
Recuerdo del primer mensaje :
Habían pasado varios días desde aquel fatídico momento, cuando aquel ser terrorífico apareció para explicarles dónde estaban de verdad. A veces, Connor se sorprendía pensando en su rostro, sus sombras danzantes y esa puta nana que salía de sus labios muertos. Y solo salía de ese bucle cuando escuchaba la voz de alguno de sus compañeros, rompiendo el breve trance tan rápido como si tratara de un antídoto milagroso contra un letal veneno. Por suerte no estaban teniendo problemas en la nueva zona de comida que habían elegido, donde solo se escuchaban sonidos perturbadores a lo lejos. Era una mejora, porque ni de coña pensaban volver con aquellas ratas de mierda y sus jodidas espinas.
Connor se encontraba en la azotea, observando un horizonte de ruinas donde poco a poco el sol empezaba a a esconderse. Estaba tan muerta aquella estrella, que el atardecer carecía del color y la intensidad de los de la Tierra. Desde luego era otra cosa que iba a echar de menos. Empezaba a coger la costumbre de subir a la azotea cuando veía que todo el mundo estaba ocupado en algo, era un hábito que había llevado en su hogar durante mucho tiempo. Aislarse del caos y de todo el mundo para admirar un paisaje y relajarse un poco. El puto problema era que el paisaje era deprimente de cojones, y le recordaba lo jodidos que estaban. No se parecía nada a su hogar favorito en Texas, con aquellos cañones rocosos a lo lejos y esa gran piedra donde solía resguardarse del sol abrasador.
Aún así, aquel lugar del torreón cumplía parte de su función. Le ayudaba a pensar, además de lamentarse por su jodida mala suerte... Y ya había subido varias veces para pensar en algo que le tenía algo nervioso, casi tanto como que se le estuvieran acabando los putos cigarrillos de forma lenta y agónica. Algunos de sus compañeros lo evitaban, ya fuera por rencor, miedo, odio o una mezcla de todo. Tanto daba, lo importante es que tenía un puto problema encima que amenazaba con tragárselo poco a poco, no le convenía nada aquella mierda. Por no hablar de lo mal que le hacía sentir ver cómo Aniol lo evitaba, o que le afectara un poco de más que el propio Ethan lo hiciera. Al fin y al cabo había sido un apoyo muy bienvenido en aquel primer día de confusión y caos. Y joder, le caía bien aquel cabronazo.
Connor le dio otra calada al cigarrillo y expulsó el humo por los labios y la nariz, antes de que una voz le cogiera totalmente desprevenido. Se trataba de Ethan, el cuál le preguntaba si podían hablar. Joder, era como si nada más pensar en aquel problema el británico hubiera aparecido. Aún así, el motero tardó un par de segundos en asentir con la cabeza, sabiendo exactamente de qué querría hablar tras varios días evitándole. Connor se dio la vuelta para apoyarse en el murete de la azotea, y con la ciudad a su espalda volvió a asentir.
-Creo que ya sé de qué quieres hablar, Ethan.- Le dijo mientras se cruzaba de brazos con el cigarrillo aún en una de sus manos, su ceño algo fruncido ya que no podía negar que algo de mala hostia sí que sentía por ser evitado. Aún así dejó de fruncir el ceño mientras suspiraba, y luego se encogió de hombros, decidiendo que ya se cabrearía luego según lo que dijera o pasara.- Soy todo oídos, joder...- Diría con un tono más participativo, esperando lo que posiblemente estaba por venir.
Habían pasado varios días desde aquel fatídico momento, cuando aquel ser terrorífico apareció para explicarles dónde estaban de verdad. A veces, Connor se sorprendía pensando en su rostro, sus sombras danzantes y esa puta nana que salía de sus labios muertos. Y solo salía de ese bucle cuando escuchaba la voz de alguno de sus compañeros, rompiendo el breve trance tan rápido como si tratara de un antídoto milagroso contra un letal veneno. Por suerte no estaban teniendo problemas en la nueva zona de comida que habían elegido, donde solo se escuchaban sonidos perturbadores a lo lejos. Era una mejora, porque ni de coña pensaban volver con aquellas ratas de mierda y sus jodidas espinas.
Connor se encontraba en la azotea, observando un horizonte de ruinas donde poco a poco el sol empezaba a a esconderse. Estaba tan muerta aquella estrella, que el atardecer carecía del color y la intensidad de los de la Tierra. Desde luego era otra cosa que iba a echar de menos. Empezaba a coger la costumbre de subir a la azotea cuando veía que todo el mundo estaba ocupado en algo, era un hábito que había llevado en su hogar durante mucho tiempo. Aislarse del caos y de todo el mundo para admirar un paisaje y relajarse un poco. El puto problema era que el paisaje era deprimente de cojones, y le recordaba lo jodidos que estaban. No se parecía nada a su hogar favorito en Texas, con aquellos cañones rocosos a lo lejos y esa gran piedra donde solía resguardarse del sol abrasador.
Aún así, aquel lugar del torreón cumplía parte de su función. Le ayudaba a pensar, además de lamentarse por su jodida mala suerte... Y ya había subido varias veces para pensar en algo que le tenía algo nervioso, casi tanto como que se le estuvieran acabando los putos cigarrillos de forma lenta y agónica. Algunos de sus compañeros lo evitaban, ya fuera por rencor, miedo, odio o una mezcla de todo. Tanto daba, lo importante es que tenía un puto problema encima que amenazaba con tragárselo poco a poco, no le convenía nada aquella mierda. Por no hablar de lo mal que le hacía sentir ver cómo Aniol lo evitaba, o que le afectara un poco de más que el propio Ethan lo hiciera. Al fin y al cabo había sido un apoyo muy bienvenido en aquel primer día de confusión y caos. Y joder, le caía bien aquel cabronazo.
Connor le dio otra calada al cigarrillo y expulsó el humo por los labios y la nariz, antes de que una voz le cogiera totalmente desprevenido. Se trataba de Ethan, el cuál le preguntaba si podían hablar. Joder, era como si nada más pensar en aquel problema el británico hubiera aparecido. Aún así, el motero tardó un par de segundos en asentir con la cabeza, sabiendo exactamente de qué querría hablar tras varios días evitándole. Connor se dio la vuelta para apoyarse en el murete de la azotea, y con la ciudad a su espalda volvió a asentir.
-Creo que ya sé de qué quieres hablar, Ethan.- Le dijo mientras se cruzaba de brazos con el cigarrillo aún en una de sus manos, su ceño algo fruncido ya que no podía negar que algo de mala hostia sí que sentía por ser evitado. Aún así dejó de fruncir el ceño mientras suspiraba, y luego se encogió de hombros, decidiendo que ya se cabrearía luego según lo que dijera o pasara.- Soy todo oídos, joder...- Diría con un tono más participativo, esperando lo que posiblemente estaba por venir.
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Re: La Fábula del Dragón y la Grulla
17/09/23, 12:26 pm
Ethan no pudo evitar soltar una leve risa ante el nuevo apodo, vale, no se lo esperaba. Escuchar a Connor llamarle ¨papᨠera una experiencia inigualable. No todos los días un gigantón de metro noventa cuya espalda eras dos veces tú, decidía nombrarte como una figura paterna y si eso no fuera de por sí un premio justo, vino acompañado de un gracias. Un gracias y un gilipollas, pero al fin y al cabo un gracias.
-Auch -Con una sonrisa burlesca se acarició el hombro como si la zona ahora estuviera dolorida del golpe, una broma que se convirtió en un susurro más bajo cargado de retintín ante la gracia que le hacía toda la situación. -De nada.
Ethan no tardó en unirse a las risas del canadiense, solo que a diferencia de él carecía de tanta positividad. Sería interesante entrenar juntos contra la bestia parda que suponía Kalna, pero a menos que le diera un cuchillo a Connor lo único que iban a conseguir era compartir suelo a la vez. Al menos se harían compañía mutua en aquel ridículo constante.
-Trato hecho.
Selló firme esa alianza parcial antes de que el tema cambiará a uno bastante menos divertido. Connor empezó a narrarle cómo se sentía con todo lo sucedido a lo que respetuoso Ethan se acomodo en el sitio para prestarle la atención que se merecía. La verdad es que estaba siendo una conversación llena de sorpresas, quizá la combinación amarga de los primeros días con el silencio de los siguientes había fomentado que Connor quisiera abrirse de esa manera a él, sea como fuera, agradecía profundamente la confianza que le regalaba.
Escucharle hablar sobre su banda le trajo una nostalgia muerta, podía razonar ese sentimiento de unión familiar, la calidez de un hogar lleno de ruido, las risas y charlas compartidas… solo que apenas eran un borrón en su memoría. Un álbum de fotos que escondía en el interior de una caja fuerte por miedo a que perdiera su valor o que tal vez, al recordarlo solo trajera unas memorias tan dolorosas como puñales. Era un sentimiento agrio, que al menos en esta ocasión se convertía en una ventaja de doble filo. Ethan no tenía las aspiraciones de sus compañeros por querer regresar a su hogar, no había energía ni ganas de luchar por ello, pero tampoco había añoranza, no había un dolor nuevo que soportar, ni una melancolía con la que llorar en noches oscuras. Él ya había vivido lo que era una pérdida, con la diferencia de que la suya no se solucionaría con un año de espera y el rescate a un secuestro que parecía una pesadilla febril.
-Es normal, tu banda parece ser la puta hostia. -Comentó tras un breve silencio y un ánimo sincero en su voz. El pelirrosa había expresado con tanto amor lo mucho que les echaba de menos, que ahí fueran todos delincuentes, se veía que eran más que simples compañeros, eran una familia. -Seguro que cuando vuelvas estarán preocupados de narices, se ve que os queréis mucho. Aquí, pues bueno…
Hizo una pausa para resoplar, su vista se acabó perdiendo fugazmente en el horizonte montañoso que marcaba el final de la ciudad, si querían huir ese camino no era más que incertidumbre y si bien en El corredor del laberinto ganaban el juego precisamente por meterse allá donde los conflictos eran peores no se sentía precisamente como uno de sus protagonistas. Nadie estaba preparado para enfrentarse a un par de ratas con pinchos en la cola, como para creerse tan guay de poder enfrentarse a cosas peores. No, que va, estaban atrapados, como ratones en una jaula. Observados en alguna clase de experimento macabro con la poca certeza de que si sobrevivían el suficiente tiempo podrían volver a ver a sus familias. Era una absoluta mierda.
>>No se yo que prefiero, el silencio eess horrorosamente inquietante, pero aquí cuando hay sonidos nunca sabes de dónde vienen. Pisadas lejanas, movimiento en los callejones, una brisa con los gritos de alguien que no logramos ver, joder es todo inquietante de cojones. -En ese ambiente él también se sentía con ánimo de confesarse, como si dos chavales atemorizados y cabreados con aquellas ruinas pudieran hacer algo al respecto más allá de quejarse. -Al menos, está todo más tranquilo desde … eso. ¿Un año se pasa rápido verdad? En cuanto te descuides te habrás librado de todos nosotros y estarás de vuelta con tu querida moto, ya verás.
Colocó en esas palabras un ánimo infundado que ni él mismo se acababa de creer, pero que cojones, si alguien podría sobrevivir en ese lugar de mierda, definitivamente iba a ser Connor.
-Auch -Con una sonrisa burlesca se acarició el hombro como si la zona ahora estuviera dolorida del golpe, una broma que se convirtió en un susurro más bajo cargado de retintín ante la gracia que le hacía toda la situación. -De nada.
Ethan no tardó en unirse a las risas del canadiense, solo que a diferencia de él carecía de tanta positividad. Sería interesante entrenar juntos contra la bestia parda que suponía Kalna, pero a menos que le diera un cuchillo a Connor lo único que iban a conseguir era compartir suelo a la vez. Al menos se harían compañía mutua en aquel ridículo constante.
-Trato hecho.
Selló firme esa alianza parcial antes de que el tema cambiará a uno bastante menos divertido. Connor empezó a narrarle cómo se sentía con todo lo sucedido a lo que respetuoso Ethan se acomodo en el sitio para prestarle la atención que se merecía. La verdad es que estaba siendo una conversación llena de sorpresas, quizá la combinación amarga de los primeros días con el silencio de los siguientes había fomentado que Connor quisiera abrirse de esa manera a él, sea como fuera, agradecía profundamente la confianza que le regalaba.
Escucharle hablar sobre su banda le trajo una nostalgia muerta, podía razonar ese sentimiento de unión familiar, la calidez de un hogar lleno de ruido, las risas y charlas compartidas… solo que apenas eran un borrón en su memoría. Un álbum de fotos que escondía en el interior de una caja fuerte por miedo a que perdiera su valor o que tal vez, al recordarlo solo trajera unas memorias tan dolorosas como puñales. Era un sentimiento agrio, que al menos en esta ocasión se convertía en una ventaja de doble filo. Ethan no tenía las aspiraciones de sus compañeros por querer regresar a su hogar, no había energía ni ganas de luchar por ello, pero tampoco había añoranza, no había un dolor nuevo que soportar, ni una melancolía con la que llorar en noches oscuras. Él ya había vivido lo que era una pérdida, con la diferencia de que la suya no se solucionaría con un año de espera y el rescate a un secuestro que parecía una pesadilla febril.
-Es normal, tu banda parece ser la puta hostia. -Comentó tras un breve silencio y un ánimo sincero en su voz. El pelirrosa había expresado con tanto amor lo mucho que les echaba de menos, que ahí fueran todos delincuentes, se veía que eran más que simples compañeros, eran una familia. -Seguro que cuando vuelvas estarán preocupados de narices, se ve que os queréis mucho. Aquí, pues bueno…
Hizo una pausa para resoplar, su vista se acabó perdiendo fugazmente en el horizonte montañoso que marcaba el final de la ciudad, si querían huir ese camino no era más que incertidumbre y si bien en El corredor del laberinto ganaban el juego precisamente por meterse allá donde los conflictos eran peores no se sentía precisamente como uno de sus protagonistas. Nadie estaba preparado para enfrentarse a un par de ratas con pinchos en la cola, como para creerse tan guay de poder enfrentarse a cosas peores. No, que va, estaban atrapados, como ratones en una jaula. Observados en alguna clase de experimento macabro con la poca certeza de que si sobrevivían el suficiente tiempo podrían volver a ver a sus familias. Era una absoluta mierda.
>>No se yo que prefiero, el silencio eess horrorosamente inquietante, pero aquí cuando hay sonidos nunca sabes de dónde vienen. Pisadas lejanas, movimiento en los callejones, una brisa con los gritos de alguien que no logramos ver, joder es todo inquietante de cojones. -En ese ambiente él también se sentía con ánimo de confesarse, como si dos chavales atemorizados y cabreados con aquellas ruinas pudieran hacer algo al respecto más allá de quejarse. -Al menos, está todo más tranquilo desde … eso. ¿Un año se pasa rápido verdad? En cuanto te descuides te habrás librado de todos nosotros y estarás de vuelta con tu querida moto, ya verás.
Colocó en esas palabras un ánimo infundado que ni él mismo se acababa de creer, pero que cojones, si alguien podría sobrevivir en ese lugar de mierda, definitivamente iba a ser Connor.
- Seth
Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mental
Re: La Fábula del Dragón y la Grulla
20/09/23, 09:25 am
Haber revelado la nostalgia que sentía por su hogar, la tristeza de estar lejos de sus hermanos... había sido un movimiento incluso inesperado para él mismo. Pero que se sentía sorprendentemente bien. No sabía si sería capaz de aguantar todo un año... ¿Quién cojones podía saberlo? Tras solos dos días allí casi no lo contaban con esos putos monstruos, y aunque el resto de la semana había sido tranquila... Connor no se dejaba engañar. Habría más heridas, y con mucha mala suerte quizás muertes. Así que no, no tenía la certeza segura de volver a ver a sus compañeros del club, y eso era más desolador y le aterraba más que cualquier prueba de la ciudad. Los Wyverns eran más que un club de moteros o una banda de delincuentes. Sin dejar de de ser todo eso también eran una familia muy unida, que siempre estaba en los buenos momentos y sobre todo en los malos.
Connor los veía como mentores, dónde cada uno le había enseñado una pequeña lección aunque fuera al contar alguna historia o una anécdota. Entre todos lo habían moldeado y convertido en quién era ahora. Pero sobre todo los veía como hermanos mayores, capaces de hacer cualquier cosa por él. Bajo una capa de dureza y naturalidad adornada con insultos, Connor los quería más de lo que quería admitir. No se imaginaba una vida sin el club o los Wyverns porque esa había sido siempre su vida, una que ni siquiera se planteaba abandonar. Llevar aquel chaleco y tratar de cuidarlo siempre solo era una forma de demostrar todo el orgullo y el amor que sentía por los suyos. Así que cuando terminó de hablar y le llegó el turno de la palabra a Ethan, Connor estaba algo pensativo y serio. Con el ceño fruncido y sin poder frenar la tormenta de emociones que se batía en su interior. Aún así sonrió con el comentario del británico, mientras observaba las ruinas de aquella ciudad llena de cabrones que querían matarlos.
-Si, son la puta hostia.- Confirmó el motero asintiendo varias veces con la cabeza. Aunque luego adoptó una expresión algo más preocupada con las siguientes palabras.- Tienen que estar jodidamente locos buscándome, pero seguramente... ya piensen que sea un puto cadáver.- Era lógico pensarlo. Los Wyverns tenían enemigos en muchos sitios, y aunque eran respetados eso no garantizaba que alguno no tuviera el valor de atacarles. Peleas por el control del comercio ilegal, clubs moteros rivales... incluso antiguas víctimas que tenían una cuenta pendiente y dinero que pagar a algún matón de turno. Había muchos escenarios en los que un Wyvern podía morir por una sombra del pasado, y a esas alturas Eva y los demás ya tenían que estar pensando quién podía haberlo quitado de en medio. Connor intuía lo que podía llegar a ocurrir con su desaparición, porque el club era capaz de ir a la guerra con otra banda si pensaban que eran los culpables de su "muerte". Si lograba volver a casa, temía lo que pudiera encontrarse.
Agradeció el cambio de tema, aunque tampoco fuera uno muy agradable. Era cierto que aquella ciudad no era del todo silenciosa. Pisadas, aullidos, gritos en la oscuridad... y cuando era de noche se podía ver la luz flamígera de aquellos putos murciélagos alrededor. Sonrió con las palabras de Ethan sobre su moto y los ánimos que le daba. El británico parecía tener siempre una palabra de aliento que decir, y no parecía cansarse de ser un apoyo constante para los críos, y ya puestos para el propio motero en aquel momento. Además de encargarse de gran parte de la cocina y salir a por la comida a pesar del estado de su pierna. A veces costaba creer que tuviera dos años menos que él, al estar tan pendiente de muchos de ellos con una gran sonrisa. Pero tenía que estar pasándolo igual de mal que todos allí.
