Torreón Silente

Recuerdo del primer mensaje :

Magia:

Luci estaba concentrado principalmente en poner un pie delante del otro. Se mantenía lejos de la cabeza del grupo y lejos de la cola, pues tenía miedo tanto de ser el primero en enfrentarse al paisaje como de quedarse rezagado. Aparte de sus pasos también prestaba atención a las tres personas que le habían dirigido la palabra, asegurándose de tener al menos una a su alcance en todo momento. El daeliciano necesitaba nuevos referentes a los que aferrarse.

En cuanto a la fealdad de la ciudad, Luci hacía grandes esfuerzos por ignorarla. La zona por la que avanzaban parecía cada vez más y más ruinosa y los pocos edificios que se tenían en pie eran verdaderas abominaciones. Entre semejante escombrera no tardaron en ver una torre alzarse, claramente nueva y en buenas condiciones pero igualmente horrenda en sus términos estéticos. Por mucho que lo deseara no le quedaba más remedio que aceptar que ese era el posible refugio que había divisado la persona emplumada pues no había ningún otro sitio donde meterse. Se le escapó un gemido lastimero.

La torre (o más bien torreón) era altísima, de piedra gris y salpicada de diminutas ventanitas que auguraban un interior oscuro y frío. El único adorno que tenía era un ¿reloj? Parecía un reloj pero Luci no era capaz de interpretar la hora que marcaba. Tenía un puente sujeto por cadenas sobre un foso. Al acercarse el pelirrosa comprobó con alivio que no había huesos en él aunque olía terriblemente mal. << ¿Es que todo en esa ciudad es desagradable?>> pensó angustiado, cubriéndose la nariz con el cuello del pijama. No sería el primero en entrar, pero tampoco el último, simplemente seguiría al grueso del grupo a pasitos inseguros.

-No tienes que saber cocinarlo, puedes decirme cosas que comas en casa o que sean típicas de allí.

Luci no comprendía cómo iba cualquiera de sus compañeros, que eran de países distintos, saber más de la cocina griega que ella. Temió que le estuviera dando una respuesta evasiva y que algo de lo dicho la estuviera incomodando. ¿Había hecho algo mal? Para no insistir más sacó de la despensa un par de botes de mermelada de frutas distintas para que Alyssa pudiera elegir, ya que había estado de acuerdo con su idea.

-Sí, Kolja me dijo que viajaba mucho y que una vez estuvo en tu tierra y que el plato le gustó tanto que buscó cómo hacerlo -dijo mientras colocaba los botes de mermelada sobre la encimera -Es increíble la facilidad que tenéis para viajar, me da cierta envidia.

–Comprendo –respondió a la información sobre lo que había preguntado respecto a Kolja. –Me sorprendió un poco que conociera tan bien el plato sin ser de Grecia, pero si ya sabía de él... entonces encontrar información de cómo hacerlo no debería ser difícil. En realidad no es tan raro.

Lo que acababa de decir fue a venir de la mano con lo que el propio Luci añadió después, y era algo que, incluso tras el tiempo que llevaba sin las comodidades de su mundo, le costaba asimilar de vez en cuando: el hecho de que muchas cosas que siempre había dado por sentadas no lo eran para sus compañeros de otros mundos.
–Supongo que lo es. Toda mi vida siempre ha sido posible así que supongo que nunca me paré a pensar en lo impresionante que puede llegar a ser hasta que lo perdí –comentó, pensativa. –Aunque yo nunca he viajado. Mi familia no se lo puede permitir.
Probablemente tampoco habrían querido viajar aunque pudieran, pero aquello ya no era problema de Alyssa. En vez de pensar en su familia decidió dedicarse a asuntos más importantes, como la mermelada.
–¿Cuál crees que podría quedar mejor? Nunca lo he tomado con mermelada, pero tengo curiosidad de probar y ver cómo sale.

-Vaya, es una lástima -comentó Luci -Mi familia tampoco podía permitirse viajar. Solo salí de mi ciudad una vez con el grupo del coro. El club pagó todos los gastos.

