Torreón Silente

Recuerdo del primer mensaje :

Magia:

Luci estaba concentrado principalmente en poner un pie delante del otro. Se mantenía lejos de la cabeza del grupo y lejos de la cola, pues tenía miedo tanto de ser el primero en enfrentarse al paisaje como de quedarse rezagado. Aparte de sus pasos también prestaba atención a las tres personas que le habían dirigido la palabra, asegurándose de tener al menos una a su alcance en todo momento. El daeliciano necesitaba nuevos referentes a los que aferrarse.

En cuanto a la fealdad de la ciudad, Luci hacía grandes esfuerzos por ignorarla. La zona por la que avanzaban parecía cada vez más y más ruinosa y los pocos edificios que se tenían en pie eran verdaderas abominaciones. Entre semejante escombrera no tardaron en ver una torre alzarse, claramente nueva y en buenas condiciones pero igualmente horrenda en sus términos estéticos. Por mucho que lo deseara no le quedaba más remedio que aceptar que ese era el posible refugio que había divisado la persona emplumada pues no había ningún otro sitio donde meterse. Se le escapó un gemido lastimero.

La torre (o más bien torreón) era altísima, de piedra gris y salpicada de diminutas ventanitas que auguraban un interior oscuro y frío. El único adorno que tenía era un ¿reloj? Parecía un reloj pero Luci no era capaz de interpretar la hora que marcaba. Tenía un puente sujeto por cadenas sobre un foso. Al acercarse el pelirrosa comprobó con alivio que no había huesos en él aunque olía terriblemente mal. << ¿Es que todo en esa ciudad es desagradable?>> pensó angustiado, cubriéndose la nariz con el cuello del pijama. No sería el primero en entrar, pero tampoco el último, simplemente seguiría al grueso del grupo a pasitos inseguros.

Kolja respiró aliviado cuando Chromsa le confirmó que el resto estaba bien, aunque pasando por sus propios cambios, especialmente traumáticos en el caso de la pájaro al parecer. Se apartó un poco del chico nutria y el pegaso, intentando darles algo de intimidad, aunque Adam y sus nuevas capacidades telepáticas no ayudaban. Se fijó un poco más en el ochrorio, cuya transformación también había avanzado desde que subió a por Lethe. Sus piernas parecían más peludas, sus rasgos más cambiados quizás, y aquella marea de hojas que le seguían era algo nuevo, aunque Kolja no lograba imaginarse pq el chico nutria las había hechizado con el conjuro de levitación para que le siguieran.

Alyssa apareció entonces detras de Chromsa, con sus propios cambios bastante avanzados también. Aquellos cuernos-ramas que le habían salido en la cabeza estaban en flor, trayendo una fragancia dulzona y agradable sobre el olor de la sangre derramada. Y era bonita, aquella piel del color de la madera y las flores, parecía un árbol en primavera, un árbol con forma humana, algo mitológico.

Y los pensamientos de Adam seguían atacándole el cerebro.

-Espera. ¿Qué?- contestó a uno de ellos- ¿Pelo blanco?- Con rapidez se sacó un mechón de detrás de la oreja y se lo puso ante los ojos.

-Esto no es blanco, es gris- notó. -¿Me he vuelto viejo? ¿La luna me ha envejecido?- preguntó mientras se miraba su mano, su brazo, y se palpaba la cara buscando arrugas. Haciendo esto se arrancó un pelo de la barba y lo alzó ante sus ojos, también era gris.

-Vale, parece que no estoy viejo, solo que mi pelo se ha vuelto gris, eso es un alivio- suspiró.

Cuando Adam pensó en retomar sus entrenamientos soltó otro suspiro. Se había pasado todo el tiempo desde la muerte de Qirra alejado de todo el mundo, había estado huraño, asocial, irritable, ¿y ahora quería retomar los entrenamientos? Bueno, era un caballo, así que por lo menos no tendría que ocuparse con ello, aunque descubrió que si que le daba algo de pena no poder seguir entrenando con el rusky.