-Y qué ganas tengo de librarme de vosotros, joder.- Empezó a decir con sorna y una leve sonrisa que delataba el principio de un comentario estúpido.- Cuando vuelva pienso comprar un peluche para cada uno de vosotros, con vuestros putos nombres para recordaros... Y luego los voy a reventar todos con un puñetero bate de béisbol. Qué panda de gilipollas...- Siguió con la broma un poco más, aunque no podía negar que algunos como Serena si se lo parecían. Tras varios segundos volvió a girarse para mirar a Ethan a los ojos, con expresión algo más seria.- ¿Y cómo lo llevas tú, cabronazo? Has estado en muchas mierdas estos días: cocinar para casi todos, ir a las cestas, adornar por alguna puta razón el pozo... Aunque no te voy a negar que te está quedando jodidamente bien.- Confesó el motero, mientras su mente se llenaba de las distintas figuras que velaban de forma silenciosa el patio.- ¿Por qué lo haces?- Preguntó con interés, recordando aquel dragoncito que le había regalado y que aún guardaba en su baúl.- Creo que a estas alturas todos tenemos una de esas, joder.- Dijo con una sonrisa.
Connor los veía como mentores, dónde cada uno le había enseñado una pequeña lección aunque fuera al contar alguna historia o una anécdota. Entre todos lo habían moldeado y convertido en quién era ahora. Pero sobre todo los veía como hermanos mayores, capaces de hacer cualquier cosa por él. Bajo una capa de dureza y naturalidad adornada con insultos, Connor los quería más de lo que quería admitir. No se imaginaba una vida sin el club o los Wyverns porque esa había sido siempre su vida, una que ni siquiera se planteaba abandonar. Llevar aquel chaleco y tratar de cuidarlo siempre solo era una forma de demostrar todo el orgullo y el amor que sentía por los suyos. Así que cuando terminó de hablar y le llegó el turno de la palabra a Ethan, Connor estaba algo pensativo y serio. Con el ceño fruncido y sin poder frenar la tormenta de emociones que se batía en su interior. Aún así sonrió con el comentario del británico, mientras observaba las ruinas de aquella ciudad llena de cabrones que querían matarlos.
-Si, son la puta hostia.- Confirmó el motero asintiendo varias veces con la cabeza. Aunque luego adoptó una expresión algo más preocupada con las siguientes palabras.- Tienen que estar jodidamente locos buscándome, pero seguramente... ya piensen que sea un puto cadáver.- Era lógico pensarlo. Los Wyverns tenían enemigos en muchos sitios, y aunque eran respetados eso no garantizaba que alguno no tuviera el valor de atacarles. Peleas por el control del comercio ilegal, clubs moteros rivales... incluso antiguas víctimas que tenían una cuenta pendiente y dinero que pagar a algún matón de turno. Había muchos escenarios en los que un Wyvern podía morir por una sombra del pasado, y a esas alturas Eva y los demás ya tenían que estar pensando quién podía haberlo quitado de en medio. Connor intuía lo que podía llegar a ocurrir con su desaparición, porque el club era capaz de ir a la guerra con otra banda si pensaban que eran los culpables de su "muerte". Si lograba volver a casa, temía lo que pudiera encontrarse.
Agradeció el cambio de tema, aunque tampoco fuera uno muy agradable. Era cierto que aquella ciudad no era del todo silenciosa. Pisadas, aullidos, gritos en la oscuridad... y cuando era de noche se podía ver la luz flamígera de aquellos putos murciélagos alrededor. Sonrió con las palabras de Ethan sobre su moto y los ánimos que le daba. El británico parecía tener siempre una palabra de aliento que decir, y no parecía cansarse de ser un apoyo constante para los críos, y ya puestos para el propio motero en aquel momento. Además de encargarse de gran parte de la cocina y salir a por la comida a pesar del estado de su pierna. A veces costaba creer que tuviera dos años menos que él, al estar tan pendiente de muchos de ellos con una gran sonrisa. Pero tenía que estar pasándolo igual de mal que todos allí.
-Y qué ganas tengo de librarme de vosotros, joder.- Empezó a decir con sorna y una leve sonrisa que delataba el principio de un comentario estúpido.- Cuando vuelva pienso comprar un peluche para cada uno de vosotros, con vuestros putos nombres para recordaros... Y luego los voy a reventar todos con un puñetero bate de béisbol. Qué panda de gilipollas...- Siguió con la broma un poco más, aunque no podía negar que algunos como Serena si se lo parecían. Tras varios segundos volvió a girarse para mirar a Ethan a los ojos, con expresión algo más seria.- ¿Y cómo lo llevas tú, cabronazo? Has estado en muchas mierdas estos días: cocinar para casi todos, ir a las cestas, adornar por alguna puta razón el pozo... Aunque no te voy a negar que te está quedando jodidamente bien.- Confesó el motero, mientras su mente se llenaba de las distintas figuras que velaban de forma silenciosa el patio.- ¿Por qué lo haces?- Preguntó con interés, recordando aquel dragoncito que le había regalado y que aún guardaba en su baúl.- Creo que a estas alturas todos tenemos una de esas, joder.- Dijo con una sonrisa.
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Re: La Fábula del Dragón y la Grulla
27/09/23, 04:54 pm
Escuchar a Connor hablar tan bien de su grupo era nostálgico, un recuerdo amargo que solo servía para hacerle sentir el peso de no tener a nadie esperando su regreso. Una tumba y figuritas de papel eso es lo que le quedaba, en parte le parecía poético pues no dejaba de sentirse él mismo un poco así tan frágil y volátil como un folio y tan abandonado y triste como un cementerio lleno de flores. ¿Le echarán de menos? Lo dudaba, quizá era mejor así. Las condenas de Nohlem y Connor le parecían peores: uno condenado al olvido y otro muerto en vida, al menos en su caso era una pérdida pasiva, como olvidarse una foto antigua en el final de un cajón. Estaba ahí, pero no la echabas en falta y algún día al abrirlo te sorprenderías de verla.
No supo qué responder al motero pues en este caso si quiera había un intento de ánimo, solo una dolorosa verdad, así que desvió la vista al paisaje y dejó que continuara hablando, si al menos él lo tenía asumido era una buena noticia. Con suerte regresaría a su hogar y entonces el mayor de sus problemas sería uno tan bonito como tener que dar explicaciones de su desaparición.
Y si ya no sabía que decir, la broma le pilló en un punto flojo. No era la primera vez que le dedicaba una tan agresiva pero en ese contexto recibir una respuesta tan contundente como que se quería librar de él, ahí fuera un chiste no era fácil de tragar. La espesura se acumulo en su garganta a la par que intento mantener la sonrisa más agrandada fruto del recién ganado nerviosismo. Sus pensamientos amalgamados trajeron el rostro de otras tantas personas, algunos más dibujados que otros, todas ellas descartadas en su momento, todas ellas habiéndose alejado de su lado con el tiempo. Sonaba convincente, la bajona mental le solía condenar a esas encrucijadas malditas donde no había un sendero luminoso, solo la aceptación de que sobraba, sobraba en cualquier lugar y en cualquier contexto. Simplemente sobraba.
-Bueno, al menos que mi osito sea lindo que menos -Desenredo su lengua para hablar en un tono más bajo, ido, no era capaz de seguirle el tono de humor pero al menos podía intentar fingir un mínimo que sí. -¿Yo? Bien supongo, como todos imagino.
Se sintió escueto al no encontrar qué decir al respecto, explayarse suponía un peligro mayor y ser específico vulneraba directamente una privacidad que guardaba con anhelo. Al menos la continuación fue sorpresiva y logró que la sonrisa se aflojara volviéndose una natural, ablandado ante los repentinos halagos del pelirrosa, eso sí que era nuevo y encima sin insultos incluidos.
-Oh, gracias no… no cocino yo solo, vaya, Airi y Aniol me echan siempre una mano, incluso Rag suele estar operativo para ayudar. Y lo del pozo ah… -¿Se iba a reír de él? En parte toda su creencia se basaba en una niñatada y una promesa hecha sin ningún tipo de garantía. Un mero formalismo que tantas cosas buenas le había dado durante su vida y que ahora se sentía como una obligación a seguir.
-Es… es una tontería. Fue algo que empecé hace mucho tiempo con… con alguien a quien quería mucho y supongo que en algún momento se convirtió en un hobby. -Aguardó unos segundos en silencio avergonzado, incapaz de dirigirle la mirada. -Hay una leyenda que dice que quien logre hacer mil grullas de papel podrá pedir un deseo y eh… En su día hubo una niña pequeña que estaba enferma, tanto que no podía ni levantarse de la cama así que empezó a crearlas con la intención de poder pedir un deseo y así curarse. -Hizo una breve pausa aguardando una leve risa al darse cuenta de lo mal que acababan siempre este tipo de historias. -Ella murió sin poderlas completar y al enterarse la aldea sobre esta historia empezaron a hacer entre todos el resto de grullas que faltaban. La gente positiva cuenta que desde el cielo la dejaron cumplir su deseo y que ella pidió volver a nacer esta vez en un cuerpo saludable pero, claro, es solo una historieta, para algunos es muy triste y para otros es esperanzadora.
Se encogió de hombros como si lo que acababa de contar no tuviera impacto sobre su día a día, como si no le importara aquella historia que en su día le había contado Jasper. Claro que en su versión siempre había final feliz, Jasper no podía contar algo sin crearle un final feliz.
-Es una tontería, supongo que me gusta pensar que cuando os regalo una os estoy cediendo algo que necesitáis para que a la larga cumpláis ese deseo. Quizá es salud, quizá es felicidad, quizá es suerte, no lo sé. Solo resulta reconfortante creer que de alguna manera estás intentando ayudar a otros aunque sea de una forma… bueno… absurda. No lo se, ay dios olvídalo, si yo ya se que es muy estúpido todo.
Volvió a reírse, apenas un hilo avergonzado mientras apoyaba un brazo en el pequeño relieve para cubrirse parte del rostro. Apoyó su mejilla sobre la mano tratando de disimular el sonrojo que invadía su piel. Confesar eso era duro, se sentía tan ingenuo como Aniol hablando sobre Papa Noel con la diferencia de que él ya tenía edad para haber dejado atrás esos cuentos.
No supo qué responder al motero pues en este caso si quiera había un intento de ánimo, solo una dolorosa verdad, así que desvió la vista al paisaje y dejó que continuara hablando, si al menos él lo tenía asumido era una buena noticia. Con suerte regresaría a su hogar y entonces el mayor de sus problemas sería uno tan bonito como tener que dar explicaciones de su desaparición.
Y si ya no sabía que decir, la broma le pilló en un punto flojo. No era la primera vez que le dedicaba una tan agresiva pero en ese contexto recibir una respuesta tan contundente como que se quería librar de él, ahí fuera un chiste no era fácil de tragar. La espesura se acumulo en su garganta a la par que intento mantener la sonrisa más agrandada fruto del recién ganado nerviosismo. Sus pensamientos amalgamados trajeron el rostro de otras tantas personas, algunos más dibujados que otros, todas ellas descartadas en su momento, todas ellas habiéndose alejado de su lado con el tiempo. Sonaba convincente, la bajona mental le solía condenar a esas encrucijadas malditas donde no había un sendero luminoso, solo la aceptación de que sobraba, sobraba en cualquier lugar y en cualquier contexto. Simplemente sobraba.
-Bueno, al menos que mi osito sea lindo que menos -Desenredo su lengua para hablar en un tono más bajo, ido, no era capaz de seguirle el tono de humor pero al menos podía intentar fingir un mínimo que sí. -¿Yo? Bien supongo, como todos imagino.
Se sintió escueto al no encontrar qué decir al respecto, explayarse suponía un peligro mayor y ser específico vulneraba directamente una privacidad que guardaba con anhelo. Al menos la continuación fue sorpresiva y logró que la sonrisa se aflojara volviéndose una natural, ablandado ante los repentinos halagos del pelirrosa, eso sí que era nuevo y encima sin insultos incluidos.
-Oh, gracias no… no cocino yo solo, vaya, Airi y Aniol me echan siempre una mano, incluso Rag suele estar operativo para ayudar. Y lo del pozo ah… -¿Se iba a reír de él? En parte toda su creencia se basaba en una niñatada y una promesa hecha sin ningún tipo de garantía. Un mero formalismo que tantas cosas buenas le había dado durante su vida y que ahora se sentía como una obligación a seguir.
-Es… es una tontería. Fue algo que empecé hace mucho tiempo con… con alguien a quien quería mucho y supongo que en algún momento se convirtió en un hobby. -Aguardó unos segundos en silencio avergonzado, incapaz de dirigirle la mirada. -Hay una leyenda que dice que quien logre hacer mil grullas de papel podrá pedir un deseo y eh… En su día hubo una niña pequeña que estaba enferma, tanto que no podía ni levantarse de la cama así que empezó a crearlas con la intención de poder pedir un deseo y así curarse. -Hizo una breve pausa aguardando una leve risa al darse cuenta de lo mal que acababan siempre este tipo de historias. -Ella murió sin poderlas completar y al enterarse la aldea sobre esta historia empezaron a hacer entre todos el resto de grullas que faltaban. La gente positiva cuenta que desde el cielo la dejaron cumplir su deseo y que ella pidió volver a nacer esta vez en un cuerpo saludable pero, claro, es solo una historieta, para algunos es muy triste y para otros es esperanzadora.
Se encogió de hombros como si lo que acababa de contar no tuviera impacto sobre su día a día, como si no le importara aquella historia que en su día le había contado Jasper. Claro que en su versión siempre había final feliz, Jasper no podía contar algo sin crearle un final feliz.
-Es una tontería, supongo que me gusta pensar que cuando os regalo una os estoy cediendo algo que necesitáis para que a la larga cumpláis ese deseo. Quizá es salud, quizá es felicidad, quizá es suerte, no lo sé. Solo resulta reconfortante creer que de alguna manera estás intentando ayudar a otros aunque sea de una forma… bueno… absurda. No lo se, ay dios olvídalo, si yo ya se que es muy estúpido todo.
Volvió a reírse, apenas un hilo avergonzado mientras apoyaba un brazo en el pequeño relieve para cubrirse parte del rostro. Apoyó su mejilla sobre la mano tratando de disimular el sonrojo que invadía su piel. Confesar eso era duro, se sentía tan ingenuo como Aniol hablando sobre Papa Noel con la diferencia de que él ya tenía edad para haber dejado atrás esos cuentos.
- Seth
Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mental
Re: La Fábula del Dragón y la Grulla
30/09/23, 01:15 pm
A Connor no se le pasó por alto el tono más bajo e ido de Ethan, respecto a la broma sobre sus ganas de librarse de ellos. Pero no pensó que le hubiera hecho poca gracia, y lo atribuyó simplemente a que estaría pensando en cualquier cosa que fuera preocupante para él, y teniendo en cuenta dónde estaban... Había muchas mierdas por las que preocuparse. Sin embargo, si frunció el ceño con algo más de interés cuando respondió escuetamente: "¿Yo? Bien supongo, como todos imagino" Por alguna razón había esperado que fuera algo más detallista, que hablara de cómo se había sentido o lo mucho que había echado de menos a alguien... Pero el británico no parecía muy animado para ello, y el motero no podía hacer otra cosa más que entenderlo y respetarlo.
Era curioso como él, tan hermético y cerrado que había sido siempre con los extraños... Se veía contándole a alguien sus agobios, sus miedos y sus vulnerabilidades. Si, era jodidamente curioso lo diferente que se estaba comportando ahora que no tenía a nadie del club. Ahora que estaba solo. Y era Ethan, ese chico que siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás, el que estaba haciendo el rol de callado y con pocas ganas de hablar de sus sentimientos. Aunque por otro lado no le sorprendía, desde que lo había conocido siempre había parecido enfocarse más en el bienestar de los demás que en el suyo propio. <<Sería un buen Wyvern... si no fuera una buena persona>>. Pensó el canadiense con una leve sonrisa, antes de dirigir su atención a lo próximo que estaba por contar su compañero.
Connor se quedó de lado, apoyando uno de sus brazos en el murete mientras se enfocaba en Ethan y en lo que contaba. Aquel corte en sus palabras y esa mención a que empezó el hobby de las figuras con alguien a quien quería mucho... Le hizo darse cuenta al motero de que ese podía ser un tema delicado para el británico. Había hablado en pasado y eso solo significaba algún tipo de pérdida: ya fuera un amigo con el que se había peleado, una ruptura amorosa o quién sabe si algo peor. No quiso preguntarle por ello, pues Ethan no había dado detalles y todo el mundo tenía sus putas historias. Él mismo no quería que le hicieran determinadas preguntas. Connor asintió con la cabeza, para hacerle saber que estaba atento a lo que decía. Pero su rostro serio pasó a ser sonriente con un bufido, cuando empezó a ver por dónde iba la historia. <<Un puto cuento, hay que joderse>>. Pensó divertido mientras veía a Ethan explicar la historia algo avergonzado. Era un típico cuento: con su toque de tristeza y tragedia, pero que acababa con un final esperanzador.
-Sabía que la niña iba a estirar la puta pata, desde que empezaste a hablar.- Comentó con una sonrisa, sin dejar de observar las expresiones de Ethan y sus palabras. Aunque dijera que era una tontería, el británico parecía creerse de alguna manera aquello, pues tal y como explicaba, tenía que ver un poco con su razón para regalarles aquellas figuritas de papel. Connor no pudo evitar sonreír de nuevo y negar con la cabeza, divertido con aquella confesión. Pero si bien no podía parecerlo a simple vista, aquel mensaje había calado en el motero. Así que cuando Ethan terminó diciendo que era algo estúpido, Connor negó con la cabeza.
-No, ni de puta coña es estúpido.- Dijo decidido mientras lo miraba, aunque éste se hubiera ocultado antes sonrojado. Sí que creía que esa creencia era estúpida, pero las palabras de Connor iban por otro lado.- No es que crea en ese tipo de cosas, porque la verdad es que yo no creo en ninguna mierda.- Comentó el motero encogiéndose de hombros, pero con un tono sincero y que no pretendía ofender.- Pero puedo ver cuando algo que hace alguien... ayuda a los demás a sentirse menos putos desgraciados.- Connor se quedó un par de segundos en silencio, con la única compañía de los sonidos perturbadores de la ciudad y de Ethan, el cuál cada vez se le hacía un compañero más extraño. Si bien, eso para Connor no era malo, si no cada vez mejor. Suspiró antes de hablar, girando el cuerpo por completo para estar apoyado en el murete y sin mirar a Ethan.- Conozco a mucha gente que si estuviera aquí, habrían actuado muy diferente a cómo lo haces tú... Pero creo que eres el primer cabronazo que conozco que se preocupa tanto por unos desconocidos, joder. Y antes en la Tierra, pensaba que eso era de putos gilipollas.- Confesó el motero girando la cabeza para observarlo, con una leve sonrisa por lo que iba a decir.- Ahora creo que es de medio gilipollas, tampoco te creas importante cabronazo...- Dijo con sorna y un evidente tono bromista, aunque luego volvió a ponerse más serio.
