- Isma
Ficha de cosechado
Nombre: Damian
Especie: Humano itaiano
Habilidades: Agilidad, dibujo, espontaneidadPersonajes :- Adam Petrov: Humano ruso (1.85m)/Pegaso (Cuarto de Milla)
- Damian: Humano italiano (1.35m)
Síntomas : En ocasiones se desconcentra con más facilidad. Sufrirá de vez en cuando migrañas con aura.
Armas :- Adam: Cimitarra y cuerpo de caballo. La incomodidad
- Damian: Dientes
Daga
Status : muñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñones
Humor : ajjaj- Adam Petrov: Humano ruso (1.85m)/Pegaso (Cuarto de Milla)
Un diamante en bruto
10/04/23, 05:21 pm
Las ventanas empañadas de vaho por el frío implacable del invierno eran la unica compañía en las clases. Los jóvenes, aburridos de la clase de Historia de última hora que impartía su profesor, no hacían otra cosa que suspirar. Adam era uno de ellos, sentado atrás del todo y no haciendo demasiado caso. Consideraba el tallar un poco la mesa era más divertido que escuchar a quien no paraba de parlotear datos históricos.
—¡Ey! Creo que esto puede caer en el examen de mañana, será mejor que atiendas —Mijail sugirió susurrante, reprochándolo por estar tan distraido. A diferencia de su amigo, él atendía y tomaba apuntes como si la vida le fuese en ello.
El que estaba entretenido en sus asuntos artísticos destrozando la ya dañada mesa exhaló, aburrido.
—De todas formas no me dará la media, es una gilipollez escuchar al “napias” —así le decían la mayoría de los alumnos a Igor, el docente encargado de impartir Historia a las futuras promesas que nada tenían de ello exceptuando a unos pocos como Mijaíl. Adam le sonrió un poco—. Vaya fatiga estás hecho, mamonazo. ¿Nos vemos donde siempre después de la escuela con la banda? Tengo que enseñarte una cosa que mi padre-
—¡Adam, calladito! —Igor exclamó, llamando la atención al alumno distraído que andaba parloteando con su amigo.
Adam, muy lejos de ofenderse, miró al profesor con una expresión fría. Le aburría terríblemente la escuela, solo quería salir un rato con la banda y alejarse de aquel infierno lleno de libros y pizarras. El chico de pelo castaño bajó la mirada, haciendo el acto de sentir arrepentimiento cosa que no pudo ser más distinta. Siempre le funcionaba y esa vez no fue la excepción, escapándosele una sonrisilla pícara por lo bajo al acertar en aquella manipulación.
Sin embargo, Mijail observó con el ceño fruncido toda la escena. Había ocasiones que Adam lo ponía a prueba, agotando su paciencia. Cada vez descuidaba más y más su deber como estudiante, desperdiciaba su tiempo útil pensando todo el día en aquella estupida banda.
La Flecha Alzada había formado parte de sus vidas desde que cumplieron los 10 años. Adam y él hacían recados de un tipo concreto, el trabajo de repartír medicinas a necesitados. Mijail supo de su mejor amigo que esas pastillas venían de farmacias, la sanidad en rusia andaba muy mal y ellos hacían ese trabajo extra por unos buenos rublos a cambio. Ese dinero cambió su vida, nunca más tuvo problemas de dinero y encima ayudaba a su madre con el tratamiento médico de sus hernias discales. Mijail, aun asi, con sus 14 años empezó a dudar un poco, tener pensamientos sombríos con respecto a su mejor amigo.
Siempre lo veía en el escondite hablando con todos con una facilidad que asustaba, encajando en el gusto de todos por su manera de ser. Celebraban los encargos con mucha bebida y tabaco, eran vicios que contrastaban mucho con la idea de la banda de ser buenos samaritanos que entregan medicinas a los más necesitados. El de pelo negro nunca supo de donde demonios sacaba Adam esos contactos, esas farmacias que los proveían de medicinas que vender.
La hora de salida llegó para alivio de Adam, liberando un sonoro estiramiento de brazos en su pupitre aliviando sus agarrotados brazos. Como cabía esperar el castaño de cejas gruesas se fue dirección al grupo de chichos populares, haciendo señas a Mijail para que lo siguiese. Este último no andaba muy convencido de esas personas pero se fiaba de Adam, casi siempre lo hacía ciegamente pues ese impulso inconsciente derivaba de que se crió desde muy pequeño al lado de la familia Petrov y forjó una fuerte amistad con su único hijo. Sus padres se llevaban muy bien y siempre hacían planes juntos.
¿Pero esto a qué viene? Los abusones del instituto hablaban y hablaban con Adam y miraban raro a Mijail. Se veía siendo objetivo de uno de ellos, librándose solo por su cercanía con el castaño.