No consiguió sacarle una respuesta sobre el acompañamiento salado a Alyssa. La chica era hermética como ella sola. << Bueno, al menos estamos hablando, no es un logro pequeño >> pensó. No era capaz de recordar ni una sola ocasión en todo lo que llevaban de convivencia en la que hubiese tenido una conversación así de larga con la humana.

-Pruébalas y elige la que más te guste. Creo que cualquiera podría quedar bien -respondió -Aunque también podríamos usar ambas.

De pronto oyó ruidos al otro lado del portón.

-¡Deben ser los demás! ¡Ya han llegado! -exclamó quitándose el delantal y dejándolo en una silla para ir a recibirles. Entonces recordó que seguía sin tener fuerza suficiente para usar el mecanismo del puente -Er… ummm, ¿te importaría abrir a tí? -le pidió a la humana, algo avergonzado.

Satisfecho por los resultados de aquella reunión que tuvieron con todos los del Torreón Maciel marchó junto a los demás de vuelta a Silente, no sin antes despedirse de todos deseando que, en su ausencia, no les pase nada malo a quienes recién acaba de conocer.

Durante el camino aprovechó para hablar un poco con Kolja, confesando de nuevo la negativa que tuvo ante el comentario que hizo y disculpándose a ratos por si era demasiado pesado o brusco. No sabía si debía reiterar tanto en ello pero dijo lo que pensaba: le pareció un comentario algo fuera de lugar y de mal gusto en su opinión.

Aparte también cruzó palabras con Chromsa antes de entrar, por saber en qué momento le vendría bien para intentar hacer magia. Tampoco quería pillarlo ocupado prefiriendo concordar un día concreto.

El puente bajo y al ingresar se sorprendió por un curioso olor que despertó su hambre. Dejó su equipamiento en un lugar bien resguardado y estiró la espalda apoyando sus manos en el lumbar.

—Ya estamos de vuelta —saludó prefiriendo dejar los detalles de la salida a los demás—. ¿Qué estáis haciendo?

Kolja se mantuvo en la retaguardia a la vuelta de la visita a los macieleros, hablando con Adam. Le intentó hacer ver que uno, el había llegado tarde a la conversación, por lo que no se había terminado de enterar de todo y dos, que nunca se había opuesto al intercambio de información, solo había mencionado que no solían salir a por comida demasiado a menudo, por lo que quizás había otra forma más eficiente.

Hablando con el rusky, el camino de vuelta se le hizo mucho más corto que el de ida. Antes de que se diese cuenta ya estaban ante las puertas del torreón. Cuando pasó por la puerta, se fijó en que Luci estaba con Alyssa, haciendo el plato griego que le había enseñado al daeliciano hace unas semanas. Se acercó a la cocina, algo asustado por si el daeliciano le estaba dando el plato con miel a la griega. Todavía recordaba el desagradable final que había tenido aquel día en la cocina y no quería que Alyssa pasase por lo mismo. Por suerte al parecer estaban utilizando algún tipo de mermelada.

-Luci, un chico de Maciel nos ofreció unas galletas muy ricas y te he traído la receta, por si quieres probar a hacerlas algún día- le dijo.

El resto del día lo dedicó a las armas que había sacado para arreglarlas. Si Keskit se tomaba la oferta en serio, quería tener una amplia variedad de armas reacondicionadas para ofrecerle. Y aquel propósito continuó durante las siguientes semanas. Continuó con su rutina de siempre, abordaje de las bañeras por la mañana, entrenamiento en el patio inmediatamente después, en solitario y con cada pupilo individualmente. Y después dedicar el tiempo a las tareas del hogar que le tocasen y a los libros de texto y las armas. También memorizó los hechizos que ya tenían traducidos y puestos en practica, simplemente por hecho de hacer algo diferente, sin una esperanza real de poder ponerlos en practica algún día.