El motero siguió observando las calles, pensativo. Desde que había llegado a la ciudad había tenido que adoptar actitudes nuevas para él. Formar parte de un nuevo grupo para sobrevivir, con sus puntos buenos y sus jodidos puntos malos. Sobrellevar aquel miedo que le atenazaba el pecho, desde que se había visto con ese monstruo de sombras... Y le gustara o no estaba aprendiendo a abrirse con los desconocidos, porque no tenía a sus hermanos moteros con los que hacerlo, y si no lo hacía con los del torreón acabaría explotando como una puñetera bomba.
-Como ya he dicho, no creo en esas cosas.- Repitió el motero, para luego mirar al británico directamente a los ojos.- Pero cojones, sea real o no... Recibir tus putos regalos animan a todo el mundo aquí.- Con una palmada amistosa en la espalda Connor siguió hablando.- Así que estaría de puta madre ver más de tus figuras adornando el pozo. Y si me enseñas... puedo ayudarte, joder.- Se ofreció el motero con una leve sonrisa.- Esa persona de la que hablaste antes te enseñó un buen hobby.-
Era curioso como él, tan hermético y cerrado que había sido siempre con los extraños... Se veía contándole a alguien sus agobios, sus miedos y sus vulnerabilidades. Si, era jodidamente curioso lo diferente que se estaba comportando ahora que no tenía a nadie del club. Ahora que estaba solo. Y era Ethan, ese chico que siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás, el que estaba haciendo el rol de callado y con pocas ganas de hablar de sus sentimientos. Aunque por otro lado no le sorprendía, desde que lo había conocido siempre había parecido enfocarse más en el bienestar de los demás que en el suyo propio. <<Sería un buen Wyvern... si no fuera una buena persona>>. Pensó el canadiense con una leve sonrisa, antes de dirigir su atención a lo próximo que estaba por contar su compañero.
Connor se quedó de lado, apoyando uno de sus brazos en el murete mientras se enfocaba en Ethan y en lo que contaba. Aquel corte en sus palabras y esa mención a que empezó el hobby de las figuras con alguien a quien quería mucho... Le hizo darse cuenta al motero de que ese podía ser un tema delicado para el británico. Había hablado en pasado y eso solo significaba algún tipo de pérdida: ya fuera un amigo con el que se había peleado, una ruptura amorosa o quién sabe si algo peor. No quiso preguntarle por ello, pues Ethan no había dado detalles y todo el mundo tenía sus putas historias. Él mismo no quería que le hicieran determinadas preguntas. Connor asintió con la cabeza, para hacerle saber que estaba atento a lo que decía. Pero su rostro serio pasó a ser sonriente con un bufido, cuando empezó a ver por dónde iba la historia. <<Un puto cuento, hay que joderse>>. Pensó divertido mientras veía a Ethan explicar la historia algo avergonzado. Era un típico cuento: con su toque de tristeza y tragedia, pero que acababa con un final esperanzador.
-Sabía que la niña iba a estirar la puta pata, desde que empezaste a hablar.- Comentó con una sonrisa, sin dejar de observar las expresiones de Ethan y sus palabras. Aunque dijera que era una tontería, el británico parecía creerse de alguna manera aquello, pues tal y como explicaba, tenía que ver un poco con su razón para regalarles aquellas figuritas de papel. Connor no pudo evitar sonreír de nuevo y negar con la cabeza, divertido con aquella confesión. Pero si bien no podía parecerlo a simple vista, aquel mensaje había calado en el motero. Así que cuando Ethan terminó diciendo que era algo estúpido, Connor negó con la cabeza.
-No, ni de puta coña es estúpido.- Dijo decidido mientras lo miraba, aunque éste se hubiera ocultado antes sonrojado. Sí que creía que esa creencia era estúpida, pero las palabras de Connor iban por otro lado.- No es que crea en ese tipo de cosas, porque la verdad es que yo no creo en ninguna mierda.- Comentó el motero encogiéndose de hombros, pero con un tono sincero y que no pretendía ofender.- Pero puedo ver cuando algo que hace alguien... ayuda a los demás a sentirse menos putos desgraciados.- Connor se quedó un par de segundos en silencio, con la única compañía de los sonidos perturbadores de la ciudad y de Ethan, el cuál cada vez se le hacía un compañero más extraño. Si bien, eso para Connor no era malo, si no cada vez mejor. Suspiró antes de hablar, girando el cuerpo por completo para estar apoyado en el murete y sin mirar a Ethan.- Conozco a mucha gente que si estuviera aquí, habrían actuado muy diferente a cómo lo haces tú... Pero creo que eres el primer cabronazo que conozco que se preocupa tanto por unos desconocidos, joder. Y antes en la Tierra, pensaba que eso era de putos gilipollas.- Confesó el motero girando la cabeza para observarlo, con una leve sonrisa por lo que iba a decir.- Ahora creo que es de medio gilipollas, tampoco te creas importante cabronazo...- Dijo con sorna y un evidente tono bromista, aunque luego volvió a ponerse más serio.
El motero siguió observando las calles, pensativo. Desde que había llegado a la ciudad había tenido que adoptar actitudes nuevas para él. Formar parte de un nuevo grupo para sobrevivir, con sus puntos buenos y sus jodidos puntos malos. Sobrellevar aquel miedo que le atenazaba el pecho, desde que se había visto con ese monstruo de sombras... Y le gustara o no estaba aprendiendo a abrirse con los desconocidos, porque no tenía a sus hermanos moteros con los que hacerlo, y si no lo hacía con los del torreón acabaría explotando como una puñetera bomba.
-Como ya he dicho, no creo en esas cosas.- Repitió el motero, para luego mirar al británico directamente a los ojos.- Pero cojones, sea real o no... Recibir tus putos regalos animan a todo el mundo aquí.- Con una palmada amistosa en la espalda Connor siguió hablando.- Así que estaría de puta madre ver más de tus figuras adornando el pozo. Y si me enseñas... puedo ayudarte, joder.- Se ofreció el motero con una leve sonrisa.- Esa persona de la que hablaste antes te enseñó un buen hobby.-
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Re: La Fábula del Dragón y la Grulla
05/10/23, 03:09 pm
No pudo evitar soltar una ligera risa al escuchar su primera respuesta, aún le sorprendía lo bruto pero cercano que podía llegar a ser. Una extraña mezcla para una extraña persona y es que Connor imponía, daba absolutamente terror de primeras. Un tío de casi dos metros, con una espalda similar a un campo de fútbol y unos brazos que podrían reventarte la cabeza como si fuera un melón. Obviamente iba a asustar, ahora bien, conociéndolo un poco más resultaba mostrar un lado mucho más afable del inicial y es que tras esa coraza tan puntiaguda se encontraba un chico confiable que intentaba ser respetuoso con el resto, incluso en su torpeza reforzaba los intentos que hacía por volver la convivencia más sencilla.
Vale, sí, no podía olvidar lo ocurrido con Serena. Claramente quedaban temas por pulir y no iba a ser él quien pudiera cambiar una personalidad que parecía haberse formado a palos, pero el mero hecho de ver el esfuerzo del joven era esperanzador. La empatía que le dedicaba en esos momentos ablandaba una parte interna suya que si bien no olvidaba, sí podía perdonar ciertas acciones con la inocencia de creer que en un futuro no tendrían por qué repetirse.
-Bueno, la mayoría de cuentos se crean así, ¿no? Sin tragedia parece no haber historia. Aunque te digo que la niña existió de verdad aunque tenía cáncer por la radiación así que bueno… casi que es aún peor. -Finalmente un resoplido se escapó de entre sus dientes, uno divertido ante la amarga verdad, al menos sabía reírse ante las adversidades, aunque fuera de forma irónica.
-Yo tampoco creo en ello, no te preocupes, supongo que es una tradición. A veces uno se tiene que aferrar a algo supongo y yo elegí esto. -Se encogió de hombros pues era verdad, claro que todo aquello tenía una importancia simbólica y claro que era una ayuda psicológica, pero no es como que pudiera pensar que se haría realidad. Ni en sus mejores sueños había completado mil grullas y eso en parte era por que le daba miedo que al llegar a ese punto, la ilusión se rompiera y sin ella solo quedara una realidad demasiado dura de asimilar.
-Vaya, ¿Me estás halagando? Eso sí es sorpresivo.
Una sonrisa burlona se dibujó en su rostro, con una confianza contraría al rubor creciente de su rostro. Le dedicó una mirada ladeada en unas emociones complejas donde se mezclaban tantas que era complicado ponerle un nombre específico a lo que sentía. La vergüenza era latente, al igual que cierto orgullo al verse reflejado un mínimo en aquellas acciones pero con esa luz inicial también se proyectaban sombras temblorosas, inseguridades que lo apartaban de sentir esas palabras como propias para verse desde el exterior, como si de alguna manera Connor estuviera refiriéndose a una persona que no era él.
-No se… -Chasqueo la lengua antes de pasársela por los dientes en un recorrido que trataba de limpiar las siguientes sílabas de salir apresuradas de su boca. Aún recordaba su charla nocturna con Nohlem y para su horrible nueva realidad eso significaba ser mucho más consciente de sus propias palabras. Ladeo la cabeza quejándose en bajo antes de volver a hablar. -Sigh, vale eh, supongo que todos hicimos lo que pudimos no es, no. -Se mordió el labio frustrado, era incapaz de aceptar aquello sin sentirse horrorosamente ególatra por ello. -Me alegra que lo veas así, me gusta poder ayudar a la gente supongo. No es como que quisiera dejar a nadie tirado en un mundo de mierda como este, aunque diré que tú tampoco nos abandonaste No sé con qué motivos pero bien que te pusiste delante para abrir paso al resto de ¨desconocidos¨.
>>Así que supongo que como ambos somos igual de medio gilipollas juntos hacemos uno completo. -Le guiño el ojo al decirlo, antes de estallar a reírse avergonzado por su propio mal humor.
Ante lo último simplemente sonrió, el canadiense no era consciente de cuánto de feliz le hacía escuchar eso, le daba un propósito a su hobby, recuperar uno que había perdido hacía tanto y solo ese detalle le llenaba de una alegría que no podía describir. Su sonrisa se volvió tan amplía que temió que las comisuras le pudieran doler por ello y ante la idea de ver al chico hacer una figura con sus manazas le sumó una suave risa.
-Claro, te enseño cuando quieras, en verdad el pozo es.. como un santuario o algo así, a gente que echamos de menos, supongo. Si quieres hacer alguna figurita y dedicársela a alguien eres libre de colocarla ahí, seguro que queda más bonito cuanto más tenga.
No supo muy bien si confesar algo así era lo adecuado, quizá ese tema era también delicado para el pelirrosa, al final había visto sus cicatrices y detrás de ellas siempre había historias que si bien podrían ser anecdóticas, también podían ocultar un pasado no tan agradable.
-Imagino que eh, el chaleco es de tu club, ¿No?. Perdona la pregunta esporádica es que hablando del tema… Por como lo proteges y tal me he imaginado que quizá el dragón es alguna clase de icono? O apodo para ti, no sé, mola mucho la verdad.
Vale, sí, no podía olvidar lo ocurrido con Serena. Claramente quedaban temas por pulir y no iba a ser él quien pudiera cambiar una personalidad que parecía haberse formado a palos, pero el mero hecho de ver el esfuerzo del joven era esperanzador. La empatía que le dedicaba en esos momentos ablandaba una parte interna suya que si bien no olvidaba, sí podía perdonar ciertas acciones con la inocencia de creer que en un futuro no tendrían por qué repetirse.
-Bueno, la mayoría de cuentos se crean así, ¿no? Sin tragedia parece no haber historia. Aunque te digo que la niña existió de verdad aunque tenía cáncer por la radiación así que bueno… casi que es aún peor. -Finalmente un resoplido se escapó de entre sus dientes, uno divertido ante la amarga verdad, al menos sabía reírse ante las adversidades, aunque fuera de forma irónica.
-Yo tampoco creo en ello, no te preocupes, supongo que es una tradición. A veces uno se tiene que aferrar a algo supongo y yo elegí esto. -Se encogió de hombros pues era verdad, claro que todo aquello tenía una importancia simbólica y claro que era una ayuda psicológica, pero no es como que pudiera pensar que se haría realidad. Ni en sus mejores sueños había completado mil grullas y eso en parte era por que le daba miedo que al llegar a ese punto, la ilusión se rompiera y sin ella solo quedara una realidad demasiado dura de asimilar.
-Vaya, ¿Me estás halagando? Eso sí es sorpresivo.
Una sonrisa burlona se dibujó en su rostro, con una confianza contraría al rubor creciente de su rostro. Le dedicó una mirada ladeada en unas emociones complejas donde se mezclaban tantas que era complicado ponerle un nombre específico a lo que sentía. La vergüenza era latente, al igual que cierto orgullo al verse reflejado un mínimo en aquellas acciones pero con esa luz inicial también se proyectaban sombras temblorosas, inseguridades que lo apartaban de sentir esas palabras como propias para verse desde el exterior, como si de alguna manera Connor estuviera refiriéndose a una persona que no era él.
-No se… -Chasqueo la lengua antes de pasársela por los dientes en un recorrido que trataba de limpiar las siguientes sílabas de salir apresuradas de su boca. Aún recordaba su charla nocturna con Nohlem y para su horrible nueva realidad eso significaba ser mucho más consciente de sus propias palabras. Ladeo la cabeza quejándose en bajo antes de volver a hablar. -Sigh, vale eh, supongo que todos hicimos lo que pudimos no es, no. -Se mordió el labio frustrado, era incapaz de aceptar aquello sin sentirse horrorosamente ególatra por ello. -Me alegra que lo veas así, me gusta poder ayudar a la gente supongo. No es como que quisiera dejar a nadie tirado en un mundo de mierda como este, aunque diré que tú tampoco nos abandonaste No sé con qué motivos pero bien que te pusiste delante para abrir paso al resto de ¨desconocidos¨.
>>Así que supongo que como ambos somos igual de medio gilipollas juntos hacemos uno completo. -Le guiño el ojo al decirlo, antes de estallar a reírse avergonzado por su propio mal humor.
Ante lo último simplemente sonrió, el canadiense no era consciente de cuánto de feliz le hacía escuchar eso, le daba un propósito a su hobby, recuperar uno que había perdido hacía tanto y solo ese detalle le llenaba de una alegría que no podía describir. Su sonrisa se volvió tan amplía que temió que las comisuras le pudieran doler por ello y ante la idea de ver al chico hacer una figura con sus manazas le sumó una suave risa.
-Claro, te enseño cuando quieras, en verdad el pozo es.. como un santuario o algo así, a gente que echamos de menos, supongo. Si quieres hacer alguna figurita y dedicársela a alguien eres libre de colocarla ahí, seguro que queda más bonito cuanto más tenga.
No supo muy bien si confesar algo así era lo adecuado, quizá ese tema era también delicado para el pelirrosa, al final había visto sus cicatrices y detrás de ellas siempre había historias que si bien podrían ser anecdóticas, también podían ocultar un pasado no tan agradable.
-Imagino que eh, el chaleco es de tu club, ¿No?. Perdona la pregunta esporádica es que hablando del tema… Por como lo proteges y tal me he imaginado que quizá el dragón es alguna clase de icono? O apodo para ti, no sé, mola mucho la verdad.
- Seth
Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mental
Personajes :
● Devoss: Humano (Países Bajos) Licántropo Tigre
● Maila: Humana (Hawaii) Bruja de la Arena
●Connor: Humano (Canadá)
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Sufre episodios de insomnio. Tendrá episodios de vértigo postural, más frecuentes al levantarse tras dormir, que pueden durar desde minutos a varias horas.
Re: La Fábula del Dragón y la Grulla
08/10/23, 12:52 pm
-¿La niña existió de verdad? No me jodas...- Respondió el canadiense contagiándose un poco del humor ante la adversidad que mostraba Ethan. Connor no sabía mucho de cuentos a decir verdad, ni leyendas ni mitos. Pero estaba seguro que aquel se llevaba la palma en cuanto a trágico. Porque estaba basado en una realidad. Una realidad adornada con fantasías y mentiras para parecer menos horrible de lo que había sido.
¿Aquella ciudad era exactamente eso? Un lugar lleno de fantasía y promesas, pero que al final solo resultaba ser otra mierda parecida a la que dejaban atrás en la Tierra. Esa cabrona de Akeyo le había prometido libertad, poder y cosas parecidas. Pero como en esa historia de la niña y las grullas... la realidad era cruda, gris y jodidamente deprimente. La conversación seguía su curso, y al estar observando las calles del fondo no fue consciente del rubor en las mejillas del británico por los halagos que le había hecho. Pero no pudo evitar reír con su comentario irónico sobre que dichos halagos eran sorpresivos.
-No te acostumbres, capullo. Hoy me has pillado con la guardia baja.- El motero le devolvió la misma sonrisa burlona a modo de pique, antes de volver a centrar la vista en la ciudad de pesadilla que ahora tenían por hogar.
Connor se limitó entonces a escuchar a Ethan hablar. Era curioso como podían ser tan diferentes, pero a la vez parecían coincidir en las cosas más básicas. Defender a los críos era una de ellas, por ejemplo. Pero más allá de eso se habían entendido bien desde el principio. Sabían, o se hacían una idea, de cómo era el contrario. Y Connor no tenía ninguna duda de que en otra vida, en la Tierra, ni de coña se habrían llevado bien. Porque en parte eran un poco como el agua y el aceite, pero la verdad es que eso en Rocavarancolia importaba una mierda. Todos estaban igual de jodidos. Así que ahí estaba, conversando con alguien con el que nunca habría esperado sentirse tan cómodo. Su compañero por otra parte, parecía desestimar un poco aquellos halagos como si no quisiera darles importancia, mientras se los devolvía de vuelta al motero. Él por su parte tampoco les dio importancia y se limitó a sonreír levemente, sin querer profundizar en ello ya que se puso delante de los demás porque pensaba que así irían más rápidos y no por preocupación hacia ellos, aunque luego no pudo evitar soltar una risotada con el comentario de Ethan sobre que eran un par de medio-gilipollas.
-Pues mejor que reunamos más putas neuronas.-
A pesar de lo confortable que se había vuelto la charla, Connor frunció el ceño con las siguientes frases de Ethan. Aquel pozo y sus figuritas de papel no eran simples adornos, sus palabras explicaban que se trataba de un santuario. Para las personas que uno echaba de menos. ¿Eso significaba que el ser querido que le había enseñado ese hobby estaba muerto? ¿O se refería simplemente a que lo echaba en falta por la puta distancia entre mundos? En cualquier caso Connor se vio perdido de nuevo en los recuerdos, recordando las dolorosas pérdidas que había experimentado. Para él, el club era su santuario. Pero en las largas noches que pasaron tras las muertes... no, asesinatos... Tras los asesinatos de Yasser y Rhona, Connor los había ido a visitar como hacía todo el mundo. En el puto cementerio. Y si aquel pozo iba a ser una especie de santuario para los que habías perdido... bueno, Connor no podía evitar verlo ahora como una simbólica tumba.