—¡Y que no se calla el puto “napias”! Me tuvo que caer a mí hoy la jodida bronca, que coñazo —escupió Adam con un visible cansancio, con una mueca de satisfacción al hacer reir al resto.
—¡Ya ves!
—A mi me la trae floja el examen.
—Vaya gilipollas, yo soy tú y me lo cargo Adam.
Mijail torcía el torso mucho, vaya subnormales con los que andaba juntándose Adam. Y su mejor amigo no parecía sentir desagrado, empeorando la cosa.
—Adam… —inició Mijail algo tímido, llamándolo con unos toquecitos al hombro—. Deberíamos volver, se hará tarde.
—¿Y si te vas tu solito, gilipollas?
Uno de los chulitos soltó ese comentario a Mijail. El de pelo negro abrió mucho los ojos tan sorprendido como ofendido. Sin tiempo de devolver una sola palabra Adam se giró dirección al culpable con quien estuvo parloteando tan amistosamente. Con una mirada de mil demonios y la sangre hirviendo lo agarro de un brazo y del cuello de la camisa dejándolo firme a la pared. Sus ojos esmeralda atravesaban a cualquiera con el cabreo que crecía en su cuerpo ancho y grande para su edad, sometiendo facilmente al pobre diablo.
—Uf, como la has cagado imbécil —rugió Adam, ya algo violento—. Ese “gilipollas” es mi mejor amigo. Para la próxima ten los cojones de insultarlo, que te parto la cara —luego de bufar, lo sacudió hasta tirarlo al suelo y se volteó agarrando a Mijail para marcharse de la escuela que lo tenía harto ante la mirada del resto, mortificados por la escena—. Nos vamos Mijail.
—H-hijo de puta...
—P-pero Adam, ¿que haces?
El sembante de Adam se suavizó, mostrando un rostro amistoso, decidido y fiel. Mijail se contagió de eso en su propio rostro, lo estaba protegiendo como siempre hacía.
—¡Vamos a mi casa! Me apetece estar contigo hoy, ¿te apuntas?
Adam siempre tuvo esa contradicción con Mijail. Hacía cosas cuestionables, se juntaba con gente poco apropiada y tenian una banda con rollos muy extraños. Sin embargo, cuando se trataba de su mejor amigo, Adam era una persona que escuchaba, defendía y comprendía como ninguna. Mijail no era estúpido, pero veía un diamante en aquella gema en bruto. Lo conocía desde pequeño, no era malo y su objetivo siempre fue llevarlo por el buen camino.
Ambos fueron corriendo, acompañados de sus carcajadas a pasar una tarde de juegos en la casa de los Petrov.
«Adam, eres un chico muy bueno» —pensó Mijail, agarrado de la mano de Adam por el camino quien tiraba de él. El castaño no lo supo pero su mejor amigo estaba sintiendo una leve presión en el pecho.
—¡Ey! Creo que esto puede caer en el examen de mañana, será mejor que atiendas —Mijail sugirió susurrante, reprochándolo por estar tan distraido. A diferencia de su amigo, él atendía y tomaba apuntes como si la vida le fuese en ello.
El que estaba entretenido en sus asuntos artísticos destrozando la ya dañada mesa exhaló, aburrido.
—De todas formas no me dará la media, es una gilipollez escuchar al “napias” —así le decían la mayoría de los alumnos a Igor, el docente encargado de impartir Historia a las futuras promesas que nada tenían de ello exceptuando a unos pocos como Mijaíl. Adam le sonrió un poco—. Vaya fatiga estás hecho, mamonazo. ¿Nos vemos donde siempre después de la escuela con la banda? Tengo que enseñarte una cosa que mi padre-
—¡Adam, calladito! —Igor exclamó, llamando la atención al alumno distraído que andaba parloteando con su amigo.
Adam, muy lejos de ofenderse, miró al profesor con una expresión fría. Le aburría terríblemente la escuela, solo quería salir un rato con la banda y alejarse de aquel infierno lleno de libros y pizarras. El chico de pelo castaño bajó la mirada, haciendo el acto de sentir arrepentimiento cosa que no pudo ser más distinta. Siempre le funcionaba y esa vez no fue la excepción, escapándosele una sonrisilla pícara por lo bajo al acertar en aquella manipulación.
Sin embargo, Mijail observó con el ceño fruncido toda la escena. Había ocasiones que Adam lo ponía a prueba, agotando su paciencia. Cada vez descuidaba más y más su deber como estudiante, desperdiciaba su tiempo útil pensando todo el día en aquella estupida banda.