Se despertó de repente, sudando a mares y con el corazón palpitándole fuertemente en el pecho y las sienes. Como un resorte se levantó del sofá, la ira todavía muy presente en su torso, como una masa sin forma que presionaba contra su corazón y sus pulmones, amenazando con aplastarlos. Sin ser plenamente consciente, cogió el hacha que siempre dejaba en el suelo al lado del sofá en el que dormía. No vio a nadie, o por lo menos no fue consciente de haber visto a nadie.

Como un vendaval se dirigió al patio. Su mirada fue a caer directa a uno de los monigotes de practicas. Con un gruñido se acercó, apretando con fuerza el mango del hacha con ambas manos. El golpe infundido con toda la fuerza de sus músculos decapitó al muñeco, utilizando la fuerza centrifuga del tajo, Kolja dio una rápida vuelta sobre si mismo y con un tajo descendente clavó el hacha en el pecho del hombrecillo de madera.

Respiraba fuertemente, con ambas manos en el mango del hacha clavada en el pecho astillado del muñeco de practicas. Como si de repente el mango estuviese al rojo vivo, Kolja soltó el hacha. Con un par de pasos se acercó a la muralla para apoyarse en ella, infinitamente cansado. Se dejó resbalar contra la piedra, todavía fría por las bajas temperaturas nocturnas. Con las rodillas contra su pecho, alzó la mirada al cielo y cerró los ojos, dejando que el frio de su espalda contra la piedra enfriase el calor que sentía en su pecho.

No sabía si habían pasado unos minutos o tan solo un par de segundos cuando le asaltó un ataque de tos. Con unas convulsiones que le raspaban en los pulmones y la garganta, se cubrió la boca. Inmediatamente sintió pinchazos en la palma, como pequeñas agujas que se clavaban en la carne. Se separó la mano de la boca y la miró, confuso. La piel tenía algunos puntos rojos, como pequeñas quemaduras. Antes de poder preguntarse que mierdas estaba pasando, le asaltó otro ataque de tos. Al no estar la mano para taparle la boca, pudo ver como, inequívocamente, le salían chispas de la boca. Incapaz de procesar aquello, se quedó mirando el aire, donde momentos antes bailaban aquellos puntos rojos que habían salido de su interior.

Ahora que tenían nuevos hechizos estaba claro a qué se iba a dedicar la enderth los siguientes días. No les costó decidir cuál de ellos iba a ser el primero que practicarían: al contrario que ellos, aquel grupo tenía magia de curación potente. Para su frustración, no podía hacer el llamado hechizo de recomposición por más que lo intentase. Era uno más de esos que les estaba vetado a todos menos a Kahlo. Así pues, se centró en practicar aquella protección básica que sí estaba a su alcance y podría evitarles alguna lesión menor.

Esa mañana vio a Adam en la cocina cuando bajó y luego salió al patio para utilizar las letrinas, despejarse un poco con el agua del pozo y tomar algo de sol. En algún punto de ese proceso había aparecido Kolja, que ni pareció reparar en su presencia ni siquiera cuando la enderth se asomó específicamente para ver de qué iba todo aquel estruendo. Ya se dirigía de nuevo hacia el interior cuando oyó toser al humano, girándose hacia él justo a tiempo para ver… ¿Qué lubinas?

—Oye, Adam… ¿Por algún casual los humanos albergáis algún tipo de órgano que produce combustión y que se empieza a desarrollar al alcanzar la adultez… O algo por el estilo?  

Al darse cuenta de lo que estuvieron cocinando Adam no resistió poner una tonta cara de gusto, para nada tenía mala pinta lo que Luci y Amira elaboraron en su ausencia.

Algunas semanas pasaron y Adam lo dedicó a lo ya acostumbrado: entrenarse bien. Cuantos más días pasaban más gusto le pillaba a eso de tener una rutina diaria de ejercicios y prácticas con el escudo y la espada. Algún que otro día, del aburrimiento, ojeó algunos hechizos con el objetivo de ir preparado al día concordado con Chromsa para intentarlo. Cuando el día llegó, aun con las enormes ilusiones y ganas que llevaba consigo, nada sucedió. Ni un solo hechizo logró, ni siquiera los que, por repetición, se sabía casi de memoria.