Sonrió de forma leve, aún con gran parte de su mente en los recuerdos.- Seguramente me mandarían a tomar por culo si les dedicara algo que no fuera cerveza.- Comentó algo nostálgico pero divertido, pensando en este caso en Rhona y su gusto por la bebida. Pensar en él mismo creando un dragoncito de papel para ellos le hacía sentirse estúpido, sobre todo conociendo como habían sido sus hermanos moteros y lo poco que les habría gustado un regalo así en vida. Aún así eso no significaba que no fuera importante para otras personas. - Pero te ayudaré como pueda, joder.- Dijo mientras asentía con la cabeza, convencido de ello.
La siguiente pregunta lo pilló desprevenido, y Connor se limitó a asentir y a sonreír un poco burlón con los intentos de Ethan de adivinar si el dragón del chaleco era un icono o un apodo. El motero empezó a quitarse el chaleco y lo dejó apoyado en el murete de la azotea para que lo observara, con cuidado de que no se cayera. Había olvidado cómo se leían y pronunciaban aquellas letras que adornaban la prenda por culpa de la fuente, pero no le hacía hacía falta para saber qué ponía en cada parche. Frunció el ceño preocupado, al volver a ver el par de jirones en el cuero debido a los ataques de aquellas ratas.
-Son las dos cosas.- Empezó a decir con una leve sonrisa que delataba el orgullo que le profesaba al club.- Es nuestro puto símbolo y nuestro nombre. ¿Ves estas letras de aquí?- Preguntó señalando las que había encima del dragón central púrpura y expulsando llamas rosadas, dónde ponía "Wyverns".- Así nos llamamos: Guivernos. Somos los putos Guivernos de Texas.- Comentó con sorna, aunque luego se puso algo más sereno para seguir explicando.- Son dragones, pero diferentes a los típicos.- Empezó a decir intercalando su mirada entre Ethan y el chaleco.- Se supone que los normales son los que conoce todo el puto mundo en los cuentos: cuatro patas y dos alas. Bueno, pues los guivernos son como sus primos algo más pequeños. Tienen dos patas traseras y las delanteras son sus putas alas. Como un jodido murciélago.-
El motero se quedó unos segundos en silencio, recordando la mañana que conoció a Eva y cómo le contó por el camino las diferencias entre ambos dragones y por qué había elegido que fueran los "Wyverns" y no los "Dragons". Connor frunció el ceño, luchando por desterrar los recuerdos a un rincón oscuro. Era mejor seguir hablando que recordar.
-Cuando cumples un tiempo como prospecto, que quiere decir que eres el puto recadero de todo el mundo, al final te acaban aceptando entre los suyos. Te vuelves de la puta familia.- Explicó Connor, saltándose obviamente el resto de pruebas que había tenido que superar para demostrar que quería estar ahí. Que se resumían a participar en los delitos del club.- Cuando eres de la puta familia te dan este chaleco y... te tatúan en la espalda los mismos parches.- Dijo con tono divertido, aunque podía recordar lo mucho que había dolido en ciertas zonas el proceso.- Y éstos de aquí.- Connor enseñó las cadenas negras que adornaban sus antebrazos hasta las muñecas, con una leve sonrisilla. A esperas de ver la reacción de su compañero.
¿Aquella ciudad era exactamente eso? Un lugar lleno de fantasía y promesas, pero que al final solo resultaba ser otra mierda parecida a la que dejaban atrás en la Tierra. Esa cabrona de Akeyo le había prometido libertad, poder y cosas parecidas. Pero como en esa historia de la niña y las grullas... la realidad era cruda, gris y jodidamente deprimente. La conversación seguía su curso, y al estar observando las calles del fondo no fue consciente del rubor en las mejillas del británico por los halagos que le había hecho. Pero no pudo evitar reír con su comentario irónico sobre que dichos halagos eran sorpresivos.
-No te acostumbres, capullo. Hoy me has pillado con la guardia baja.- El motero le devolvió la misma sonrisa burlona a modo de pique, antes de volver a centrar la vista en la ciudad de pesadilla que ahora tenían por hogar.
Connor se limitó entonces a escuchar a Ethan hablar. Era curioso como podían ser tan diferentes, pero a la vez parecían coincidir en las cosas más básicas. Defender a los críos era una de ellas, por ejemplo. Pero más allá de eso se habían entendido bien desde el principio. Sabían, o se hacían una idea, de cómo era el contrario. Y Connor no tenía ninguna duda de que en otra vida, en la Tierra, ni de coña se habrían llevado bien. Porque en parte eran un poco como el agua y el aceite, pero la verdad es que eso en Rocavarancolia importaba una mierda. Todos estaban igual de jodidos. Así que ahí estaba, conversando con alguien con el que nunca habría esperado sentirse tan cómodo. Su compañero por otra parte, parecía desestimar un poco aquellos halagos como si no quisiera darles importancia, mientras se los devolvía de vuelta al motero. Él por su parte tampoco les dio importancia y se limitó a sonreír levemente, sin querer profundizar en ello ya que se puso delante de los demás porque pensaba que así irían más rápidos y no por preocupación hacia ellos, aunque luego no pudo evitar soltar una risotada con el comentario de Ethan sobre que eran un par de medio-gilipollas.
-Pues mejor que reunamos más putas neuronas.-
A pesar de lo confortable que se había vuelto la charla, Connor frunció el ceño con las siguientes frases de Ethan. Aquel pozo y sus figuritas de papel no eran simples adornos, sus palabras explicaban que se trataba de un santuario. Para las personas que uno echaba de menos. ¿Eso significaba que el ser querido que le había enseñado ese hobby estaba muerto? ¿O se refería simplemente a que lo echaba en falta por la puta distancia entre mundos? En cualquier caso Connor se vio perdido de nuevo en los recuerdos, recordando las dolorosas pérdidas que había experimentado. Para él, el club era su santuario. Pero en las largas noches que pasaron tras las muertes... no, asesinatos... Tras los asesinatos de Yasser y Rhona, Connor los había ido a visitar como hacía todo el mundo. En el puto cementerio. Y si aquel pozo iba a ser una especie de santuario para los que habías perdido... bueno, Connor no podía evitar verlo ahora como una simbólica tumba.
Sonrió de forma leve, aún con gran parte de su mente en los recuerdos.- Seguramente me mandarían a tomar por culo si les dedicara algo que no fuera cerveza.- Comentó algo nostálgico pero divertido, pensando en este caso en Rhona y su gusto por la bebida. Pensar en él mismo creando un dragoncito de papel para ellos le hacía sentirse estúpido, sobre todo conociendo como habían sido sus hermanos moteros y lo poco que les habría gustado un regalo así en vida. Aún así eso no significaba que no fuera importante para otras personas. - Pero te ayudaré como pueda, joder.- Dijo mientras asentía con la cabeza, convencido de ello.
La siguiente pregunta lo pilló desprevenido, y Connor se limitó a asentir y a sonreír un poco burlón con los intentos de Ethan de adivinar si el dragón del chaleco era un icono o un apodo. El motero empezó a quitarse el chaleco y lo dejó apoyado en el murete de la azotea para que lo observara, con cuidado de que no se cayera. Había olvidado cómo se leían y pronunciaban aquellas letras que adornaban la prenda por culpa de la fuente, pero no le hacía hacía falta para saber qué ponía en cada parche. Frunció el ceño preocupado, al volver a ver el par de jirones en el cuero debido a los ataques de aquellas ratas.
-Son las dos cosas.- Empezó a decir con una leve sonrisa que delataba el orgullo que le profesaba al club.- Es nuestro puto símbolo y nuestro nombre. ¿Ves estas letras de aquí?- Preguntó señalando las que había encima del dragón central púrpura y expulsando llamas rosadas, dónde ponía "Wyverns".- Así nos llamamos: Guivernos. Somos los putos Guivernos de Texas.- Comentó con sorna, aunque luego se puso algo más sereno para seguir explicando.- Son dragones, pero diferentes a los típicos.- Empezó a decir intercalando su mirada entre Ethan y el chaleco.- Se supone que los normales son los que conoce todo el puto mundo en los cuentos: cuatro patas y dos alas. Bueno, pues los guivernos son como sus primos algo más pequeños. Tienen dos patas traseras y las delanteras son sus putas alas. Como un jodido murciélago.-
El motero se quedó unos segundos en silencio, recordando la mañana que conoció a Eva y cómo le contó por el camino las diferencias entre ambos dragones y por qué había elegido que fueran los "Wyverns" y no los "Dragons". Connor frunció el ceño, luchando por desterrar los recuerdos a un rincón oscuro. Era mejor seguir hablando que recordar.
-Cuando cumples un tiempo como prospecto, que quiere decir que eres el puto recadero de todo el mundo, al final te acaban aceptando entre los suyos. Te vuelves de la puta familia.- Explicó Connor, saltándose obviamente el resto de pruebas que había tenido que superar para demostrar que quería estar ahí. Que se resumían a participar en los delitos del club.- Cuando eres de la puta familia te dan este chaleco y... te tatúan en la espalda los mismos parches.- Dijo con tono divertido, aunque podía recordar lo mucho que había dolido en ciertas zonas el proceso.- Y éstos de aquí.- Connor enseñó las cadenas negras que adornaban sus antebrazos hasta las muñecas, con una leve sonrisilla. A esperas de ver la reacción de su compañero.
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Personajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: La Fábula del Dragón y la Grulla
12/10/23, 12:04 pm
Connor le caía bien a pesar de sus diferencias y de los matices que ocultaban ambas conversaciones. En silencio y para sí se quiso imaginar que en otra vida más sencilla y más modesta podrían haber llegado a ser muy buenos amigos, unos muy dispares pero unos muy funcionales. Jugar con ese simple pensamiento le arrebató una sonrisa distraída pues aún a sabiendas de que ese final no sería posible le gustaba pensar que si, que si de verdad llegaban a superar aquel macabro juego podrían intentar buscarse, contactar de alguna manera para reunirse. Quizá y solo quizá podría hacer de su vuelta a casa una menos solitaria o… la sonrisa desapareció casi al instante, quizá debería de asimilar que muchos de allí reharían su vida sin más.
El canadiense siempre hablaba en plural, siempre hablaba de familia, de banda, de grupo, de amistad. Una sutil envidia inocente recorría su espina dorsal cada vez que lo escuchaba, no porque quisiera formar parte de ellos, si no porque quería ser igual de especial para alguien. Formar parte de un todo para ser tan querido como las personas de las que hablaba, no era más que el pensamiento caprichoso del que se encontraba solo en esos instantes.
-Oh, entiendo, no, me temo que cerveza no tenemos. Aunque, eh, cuento con una cantidad extraña de cereales variados, todo sea que quieras ponerte. -Se encogió de hombros juguetón a sabiendas de que ya se imaginaba la respuesta. -Eso si, yo no tengo ni puta idea de cómo se hace.
Lo que no se esperó fue una clase de mitología y mucho menos que viniera acompañado de tatuajes a juego. Ethan ladeó la cabeza curioso y en su interior se planteó tantas malas opciones que prefirió no decir ninguna y aguardar expectante a que Connor terminara la charla. Era difícil no asociar las cadenas a motivos delictivos y si bien le parecía entrañable que el pelirrosa le hablara sobre mitos con tanta pasión cada vez estaba más convencido acerca de que ¨su club¨ era algún tipo de banda criminal organizada, típico de americanos.
-Es… vale, me has pillado por sorpresa, es muy curioso. No esperaba que hubiera una mini raza de dragones la verdad. Oye y eh, ¿puedo preguntar qué significan estos tatus? -Señaló de forma modesta las cadenas, con una curiosidad obvia. Vale, lo otro eran reptiles con alas eso siempre molaba, pero ¿Qué explicación podrías asociar a ese otro icono que no fuera intrínsecamente mala?
-Y hmm… quizá ya pecó de curioso pero… ¿Llevas mucho con ellos? Quiero decir, es admirable lo bien que hablas de tu grupo, como si fuerais una familia. -Sonrió un tanto perdido en sus propios pensamientos, nostálgico de algo que ya no tenía. -En mi caso no éramos tantos, bueno, éramos 2 y ya. Estaba igual de feliz pero era bastante más modesto todo.
Se quedó encogido en el sitio, apoyado en el pequeño desnivel de la azotea para seguir mirando hacía el exterior, lo lúgubre de una ciudad que irónicamente tenía más vida que el hogar del que venía, como dos cascarones completamente opuestos. Uno ruinoso y podredumbre que ocultaba un sin fin de vidas cada cual más dispareja que la anterior y otro bien decorado, alegre, que ocultaba la monotonía de estar prácticamente en desuso, deshabitado y vacío. Tenía que ser reconfortante vivir en una especie de comuna, ahí fueran todos delincuentes buscados, al menos el apego era real.
-Ah, mierda. Connor, creo que se equivocaron conmigo.
Acabó confesando tras un largo suspiro. Cuantas más vueltas le daba más llegaba a esa conclusión.
El canadiense siempre hablaba en plural, siempre hablaba de familia, de banda, de grupo, de amistad. Una sutil envidia inocente recorría su espina dorsal cada vez que lo escuchaba, no porque quisiera formar parte de ellos, si no porque quería ser igual de especial para alguien. Formar parte de un todo para ser tan querido como las personas de las que hablaba, no era más que el pensamiento caprichoso del que se encontraba solo en esos instantes.
-Oh, entiendo, no, me temo que cerveza no tenemos. Aunque, eh, cuento con una cantidad extraña de cereales variados, todo sea que quieras ponerte. -Se encogió de hombros juguetón a sabiendas de que ya se imaginaba la respuesta. -Eso si, yo no tengo ni puta idea de cómo se hace.
Lo que no se esperó fue una clase de mitología y mucho menos que viniera acompañado de tatuajes a juego. Ethan ladeó la cabeza curioso y en su interior se planteó tantas malas opciones que prefirió no decir ninguna y aguardar expectante a que Connor terminara la charla. Era difícil no asociar las cadenas a motivos delictivos y si bien le parecía entrañable que el pelirrosa le hablara sobre mitos con tanta pasión cada vez estaba más convencido acerca de que ¨su club¨ era algún tipo de banda criminal organizada, típico de americanos.
-Es… vale, me has pillado por sorpresa, es muy curioso. No esperaba que hubiera una mini raza de dragones la verdad. Oye y eh, ¿puedo preguntar qué significan estos tatus? -Señaló de forma modesta las cadenas, con una curiosidad obvia. Vale, lo otro eran reptiles con alas eso siempre molaba, pero ¿Qué explicación podrías asociar a ese otro icono que no fuera intrínsecamente mala?
-Y hmm… quizá ya pecó de curioso pero… ¿Llevas mucho con ellos? Quiero decir, es admirable lo bien que hablas de tu grupo, como si fuerais una familia. -Sonrió un tanto perdido en sus propios pensamientos, nostálgico de algo que ya no tenía. -En mi caso no éramos tantos, bueno, éramos 2 y ya. Estaba igual de feliz pero era bastante más modesto todo.
Se quedó encogido en el sitio, apoyado en el pequeño desnivel de la azotea para seguir mirando hacía el exterior, lo lúgubre de una ciudad que irónicamente tenía más vida que el hogar del que venía, como dos cascarones completamente opuestos. Uno ruinoso y podredumbre que ocultaba un sin fin de vidas cada cual más dispareja que la anterior y otro bien decorado, alegre, que ocultaba la monotonía de estar prácticamente en desuso, deshabitado y vacío. Tenía que ser reconfortante vivir en una especie de comuna, ahí fueran todos delincuentes buscados, al menos el apego era real.
-Ah, mierda. Connor, creo que se equivocaron conmigo.
Acabó confesando tras un largo suspiro. Cuantas más vueltas le daba más llegaba a esa conclusión.
- Seth
Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mentalPersonajes :
● Devoss: Humano (Países Bajos) Licántropo Tigre
● Maila: Humana (Hawaii) Bruja de la Arena
●Connor: Humano (Canadá)
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Sufre episodios de insomnio. Tendrá episodios de vértigo postural, más frecuentes al levantarse tras dormir, que pueden durar desde minutos a varias horas.
Re: La Fábula del Dragón y la Grulla
20/10/23, 10:23 am
Hablar de su hogar y la familia siempre era un arma de doble filo. Por un lado le sacaba una sonrisa, mientras su mente divagaba entre miles de imágenes de buenos momentos: mañanas arreglando coches entre risas, tardes jugando al póker o al billar y noches de alcohol y juergas. El calor del club mientras alguien contaba una historia y todos se partían de risa, con lágrimas en los ojos. La sensación de montar en moto y saber que te respaldaban más de cuarenta hermanos... de que no estabas solo en el mundo. Por otro lado le hacía recordar los malos momentos: heridas de bala y cuchilladas, la presión de su mano sobre el agujero abierto de alguien, la violencia y la sangre que la acompañaba, cuerpos de hermanos fríos y sin vida. Tumbas y lápidas que ocultaban en su interior a moteros cortados por el mismo molde, vivir por y para el club, el mismo molde por el que estaba cortado él.
Y por encima de todos esos recuerdos confrontados se alzaba un sentimiento por encima de todos los demás: la asfixiante desesperanza de verse tan lejos de ellos y la necesidad de querer volver a aquella vida tan llena de luces y sombras. Porque sí joder, Connor aceptaba con mucho gusto todo de esa vida: las jodidas luces y la puñeteras sombras.
Cuando miraba a Ethan sentía que no podían ser más diferentes en aquel aspecto. El británico parecía un chico normal, de ésos que se escandalizaría si supiera todo lo que había hecho y de lo que era capaz. Sin embargo parecían entenderse y no solo eso, ya fuera por la necesidad de supervivencia o por lo que fuera, Ethan parecía aceptar esas sombras del motero al menos un poco. Había tenido el valor de plantarse en la azotea y pedirle límites sin saber como reaccionaría él, pero después de aceptarle esos límites el británico siguió dirigiéndole la palabra... Sentía que podía abrirse un poco más con él, y por eso estaba ahí hablándole de su club, de sus tatuajes y de putos dragones. Aún así, sabía que su compañero no era un chico corriente, no del todo. Las cicatrices de su rostro, la cojera de su pierna... Señales de que en algún momento de su vida la tragedia había llamado a su puerta, para después entrar sin preguntar y joderle de alguna forma. Quizás por eso se entendían tan bien, la tragedia no era una invitada desconocida para ellos.
-Joder, si supiéramos cómo hacer puta cerveza todo iría mucho mejor aquí...- Comentó con una leve sonrisa, mientras se imaginaba así mismo ahogando parte de las penas en el alcohol.- O puede que no... qué cojones sé. Pero lo bien que sentaría una jodida birra ahora mismo...- Siguió divagando en aquel deseo que acababa de despertarle Ethan.