La Flecha Alzada había formado parte de sus vidas desde que cumplieron los 10 años. Adam y él hacían recados de un tipo concreto, el trabajo de repartír medicinas a necesitados. Mijail supo de su mejor amigo que esas pastillas venían de farmacias, la sanidad en rusia andaba muy mal y ellos hacían ese trabajo extra por unos buenos rublos a cambio. Ese dinero cambió su vida, nunca más tuvo problemas de dinero y encima ayudaba a su madre con el tratamiento médico de sus hernias discales. Mijail, aun asi, con sus 14 años empezó a dudar un poco, tener pensamientos sombríos con respecto a su mejor amigo.
Siempre lo veía en el escondite hablando con todos con una facilidad que asustaba, encajando en el gusto de todos por su manera de ser. Celebraban los encargos con mucha bebida y tabaco, eran vicios que contrastaban mucho con la idea de la banda de ser buenos samaritanos que entregan medicinas a los más necesitados. El de pelo negro nunca supo de donde demonios sacaba Adam esos contactos, esas farmacias que los proveían de medicinas que vender.
La hora de salida llegó para alivio de Adam, liberando un sonoro estiramiento de brazos en su pupitre aliviando sus agarrotados brazos. Como cabía esperar el castaño de cejas gruesas se fue dirección al grupo de chichos populares, haciendo señas a Mijail para que lo siguiese. Este último no andaba muy convencido de esas personas pero se fiaba de Adam, casi siempre lo hacía ciegamente pues ese impulso inconsciente derivaba de que se crió desde muy pequeño al lado de la familia Petrov y forjó una fuerte amistad con su único hijo. Sus padres se llevaban muy bien y siempre hacían planes juntos.
¿Pero esto a qué viene? Los abusones del instituto hablaban y hablaban con Adam y miraban raro a Mijail. Se veía siendo objetivo de uno de ellos, librándose solo por su cercanía con el castaño.
—¡Y que no se calla el puto “napias”! Me tuvo que caer a mí hoy la jodida bronca, que coñazo —escupió Adam con un visible cansancio, con una mueca de satisfacción al hacer reir al resto.
—¡Ya ves!
—A mi me la trae floja el examen.
—Vaya gilipollas, yo soy tú y me lo cargo Adam.
Mijail torcía el torso mucho, vaya subnormales con los que andaba juntándose Adam. Y su mejor amigo no parecía sentir desagrado, empeorando la cosa.
—Adam… —inició Mijail algo tímido, llamándolo con unos toquecitos al hombro—. Deberíamos volver, se hará tarde.
—¿Y si te vas tu solito, gilipollas?
Uno de los chulitos soltó ese comentario a Mijail. El de pelo negro abrió mucho los ojos tan sorprendido como ofendido. Sin tiempo de devolver una sola palabra Adam se giró dirección al culpable con quien estuvo parloteando tan amistosamente. Con una mirada de mil demonios y la sangre hirviendo lo agarro de un brazo y del cuello de la camisa dejándolo firme a la pared. Sus ojos esmeralda atravesaban a cualquiera con el cabreo que crecía en su cuerpo ancho y grande para su edad, sometiendo facilmente al pobre diablo.
—Uf, como la has cagado imbécil —rugió Adam, ya algo violento—. Ese “gilipollas” es mi mejor amigo. Para la próxima ten los cojones de insultarlo, que te parto la cara —luego de bufar, lo sacudió hasta tirarlo al suelo y se volteó agarrando a Mijail para marcharse de la escuela que lo tenía harto ante la mirada del resto, mortificados por la escena—. Nos vamos Mijail.
—H-hijo de puta...
—P-pero Adam, ¿que haces?
El sembante de Adam se suavizó, mostrando un rostro amistoso, decidido y fiel. Mijail se contagió de eso en su propio rostro, lo estaba protegiendo como siempre hacía.
—¡Vamos a mi casa! Me apetece estar contigo hoy, ¿te apuntas?
Adam siempre tuvo esa contradicción con Mijail. Hacía cosas cuestionables, se juntaba con gente poco apropiada y tenian una banda con rollos muy extraños. Sin embargo, cuando se trataba de su mejor amigo, Adam era una persona que escuchaba, defendía y comprendía como ninguna. Mijail no era estúpido, pero veía un diamante en aquella gema en bruto. Lo conocía desde pequeño, no era malo y su objetivo siempre fue llevarlo por el buen camino.
Ambos fueron corriendo, acompañados de sus carcajadas a pasar una tarde de juegos en la casa de los Petrov.
«Adam, eres un chico muy bueno» —pensó Mijail, agarrado de la mano de Adam por el camino quien tiraba de él. El castaño no lo supo pero su mejor amigo estaba sintiendo una leve presión en el pecho.
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