Aquella mañana se levantó inusualmente temprano, siendo el primero de hecho. Haciendo poco ruido para no levantar a Kolja, se sirvió un poco de agua. Casi la escupe del susto.

—¡¿K-kolja?!

De pronto, su maestro casi que saltó del sofá y, con hacha en mano, destrozó uno de los muñecos con una rabia que asustó a Adam. El ruso lo pasó mal viendo como terminó Kolja: arrodillado y visiblemente agitado. “¿Otra pesadilla?”, pensó al ya ver otras reacciones pasadas de sus compañeros. Eso le pareció medianamente normal pero lo que sus ojos presenciaron no lo era en lo absoluto. Chispas, vio chispas salir de la boca de Kolja cuando tosió.

Lethe le formuló una pregunta al ruso, quién no se enteró de su presencia hasta ese momento. Al girarse su mirada de absoluta sorpresa casi que podía responder por sí sola.

—¿Qué? N-no, no. Eso no es normal ni de coña —con mucho miedo se acercó a Kolja— ¡¿Estás bien?! ¿Que coño te ha pasado? —quiso intentar levantarlo para ver qué diantres le pasaba, pero algo dentro de él rechazó esas intenciones— ¿T-te encuentras mal? ¿Te duele al respirar o algo? —ya por preguntar soltó un millar de ellas de la preocupación.

El hechizo de curación que les habían dado fue el que más captó la atención de Amira. No podía evitar preguntarse qué habría pasado si lo hubieran tenido cuando les atacó el ave. Desde luego, les habría ido mejor con el que tenían, y puede que incluso no le hubieran quedado cicatrices. Lo malo es que no podía hacerlo. A aquellas alturas ya había aceptado que no era cosa suya y que no le iban a salir ciertos hechizos por mucho que lo intentara, así que se unió a Lethe en practicar el de protección, que también podría ayudarles a que no les hirieran.

Aquel día, Amira despertó entre jadeos. Intentaba encontrar aire mientras sentía sus pulmones llenos de agua, y tardó unos segundos en que su respiración volviera a la normalidad incluso después de darse cuenta de que estaba despierta. Se incorporó en la cama, temblando ligeramente, y se abrazó las rodillas. «Solo ha sido una pesadilla, solo ha sido una pesadilla, solo…», se repitió, intentando calmarse. Había sido rara, pero no por ello menos siniestra, y le había dejado un mal cuerpo que no parecía querer irse. Las últimas palabras de Baltazar le resonaban en la cabeza. Había querido decirle que era un genocida, que aquello no era justicia sino venganza. Había querido decirle muchas cosas. Se levantó unos minutos después, más calmada. Necesitaba comprobar una cosa.

Buscó el libro de historia. No lo había leído mucho y sólo se había centrado en los pasajes sobre la Luna, pero sabía que ahí tenía que haber algo sobre Mascarada, si es que todo aquello no había sido una invención de su cabeza. La verdad es que no sentía que lo fuera, había sido demasiado real como para ser solo una invención. Se sentó en el salón y se puso a leer el libro, por primera vez con verdadera curiosidad. Estaba dispuesta a perdonarle el lenguaje enrevesado y la poca claridad si le permitía entender lo que acababa de soñar. Necesitaba entenderlo, necesitaba saber cuándo de verdad tenían las palabras de Baltzar. No es que necesitara una comprobación de que Rocavarancolia era un lugar horrible e injusto, al fin y al cabo eso lo había sabido desde el principio, cuando habían sido secuestrados, pero necesitaba saber si la historia de la ciudad en ruinas era más horrible aún de lo que parecía en principio.