Ante la huida de Luci Kolja sintió también la necesidad de salir del rango de la telepatía de Adam, era mucho, él mismo ya tenía lo suyo en lo que pensar, no podía compartir los pensamientos del ruso ahora mismo.

-Me subo a la azotea, lo siento Adam, pero estar escuchando tus pensamientos constantemente me está dando dolor de cabeza- comunicó, intentando no ofender más al pegaso, que ya estaba pasando por mucho.

Todo estaba bien, a pesar del dolor todos seguían vivos y muy seguramente con nuevos poderes. Aun estando empapado por la lluvia, Chromsa se sintió en un calor acogedor que solo una situación tan buena como aquella podía dar.

Miró tanto a Alyssa como a Alec cuando entraron al salón y les dedicó una sonrisa (y una carcajada en el caso del segundo después de las palabras de la francesa). -Pues sí, está magnífica. Parece un espíritu del bosque.- añadió al comentario de Amira mientras caía en la cuenta del olor dulzón que había llegado a la habitación. Sí, acompañaba perfectamente al momento tan agradable que había quedado después de la salida de la Luna. -La verdad es que todos estamos preciosos a su manera- siguió. Podía entender el susto y la incomprensión de todos por aquellos cambio, pero para el ochrorio todo estaba muy claro y quería mantener la tranquilidad en el grupo. Puede que necesitaran espacio (motivo por el que no se acercó a Alyssa cuando se sentó), pero al menos ayudaría con lo que pudiera hablando.

Seguía sosteniendo la cabeza de Adam y se centró en él cuando a su cabeza le empezó a llegar su voz. Era igual que hace un momento pero por la forma de hablar... ¿Eran sus pensamientos? Desde luego al ochrorio le pareció que no debería estar escuchando aquello. Lo escuchó en silencio mientras lo acariciaba con calma mientras sonreía, casi como si intentara trasmitirle su tranquilidad. Cuando el ruso terminó de pensar, tanto Luci como Kolja se fueron a los pisos superiores, uno más tranquilo que otro. Solo miró hacia las escaleras durante unos instantes cuando Luci gritó. Al parecer no había sido el único en escuchar a Adam.

Justo después el terrestre preguntó por una curación. Chromsa miró a la pata que levantó y comprobó que estaba inflamada. Según había escuchado, se la había hecho con un golpe al intentar volar. Adam decía que era un animal, pero el ochrorio no recordaba a ningún animal similar en su mundo. Por tamaño lo único que se le venía a la mente era el tritón de carga de su familia, pero distaba mucho de ser igual. -(Bueno, no creo que sea un problema teniendo magia)- pensó. A continuación respondió: -Claro, deja que le eche un vistazo.-

Se agachó mientras tomaba la pata con una mano y la apoyaba con cuidado en el suelo. Imaginaba que no debía ser fácil caminar con cuatro patas, menos cuando el ruso se había pasado toda la vida con dos. No iba a dejarlo a tres patas a riesgo de que pudiera caerse por fallarle el equilibrio. Después de examinar un poco el golpe comprobó que no era nada demasiado grave y procedió a realizar el hechizo pertinente para curarlo. En cuanto terminó dijo: -Vale, creo que esto ya está. Prueba a moverlo por si acaso. Y por cierto Adam, pase lo que pase y seas lo que seas no voy a...- Chromsa paró de hablar en seco. Cuando terminó de hacer el conjuro, se había levantado y le había dejado sitio a Adam para que pudiera maniobrar. Había dejado de tocarlo y aun no sabía de las propiedades de la transformación de su pareja. Mientras las hojas caían todas al suelo, la sonrisa del ochrorio fue cambiando a una cara seria que, en poco tiempo después, daría paso al miedo y a la tristeza. Estaba recordando por qué había bajado allí.

