Torreón Silente

Recuerdo del primer mensaje :

Magia:

Luci estaba concentrado principalmente en poner un pie delante del otro. Se mantenía lejos de la cabeza del grupo y lejos de la cola, pues tenía miedo tanto de ser el primero en enfrentarse al paisaje como de quedarse rezagado. Aparte de sus pasos también prestaba atención a las tres personas que le habían dirigido la palabra, asegurándose de tener al menos una a su alcance en todo momento. El daeliciano necesitaba nuevos referentes a los que aferrarse.

En cuanto a la fealdad de la ciudad, Luci hacía grandes esfuerzos por ignorarla. La zona por la que avanzaban parecía cada vez más y más ruinosa y los pocos edificios que se tenían en pie eran verdaderas abominaciones. Entre semejante escombrera no tardaron en ver una torre alzarse, claramente nueva y en buenas condiciones pero igualmente horrenda en sus términos estéticos. Por mucho que lo deseara no le quedaba más remedio que aceptar que ese era el posible refugio que había divisado la persona emplumada pues no había ningún otro sitio donde meterse. Se le escapó un gemido lastimero.

La torre (o más bien torreón) era altísima, de piedra gris y salpicada de diminutas ventanitas que auguraban un interior oscuro y frío. El único adorno que tenía era un ¿reloj? Parecía un reloj pero Luci no era capaz de interpretar la hora que marcaba. Tenía un puente sujeto por cadenas sobre un foso. Al acercarse el pelirrosa comprobó con alivio que no había huesos en él aunque olía terriblemente mal. << ¿Es que todo en esa ciudad es desagradable?>> pensó angustiado, cubriéndose la nariz con el cuello del pijama. No sería el primero en entrar, pero tampoco el último, simplemente seguiría al grueso del grupo a pasitos inseguros.

Luci aplaudió entusiasmado al pequeña improvisación de Lethe. Era la primera vez que la veía involucrarse en una actividad artística y le hacía mucha ilusión. Sabía que le gustaba la música ya que a veces se quedaba escuchando sus ensayos con Kradko y Adam, y se alegraba de que al final se hubiese animado a probarla por sí misma.

-¿Qué te hizo elegir el xilófono? ¿Es el primer instrumento que tocas? -le preguntó.

Recordó que Kradko le había pedido tortitas así que sacó una sartén y mantequilla. Le quedaba un poco de masa del desayuno así que tenía trabajo adelantado. Mientras trasteaba seguía atento tanto a la respuesta de Lethe como a lo que fuera que tocase Kradko.

Enseguida Luci tuvo una señora torre de tortitas listas para la clinger, que ya estaba curioseando a su alrededor mientras cocinaba. Cortó fruta a trocitos, cogió un bote de mermelada y platos para los tres, porque desayunar por segunda vez no hacía daño a nadie.

-Podrías unirte a nuestras prácticas, si quieres -le propuso a Lethe -No es algo super serio, solo nos juntamos cuando tenemos un rato libre o nos aburrimos, pero practicar en grupo es más divertido.

Él no se unía siempre a las prácticas, aunque a lo mejor estando Lethe podía obligarse un poco a ir más. Adam y Kradko tenían más experiencia en percusión y a lo mejor no podían orientarla tanto con un xilófono.

Averiguó que fue Chromsa quien le hizo el instrumento, así que ya sabía a quién dirigirse para señalarle lo de la afinación. Se preguntaba si podría hacer más instrumentos. << A lo mejor hay libros de hacer instrumentos en la biblioteca. >> pensó.

Siguieron hablando de música mientras mientras Kradko daba buena cuenta de las tortitas. Luci quería aprovechar para saber más sobre los gustos de la enderth. El grupo tardó algo más de lo habitual en volver de la excursión, por lo que el final de la conversación se tornó inevitablemente en los miedos de Luci, que estaba intentando ser más comunicativo por consejo de Kahlo. Cuando oyeron al resto llegar el daeliciano corrió a recibirles a la puerta, ansioso por saber si estaban bien y qué les había hecho demorarse tanto.

La sensación que tuvo Alyssa, cuando la Emisaria se dejó ver en el cielo por primera vez, de que se venía algún tipo de cambio no pudo haber sido más correcta ya que su vida no podía haber sido más diferente desde que el astro, y las siguientes estrellas, hubieran ido apareciendo poco a poco en el cielo.
A pesar de ello no había cambiado demasiado en lo que a comportamiento se refería, porque el Descubrimiento del secreto de Adam junto al encuentro posterior con el resto de gente que lo sabían había dejado a la griega mentalmente exhausta. No sabía qué hacer, así que no hacía nada.
Y nada fue exactamente lo que hizo cuando los que salieron a los pozos trajeron las noticias de aquel peculiar encuentro. No es que no estuviera interesada, pero todavía no se atrevía a involucrarse. Eso no había cambiado.
De ese modo, y como siempre, se quedó en el torreón cuando la mayoría de sus habitantes se marchó, probablemente sorprendiendo a nadie ya que en ella eso era lo habitual. 