Sus siguientes palabras le hicieron erguirse un poco, dejar de apoyarse en el murete y mirar a su compañero a los ojos, con expresión distante. Le había preguntado qué significaban sus tatuajes de los antebrazos, aquellas cadenas negras que rodeaban sus brazos desde las muñecas hasta casi las articulaciones de los codos. Esos tatuajes significaban tantas cosas... Aún recordaba la propia reflexión que hizo sobre ellos cuando Eva le mandó matar a Roderick Regazzo. En aquel entonces estaba encadenado a una promesa, y la verdad es que seguía estándolo. Las cadenas eran un símbolo de obediencia y lealtad, pero mucho más allá de eso... Para Connor eran una señal de agradecimiento por haber sido salvado de su anterior vida, de su inminente muerte. Había gente que odiaba seguir órdenes, y con el noventa y nueve por ciento de la gente a él le ocurría lo mismo. Pero los Wyverns eran el uno por ciento, y lo cierto es que Connor se sentía cómodo y orgulloso de obedecer bajo esas cadenas.
-Lealtad. Obediencia.- Respondió Connor como un mantra aprendido, porque así era. Su ceño estaba fruncido recordando lo ocurrido tiempo atrás. Cuando entendió del todo el significado de aquellos tatuajes, mientras apuñalaba a Roderick. El motero se obligó a disimular forzando una leve sonrisa.- No somos unos putos salvajes, tenemos hasta a nuestra propia Presidenta. Las cadenas son para recordarnos que hay que hacerle caso al club y a ella. Y pobre del que tenga los cojones de llevarle la contraria.- Respondió asintiendo con la cabeza y una breve carcajada sincera. Aún así, su siguiente pregunta volvió a trastocarle por dentro como un tornado. Aunque ésta vez estaba más preparado y los recuerdos de su infancia no le golpearon con la contundencia de otras veces.- Es que son mi familia, joder.- Empezó a decir con la vista clavada en los tejados y el tono de voz sereno y perdido en las lagunas del tiempo.- Llevo con ellos desde que era un puto crío de diez años. Me criaron esos cabrones.- Confesó algo más escueto, pero con una leve sonrisa nostálgica.
Ethan por su parte solo había vivido con otra persona, por lo que acababa de decir. Dos personas. Aquello era tan... ¿frío era la palabra? No tenía por qué serlo. Pero desde luego no podía imaginar una calidez igual a la vivida por su parte, acostumbrado al griterío y las risas de fondo de cincuenta personas hablando todas a la vez. ¿Quién era esa otra persona? Connor intuyó que su padre o su madre, y eso le hizo pensar si aquella pérdida de la que hablaba se debía al otro progenitor. Además, él hablaba en presente del club: "Llevo desde los diez años..." Pero Ethan hablaba en pasado: "En mi caso no éramos tantos... Estaba igual de feliz..." Pequeños detalles que dejaban ver una profundidad mayor de lo que parecía a simple vista. Connor frunció el ceño pensativo y sin saber muy bien qué decir o si debía ahondar en un tema que parecía algo escabroso... Antes de que pudiera preguntarle sobre ello, la confesión de Ethan lo dejó confundido y algo atónito.
<<¿De qué cojones habla? Se han equivocado con todos nosotros... Ninguno deberíamos estar aquí>>. Pensó el canadiense mientras se apoyaba en el murete con uno de los brazos y lo miraba fijamente, intentando entender. No. Había algo más allí. Había mucho más de lo que decía. Podía verlo en sus palabras y en aquel suspiro que acababa de expulsar su compañero.
-¿Qué quieres decir, Ethan?- Le preguntó con curiosidad, el ceño fruncido como muestra de su interés y sus ojos buscando los del británico.- Otra cosa no, pero sé guardar un puto secreto. Así que... dispara.- Su tono era sincero, queriendo transmitir la seguridad de que daba igual lo que dijera que no se lo contaría a nadie.
Y por encima de todos esos recuerdos confrontados se alzaba un sentimiento por encima de todos los demás: la asfixiante desesperanza de verse tan lejos de ellos y la necesidad de querer volver a aquella vida tan llena de luces y sombras. Porque sí joder, Connor aceptaba con mucho gusto todo de esa vida: las jodidas luces y la puñeteras sombras.
Cuando miraba a Ethan sentía que no podían ser más diferentes en aquel aspecto. El británico parecía un chico normal, de ésos que se escandalizaría si supiera todo lo que había hecho y de lo que era capaz. Sin embargo parecían entenderse y no solo eso, ya fuera por la necesidad de supervivencia o por lo que fuera, Ethan parecía aceptar esas sombras del motero al menos un poco. Había tenido el valor de plantarse en la azotea y pedirle límites sin saber como reaccionaría él, pero después de aceptarle esos límites el británico siguió dirigiéndole la palabra... Sentía que podía abrirse un poco más con él, y por eso estaba ahí hablándole de su club, de sus tatuajes y de putos dragones. Aún así, sabía que su compañero no era un chico corriente, no del todo. Las cicatrices de su rostro, la cojera de su pierna... Señales de que en algún momento de su vida la tragedia había llamado a su puerta, para después entrar sin preguntar y joderle de alguna forma. Quizás por eso se entendían tan bien, la tragedia no era una invitada desconocida para ellos.
-Joder, si supiéramos cómo hacer puta cerveza todo iría mucho mejor aquí...- Comentó con una leve sonrisa, mientras se imaginaba así mismo ahogando parte de las penas en el alcohol.- O puede que no... qué cojones sé. Pero lo bien que sentaría una jodida birra ahora mismo...- Siguió divagando en aquel deseo que acababa de despertarle Ethan.
Sus siguientes palabras le hicieron erguirse un poco, dejar de apoyarse en el murete y mirar a su compañero a los ojos, con expresión distante. Le había preguntado qué significaban sus tatuajes de los antebrazos, aquellas cadenas negras que rodeaban sus brazos desde las muñecas hasta casi las articulaciones de los codos. Esos tatuajes significaban tantas cosas... Aún recordaba la propia reflexión que hizo sobre ellos cuando Eva le mandó matar a Roderick Regazzo. En aquel entonces estaba encadenado a una promesa, y la verdad es que seguía estándolo. Las cadenas eran un símbolo de obediencia y lealtad, pero mucho más allá de eso... Para Connor eran una señal de agradecimiento por haber sido salvado de su anterior vida, de su inminente muerte. Había gente que odiaba seguir órdenes, y con el noventa y nueve por ciento de la gente a él le ocurría lo mismo. Pero los Wyverns eran el uno por ciento, y lo cierto es que Connor se sentía cómodo y orgulloso de obedecer bajo esas cadenas.
-Lealtad. Obediencia.- Respondió Connor como un mantra aprendido, porque así era. Su ceño estaba fruncido recordando lo ocurrido tiempo atrás. Cuando entendió del todo el significado de aquellos tatuajes, mientras apuñalaba a Roderick. El motero se obligó a disimular forzando una leve sonrisa.- No somos unos putos salvajes, tenemos hasta a nuestra propia Presidenta. Las cadenas son para recordarnos que hay que hacerle caso al club y a ella. Y pobre del que tenga los cojones de llevarle la contraria.- Respondió asintiendo con la cabeza y una breve carcajada sincera. Aún así, su siguiente pregunta volvió a trastocarle por dentro como un tornado. Aunque ésta vez estaba más preparado y los recuerdos de su infancia no le golpearon con la contundencia de otras veces.- Es que son mi familia, joder.- Empezó a decir con la vista clavada en los tejados y el tono de voz sereno y perdido en las lagunas del tiempo.- Llevo con ellos desde que era un puto crío de diez años. Me criaron esos cabrones.- Confesó algo más escueto, pero con una leve sonrisa nostálgica.
Ethan por su parte solo había vivido con otra persona, por lo que acababa de decir. Dos personas. Aquello era tan... ¿frío era la palabra? No tenía por qué serlo. Pero desde luego no podía imaginar una calidez igual a la vivida por su parte, acostumbrado al griterío y las risas de fondo de cincuenta personas hablando todas a la vez. ¿Quién era esa otra persona? Connor intuyó que su padre o su madre, y eso le hizo pensar si aquella pérdida de la que hablaba se debía al otro progenitor. Además, él hablaba en presente del club: "Llevo desde los diez años..." Pero Ethan hablaba en pasado: "En mi caso no éramos tantos... Estaba igual de feliz..." Pequeños detalles que dejaban ver una profundidad mayor de lo que parecía a simple vista. Connor frunció el ceño pensativo y sin saber muy bien qué decir o si debía ahondar en un tema que parecía algo escabroso... Antes de que pudiera preguntarle sobre ello, la confesión de Ethan lo dejó confundido y algo atónito.
<<¿De qué cojones habla? Se han equivocado con todos nosotros... Ninguno deberíamos estar aquí>>. Pensó el canadiense mientras se apoyaba en el murete con uno de los brazos y lo miraba fijamente, intentando entender. No. Había algo más allí. Había mucho más de lo que decía. Podía verlo en sus palabras y en aquel suspiro que acababa de expulsar su compañero.
-¿Qué quieres decir, Ethan?- Le preguntó con curiosidad, el ceño fruncido como muestra de su interés y sus ojos buscando los del británico.- Otra cosa no, pero sé guardar un puto secreto. Así que... dispara.- Su tono era sincero, queriendo transmitir la seguridad de que daba igual lo que dijera que no se lo contaría a nadie.
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Personajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: La Fábula del Dragón y la Grulla
24/10/23, 02:10 pm
No quería juzgar pero a veces en el silencio era difícil no hacerlo. No iba a expresar en alto su opinión al respecto pues allá cada uno con sus convicciones pero no llamaría a unas cadenas precisamente ¨Lealtad¨, obediencia pegaba más, una un poco turbia como la gran mayoría de sombras que el canadiense dejaba entrever de vez en cuando. Un contraluz curioso en el que se veía una brillante personalidad comprensiva y agradable mezclada con tonalidades grises, un paisaje ennegrecido por un pasado que siquiera llegaba a comprender. Diez años, era un crío cuando se unió a una banda, más pequeño que Aniol, la misma edad que Damian, chasqueo la lengua más afectado por su propia imaginación elucubrando que por lo que transmitía su compañero.
¿Qué iba a decir? Ambos estaban marcados, si bien sus cicatrices no tenían por qué compartir origen ninguna de ellas traía buenas anécdotas. La del labio al menos era graciosa, una curiosa similitud en dos océanos que si bien chocaban al encontrarse permitían que el agua se mantuviera en calma entre ambos. Ya era curioso que de todas las personas del torreón se sintiera más a gusto junto al que notablemente era más agresivo de todos ellos.
Cuántas vueltas daba la vida cuando eras secuestrado por unos monstruosos alienígenas.
- Joder, tienes que tener una historia curiosa, no a todos les adopta un grupo de moteros de crio. -Se rio con suavidad ante su propio sarcasmo, deducía que al menos de la forma legal no había sido y sinceramente, tampoco es que se siguiera creyendo lo de ser un simple grupo de moteros simpáticos. -Entre tú y Damian me preguntó si seguían alguna pauta en concreto. ¡Joe, mi máximo logro fue una medalla de oro en una carrera municipal!
Había amargura en su voz, como quien se preparaba para recibir un impacto doloroso. No se había atrevido a expresar en alto sus dudas a riesgo de que pudiera quedar de loco. Solo el canadiense siendo tan directo como era le daba esa seguridad para hablarlo sin miedo. Sabía que fuera cual fuera su opinión se la diría, sin clemencia, sin apiadarse de él.
-Vale, a ver, es solo una hipótesis. -Ethan miraba al frente, apenas mantenía el contacto durante unos segundos antes de volver a apartarlo, sus brazos apoyados sobre el resquicio se movían a medida que hablaba acompañando la explicación. -Obviamente buscaban a gente en especifico, no es casualidad que fuerais ¨vosotros¨ y no otros. Al principio pensé que quizá necesitaban a gente que quisiera volver a su casa, que tuviera motivos para aguantar esta puta mierda durante un año…
Él mismo negó al no estar muy convencido, seguía pensando que eso era una parte importante pero si quisieras que dieran juego, entonces, ¿Por qué meter a unos niños? No, eso fallaba. Eran todos exageradamente pequeños, dado el caso de ser Los juegos del hambre buscarían a gente que pudiera aguantar algo, la mayoría de ellos no eran el caso.
>>Pero claro, tenemos gente que no duraría mucho allí afuera. En cambio, el libro, piensa. Esa mierda lleva cambiando de mano desde que llegó y siempre les escucho decir lo mismo sienten chispas o lo que sea, incluso de los nuestros como Abel o Aniol. -Se giró de golpe, un movimiento brusco en el que lograba enfatizar con gestos esa afirmación. En su cabeza esa formulación era correcta, entre otras cosas porque le permitía aislarse de los demás, pero a ese punto no había llegado. -Magia, Connor la gente que no puede luchar tiene magia. Es, no sé, Airi, Aniol, incluso Tawar! No es solo que algo sientan, es que estamos equilibrados, queréis volver a casa y tenéis todos la fórmula para conseguirlo. Armas para los que puedan combatir y han escogido a gente apta para magia para los que no, de ahí la selección.
No fue casualidad, no lo fue. Claro que no tenía sentido traer a un niño, pero si era mágico la cosa cambiaba. Akeyo se lo había dicho, tendrían ¨dones¨ diferentes, todas las piezas encajaban como un puzle que resolvías en un cuarto oscuro, no había mayor forma de validarlo que el creérselo.
-Os busco uno por uno, por fuerza, por cabezonería, por magia da igual, fue a por vosotros porque vio que daría juego en toda esta mierda de lugar, pero… -Calló un momento, mordiéndose el labio dudoso, presa en parte de su propia frustración. -A mi no me estaba buscando, fue a un sitio donde tenía que haber otra persona. Es, no se si me explico, yo tengo, eh, un hermano, algo mayor, en ese lugar era él quien tenía que haber estado pero digamos que… -Volvió a desviar la mirada, su voz antes activa disminuyó en tono, sintiéndose mal por mentir en alto sobre algo así. -Llegaba tarde. Así que cuando la chica llegó solo estaba yo, fue un error, una puta mierda de error.
Se rascó la nuca incómodo y pronto lo que era una tesis explicada con efusividad se convirtió en un Ethan más pequeño. Volvió a dudar sin saber cómo seguir, cruzado de brazos en un gesto más de ánimo infundado que de cabreo. Era doloroso afirmar lo fuera de lugar que estaba y hasta sus ojos parecían acompañar esa dudosa melancolía.
-Probé el libro y no hay nada, no siento absolutamente nada. Joder y yo estoy cojo, no he usado un arma en mi puñetera vida y sinceramente no se si quiero volver a mi casa. ¿No lo ves? No tendría que estar aquí, se equivocaron al escoger y ahora no se como puñetas pueda aportar algo al grupo.
¿Qué iba a decir? Ambos estaban marcados, si bien sus cicatrices no tenían por qué compartir origen ninguna de ellas traía buenas anécdotas. La del labio al menos era graciosa, una curiosa similitud en dos océanos que si bien chocaban al encontrarse permitían que el agua se mantuviera en calma entre ambos. Ya era curioso que de todas las personas del torreón se sintiera más a gusto junto al que notablemente era más agresivo de todos ellos.
Cuántas vueltas daba la vida cuando eras secuestrado por unos monstruosos alienígenas.
- Joder, tienes que tener una historia curiosa, no a todos les adopta un grupo de moteros de crio. -Se rio con suavidad ante su propio sarcasmo, deducía que al menos de la forma legal no había sido y sinceramente, tampoco es que se siguiera creyendo lo de ser un simple grupo de moteros simpáticos. -Entre tú y Damian me preguntó si seguían alguna pauta en concreto. ¡Joe, mi máximo logro fue una medalla de oro en una carrera municipal!
Había amargura en su voz, como quien se preparaba para recibir un impacto doloroso. No se había atrevido a expresar en alto sus dudas a riesgo de que pudiera quedar de loco. Solo el canadiense siendo tan directo como era le daba esa seguridad para hablarlo sin miedo. Sabía que fuera cual fuera su opinión se la diría, sin clemencia, sin apiadarse de él.
-Vale, a ver, es solo una hipótesis. -Ethan miraba al frente, apenas mantenía el contacto durante unos segundos antes de volver a apartarlo, sus brazos apoyados sobre el resquicio se movían a medida que hablaba acompañando la explicación. -Obviamente buscaban a gente en especifico, no es casualidad que fuerais ¨vosotros¨ y no otros. Al principio pensé que quizá necesitaban a gente que quisiera volver a su casa, que tuviera motivos para aguantar esta puta mierda durante un año…
Él mismo negó al no estar muy convencido, seguía pensando que eso era una parte importante pero si quisieras que dieran juego, entonces, ¿Por qué meter a unos niños? No, eso fallaba. Eran todos exageradamente pequeños, dado el caso de ser Los juegos del hambre buscarían a gente que pudiera aguantar algo, la mayoría de ellos no eran el caso.
>>Pero claro, tenemos gente que no duraría mucho allí afuera. En cambio, el libro, piensa. Esa mierda lleva cambiando de mano desde que llegó y siempre les escucho decir lo mismo sienten chispas o lo que sea, incluso de los nuestros como Abel o Aniol. -Se giró de golpe, un movimiento brusco en el que lograba enfatizar con gestos esa afirmación. En su cabeza esa formulación era correcta, entre otras cosas porque le permitía aislarse de los demás, pero a ese punto no había llegado. -Magia, Connor la gente que no puede luchar tiene magia. Es, no sé, Airi, Aniol, incluso Tawar! No es solo que algo sientan, es que estamos equilibrados, queréis volver a casa y tenéis todos la fórmula para conseguirlo. Armas para los que puedan combatir y han escogido a gente apta para magia para los que no, de ahí la selección.
No fue casualidad, no lo fue. Claro que no tenía sentido traer a un niño, pero si era mágico la cosa cambiaba. Akeyo se lo había dicho, tendrían ¨dones¨ diferentes, todas las piezas encajaban como un puzle que resolvías en un cuarto oscuro, no había mayor forma de validarlo que el creérselo.
-Os busco uno por uno, por fuerza, por cabezonería, por magia da igual, fue a por vosotros porque vio que daría juego en toda esta mierda de lugar, pero… -Calló un momento, mordiéndose el labio dudoso, presa en parte de su propia frustración. -A mi no me estaba buscando, fue a un sitio donde tenía que haber otra persona. Es, no se si me explico, yo tengo, eh, un hermano, algo mayor, en ese lugar era él quien tenía que haber estado pero digamos que… -Volvió a desviar la mirada, su voz antes activa disminuyó en tono, sintiéndose mal por mentir en alto sobre algo así. -Llegaba tarde. Así que cuando la chica llegó solo estaba yo, fue un error, una puta mierda de error.