No pudo progresar mucho en su línea de pensamiento hasta que fue interrumpido por un monólogo de aquel cuadrúpedo que decía ser Adam. Creía conocer bastante bien al ruso y tal retahíla de palabras era totalmente atípica en él. Fue la primera que no se sorprendió ante el grito que dio Luci y quiso salir tras él al ver lo afectado que estaba. Sin embargo, posiblemente debido a causa de su dolor de cabeza, reaccionó bastante tarde. También se entretuvo a soltar una débil disculpa.

—Mi cabeza… Me duele. Necesito silencio ahora. Lo siento.

Para cuando subió las escaleras ya le había perdido la pista por completo. Imaginó que se habría ido a su cuarto y… Lo cierto es que no sabía si sería un buen momento para interrumpirle. Siendo sincera consigo misma, no creía estar preparada mentalmente para lidiar con mucho. Si hasta le había costado trabajo subir las escaleras.

Gracias a que su oído se había ya recuperado en gran medida, pudo oír otras dos voces familiares. Y por favor, parecían estar hablando con cierta calma. Se acercó y se asomó por la entrada. Sintió una mezcla de tranquilidad e inquietud al verlas. Tranquilidad por comprobar que estaban bien. Inquietud por sus cambios más perceptibles. Estos parecían ser especialmente agresivos en Lethe.

—H… Hola. Pasaba por aquí y… —Se interrumpió. Era verdad, pero no exactamente— Bueno, en realidad seguía a Luci. No está bien. Creo que… —igual debería ir a comprobar que estuviera bien. Se sentía muy mal simplemente dejándole solo.

»Pero quería saber cómo estáis vosotras.

No sabía bien cómo debía reaccionar. Quería ir y simplemente darles un abrazo, pero no podía evitar sentirse culpable por el daeliciano.

A Kahlo no le importaba que no tuviera sentido. Estaba hermosa, y Lethe también lo estaba, ¿qué más daba la lógica en una ciudad mágica cuya Luna les regalaba cuerpos nuevos? Si tan solo tuviera sus dos brazos...

Se rio suavemente ante la sorpresa de la enderth por su propio aspecto, una risa que venía a decir "¿ves? Te lo dije". Con buen humor a pesar del posible desastre que hubiera esperándolas bajó cerca de Lethe a paso ligero, todavía atenta por si necesitaba ayuda. El jaleo era audible en la escalera, y aunque quería apreciar mejor y de forma positiva los cambios de sus compañeros el recuerdo del shock inicial todavía tiraba de su estómago hacia atrás, diluyendo su seguridad, y más cuando reconoció un grito de Luci que subió hasta ellas con un eco. Se apresuró en seguir bajando, siendo pronto interrumpidas por una cambiada Kradko. Sus alas nuevas estaban más arrugadas que las suyas, posiblemente por haber salido de esa ruidosa crisálida después que ella, o puede que también por su mayor tamaño: para su pequeño cuerpecito parecían abultar más que las propias. Sus ojos se abrieron de emoción al verla, por saberla bien y compartir cambios, aunque su expresión se congeló in situ al oír la duda en su voz y que, efectivamente, Luci no estaba bien. Sus alas emitieron toxinas rápidamente.

Luci. Le había dejado abajo ensangrentado y no había vuelto antes por el miedo, pero ese miedo fue su combustible a moverse rápido. Kradko parecía sana y ahora Lethe podía atenderla. Ella tenía que buscar al daeliciano.

—¿Tú cómo estás? —se acercó a la clinger, sujetando suavemente uno de sus brazos con una pregunta que posiblemente olvidaría—. Nosotras estamos bien, no te preocupes —sin esperar respuesta miró a Lethe para dar a entender que las dejaba—. Voy a buscar a Luci.