Luci recibió al grupo con un entusiasmo mucho más cercano al de sus primeros días. Le explicó a Adam lo que había preparado para el almuerzo a cambio de que le contase con pelos y señales lo que habían descubierto sobre el otro torreón. A pesar de no haberlos visto ni una sola vez a Luci le caína muy bien. No solo habían compartido sus hechizos y parecían ser amables y colaboradores, si no que uno de ellos hacía repostería, y eso solo podía ser señal de un gran corazón o de una genialidad malvada, y dado que había compartido su receta tenía que ser lo primero.

Por supuesto, el daeliciano probó la receta al día siguiente. Estaban menos dulces de lo que a él le gustaba, pero era de esperar. Escribió una nota de agradecimiento para que sus compañeros la entregasen la siguiente vez que se vieran y se dedicó a pensar en cual de las recetas de su repertorio podía compartir en respuesta. ¿Un bizcocho? ¿Sus tortitas? No podía ser algo demasiado sencillo, pues seguro que lo conocería. Al final decidió pasar a papel todo su repertorio y dejar que sus compañeros votasen. Esa tarea, además de mantenerlo lo bastante entretenido como para no pensar en cosas horribles, le obligaba a pasar más tiempo en las zonas comunes y menos tiempo encerrado en su armario.

Con algo de dificultad, aprendió uno de los hechizos nuevos que les habían cedido los macieleros. Con el de restauración ni se molestó, pues ya se había hecho a la idea de que tenía uno de los niveles más bajos de los usuarios de magia de su grupo, y que si Lethe y Amira no podían él tampoco, sin embargo aprender un hechizo defensivo le ayudó a dormir un poco mejor por la noche.

El miedo le había aligerado el sueño, así que el jaleo que montó Kolja en el patio lo hizo despertarse de golpe con el corazón acelerado. Miró en todas direcciones, y pudo ver la figura de una agitada Amira moverse en la penumbra de la madrugada y dejar la habitación. Corrió tras ella. La pilló con los ojos clavados en el libro de historia, y a Lethe y Adam mirando hacia el patio con una expresión que no le gustó un pelo.

-¿Qué ha pasado? -preguntó. No se atrevía a acercarse, de hecho retrocedió para poder volver a correr escaleras arriba si hacía falta -¿Qué ha sido ese ruido?

El plato que hizo Luci no sabía como los que había tomado la griega en su casa, habían tenido que cambiar ingredientes después de todo, pero al probarlo se pareció lo suficiente como para que le viniera un ataque de nostalgia inesperado y difícil de disimular y tuvo que dedicar un esfuerzo considerable sólo para evitar empezar a llorar por lo que la griega consideraba un sentimiento tonto, pero uno que no era capaz de evitar sentir. Ni que decir tiene que le gustó.

Las actividades diarias de Alyssa durante los días siguientes cambiaron ligeramente. No hasta el nivel que pudiera considerarse drástico, pero lentamente empezaba a involucrarse más en las actividades del grupo en vez de evitarlos. Enterarse de lo de Adam había obligado a la griega a actuar en su momento, quisiera o no, y ahora que había empezado había decidido no parar, aunque solo fuera porque aquello la distraía de la sensación de sentirse muerta por dentro y sin propósito que había empezado a sentir recientemente.
Hablando de Adam: le costó reunir fuerzas para volver a hablar con el ruso pero terminó por lograrlo. Nada impresionante, pero Alyssa quería que supiera que había decidido darle la oportunidad. Además, a propósito o por accidente, él había sido quien había acabado sacándola de su bucle autodestructivo que había tenido sintiéndose miserable durante todo aquel tiempo, y por ello ahora la griega se sentía en deuda con el chico.

Aquella mañana la despertaron ruidos de golpes. Se levantó asustada de lo que pudiera estar pasando, y no fue la única. Pudo ver a Luci bajar de forma similar, pero en la confusión de la gente moviéndose por el torreón al final terminó en el patio, junto a Adam.
–¿Qué ha pasado? –le preguntó al ruso, y entonces se percató en Kolja y su estado. –¿Está Kolja bien?