Se rascó la nuca incómodo y pronto lo que era una tesis explicada con efusividad se convirtió en un Ethan más pequeño. Volvió a dudar sin saber cómo seguir, cruzado de brazos en un gesto más de ánimo infundado que de cabreo. Era doloroso afirmar lo fuera de lugar que estaba y hasta sus ojos parecían acompañar esa dudosa melancolía.
-Probé el libro y no hay nada, no siento absolutamente nada. Joder y yo estoy cojo, no he usado un arma en mi puñetera vida y sinceramente no se si quiero volver a mi casa. ¿No lo ves? No tendría que estar aquí, se equivocaron al escoger y ahora no se como puñetas pueda aportar algo al grupo.
- Seth
Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mentalPersonajes :
● Devoss: Humano (Países Bajos) Licántropo Tigre
● Maila: Humana (Hawaii) Bruja de la Arena
●Connor: Humano (Canadá)
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Sufre episodios de insomnio. Tendrá episodios de vértigo postural, más frecuentes al levantarse tras dormir, que pueden durar desde minutos a varias horas.
Re: La Fábula del Dragón y la Grulla
25/10/23, 07:41 pm
Connor reiría con la ocurrencia de Ethan, sobre si había alguna coincidencia entre Damian y él mismo para haber sido secuestrados. Pero pronto la conversación se vio envuelta en un tinte mucho más oscuro, más acorde a aquellos edificios y sus calles, cuando el británico se dispuso a contarle lo que se le pasaba por la cabeza. Además, a juzgar por su evitativa mirada parecía algo nervioso. El motero aguardó en silencio a que empezara a hablar, aunque su vista estaba fijada en su compañero debido al interés que le generaba lo que tuviera que decir.
El discurso de Ethan fue algo caótico. Lleno de teorías como la que decía que habían sido elegidos por su deseo de volver a casa. Pero quedó desestimada por otra que anidaba en la cabeza del británico: la magia. Donde decía que los más fuertes a nivel físico tenían que carecer de ella, y los más débiles poseerla a juzgar por los "chispazos" que sentían con el libro, aunque aseguraba que él no había sentido nada. Connor asistió a todos esos datos con el ceño fruncido por la confusión e intentando hilar todo lo que decía. Aún así lo más importante llegó como un jarro de agua fría, que aumentó su interés en lo que decía a la vez que sus dudas.
-¿Cómo que a ti no te estaban buscando?- Preguntó de manera rápida y sin entender lo que quería decir, a la misma vez que se giraba hacia su compañero. La siguiente información que recibió fue más caótica todavía y le dejó clara una cosa por sus palabras y el comportamiento de Ethan: tenía un hermano mayor, pero algo había ocurrido con él. Algo incómodo, a juzgar por el bajón en la voz de Ethan, cómo había evitado la mirada o se había interrumpido. Además, ¿cómo que Akeyo había llegado tarde para pillarle a él? Tenía poderes y había secuestrado a todos los humanos de allí...
Parecía que ya había acabado de hablar, por lo que Connor se dispuso a tomar su turno sin saber muy bien por dónde empezar. Porque sentía que le faltaba información para entender las cosas y era mucho que asimilar.
-Espera, espera, joder... Un momento.- Diría el motero con el ceño fruncido por la confusión, tratando de encontrar las palabras y abrumado por la cantidad de datos. Se movió en su sitio cambiando de posición, con el cuerpo por completo girado hacia Ethan. Suspiró antes de hablar, dejando lo que creía más importante para el final.- A ver... lo primero. ¿De verdad crees en eso de la puta magia? No sé, Ethan... Quizás soy un escéptico de mierda, pero hasta que no lo vea... Creo que lo normal es que no hayas sentido ese puto "chispazo", ¿no? Creo que los demás solo fantasean con esa posibilidad y quieren notar algo mágico... Pero no pienso que nos den esa clase de ayuda.-Teorizó encogiéndose de hombros, aunque con la duda en su tono de voz. Al final sabía que debía probar por sí mismo el libro para asegurarse. Luego habló más convencido.- De todas maneras, creo que todos fuimos elegidos por esos hijos de puta. Nos dijeron que debíamos sobrevivir todos juntos, que nos darían dones, aunque no me crea una mierda que nos quieran recompensar... Y todo ese puto discurso nos lo dijeron " a todos nosotros"- Dijo haciendo especial énfasis en lo último.
Connor se quedó un rato callado, sin saber como continuar. El motero observó unos momentos la ciudad, sin saber cuántos secretos había en su interior, hasta que volvió a hablar con un bufido de inicio.
-Y haces lo mismo otra vez, joder. Te menosprecias de nuevo y no te das cuenta de que eres útil aquí dentro.- Connor meneó la cabeza, para nada de acuerdo con las palabras de Ethan sobre que él no podía ayudar a nadie.- Te lo he dicho antes, puto cabezón, ayudas a todo el mundo en este sitio. Ya sea curando, animando o diciéndole a un cabronazo como yo que se deje de amenazas- Le intentó animar pegándole un leve empujón con el brazo.- Si no hubiera escuchado tu voz en las mazmorras... creo que me habría vuelto loco allí dentro y me habría liado a puñetazos con el primer alienígena que encontrara. No es solo por tus figuras de papel que eres tan útil, creéme.- Confesó con sorna antes de ponerse sereno de nuevo. Connor lo miró a los ojos con sinceridad.- Aportas mucho puto cabezón, con o sin magia, no pienses lo contrario. Pero...-
Connor se quedó en silencio un par de segundos, con la vista fija en las calles. Intuyendo que lo que iba a preguntar podía ser incómodo para Ethan, pero había sido él quién había sacado el tema así que...
-Hay cosas que sigo sin entender muy bien, joder.- Dijo Connor asintiendo con la cabeza dándole énfasis a sus palabras. Después lo miró a los ojos con interés prudente.- ¿Por qué cojones no querrías volver a tu casa? Este lugar es una puta mierda y los dos lo sabemos...- Dijo el motero interesado con lo que tuviera que decir. Suspiró antes de volver a hablar, con un tono de voz que intentaba transmitir confianza.- Ethan, creo que hay cosas que evitas contar. Y seguro que tienes tus putos motivos, pero si quieres que te ayude...- Connor volvió a mirarle a los ojos con comprensión. Sabía que iba a tocar un tema incómodo.- Por ejemplo, ¿por qué crees que tu hermano iba a ser el secuestrado original? Eso no tiene ningún puto sentido, si fuera así estaría aquí con noso...- Connor se quedó en silencio, cuando una idea asoló su mente. <<Qué gilipollas eres>> Se insultó así mismo el motero.
Según Ethan, Akeyo llegó tarde para encontrar a su hermano. Pero, ¿cómo iba alguien como ella a llegar tarde y se le iba a escapar una puta víctima? Solo podía haber un motivo, ¿no? Quizás llegó tarde pero porque su hermano ya estaba... <<Muerto>>.
-Hm.... eh... Lo siento, ¿está...?- Diría Connor algo más incómodo con como se había desarrollado aquello.
El discurso de Ethan fue algo caótico. Lleno de teorías como la que decía que habían sido elegidos por su deseo de volver a casa. Pero quedó desestimada por otra que anidaba en la cabeza del británico: la magia. Donde decía que los más fuertes a nivel físico tenían que carecer de ella, y los más débiles poseerla a juzgar por los "chispazos" que sentían con el libro, aunque aseguraba que él no había sentido nada. Connor asistió a todos esos datos con el ceño fruncido por la confusión e intentando hilar todo lo que decía. Aún así lo más importante llegó como un jarro de agua fría, que aumentó su interés en lo que decía a la vez que sus dudas.
-¿Cómo que a ti no te estaban buscando?- Preguntó de manera rápida y sin entender lo que quería decir, a la misma vez que se giraba hacia su compañero. La siguiente información que recibió fue más caótica todavía y le dejó clara una cosa por sus palabras y el comportamiento de Ethan: tenía un hermano mayor, pero algo había ocurrido con él. Algo incómodo, a juzgar por el bajón en la voz de Ethan, cómo había evitado la mirada o se había interrumpido. Además, ¿cómo que Akeyo había llegado tarde para pillarle a él? Tenía poderes y había secuestrado a todos los humanos de allí...
Parecía que ya había acabado de hablar, por lo que Connor se dispuso a tomar su turno sin saber muy bien por dónde empezar. Porque sentía que le faltaba información para entender las cosas y era mucho que asimilar.
-Espera, espera, joder... Un momento.- Diría el motero con el ceño fruncido por la confusión, tratando de encontrar las palabras y abrumado por la cantidad de datos. Se movió en su sitio cambiando de posición, con el cuerpo por completo girado hacia Ethan. Suspiró antes de hablar, dejando lo que creía más importante para el final.- A ver... lo primero. ¿De verdad crees en eso de la puta magia? No sé, Ethan... Quizás soy un escéptico de mierda, pero hasta que no lo vea... Creo que lo normal es que no hayas sentido ese puto "chispazo", ¿no? Creo que los demás solo fantasean con esa posibilidad y quieren notar algo mágico... Pero no pienso que nos den esa clase de ayuda.-Teorizó encogiéndose de hombros, aunque con la duda en su tono de voz. Al final sabía que debía probar por sí mismo el libro para asegurarse. Luego habló más convencido.- De todas maneras, creo que todos fuimos elegidos por esos hijos de puta. Nos dijeron que debíamos sobrevivir todos juntos, que nos darían dones, aunque no me crea una mierda que nos quieran recompensar... Y todo ese puto discurso nos lo dijeron " a todos nosotros"- Dijo haciendo especial énfasis en lo último.
Connor se quedó un rato callado, sin saber como continuar. El motero observó unos momentos la ciudad, sin saber cuántos secretos había en su interior, hasta que volvió a hablar con un bufido de inicio.
-Y haces lo mismo otra vez, joder. Te menosprecias de nuevo y no te das cuenta de que eres útil aquí dentro.- Connor meneó la cabeza, para nada de acuerdo con las palabras de Ethan sobre que él no podía ayudar a nadie.- Te lo he dicho antes, puto cabezón, ayudas a todo el mundo en este sitio. Ya sea curando, animando o diciéndole a un cabronazo como yo que se deje de amenazas- Le intentó animar pegándole un leve empujón con el brazo.- Si no hubiera escuchado tu voz en las mazmorras... creo que me habría vuelto loco allí dentro y me habría liado a puñetazos con el primer alienígena que encontrara. No es solo por tus figuras de papel que eres tan útil, creéme.- Confesó con sorna antes de ponerse sereno de nuevo. Connor lo miró a los ojos con sinceridad.- Aportas mucho puto cabezón, con o sin magia, no pienses lo contrario. Pero...-
Connor se quedó en silencio un par de segundos, con la vista fija en las calles. Intuyendo que lo que iba a preguntar podía ser incómodo para Ethan, pero había sido él quién había sacado el tema así que...
-Hay cosas que sigo sin entender muy bien, joder.- Dijo Connor asintiendo con la cabeza dándole énfasis a sus palabras. Después lo miró a los ojos con interés prudente.- ¿Por qué cojones no querrías volver a tu casa? Este lugar es una puta mierda y los dos lo sabemos...- Dijo el motero interesado con lo que tuviera que decir. Suspiró antes de volver a hablar, con un tono de voz que intentaba transmitir confianza.- Ethan, creo que hay cosas que evitas contar. Y seguro que tienes tus putos motivos, pero si quieres que te ayude...- Connor volvió a mirarle a los ojos con comprensión. Sabía que iba a tocar un tema incómodo.- Por ejemplo, ¿por qué crees que tu hermano iba a ser el secuestrado original? Eso no tiene ningún puto sentido, si fuera así estaría aquí con noso...- Connor se quedó en silencio, cuando una idea asoló su mente. <<Qué gilipollas eres>> Se insultó así mismo el motero.
Según Ethan, Akeyo llegó tarde para encontrar a su hermano. Pero, ¿cómo iba alguien como ella a llegar tarde y se le iba a escapar una puta víctima? Solo podía haber un motivo, ¿no? Quizás llegó tarde pero porque su hermano ya estaba... <<Muerto>>.
-Hm.... eh... Lo siento, ¿está...?- Diría Connor algo más incómodo con como se había desarrollado aquello.
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Personajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: La Fábula del Dragón y la Grulla
25/10/23, 11:47 pm
Un río, si le preguntas a Ethan como era la vida, la vida era un río. Uno tan complicado como los peces que lo habitaban, donde había momentos en los que mecerte en la corriente y otros donde tener que nadar en contra de la misma. Una erosión constante en piedra que si bien a algunos los convertía en bellas gemas a él le dejaba reducido a misera arena mojada. Que iba a decir si en solo una conversación el agua estaba fluctuando tanto como sus emociones, variando con cada ida y venida de Connor.
Que iba a decir si el debate que pudiera darle quedó consumido al olvido, si el tema mágico tenía la misma relevancia que una hormiga para un coloso como ellos. Claro que tenía respuestas, muchas contestaciones donde dejarle en claro que estando donde estaban ser escéptico era como querer mentirse a uno mismo, demostrarle que si en otros mundos existía, que si los que se lo decían era une chique con cuernos y un lagarto de metro y medio era muy creíble. Que todo aquello que conocían no eran más que memorias pasadas de un mundo que ahora se le hacía tan distante como el querer regresar. Joder, hace cuatro días estaban llorando en el interior del torreón por culpa de una amalgama gelatinosa que atravesaba paredes y partía dedos, claro que creía en la magía, creía en todo y la vez no creía ya en nada. Las mentiras y las verdades se entremezclaban con creencias estúpidas pero acertadas, un tema tan complejo como volátiles sus emociones y que dejó desaparecer mecido por el viento ante la sorpresa de una continuación menos esperada.
El silencio hizo de un bálsamo relativo, una forma de tapar una herida abierta para tratar de ocultar el dolor de la misma. Ethan lo agradeció pues no se vio en ánimos de iniciar un debate cuándo lo siguiente que recibía eran… ¿Halagos? Confusión, eso fue lo primero que se vio en su rostro, que no sorpresa. Era el segundo que se lo decía esa semana y lo que había iniciado como una ayuda le estaba empezando a resultar tedioso cuando, en su ignorancia, él no estaba haciendo algo así. Resopló encogiéndose de hombros, tratando de ocultar en una actitud distante el ligero rubor y la sonrisa tonta que se creó cuando Connor le dio un empujón de ánimos.
-Ah, mierda, vas a hacer que me sonroje. -Admitió avergonzado, girándose a verlo a medida que su sonrisa se ensanchaba ligeramente en su rostro, negó con sutileza y se rió por lo bajo como queriendole quitar peso a todas sus palabras. Era un regalo demasiado bonito como para poder aceptarlo. -No es… no … ¡Escúchame! -Le devolvió el empujón de forma humorística, empujando desde sus hombros para que el gesto fuera de lado, apenas una burla convertida en toque de atención. -Se lo que dices y gracias, de verdad pero no me refiero a eso.
La sonrisa era sincera, pero la tristeza que guardaban sus ojos también, como la mirada alicaída de alguien que incluso en la alegría seguía dándose de bruces con una amargura continua. Le intentó dedicar una felicidad que sabía que no era cierta, así que como otras tantas veces simplemente acabo rehuyendo el verle directamente, buscando consuelo entre polvo y ruinas.
>>No es eso de verdad, no me importa ser el hermano mayor de todos y cocinaros, o tenderos la ropa o incluso ayudaros a llenar la tina. De verdad que no es eso. -Chasqueó la lengua tratando de desenredar el cúmulo de palabras que se formaban en su garganta. Tantas verdades que creía mentira y tantas mentiras que daba por ciertas, le costó encontrar cierto rumbo, hilar bien lo que pensaba de lo que quería expresar en voz alta. Era difícil, horrorosamente difícil cuando tú mismo eres quien más trabas te ponías en el proceso. -Solo quiero ser de más ayuda ahí fuera también, no se, no quiero haceros un desayuno rico si luego no puedo evitar que nadie salga herido es… frustrante y…
Quedó enmudecido, convirtiendo su inacabada frase en un ¨Oh¨ perplejo y suave. El canadiense le había aportado otro punto de vista, uno tan sincero que se hundió en su pecho como una flecha ardiente, de las que se usaban para prender hasta las cenizas más apagadas.
¨Si no hubiera escuchado tu voz en las mazmorras… creo que me habría vuelto loco¨
Fue un brillo repentino, un foco que hizo retroceder sus propias sombras a un lugar más seguro que su mente. Fue un encuentro, uno tan casual como accidental, un gritó, un portazo, fue miedo y fue consuelo, fue torpeza y valentía, fue incertidumbre compartida y fue compañerismo aún en el completo desconocimiento. Fue un inicio, uno real al que le había quitado valor con el pasar de los días pero en el que de golpe se vio reflejado en aquellas memorias. Se encontró en el suelo aturdido y entonces reconoció al pelirrosa, encontró alivio al no verse solo y al girarse como si la pared lejos de ser una mazmorra fuera un espejo se vio reflejado en el mismo, alejado de su propia persona. Se vio desde las alturas y también desde el minúsculo suelo, allí hablando con Connor e intercambiando torpes palabras con Aniol.
Él también había acompañado, ¿verdad? Por un momento dejó que esa idea rondara su lengua, que se deshiciera como dulce néctar ante la felicidad de sentirse visto por otros. Como si su mera presencia no fuera más que un árbol caído que esperaba ser escuchado para poder hacer ruido. No supo qué responder, así que simplemente guardó silencio de forma respetuosa. Respiró hondo y dejó que sus pulmones se pudieran vaciar ante el repentino escozor de sus ojos. Connor quizá no era consciente del peso de sus palabras, de que no eran los halagos y las muestras de afecto lo que más había calado. Era estupido como un simple ¨ Te he visto, sé que estabas allí, para mi fue relevante que estuvieras allí¨ podía hacer de ancla en su pecho, hundirse hasta dejar atrapado su corazón y que fueran los latidos de este los que fueran a descompensar el mar que aguardaba dentro. No iba a llorar, no podía permitírselo, pero notaba su garganta encharcada y la mirada aguada.
Mantuvo aquella quietud fingida, quieto en el sitio e impasible a las olas que se revolvían en su interior con cada nueva frase de Connor. ¿Qué iba a decirle?