No había visto a donde había ido, pero si Kradko le había seguido no podía seguir en la planta principal. Además, le conocía. Sabía dónde se escondía cuando no estaba bien. Entró en su cuarto, fijando la vista en seguida en el armario. Por muy refugio que fuera todavía lo detestaba. Tomó aire para librarse (mal) del nerviosismo, y se asomó por la puerta abierta que delataba su ocupación. Dentro estaba el daeliciano, luchando por encajar con sus nuevas y raídas alas emplumadas. Asomaban en su cabeza unos pequeños bultos que, de no haber sido espectadora de los cambios de sus compañeros, habría creído chichones. A pesar de la oscuridad veía perfectamente, pero no le sorprendió. Tampoco es que tuviera tiempo a darse cuenta de que realmente estaba oscuro.

—Luci, cielo... —dijo con voz suave, arrodillándose para estar a su altura. Le tendió la mano, no buscando otra cosa que su tacto—. Soy yo, Kahlo. Tranquilo. ¿Estás bien...?

La pregunta era obvia, pero no podía decir nada más. Se sentía mal por haberle dejado. Si ella había estado asustada, a saber como debía haber estado él.

Agradeció que Chromsa tuviese fuerzas para curar su pata, no era agradable caminar con ese dolor punzante. Y hablando de fuerzas le sorprendió lo bien que quedó la articulación y ni siquiera tardó demasiado, Chromsa parecía haber mejorado en magia o al menos Adam tuvo aquella sensación.

Sin embargo le pilló de sorpresa la reacción de Luci, junto con la de Kradko y Kolja. El último confirmó de nuevo lo que Alec le dijo: de alguna forma ellos podían escuchar sus pensamientos, todos ellos. Teorizó que ellos acaban de escuchar todo lo que su cabeza pensaba sin filtro alguno y eso no le hizo demasiada gracia, tampoco deseaba que le leyesen absolutamente todo, desea privacidad, encerrarse en su burbuja de pensamientos.

Apoyó su pata para probar mejor su nueva articulación. Apoyar su peso sobre su pezuña fue rarísimo, comparando por supuesto con fisionomía humana. Si fuese descrito con palabra sería como estar constantemente de puntillas sobre tus dedos, el ruso deseaba acostumbrarse rápido a ello pues no le quedaba otra que eso, acostumbrarse a su nuevo cuerpo equino.

Cuando acabó de apoyar unas pocas veces su pata miró de nuevo a su pareja. Esa gran sonrisa que demostró momentos antes de que le curase se quedó grabada a Adam en su cabeza y esperaba verla de nuevo. No estuvo preparado para ver el contraste entre su anterior sonrisa de oreja a oreja y su actual tristeza.

—<<¿Qué te pasa Chromsa, ha pasado algo? Puedes contarme lo que sea, tranquilo>> —si tuviese manos se las ofrecería pero no podía hacer eso, junto a muchas cosas. No quería verlo triste y su condición actual no le ayudaría demasiado, lo único que tuvo para ofrecer fueron sus "palabras"—. <<No estés triste, ya pasó todo>> —intentó no pensar mucho, literalmente. No quería marear a nadie más.

Luci quería llorar pero parecía que se hubiera quedado sin lágrimas. No cabía del todo en su armario, estaba acurrucado como buenamente podía, con las piernas recogidas y las alas envolviéndolo. Odiaba verlas, odiaba tenerlas tan cerca (y encima estaban sucias).

Vio a alguien acercarse, una figura de muerte que al final reconoció como Kahlo. Estaba muy cambiada, y en cierto modo muy bonita. Ni siquiera el blanco daba miedo en ella. Cuando la tuvo cerca olvidó que la había visto entrar y se sobresaltó por tenerla de pronto a su lado.

-¡Kahlo! No te había oído entrar -dijo. Quería sonreírle, pero al igual que las lágrimas tampoco le salía.

Dudaba de si comentarle sobre su aspecto. Él creía que estaba bonita, claro que puede que ella no opinase lo mismo y temía que hacerle pensar en el cambio pudiese disgustarla. Lo dejó estar por el momento.