Cuando terminaron de ultimar los detalles del código para los mensajes, se despidieron de los cosechados de Maciel y volvieron al torreón. Por el camino el ochrorio estuvo hablando con Adam para decidir el día que le venía bien al terrestre para practicar los hechizos. A Chromsa le había parecido que había sido una mañana muy productiva (y ya tenía planes decididos para esa tarde) y le alegraba saber que ahora el grupo estaba menos solo en la ciudad.

Ya en el torreón les contaron a Alyssa y a Luci todo lo que habían hecho fuera. Mientras, pudieron probar un plato que habían estado haciendo. Se trataba de queso envuelto en hojaldre con mermelada por encima. El ochrorio no conocía ningún plato similar y, tras probarlo, exclamó: -¡Está riquísimo! ¿Si volvéis a hacerlo podría ayudar? Me encantaría saber cómo se hace.- Se enteró de que era un plato de donde venía Alyssa que Kolja le había enseñado a Luci. De todo el torreón, Chromsa no se esperaba que él fuera tan entusiasta con la comida. -(Tal vez debería preguntarle por algún plato para aprovechar las verduras del huerto.)- pensó.

Los días siguientes estuvo muy atareado sobre todo traduciendo hechizos. Les habían dado tantos como los que consiguieron en la biblioteca y le ilusionaba pensar que podría hacer nuevos conjuros. El primero que consiguieron traducir era un hechizo curativo muy poderoso que solo podía utilizar Kahlo después de que todos probaran a realizarlo. El segundo por suerte si era capaz de hacerlo y le recordaba mucho al escudo que practicaron con los cojines aunque menos poderoso. Aun así, Chromsa ya estaba contento y le dio más esperanzas para los siguientes hechizos que fueran descifrando.

También siguió trabajando en el huerto, como era costumbre, aunque había notado algo. Por supuesto que le encantaba estar rodeado de las jóvenes plantas de aquel huerto, pero había una pequeñísima parte de su ser que quería terminar cuanto antes y volver al interior del torreón.

Por otra parte, llegó el día de practicar los hechizos con Adam. Lo animó, repitió los gestos y las palabras con él muy despacio por si se estaba equivocando en algo y a pesar de todo ello el terrestre no consiguió nada. Chromsa intentó que al menos no se desilusionara tanto por ello, aunque incluso él mismo estaba un poco decaído.

Un día estaba empezando a despertarse cuando escuchó como algunos de sus compañeros estaban bajando. Se había pasado más de la cuenta traduciendo, así que no se extrañó de que fuera de los últimos en despertarse. Pero aquel barullo tan temprano no era algo normal... Extrañado se levantó de la cama y en pijama bajó hacia la planta baja. Se encontró a Luci junto a las escaleras del salón. -Buenos días, ¿pasa algo?- le preguntó mirando desde allí a todas partes de la habitación. No le dio tiempo a responder cuando se fijó en la salida al patio y se dirigió allí. La mayoría del grupo se encontraba en ese lugar mirando a Kolja, que estaba sentado al lado de la muralla. Un poco más nervioso por aquella situación preguntó: -¿Le ha pasado algo? ¿Necesitáis que traiga alguna cosa?-

Durante la vuelta a su propio torreón, la clinger pensaba en que los habitantes del otro le parecía que conformaban un grupo simpático. Y aquellas galletas que prepararon le parecieron riquísimas. Y por si no hubiera sido suficiente con estas, también les esperaba una comida especial en el suyo. Luci sabía sin duda lo que hacía en la cocina, así que ella también se unió a la petición de Chromsa para aprender a preparar aquel plato. Pensó que, por supuesto, un poco de pescado dentro debía quedar bien. Así es Kradko.