¨No quiero volver a mi casa porque no hay nadie esperando, por que eres la primera persona en un año a la que mi mera presencia no pareció volverle triste, porque prefiero morir a manos de un monstruo a tener que lidiar con la agonía de una soledad que no termina, porque estoy solo, jodidamente solo y estoy tan cansado de estarlo que prefiero un puto infierno en vida a volver a pasar por eso. Porque no tengo nada, no quiero hacer nada, no me apetece hacer nada y aquí soy un mínimo de especial, porque quiero pensar que lo soy aunque sea una falsa mentira. Porque los niños me aprecian, porque parezco caer bien a completos desconocidos, porque tengo miedo, mucho miedo, y me dan más miedo mis propios pensamientos cuando se vuelven terriblemente sonoros que la oscuridad de esta mierda de sitio. Porque tengo miedo a despertarme mañana en mi cama y darme cuenta de que no tengo nada.¨
Disocio, como una canción de piano en la que tocabas una tecla errónea y toda la melodía se iba al traste. Disocio para defenderse de unos pensamientos a los que no podía hacer frente, por huir de una conversación de la que no se sentía preparado para hablar. Fue difícil, con una lentitud cansada recuperó su sonrisa, una tan forzada que le dolían las comisuras por mantenerla a pesar de que solo dibujaba una suave curva en su rostro. La había practicado tantas veces que aparecía de forma automática.
¨Estas bien¨
-Agradezco tu ayuda pero, si no cuento mi vida es porque no nos conocemos de nada. ¿Llevamos cuánto, una semana? Y al igual que tu no quieres hablar de tus cicatrices yo no quiero hablar de las mías. No he, no había sacado el tema por esto pero creo que ha sido claramente un error.
Sus manos se separaron de la cornisa para tomar cierta distancia con la misma. Aún se encontraba petrificado, con unos músculos que se iban desengrasando poco a poco para buscar un nuevo rumbo al que marchar. Ethan se apartó de allí para acercarse a lo que era la entrada del balcón girándose a mitad de camino con la misma sensación letárgica con la que actuaba. No tenía ganas de seguir hablando.
-Lo siento, no me malinterpretes, agradezco todo lo que me has dicho… Por ahora simplemente quédate con eso. Tu tienes a tu grupo de moteros esperando tú regreso -Había ironía en sus palabras, dejando en claro que no creía que simplemente fueran motoristas aficionados.- y yo tengo a mi hermano y aunque ninguna de las dos cosas son completamente verdad, tampoco son una mentira, ¿verdad?
Que iba a decir si el debate que pudiera darle quedó consumido al olvido, si el tema mágico tenía la misma relevancia que una hormiga para un coloso como ellos. Claro que tenía respuestas, muchas contestaciones donde dejarle en claro que estando donde estaban ser escéptico era como querer mentirse a uno mismo, demostrarle que si en otros mundos existía, que si los que se lo decían era une chique con cuernos y un lagarto de metro y medio era muy creíble. Que todo aquello que conocían no eran más que memorias pasadas de un mundo que ahora se le hacía tan distante como el querer regresar. Joder, hace cuatro días estaban llorando en el interior del torreón por culpa de una amalgama gelatinosa que atravesaba paredes y partía dedos, claro que creía en la magía, creía en todo y la vez no creía ya en nada. Las mentiras y las verdades se entremezclaban con creencias estúpidas pero acertadas, un tema tan complejo como volátiles sus emociones y que dejó desaparecer mecido por el viento ante la sorpresa de una continuación menos esperada.
El silencio hizo de un bálsamo relativo, una forma de tapar una herida abierta para tratar de ocultar el dolor de la misma. Ethan lo agradeció pues no se vio en ánimos de iniciar un debate cuándo lo siguiente que recibía eran… ¿Halagos? Confusión, eso fue lo primero que se vio en su rostro, que no sorpresa. Era el segundo que se lo decía esa semana y lo que había iniciado como una ayuda le estaba empezando a resultar tedioso cuando, en su ignorancia, él no estaba haciendo algo así. Resopló encogiéndose de hombros, tratando de ocultar en una actitud distante el ligero rubor y la sonrisa tonta que se creó cuando Connor le dio un empujón de ánimos.
-Ah, mierda, vas a hacer que me sonroje. -Admitió avergonzado, girándose a verlo a medida que su sonrisa se ensanchaba ligeramente en su rostro, negó con sutileza y se rió por lo bajo como queriendole quitar peso a todas sus palabras. Era un regalo demasiado bonito como para poder aceptarlo. -No es… no … ¡Escúchame! -Le devolvió el empujón de forma humorística, empujando desde sus hombros para que el gesto fuera de lado, apenas una burla convertida en toque de atención. -Se lo que dices y gracias, de verdad pero no me refiero a eso.
La sonrisa era sincera, pero la tristeza que guardaban sus ojos también, como la mirada alicaída de alguien que incluso en la alegría seguía dándose de bruces con una amargura continua. Le intentó dedicar una felicidad que sabía que no era cierta, así que como otras tantas veces simplemente acabo rehuyendo el verle directamente, buscando consuelo entre polvo y ruinas.
>>No es eso de verdad, no me importa ser el hermano mayor de todos y cocinaros, o tenderos la ropa o incluso ayudaros a llenar la tina. De verdad que no es eso. -Chasqueó la lengua tratando de desenredar el cúmulo de palabras que se formaban en su garganta. Tantas verdades que creía mentira y tantas mentiras que daba por ciertas, le costó encontrar cierto rumbo, hilar bien lo que pensaba de lo que quería expresar en voz alta. Era difícil, horrorosamente difícil cuando tú mismo eres quien más trabas te ponías en el proceso. -Solo quiero ser de más ayuda ahí fuera también, no se, no quiero haceros un desayuno rico si luego no puedo evitar que nadie salga herido es… frustrante y…
Quedó enmudecido, convirtiendo su inacabada frase en un ¨Oh¨ perplejo y suave. El canadiense le había aportado otro punto de vista, uno tan sincero que se hundió en su pecho como una flecha ardiente, de las que se usaban para prender hasta las cenizas más apagadas.
¨Si no hubiera escuchado tu voz en las mazmorras… creo que me habría vuelto loco¨
Fue un brillo repentino, un foco que hizo retroceder sus propias sombras a un lugar más seguro que su mente. Fue un encuentro, uno tan casual como accidental, un gritó, un portazo, fue miedo y fue consuelo, fue torpeza y valentía, fue incertidumbre compartida y fue compañerismo aún en el completo desconocimiento. Fue un inicio, uno real al que le había quitado valor con el pasar de los días pero en el que de golpe se vio reflejado en aquellas memorias. Se encontró en el suelo aturdido y entonces reconoció al pelirrosa, encontró alivio al no verse solo y al girarse como si la pared lejos de ser una mazmorra fuera un espejo se vio reflejado en el mismo, alejado de su propia persona. Se vio desde las alturas y también desde el minúsculo suelo, allí hablando con Connor e intercambiando torpes palabras con Aniol.
Él también había acompañado, ¿verdad? Por un momento dejó que esa idea rondara su lengua, que se deshiciera como dulce néctar ante la felicidad de sentirse visto por otros. Como si su mera presencia no fuera más que un árbol caído que esperaba ser escuchado para poder hacer ruido. No supo qué responder, así que simplemente guardó silencio de forma respetuosa. Respiró hondo y dejó que sus pulmones se pudieran vaciar ante el repentino escozor de sus ojos. Connor quizá no era consciente del peso de sus palabras, de que no eran los halagos y las muestras de afecto lo que más había calado. Era estupido como un simple ¨ Te he visto, sé que estabas allí, para mi fue relevante que estuvieras allí¨ podía hacer de ancla en su pecho, hundirse hasta dejar atrapado su corazón y que fueran los latidos de este los que fueran a descompensar el mar que aguardaba dentro. No iba a llorar, no podía permitírselo, pero notaba su garganta encharcada y la mirada aguada.
Mantuvo aquella quietud fingida, quieto en el sitio e impasible a las olas que se revolvían en su interior con cada nueva frase de Connor. ¿Qué iba a decirle?
¨No quiero volver a mi casa porque no hay nadie esperando, por que eres la primera persona en un año a la que mi mera presencia no pareció volverle triste, porque prefiero morir a manos de un monstruo a tener que lidiar con la agonía de una soledad que no termina, porque estoy solo, jodidamente solo y estoy tan cansado de estarlo que prefiero un puto infierno en vida a volver a pasar por eso. Porque no tengo nada, no quiero hacer nada, no me apetece hacer nada y aquí soy un mínimo de especial, porque quiero pensar que lo soy aunque sea una falsa mentira. Porque los niños me aprecian, porque parezco caer bien a completos desconocidos, porque tengo miedo, mucho miedo, y me dan más miedo mis propios pensamientos cuando se vuelven terriblemente sonoros que la oscuridad de esta mierda de sitio. Porque tengo miedo a despertarme mañana en mi cama y darme cuenta de que no tengo nada.¨
Disocio, como una canción de piano en la que tocabas una tecla errónea y toda la melodía se iba al traste. Disocio para defenderse de unos pensamientos a los que no podía hacer frente, por huir de una conversación de la que no se sentía preparado para hablar. Fue difícil, con una lentitud cansada recuperó su sonrisa, una tan forzada que le dolían las comisuras por mantenerla a pesar de que solo dibujaba una suave curva en su rostro. La había practicado tantas veces que aparecía de forma automática.
¨Estas bien¨
-Agradezco tu ayuda pero, si no cuento mi vida es porque no nos conocemos de nada. ¿Llevamos cuánto, una semana? Y al igual que tu no quieres hablar de tus cicatrices yo no quiero hablar de las mías. No he, no había sacado el tema por esto pero creo que ha sido claramente un error.
Sus manos se separaron de la cornisa para tomar cierta distancia con la misma. Aún se encontraba petrificado, con unos músculos que se iban desengrasando poco a poco para buscar un nuevo rumbo al que marchar. Ethan se apartó de allí para acercarse a lo que era la entrada del balcón girándose a mitad de camino con la misma sensación letárgica con la que actuaba. No tenía ganas de seguir hablando.
-Lo siento, no me malinterpretes, agradezco todo lo que me has dicho… Por ahora simplemente quédate con eso. Tu tienes a tu grupo de moteros esperando tú regreso -Había ironía en sus palabras, dejando en claro que no creía que simplemente fueran motoristas aficionados.- y yo tengo a mi hermano y aunque ninguna de las dos cosas son completamente verdad, tampoco son una mentira, ¿verdad?
- Seth
Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mentalPersonajes :
● Devoss: Humano (Países Bajos) Licántropo Tigre
● Maila: Humana (Hawaii) Bruja de la Arena
●Connor: Humano (Canadá)
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Sufre episodios de insomnio. Tendrá episodios de vértigo postural, más frecuentes al levantarse tras dormir, que pueden durar desde minutos a varias horas.
Re: La Fábula del Dragón y la Grulla
28/10/23, 12:26 pm
Connor fue testigo de todos los cambios de ánimo de los que hizo gala Ethan. Como por ejemplo el rubor en sus mejillas y sus intentos por ocultarlo, mientras le devolvía luego aquel empujón que le había dado inicialmente él cargado de ánimos. El motero sonrió mientras se disponía a escucharlo, apoyado en el murete de la azotea. Podía entender a qué se refería... Ethan quería ser útil allí fuera, salvar cuando hubiera que salvar. Ser simplemente... capaz. ¿Pero es que él no lo era acaso, joder? Habían tenido que huir de aquel monstruo fantasmagórico, y antes de eso de las ratas lanzadoras de espinas. Y su compañero había sido perfectamente capaz de salir cagando ostias de allí, como todos... Empezaba a creer con casi toda seguridad que a eso iban a dedicarse aquel año. A correr como cabrones por sus vidas. Y Ethan lo hacía igual de bien que los demás, por muchos problemas que le diera su cojera seguía allí. Luchando. Sobreviviendo.
Cuando le dijo que sin su presencia se habría vuelto loco en las mazmorras, notó un cambio en el británico. Se quedó callado a media frase y juraría que su vista estaba algo empañada. ¿Le había afectado lo que le había dicho? Esperaba que no para mal... El motero frunciría el ceño, sin llegar a comprender del todo el alcance ni el efecto que aquellas palabras parecían tener en su compañero, ya que no sabía lo que estaba pensando en esos instantes. Pero en realidad podía intuir a qué se debía. Rocavarancolia era un puto misterio, con sus monstruos y sus jodidas ruinas. Pero en cierta manera Ethan también lo era para él, porque no llegaba comprender por qué se quitaba flores a sus esfuerzos y éxitos y se desvaloraba tanto. Ahora, viéndolo algo afectado por su halago como nunca había visto, se dio cuenta de que tenía muchas más sombras de las que creía en un inicio.
Algo que quedó claro cuando Ethan hizo oídos sordos a su pregunta sobre por qué no querría volver a casa. El motero se removió algo inquieto, dándose cuenta de que había entrado en aguas profundas. Pero no había podido evitar hacerle la pregunta porque... ¿Quién cojones preferiría quedarse en esa ciudad? Por muy violenta que fuera su vida delictiva con el club, llena de golpes, dolor y sangre... Era su puta vida. La que él elegía y la que vivía como él quería. Sin una cabrona como Akeyo que decidiera secuestrarlo y separarle de sus seres queridos. Claro que quería volver, joder. A su vida. Con su familia. El canadiense soltaría un leve "Hmm" pensativo, cuando ató cabos en todo aquello. <<Cómo de... jodida y puñetera tiene que ser tu vida, Ethan?>> Pensó sin atreverse a decirlo en voz alta. Aún así preguntó acerca de su hermano sin poder evitarlo, por lo incómodo que se sintió cuando se dio cuenta de que Ethan le había dejado caer que estaba muerto, y él había sido lo suficientemente torpe para ni pillarlo a la primera. Su pregunta había sido un estúpido intento de evitar un silencio incómodo, motivado por los nervios de la situación. Así que aguardó su respuesta, que no tardó en llegar. Connor sabía dónde se había metido, entrando de lleno en un territorio muy resbaladizo para el británico. Y encima no de manera sutil, no. Si aquel evento trágico de su vida era como un pantano, Connor había entrado en él con una puta lancha y la música puesta a tope. Sabía que podía haber molestado, pero tampoco se esperó aquellas respuestas.
La primera expresión de Connor sería de confusión y enfado. No en vano, había sido criado por más de cuarenta moteros que todos le habían dicho lo mismo desde los diez años. "Eres un Wyvern, y los putos Wyverns no dejan que gilipollas de fuera los humillen. Ese es el orgullo del club". Y ese fue su primer pensamiento, aprendido casi un mantra dentro de su cerebro. Pero sabía dos cosas. La primera es que Ethan no era ningún gilipollas, y la segunda es que tenía toda la razón en estar enfadado. Su expresión molesta duraría solo varios segundos, antes de suavizarse con un suspiro mientras empezaba a asentir. Y no pudo evitar preguntarse cuánto de Wyvern de verdad habría en él, porque desde que había llegado a esa ciudad había hecho cosas y tomado actitudes que nunca habría hecho en la Tierra... Se sentía perdido sin los suyos, y empezaba a empatizar con sus compañeros más de lo que querría.
-Ethan, yo...- Empezó a decir mientras se daba la vuelta, para seguir con la mirada a su compañero y su caminar hacia la salida del balcón, con gesto algo preocupado. Lo entendía, joder. Él no hablaba de sus cicatrices y Ethan pretendía hacer lo mismo... Y aunque al principio se le había hecho algo contradictorio, ya que había sido el propio británico quien había sacado a su hermano a la conversación, ahora entendía que no había acudido a él para hablar de ese tema. Y que con su forma de revelar su muerte ya había dejado claro que era un asunto a evitar. Connor se cruzó de brazos, mientras seguía escuchando las palabras de su compañero y como ponía al club de ejemplo. Los secretos que él no decía y que tan celosamente guardaba.
No podía juzgarlo por algo así, no cuando aquella respuesta se debía a la muerte de un ser querido. Sabía de primera mano como podía llegar a sentirse uno tras sufrir una putada como esa. Ambos estaba marcados por la tragedia, antes incluso de llegar a aquella ciudad de pesadillas.
-Eh, joder... Espera, Ethan, cojones.- Dijo con prisas y un bufido de acompañamiento, alzando las manos unos segundos temiendo que se fuera sin darle oportunidad a responder. No se conocían de mucho, tenía razón. Pero en poco tiempo había encontrado en Ethan a una persona en quién confiar y que le caía demasiado bien, y joder, sería una putada perder eso por otra cagada suya. El motero suspiró un par de segundos mientras miraba al suelo, y luego alzó la vista hacia él mientras se cruzaba de brazos.- Tienes razón. He sido torpe de cojones...- Empezó a decir a modo de disculpas sinceras. Luego habló con un tono de voz más distante, apartando la vista unos segundos para observar el torreón. ¿Por qué le iba a revelar todo aquello, joder? - Sé lo que es pasar por algo así, créeme. Sé que es una putada. Y sé todo sobre cómo hay que sentirse con estas mierdas... igual que tú.- Connor asintió varias veces para sí mismo, mientras daba otro largo suspiro. Los recuerdos de Rhona y Yasser seguían ahí. Acechando en los límites de su mente. El motero miró de nuevo a Ethan. - Por eso lo entiendo... No volveré a sacarte el tema, ¿vale, cabronazo?- Le prometió mientras asentía con la cabeza.- Cada uno tiene sus mierdas. Las dejamos dentro de nosotros.- Repitió la petición de Ethan, conforme con ella y esperando que aceptara sus disculpas.
En el fondo de su consciencia podía imaginarse a Eva regañándole, por implicarse de esa manera con gente ajena.
"QUÉ. COJONES. HACES. ¡Eres un puto Wyvern, no un blandengue de mierda! No le debes respeto ni disculpas a nadie. No dejes que te importen, ni lo más mínimo. ¿Me oyes, Connor?"
"Lo intento, joder. Lo intento... Pero no puedo."
Cuando le dijo que sin su presencia se habría vuelto loco en las mazmorras, notó un cambio en el británico. Se quedó callado a media frase y juraría que su vista estaba algo empañada. ¿Le había afectado lo que le había dicho? Esperaba que no para mal... El motero frunciría el ceño, sin llegar a comprender del todo el alcance ni el efecto que aquellas palabras parecían tener en su compañero, ya que no sabía lo que estaba pensando en esos instantes. Pero en realidad podía intuir a qué se debía. Rocavarancolia era un puto misterio, con sus monstruos y sus jodidas ruinas. Pero en cierta manera Ethan también lo era para él, porque no llegaba comprender por qué se quitaba flores a sus esfuerzos y éxitos y se desvaloraba tanto. Ahora, viéndolo algo afectado por su halago como nunca había visto, se dio cuenta de que tenía muchas más sombras de las que creía en un inicio.