-Me alegra que estés bien. Estaba muy asustado, todos… Todo es un desastre, Kahlo -gimió. -Esto no tenía que pasar. -Movió ligeramente la alas para dar énfasis a sus palabras.

Aunque ya se había empezado a fijar desde que asomó la cabeza, fue tras hablar que por fin permearon en su pequeño cerebrito los cambios que habían estado experimentando ambas. Kahlo parecía haber adquirido algunos rasgos insectiles que configuraban una muy particular mezcla con su cuerpo de mamífero. Como insecto, diría que le favorecían.

—Oh, yo… Estoy bien. Estuve un rato sin poder oír casi nada. Fue muy raro. Y ahora me noto un poco mareada y me duele la cabeza. Y luego está esto aquí… —Señaló a su espalda, en la que ya parecía a formarse algo que podía parecer unas alas— Se siente como si me estuvieran absorbiendo la esencia.

Agradeció de corazón y verbalmente que Kahlo se pudiera encargar de Luci. Ella misma no tenía una cabeza con mucha capacidad para ayudar a otros. Sintió por ello como un pequeño pinchazo. Intentaría compensárselo más tarde al daeliciano. Y a la mamífero-insecto. Cuando se encontrara mejor.

Por otro lado, los nuevos rasgos de la enderth lograron que le costara reconocerla durante unos segundos. Parecían más afilados. No, eran más afilados. Esos pico y plumas le daban sin duda un aire más similar al de un ave de presa. Su aspecto le dio hasta un poquito de miedo.

Sin embargo, aquella nueva Lethe demostró enseguida que era al fin y al cabo la de siempre. Sí, un abrazo era sin duda lo que necesitaba.

—Está siendo todo muy raro… Todo… Gracias. —Fue todo lo que logró decir débilmente.

Cuando se separaron, las primeras palabras que pronunció Lethe rompieron toda la solemnidad en su aspecto y la seriedad general de la situación. Por supuesto, tenía sentido, pero no había esperado que de pronto hablara de forma tan… Le costó contener una risilla.

—Lo siento. Vale, lo siento —se disculpó por duplicado. Sin embargo, le costaba seguir conteniendo la risa—. Es un poco gracioso. Lo siento.

Se dejó llevar por Lethe, quien claramente quería bajar a la planta baja. Creyó oportuno avisarla sobre lo que se iba a encontrar.

—Ehhh. Si bajas ahí debo avisarte que están todos muy cambiados y… —Bravo, capitán obvia. Por suerte, se dio cuenta enseguida—. Bueno, vale. Eso era evidente. Pero es todo un poco caótico y Adam… ¡Es muy raro! Y está hablando mucho y muy raro. Sin ruido pero oímos todo lo que piensa y es muy molesto.

No estaba segura de haberlo dejado muy claro. Y yo tampoco.

Le dedicó una pequeña sonrisa en un intento de hacer más amable la monotonía de sus ojos, aunque seguía preocupada. Luci hablaba en pasado, pero estaba claro que seguía asustado. Eso era lógico, ella misma había tenido una crisis y se había desmayado por todo, pero...

—¿Por qué? —le preguntó—. ¿Cuál es el problema de esto? —repitió separando sus alas, ahora más reconocibles, en un pequeño movimiento. De momento ese abrir y cerrar era el máximo de sus capacidades. Moverlas fue una sensación extrañísima, como mover una parte del cuerpo que antes eras incapaz, y cada vez las sentía menos dormidas—. La Luna Roja nos ha regalado alas, Luci. A Lethe también. A Alyssa le ha regalado flores y a Chromsa hojas. Después de la magia sabíamos que hoy nos iba a sorprender con algo más, y ha sido abrupto, pero... ¿de verdad esto te parece un desastre?