Durante los siguientes días, quitando las tareas rutinarias empleó su tiempo mayormente en aprender y practicar los distintos hechizos que trajeron de vuelta del otro torreón. En general, fue capaz de poner en práctica la mayor parte de ellos y aprenderlos tampoco le costó demasiado, pero le quedó claro también que su posición en cuando a la capacidad de lograr ejecutar los conjuros la situaba en una posición extraña. Era capaz de lograr más y de aguantar mejor el cansancio que le producía conjurar que la mayoría de los otros practicantes, pero también le quedó mucho más claro la brecha que había entre ella y las capacidades de Kahlo. Sí, sin duda la bicha podía sentirse orgullosa de aprender muy fácilmente los ritmos, pasos y melodías, pero al final del día sus capacidades estaban, sin duda, más limitadas que las de la varmana. Siempre le había parecido que era o bien la mejor en algunas cosas, o bien totalmente estándar o incluso mala en otras. Encontrarse en segunda o tercera posición en algún aspecto de su vida le dejaba en ocasiones un regusto un tanto extraño. Pero bueno, tampoco es que le preocupara excesivamente.

Como era habitual en ella, aquel día fue de los primeros en levantarse. Como no tenía mucha hambre y tocar el tambor cuando la gente dormía no era una buena idea —varias broncas meses atrás se lo dejaron claro—, decidió echarle un repaso a algunos de los libros con los que contaban.

No tardó mucho en aburrirse de ello, pues no tenía nada claro que quisiera buscar en ellos. Salió al patio y, mientras veía a algunos entrenando, empezó a escalar la parte externa del propio torreón. Era una buena forma de tomar un poco de sol mañanero, al fin y al cabo. Últimamente tenía un poco reticente a subir muy alto pues, si bien se seguía sintiendo tan cómoda como habitualmente escalando muros verticales, últimamente le estaba costando progresivamente más y más mover las alas como lo hacía habitualmente. Le daba un poco de miedo, pues precisamente estas eran su seguro si en alguna ocasión caía desde muy alto. Si por algún motivo no consiguiera frenar la caída como de costumbre… No quería ni imaginarlo.

Mientras se encontraba sumida en sus pensamientos, varias voces llegaron a ella desde abajo. Observó como había un grupo reunido a la entrada del patio y, curiosa, descendió por la pared hacia ellos. A medida que se acercaba, vio que algo le había pasado al gigantón humano. Se quedó observándoles casi del revés y dejó que alguien explicara lo que había sucedido para los que no estuvieron allí. Había visto cosas raras, pero hasta aquel momento ninguno de los simios había dado señales de sacar chispas por la boca. Y, por las reacciones del resto, aquello no era normal.

—¿Cómo puede ser eso posible? —pensó en voz alta sin moverse aún de su posición encima del resto.

Reina

No tan característico de ella, le molestaba admitir que habia dormido bien. Incluso con lo agitada que estaba la ciudad, Reina se sentia que habia descansado. Después de aquel incidente con las polillas, se podría decir que, en verdad, se estaba adaptando a aquella vida demasiado bien. Se recordaba las fiestas, las amigas, el trabajo... Todo aquello que le ataba a su hogar y cuanto lo echaba de menos. Sentia, no, padecia añoranza. Era una enfermedad que la debilitaba y ella misma lo admitiria, si bien no para los demás pero si para sí misma.

Habian pasado las semanas como las anteriores, sin remarcar nada parecido salvo la parsimonia habitual. Mejor era el aburrimiento que la excitación en aquella ciudad y, ayudando en la labor de los hechizos, Reina se prestó disponible a ayudar. Fue entonces cuando se percató que, encuanto a lo que se consideraba magia, en Silente tan solo Kahlo la sobrepasaba, y cierto era que, mientras que era un hecho innegable, le costaba pensar que no hubiera algún tipo de afinidad natural al tema, puesto que la nipona no era una estudianta vaga ni mucho menos.