Algo que quedó claro cuando Ethan hizo oídos sordos a su pregunta sobre por qué no querría volver a casa. El motero se removió algo inquieto, dándose cuenta de que había entrado en aguas profundas. Pero no había podido evitar hacerle la pregunta porque... ¿Quién cojones preferiría quedarse en esa ciudad? Por muy violenta que fuera su vida delictiva con el club, llena de golpes, dolor y sangre... Era su puta vida. La que él elegía y la que vivía como él quería. Sin una cabrona como Akeyo que decidiera secuestrarlo y separarle de sus seres queridos. Claro que quería volver, joder. A su vida. Con su familia. El canadiense soltaría un leve "Hmm" pensativo, cuando ató cabos en todo aquello. <<Cómo de... jodida y puñetera tiene que ser tu vida, Ethan?>> Pensó sin atreverse a decirlo en voz alta. Aún así preguntó acerca de su hermano sin poder evitarlo, por lo incómodo que se sintió cuando se dio cuenta de que Ethan le había dejado caer que estaba muerto, y él había sido lo suficientemente torpe para ni pillarlo a la primera. Su pregunta había sido un estúpido intento de evitar un silencio incómodo, motivado por los nervios de la situación. Así que aguardó su respuesta, que no tardó en llegar. Connor sabía dónde se había metido, entrando de lleno en un territorio muy resbaladizo para el británico. Y encima no de manera sutil, no. Si aquel evento trágico de su vida era como un pantano, Connor había entrado en él con una puta lancha y la música puesta a tope. Sabía que podía haber molestado, pero tampoco se esperó aquellas respuestas.
La primera expresión de Connor sería de confusión y enfado. No en vano, había sido criado por más de cuarenta moteros que todos le habían dicho lo mismo desde los diez años. "Eres un Wyvern, y los putos Wyverns no dejan que gilipollas de fuera los humillen. Ese es el orgullo del club". Y ese fue su primer pensamiento, aprendido casi un mantra dentro de su cerebro. Pero sabía dos cosas. La primera es que Ethan no era ningún gilipollas, y la segunda es que tenía toda la razón en estar enfadado. Su expresión molesta duraría solo varios segundos, antes de suavizarse con un suspiro mientras empezaba a asentir. Y no pudo evitar preguntarse cuánto de Wyvern de verdad habría en él, porque desde que había llegado a esa ciudad había hecho cosas y tomado actitudes que nunca habría hecho en la Tierra... Se sentía perdido sin los suyos, y empezaba a empatizar con sus compañeros más de lo que querría.
-Ethan, yo...- Empezó a decir mientras se daba la vuelta, para seguir con la mirada a su compañero y su caminar hacia la salida del balcón, con gesto algo preocupado. Lo entendía, joder. Él no hablaba de sus cicatrices y Ethan pretendía hacer lo mismo... Y aunque al principio se le había hecho algo contradictorio, ya que había sido el propio británico quien había sacado a su hermano a la conversación, ahora entendía que no había acudido a él para hablar de ese tema. Y que con su forma de revelar su muerte ya había dejado claro que era un asunto a evitar. Connor se cruzó de brazos, mientras seguía escuchando las palabras de su compañero y como ponía al club de ejemplo. Los secretos que él no decía y que tan celosamente guardaba.
No podía juzgarlo por algo así, no cuando aquella respuesta se debía a la muerte de un ser querido. Sabía de primera mano como podía llegar a sentirse uno tras sufrir una putada como esa. Ambos estaba marcados por la tragedia, antes incluso de llegar a aquella ciudad de pesadillas.
-Eh, joder... Espera, Ethan, cojones.- Dijo con prisas y un bufido de acompañamiento, alzando las manos unos segundos temiendo que se fuera sin darle oportunidad a responder. No se conocían de mucho, tenía razón. Pero en poco tiempo había encontrado en Ethan a una persona en quién confiar y que le caía demasiado bien, y joder, sería una putada perder eso por otra cagada suya. El motero suspiró un par de segundos mientras miraba al suelo, y luego alzó la vista hacia él mientras se cruzaba de brazos.- Tienes razón. He sido torpe de cojones...- Empezó a decir a modo de disculpas sinceras. Luego habló con un tono de voz más distante, apartando la vista unos segundos para observar el torreón. ¿Por qué le iba a revelar todo aquello, joder? - Sé lo que es pasar por algo así, créeme. Sé que es una putada. Y sé todo sobre cómo hay que sentirse con estas mierdas... igual que tú.- Connor asintió varias veces para sí mismo, mientras daba otro largo suspiro. Los recuerdos de Rhona y Yasser seguían ahí. Acechando en los límites de su mente. El motero miró de nuevo a Ethan. - Por eso lo entiendo... No volveré a sacarte el tema, ¿vale, cabronazo?- Le prometió mientras asentía con la cabeza.- Cada uno tiene sus mierdas. Las dejamos dentro de nosotros.- Repitió la petición de Ethan, conforme con ella y esperando que aceptara sus disculpas.
En el fondo de su consciencia podía imaginarse a Eva regañándole, por implicarse de esa manera con gente ajena.
"QUÉ. COJONES. HACES. ¡Eres un puto Wyvern, no un blandengue de mierda! No le debes respeto ni disculpas a nadie. No dejes que te importen, ni lo más mínimo. ¿Me oyes, Connor?"
"Lo intento, joder. Lo intento... Pero no puedo."
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Personajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: La Fábula del Dragón y la Grulla
05/11/23, 02:13 am
Ethan paró cuando Connor empezó a hablar, sin darse cuenta ambas manos se habían convertido en unos puños cerrados donde sus uñas se clavaban sobre la piel como un control a la rabia y miedo que sentía. Aún así lo escuchó y cuando vio que lejos de ser improperios estaban siendo unas disculpas se giró a verlo. No sabía qué hacer así que la duda asaltó su rostro entre la indecisión y el cabreo, unos ojos preocupados, un ceño a medio fruncir y un contacto visual igual de volátil que sus emociones que iba y venía entre observar al pelirrosa o decantarse por las ruinas que decoraban ambos lados.
El problema fue que Connor cayó en una empatía punzante, una de la que Ethan no quería escuchar en su ciego egoísmo. No necesitaba de su compasión, de su clemencia, ni de su entendimiento. No quería una charla sobre huecos y vacíos, ni que alguien le dijese que podía ¨comprenderlo¨. Es que no quería que le comprendiesen, quería la miseria para él solo, regodearse en ella y lamentarse cada día de un pasado que al aparecer era el único incapaz de superar. Quería pensar que era un desgraciado al que la vida se le había torcido así porque de alguna manera se lo merecía, por ello, en un sabotaje donde era su propia persona quien cortaba las cuerdas de un puente tendido para ayudar negó con suavidad sin saber qué decir.
Por que en el fondo saberse comprendido era un salvavidas, un resguardo, una luz que llegaba al fondo del océano para marcarle un camino a la superficie. Ese detalle se le quedaría guardado, no de forma consciente si no como una mancha que se ocultaba tras la espalda de una chaqueta que llevabas puesta. Una que se marcaba cual sello pero que por ahora se negaría a ver y mucho menos a agradecer en condiciones.
-Gracias. -Respondió de forma tajante en un tono más relajado pero igual de serio.
No dijo nada más, huyó de allí a sabiendas de que su mente tenía demasiado que procesar y para ello lo mejor sería encontrarse a solas, en la intimidad donde el silencio le dejará pensar en todo lo ocurrido. No llegaría a nada, ruido blanco se solaparia con ideas que aún no era capaz de asimilar y para cuando se diera cuenta toda su atención estaría retenida en hacer nuevas figuras con las que decorar el pozo. Esa noche una fue una grulla dedicada como siempre a su hermano, pero las otras variaron su forma.
Connor había perdido a gente, memorias mojadas en papel que formaban seguramente parte de la banda. Pensó en ellos aún sin conocerlos, les dio un rostro y una historia inventada con el mismo final que le había tocado a su hermano. Dos tributos porque había hablado en plural de ellos y en su inocencia no quiso sumar más por miedo a que le estuviera dedicando una al aire. Esa noche hubo una grulla, pero a su lado dos dragones pequeños y sin brazos delanteros se unieron. Dos dragones sin nombre pero con firma, dedicados a dos personas que nunca llegó a conocer pero a las que en silencio agradeció haber existido, por que habían tenido una vida y eso, eso era todo lo que importaba.
-Lo siento, no tenemos alcohol, pero tal y como estamos habrá que conformarse.
El problema fue que Connor cayó en una empatía punzante, una de la que Ethan no quería escuchar en su ciego egoísmo. No necesitaba de su compasión, de su clemencia, ni de su entendimiento. No quería una charla sobre huecos y vacíos, ni que alguien le dijese que podía ¨comprenderlo¨. Es que no quería que le comprendiesen, quería la miseria para él solo, regodearse en ella y lamentarse cada día de un pasado que al aparecer era el único incapaz de superar. Quería pensar que era un desgraciado al que la vida se le había torcido así porque de alguna manera se lo merecía, por ello, en un sabotaje donde era su propia persona quien cortaba las cuerdas de un puente tendido para ayudar negó con suavidad sin saber qué decir.
Por que en el fondo saberse comprendido era un salvavidas, un resguardo, una luz que llegaba al fondo del océano para marcarle un camino a la superficie. Ese detalle se le quedaría guardado, no de forma consciente si no como una mancha que se ocultaba tras la espalda de una chaqueta que llevabas puesta. Una que se marcaba cual sello pero que por ahora se negaría a ver y mucho menos a agradecer en condiciones.
-Gracias. -Respondió de forma tajante en un tono más relajado pero igual de serio.
No dijo nada más, huyó de allí a sabiendas de que su mente tenía demasiado que procesar y para ello lo mejor sería encontrarse a solas, en la intimidad donde el silencio le dejará pensar en todo lo ocurrido. No llegaría a nada, ruido blanco se solaparia con ideas que aún no era capaz de asimilar y para cuando se diera cuenta toda su atención estaría retenida en hacer nuevas figuras con las que decorar el pozo. Esa noche una fue una grulla dedicada como siempre a su hermano, pero las otras variaron su forma.
Connor había perdido a gente, memorias mojadas en papel que formaban seguramente parte de la banda. Pensó en ellos aún sin conocerlos, les dio un rostro y una historia inventada con el mismo final que le había tocado a su hermano. Dos tributos porque había hablado en plural de ellos y en su inocencia no quiso sumar más por miedo a que le estuviera dedicando una al aire. Esa noche hubo una grulla, pero a su lado dos dragones pequeños y sin brazos delanteros se unieron. Dos dragones sin nombre pero con firma, dedicados a dos personas que nunca llegó a conocer pero a las que en silencio agradeció haber existido, por que habían tenido una vida y eso, eso era todo lo que importaba.
-Lo siento, no tenemos alcohol, pero tal y como estamos habrá que conformarse.
- Seth
Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mentalPersonajes :
● Devoss: Humano (Países Bajos) Licántropo Tigre
● Maila: Humana (Hawaii) Bruja de la Arena
●Connor: Humano (Canadá)
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Sufre episodios de insomnio. Tendrá episodios de vértigo postural, más frecuentes al levantarse tras dormir, que pueden durar desde minutos a varias horas.
Re: La Fábula del Dragón y la Grulla
10/11/23, 04:02 pm
Por suerte, Ethan se paró en cuanto empezó a hablar y lo escuchó. Pudo notar algunas de sus reacciones, como sus puños cerrados o cómo evitaba cruzar miradas y la desviaba hacia el paisaje desolador de aquella ciudad. Connor sabía que había metido el pie en un agujero profundo, lleno de sombras y huesos, como aquel maldito monstruo de hacía unos días. También sabía que aquello debía serle muy incómodo, tanto como a él mismo o incluso más. Se sentía estúpido, porque ahora se daba cuenta de algunos detalles que antes había pasado por alto como un puto imbécil y que tendrían que haberle puesto al menos más sobre aviso... "El pozo es... como un santuario o algo así, a gente que echamos de menos, supongo". Había dicho Ethan, y aunque se percató al momento de que había perdido a alguien, no lo relacionó con su hermano y como hablaba de él en pasado hasta ser un poco tarde.
Cuando hubo acabado de disculparse, Ethan negó con la cabeza y aquello alertó un poco a Connor, sin saber el significado real de aquel gesto. Frunció un poco el ceño, debido a la confusión, aunque ésta no tardó en desaparecer cuando el británico volvió a hablar con un simple y tajante "Gracias", que aunque más relajado estaba lejos de parecer algo positivo. Sobre todo cuando decidió marcharse de allí rápidamente. Connor no dijo nada y suspiró cansinamente, quedándose solo en la azotea. No podía culparle por ninguna de sus reacciones. Sabía con total exactitud lo que era pasar por algo así y cómo había que sentirse...
La muerte de Sean fue traumática de cojones para él a sus catorce años. Porque puede que hubiera vivido putas penurias en el orfanato y los meses posteriores en las calles, pero la jodida muerte... Era definitiva. Y la de Sean fue la primera. Un día estaba armando jaleo en el club, con sus ojos vivarachos y su enorme barriga moviéndose al son de las carcajadas, como si fuera una especie de Santa Claus macarra y adicto a estar siempre en la lista negra de los niños que se portan mal. Y al otro era un puto cadáver sobre el frío suelo, asesinado por quién sabe en una fiesta de mierda... Un mundo feliz y lleno de color que no tardó en volverse grisáceo, hasta la fecha. Lloró en su funeral y todas los días que vinieron después. Hasta que no le quedó más que derramar y terminó por romperse por dentro. Se sintió rabioso, queriendo buscar al culpable sin tener ni puñetera idea de por dónde empezar. Pero al final del día solo era un adolescente sin saber como sobrevivir en aquella fase de duelo y pérdida... Cinco años después vinieron las muertes de Yasser y Rhona, y las de Markus y Roderick por sus propias manos. Y roto como ya estaba, ésa vez solo quedaron cenizas para destruir. Pero el dolor permanece. Siempre.
Sí, entendía muy bien a Ethan. El dolor, la rabia, el enfado, la pérdida... No hablar de un tema que hería más que una puta bala, porque si lo decías en voz alta parecía cobrar más vida cada uno de esos eventos traumáticos. Si, lo entendía bien. Y por eso no fue tras él cuando se marchó, eligiendo quedarse un rato más en la azotea. Observando aquella ciudad tenebrosa, que estaba decidida a separarle de lo único bueno que había tenido en la vida: Su familia.
Esa noche se iría a dormir tarde, y el día siguiente fue testigo de cómo Ethan se sintió claramente incómodo con él aunque hablaran. Connor le dejaría su espacio, obviamente sin pretender volver a hablar de aquel tema lleno de sombras. A la siguiente mañana decidiría preguntarle si le interesaba acompañarlo en un entrenamiento, aunque el fin real era aliviar aquella tensión, cosa que tuvo resultado gracias al entrenamiento y a aquella competición de abdominales que hicieron divirtiéndose. Por suerte, todo volvía a la normalidad dentro de la puta locura que estaban viviendo juntos todos.
No fue hasta la noche del séptimo día, cuando llevaban ya una semana en aquella ciudad, que decidió quedarse en el patio para observar las figuritas de Ethan con unos ojos nuevos. Aquel pozo adornado era su forma de ayudarles y animarles, pero como le había dicho también era un santuario. Una tumba. Y solo entonces se dio cuenta que al lado de una grulla había dos... guivernos. <<Rhona... Yasser...>> Expresó una triste sonrisa, confiado al estar solo en aquel momento, y rozó con sus dedos aquellos dragones, con una delicadeza que no casaba con el tamaño de su cuerpo. Sus hermanos muertos ya tenían sus propias tumbas en Texas, pero aquel tributo y ese detalle de Ethan le hizo sonreír de nuevo mientras negaba con la cabeza.
-Pero mira que eres gilipollas...- Le dijo a la noche con tono agradecido.
Cuando hubo acabado de disculparse, Ethan negó con la cabeza y aquello alertó un poco a Connor, sin saber el significado real de aquel gesto. Frunció un poco el ceño, debido a la confusión, aunque ésta no tardó en desaparecer cuando el británico volvió a hablar con un simple y tajante "Gracias", que aunque más relajado estaba lejos de parecer algo positivo. Sobre todo cuando decidió marcharse de allí rápidamente. Connor no dijo nada y suspiró cansinamente, quedándose solo en la azotea. No podía culparle por ninguna de sus reacciones. Sabía con total exactitud lo que era pasar por algo así y cómo había que sentirse...
La muerte de Sean fue traumática de cojones para él a sus catorce años. Porque puede que hubiera vivido putas penurias en el orfanato y los meses posteriores en las calles, pero la jodida muerte... Era definitiva. Y la de Sean fue la primera. Un día estaba armando jaleo en el club, con sus ojos vivarachos y su enorme barriga moviéndose al son de las carcajadas, como si fuera una especie de Santa Claus macarra y adicto a estar siempre en la lista negra de los niños que se portan mal. Y al otro era un puto cadáver sobre el frío suelo, asesinado por quién sabe en una fiesta de mierda... Un mundo feliz y lleno de color que no tardó en volverse grisáceo, hasta la fecha. Lloró en su funeral y todas los días que vinieron después. Hasta que no le quedó más que derramar y terminó por romperse por dentro. Se sintió rabioso, queriendo buscar al culpable sin tener ni puñetera idea de por dónde empezar. Pero al final del día solo era un adolescente sin saber como sobrevivir en aquella fase de duelo y pérdida... Cinco años después vinieron las muertes de Yasser y Rhona, y las de Markus y Roderick por sus propias manos. Y roto como ya estaba, ésa vez solo quedaron cenizas para destruir. Pero el dolor permanece. Siempre.
Sí, entendía muy bien a Ethan. El dolor, la rabia, el enfado, la pérdida... No hablar de un tema que hería más que una puta bala, porque si lo decías en voz alta parecía cobrar más vida cada uno de esos eventos traumáticos. Si, lo entendía bien. Y por eso no fue tras él cuando se marchó, eligiendo quedarse un rato más en la azotea. Observando aquella ciudad tenebrosa, que estaba decidida a separarle de lo único bueno que había tenido en la vida: Su familia.
Esa noche se iría a dormir tarde, y el día siguiente fue testigo de cómo Ethan se sintió claramente incómodo con él aunque hablaran. Connor le dejaría su espacio, obviamente sin pretender volver a hablar de aquel tema lleno de sombras. A la siguiente mañana decidiría preguntarle si le interesaba acompañarlo en un entrenamiento, aunque el fin real era aliviar aquella tensión, cosa que tuvo resultado gracias al entrenamiento y a aquella competición de abdominales que hicieron divirtiéndose. Por suerte, todo volvía a la normalidad dentro de la puta locura que estaban viviendo juntos todos.
No fue hasta la noche del séptimo día, cuando llevaban ya una semana en aquella ciudad, que decidió quedarse en el patio para observar las figuritas de Ethan con unos ojos nuevos. Aquel pozo adornado era su forma de ayudarles y animarles, pero como le había dicho también era un santuario. Una tumba. Y solo entonces se dio cuenta que al lado de una grulla había dos... guivernos. <<Rhona... Yasser...>> Expresó una triste sonrisa, confiado al estar solo en aquel momento, y rozó con sus dedos aquellos dragones, con una delicadeza que no casaba con el tamaño de su cuerpo. Sus hermanos muertos ya tenían sus propias tumbas en Texas, pero aquel tributo y ese detalle de Ethan le hizo sonreír de nuevo mientras negaba con la cabeza.
-Pero mira que eres gilipollas...- Le dijo a la noche con tono agradecido.
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