Su sonrisa era más amplia que antes, aunque en su pregunta había un deje de tristeza por considerar aquello como algo malo, igual que cuando Chromsa había reaccionado mal. Quizás estuviera borracha por la luz de Luna, o puede que por el recuerdo de su reflejo. Se sentía viva.

—Estamos impresionantes Luci. Eso no puede ser un desastre.

Amira abrió mucho los ojos al ver bajar a Lethe. Estaba distinta, con un nuevo pico y un nuevo plumaje que le recordaba a un ave de presa, aunque no sabría identificar a cuál. La tensión que le quedaba respecto a saber si estaba bien se fue del todo. Era agradable saber que Lethe estaba bien, y aunque no supiera de Kahlo, esperaba que estuviera tan bien como Kradko, ya que también había salido de una pupa y no había tenido cambios dolorosos. Hubiera esperado a verla, pero no quería seguir en aquel salón o en aquel edificio. Necesitaba salir.
—Sí, es Adam —respondió a la pregunta de Lethe —. Parece que todos podemos oír sus pensamientos, así que no te asustes si de repente oyes una voz en tu cabeza.

No tardó mucho en levantarse del sofá, nerviosa. No sabía cómo decírselo a sus compañeros sin que quedase como una loca o una suicida, pero tenía que avisar.
—Necesito… necesito salir. Hay algo ahí fuera… es como si me llamase—no sabía si era la Luna, o algo más—. Volveré pronto y estaré bien, lo prometo.

No esperó respuesta alguna. Bajó a bajar el puente, cosa que le resultó mucho más fácil de lo que esperaba y luego subió corriendo las escaleras, para salir a la calle. No miró atrás, ni se dejaría detener por sus compañeros. Las calles la llamaban, y necesitaba aquello. Echó a correr, sintiéndose completa bajo la luz de la Luna. No sabía dónde iba, ni importaba.

Sigue en Luna Alta

Alec miró a Amira con incomprensión, él no se sentía distinto más allá de los pinchos y aquellas vibraciones que sentía por la planta de los pies y las manos. ¿De verdad era ahora más grande? Para comprobarlo fue a coger una cuchara sopera de las que usaban para comer y ciertamente era más pequeña que de costumbre. No, definitivamente el tremor aceptó que no era más pequeña, él era más grande.

Se frotó los ojos con cuidado de sus nuevos pinchos, a pesar de la energía que corría por sus venas como un maremoto desbocado se sentía cansado. La salida de la Luna había sido estresante, no para su cuerpo pero estaba pasándole factura a su mente. Tantos cambios tan rápidos... demasiadas cosas a las que acostumbrarse de golpe. Y las palabras de Adam resonando en su mente la verdad es que no ayudaban.

Vio bajar a Lethe con su nuevo pico y un plumaje increíble. Al escocés le recordaba a un halcón pero si debía ser sincero el animal en cuestión palidecía con la majestuosidad de la enderth.

-Guau Lethe, estás increíble - comentó admirando las plumas de su amiga.- Te sientan muy bien las nuevas plumas - contempló a Amira irse con mucha preocupación y cuando la chica dijo que volvería sana y salva Alec no pudo evitar responder.- Más te vale - no lo decía como una amenaza ni mucho menos, su tono dejaba claro que se preocupaba por ella y que realmente esperaba que volviese de una pieza.

En cuanto se marchó Alec fue a sentarse, necesitaba sentarse un rato y procesar todo aquello. Se dejó caer sobre una de las sillas de madera de la cocina, acostumbrado como estaba a hacerlo no lo pensó, aún no era consciente de todo lo que la Luna lo estaba cambiando. La silla se partió bajo su peso dejando al escocés caer al suelo cuan pesado era, destrozando las astillas que se encontraban contra su piel como si de paja se tratase.