Cuando bajó las escaleras se encontró con un jaleo en el patio y, consternada, se acercó a mirar. Varios estaban dispuestos entorno a Kolja, quien parecia estar sentado o sobre el suelo, no pudo verle bien desde donde miraba. Instintivamente, Reina buscó evidencia en el patio y, al ver un muñeco partido en dos se le enarcó una ceja. Dandolo por un accidente de entrenamiento, Reina dió media vuelta y fue a la cocina, a desayunar por el momento. Justo después seria su entrenamiento, si es que quedaba alguna diana sin romper para entonces.

Kolja tardó un rato en responder, estando en aquel estado, y para cuando levantó la cabeza vio que practicamente todo el torreón se había reunido a su alrededor. Observó sus caras de confusión, susto e incluso miedo. Cuando su vista caía en una de las caras que habían aparecido en su sueño, con el gesto de preocupación en sus rasgos, se le hacía más fácil respirar. Para cuando hubo terminado la ronda de caras respiró hondamente y se levantó.

-No pasa nada gente, es solo que he tenido uno de esos sueños tan vividos que nos vienen asaltando desde hace unos meses. Me afectó más de lo que me gustaría y me desahogue con el muñeco de entrenamiento- dijo, haciendo un gesto hacia el monigote que había dejado sin cabeza y con un hacha clavada en el pecho.

No se acordaba de que, además de esto, también le habían salido chispas de la boca, o igual simplemente elegía no acordarse, incapaz de explicarlo y/o de confrontarlo.

Torció el gesto ante la reacción del humano.
—Tenía la sospecha de que ese era el caso —respondió sarcásticamente con un suspiro casi imperceptible.

A continuación se centró en la explicación de Kolja, quien al parecer había sido elegido como siguiente víctima de aquellas pesadillas demasiado realistas que parecían plagar el torreón. Aunque lo cierto es que tras un buen tiempo sin que nadie diese muestras de haber sufrido alguna la enderth no recordó hasta ese mismo momento que aquello era una cosa que sucedía. Ella no le había dado vueltas prácticamente a su propia pesadilla, más bien de aquella mañana se le venía a la cabeza la fantasmal aparición de Kahlo en lo que todavía no entendía pero suponía se trataba de alguna clase de alucinación producida por lucios sabe qué.

—De acuerdo —comenzó a hablar cruzándose de brazos tras la explicación de Kolja—. Supongo que eso explica el arrebato de violencia indiscriminada contra el material de práctica de lucha.
Aunque no añadió nada más, por supuesto que se había dado cuenta de la omisión acerca del asunto más preocupante de aquella situación. Si el propio Kolja no lo había mencionado estaba claro que no era porque se hubiese olvidado. Es decir, ni siquiera Lethe creía que aquel mamífero en particular pudiese obviar un detalle como aquel. No quería hablar de ello, fuese el motivo que fuese. Su respuesta y lenguaje corporal eran una invitación a continuar la conversación si quería, pero desde luego ella no pensaba insistir. Fugazmente se preguntó si se estaba preocupando de verdad por el humano y por qué, pero enseguida desechó el pensamiento asegurándose de que tenía razones racionales para querer indagar más.

Adam se paró a pensar en qué clase de sueño tuvo que tener Kolja como para reaccionar de aquella manera. Todavía tenía fresca la horrible experiencia que tuvo hace meses cuando experimentó aquella pesadilla, sintiéndolo mucho por su maestro.

Pero lo de las chispas todavía no tenía explicación. Quizás podría tratarse de algo que se ha imaginado solo él pero Lethe era la prueba e que, definitivamente, ese no era el caso.

—Ugh, lo habrás pasado fatal —soltó con una cara inusualmente descompuesta, mirando a ratos al suelo—. Pero me has asustado por dios, pensaba que te estaba pasando algo o te habían hecho algo o… no sé.

Ese acontecimiento lo asustó mas de lo normal, estando genuinamente preocupado por Kolja quien consideraba un amigo cercano por la gran cantidad de tiempo que andan juntos. El ruso se apartó los pelos del rostro, suspirando profundamente para aliviar el susto.

—Le han salido como… chispas de su boca cuando estaba tosiendo —respondió a los curiosos aún con el cuerpo malo.