-Me cago en dios - soltó con tono enfadado dando un puñetazo contra el suelo que produjo un temblor mayor que el que había producido en el patio. Alec se sobresaltó por el miniterremoto y sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. Antes de que se diese cuenta tenía pegada al pecho la cuchara que había usado antes para comprobar su nuevo tamaño. Cualquier objeto metálico cercano volaría hacia el escocés que todavía estaba en el suelo.

Mientras los pensamientos volvían a su cabeza, si es que en algún momento se habían ido de verdad, Chromsa se iba encontrando peor. Además de que se estaba abrumando emocionalmente, el cansancio físico también estaba aumentando. Sus piernas estaban totalmente agarrotadas, estaban al límite de ese día si no quería dañarlas. Cuando comenzaron a empañársele los ojos, Adam le preguntó lo que pasaba. Entonces rompió en llanto mientras se sentaba en el suelo como podía con su nueva anatomía.

-¡No, Adam. No está bien, esto no está bien! La Acromía me ha dado poderes, pe-pero ahora soy distinto. ¿¡Cómo va a aceptarme mi familia!? ¿Cómo van a creer a un monstruo que dice ser su hijo que lleva desaparecido un año? ¡No pueden verme así! No...No...- gritaba al borde de un ataque de nervios. El ochrorio se había llevado las manos a la cabeza y, cuando se perdió en su ansiedad, se abrazó a si mismo.

Posiblemente escuchó llegar a Lethe y Kradko y cómo se iba Amira, pero nada de eso le importaba en ese momento. Andaba con la mirada perdida en aquellas piernas tan distintas a las que había tenido hasta hace poco y solo giró la cabeza asustado momentáneamente cuando Alec cayó al suelo, aumentando aún más su nerviosismo. Fue en aquel movimiento cuando notó que las hojas, que ahora estaban en el suelo, se habían amontonado a su alrededor y, de algún modo que no llegaba a entender, era como si le estuvieran abrazando a la altura de la cintura. Aquello lo reconfortó un poco, pero no lo suficiente para calmarlo.

Ver a Lethe al bajar por las escaleras alivió mucho al pegaso, confirmando así que todos estaban bien, o al menos vivos. La mujer pájaro fue de las que tuvieron un cambio mas bien positivo, su nuevo plumaje y su pico eran bellos para estándares del ruso. Aunque no fuese la intención de Lethe su pregunta acerca de su identidad bajaron sus ánimos, estaba claro de que nada conservaba ya de su antiguo cuerpo, aparte de aquellas plumas que poblaban sus antebrazos y tobillos.

—<<Es... preciosa>> —se le escapó su opinión.

Justo cuando miró de vuelta al ochrorio de semblante triste le habló. Era normal pensar así, él añora a su familia. Cualquiera con sus sentimientos entraría en pánico por temor a no ser reconocido por sus seres más cercanos. Sus nuevos lagrimales no le permitían llorar y lo único que mostraba su pena, su aflicción por ver a Chromsa así eran sus orejas gachas hacia atrás y resoplidos de ansiedad. No supo qué decir en cuanto se encogió en el suelo, limitándose a sentarse para estar a su altura y acompañarlo como muestra de consuelo.

Tuvo suerte de estar sentado, Alec provocó otro temblor que de normales, y si hubiera estado de pie, lo tumbaría contra el suelo, aun no controla del todo bien caminar sobre pezuñas y ser cuadrúpedo.

Amira se marchó. No especificó mucho sus motivos pero todo era justificable a este punto y la observó partir a saber donde pero confiando en ella, tampoco la veía como una persona capaz de hacer ninguna locura.

Las hojas de nuevo se movieron, supuso que a voluntad del ochrorio por ver que se amontonaban a su alrededor.

—<<Chromsa… mírame por favor>> —relinchando un poco “habló” a su pareja, haciendo toques con su pezuña derecha al suelo para llamar su atención—. <<No… sé que decirte ahora mismo y... no conozco a tu familia pero... pero yo pienso que ninguno de ellos te va a ver como un monstruo, de ninguna manera. Has cambiando por fuera pero sigues siendo tú, y tu familia te querrá independientemente de eso.>> —escogió con mucho cuidado lo que tuvo que decir pero esas palabras las sentía, las sentía de verdad y esperaba animar a su pareja con ellas.

Luci parpadeo varias veces mirando incrédulo a Kahlo. ¿De verdad estaba bien con su cambio? No estaba fea, y no había sangrado como los demás, así que tenía algo de sentido, pero aun así…

-¡Yo no pedí alas roñosas! -protestó, aún en sus trece -Ni pedí bultos feos en la frente, ni pedí todo este dolor. ¡Ni la sangre! ¡Y Adam es un caballo!

Por muy maravillosos que fuesen sus cambios, Luci seguía sin comprender por qué tenían que sufrir con ellos. Ya habían sufrido bastante con la maldita criba, ¿y ese era su premio?

-¿Y ahora qué, eh? ¿Vamos a volver así a casa? ¿Y dónde están los monstruos del Consejo? ¡Ya salió la maldita Luna Roja! ¡¿Dónde demonios están?!

Según hablaba fue incorporándose y avanzando hacia Kahlo, desplegando sin percatarse las alas y subiendo progresivamente el tono de voz. Cuando se dio cuenta de que estaba gritando se tapó la boca con las manos.

-Lo siento -se disculpó -No quería gritarte. Tú no tienes la culpa. Es solo… Tengo mucho miedo, Kahlo.

Escondió el rostro tras las manos, no sabía si por vergüenza o por cansancio.

-Quiero volver a mi casa.

A la clinger le daba bastante cosa tener que bajar otra vez tan pronto aunque, por suerte para ella, un primer vistazo le reveló que todo parecía estar un poco más calmado. Menos mal. Mientras se estaba cerciorando de aquello, Amira respondió a la pregunta de Lethe por ella. No tenía nada más que añadir a la descripción del nuevo Adam equino que les hablaba de forma tan particular.

Por lo que parecía a los humanos les encantaba el aspecto de la enderth. Aunque ella misma lo encontraba un bastante intimidante, lo cierto es que a ella le resultaba muy alieno, no parecía para nada la misma persona. Era como si a ella misma le hubiera crecido un caparazón entero totalmente distinto al anterior. De la misma forma, cuando miraba a Lethe le costaba ver a quien había conocido hasta entonces en su nueva fisonomía. Si no fuera por ciertos detalles como la voz, pensaría que la habían suplantado.

No obstante, no podía estar más de acuerdo en que su nuevo aspecto era espectacular. Y otros no se quedaban atrás, ahora que su cabeza por fin le dejaba prestar algo de atención al resto. Tanto Alec como Amira tenían un aspecto imponente, uno por su mismo tamaño y aspecto prácticamente monstruoso y la otra de una forma mucho más sutil que la Kradko no podía poner en palabras. Por otro lado, Chromsa era una extraña mezcla entre nuevo y conocido, mientras que el equino Adam directamente se había tornado en una especie totalmente distinta. Ambos, por ello, destilaban un aire salvaje. Incluso bestial.

—Amira… —Le dijo en cuanto esta expresó su necesidad de salir—. Ten cuidado, ¿vale? Todo es extraño ahora y… Creo que ahora somos más… como capaces. Supongo. Pero puede ser peligroso. Así que ten cuidado —se repitió.

Tan pronto abandonó el torreón, el caos se estalló de nuevo. Aunque esta vez era Alec el causante. No solo había partido una silla, que al fin y al cabo le parecía bastante natural en su situación, sino que de la frustración hizo temblar el suelo. Kradko, que no sabía cómo reaccionar ante ello, se quedó congelada en el sitio. Pero no le quedaba duda que, de algún modo, el escocés fue el que provocó tal fenómeno. Estaba empezando a comprender que los cambios prometidos estaban yendo más allá de lo que podía apreciar a simple vista.