Aquel día, sin embargo, no pudo evitar quedarse a ver al grupo salir hasta perderlos de vista, preguntándose si estaba tomando la decisión correcta al no salir nunca.

Saber de la existencia de más cosechados tendría que haberle hecho ilusión. Conocer a gente nueva debería resultarle emocionante, siempre lo había sido, y más con la posibilidad de comparar información y tal vez responder a alguna pregunta. Sin embargo, Luci estaba inseguro. Había algo que no le cuadraba y no terminaba de identificar el qué. ¿Tal vez las historias de conflictos entre grupos de su libro le habían calado demasiado? ¿Tal vez era cosa de las pesadillas? ¿O puede que simplemente fuera un tema de vanidad y sentía vergüenza de que otros lo viesen en su estado lamentable? No lo tenía claro, pero prefirió ser respetuoso con sus propios sentimientos en lugar de forzarse y decidió quedarse en el torreón mientras los demás iban en busca del otro grupo.

Aunque no lo sintiese, era bonito ver a sus compañeros tan ilusionados. Incluso se habían esforzado en la presentación de los hechizos que iban a compartir, y eso le daba ternura y una pizca de orgullo. Por eso, decidió preparar una buena comida, lo más variada posible, como premio por los esfuerzos y celebración por el descubrimiento. Ya sabía, gracias a (y por el sacrificio de) Kolja que la miel era tóxica para sus compañeros, así que sólo la usaría en acompañamientos para sí mismo. Además hacer una comida elaborada le impediría comerse la cabeza y preocuparse mientras sus compañeros estaban fuera.

Una vez perdió de vista al grupo que salía al exterior, sus actividades no distaron mucho de lo que había hecho hasta ahora durante esas salidas. Seguía vagando sin rumbo por las salas que no se utilizaban pero aquella vez, en vez de estar simplemente apagada, no paraba de tener dudas. Había empezado a cuestionarse si de verdad quería mantener aquella monotonía hasta el infinito, o hasta que la dejaran volver a la Tierra.
Era más… ¿Volver para hacer qué? La parte de no temer por su vida era, obviamente, lo que más la empujaba y marcharse de aquella maldita ciudad para no volver seguía en lo más alto de sus prioridades, pero tampoco podía olvidar que, fuera de vivir en un sitio más seguro y más cómodo, la vida que había tenido en su mundo de origen había sido igual que… ¿cómo decirlo? Inutil, sin ningún propósito.
No quería vivir temiendo por su vida, pero tampoco había nada que la griega pudiera decir que “deseara hacer” una vez volviera, y eso la hacía pensar en que todo lo que hacía era… no era nada, y cuanto más tiempo pasaba más pensaba que la única diferencia que había para ella entre vivir y morir era que le daba miedo la segunda, pero por lo demás…

Los ruidos de Luci cocinando la sacaron de sus pensamientos. Normalmente evitaba a la gente, pero distraída como estaba había acabado en la cocina un poco sin darse cuenta. Su plan por instinto fue saludar sin más y hacer cualquier actividad corta para justificar su presencia y luego irse, pero algo llamó su atención: acababa de ver, y oler, uno de los platos que estaba preparando, y no solo era comida de la Tierra, era de su tierra, de Grecia.

–¿Eso es…? –Preguntó con cierta incredulidad, no porque dudara del daeliciano, sino porque la idea de comer algo ni remotamente parecido a un alimento que pudiera probar en su casa era una idea que había abandonado hacía ya tiempo, y ahora no quería hacerse ilusiones, aunque aquello no le impidió recibir el golpe sin piedad de la nostalgia.
–¿Cómo es que sabes cocinarlo?

Luci estaba ya friendo el hojaldre en una sartén honda, armado con unas pinzas de metal y la tapa de una cacerola para protegerse del aceite. La aparición de Alyssa le provocó un pequeño sobresalto, pues no la había oído llegar, pero se alegró en seguida de verla y de que reconociese el plato.

-¡Sí que lo es! -confirmó -Kolja me enseñó a prepararlo, me contó que fue de viaje a tu país y aprendió a hacerlo y como sonaba tan rico le pedí que me enseñase. Lo que… la miel que viene en las cestas es tóxica, al menos para los humanos, así que ¿a lo mejor podrías recomendarme alguna alternativa? Ya que es un plato de tu cultura.

¿Era posible que su plan para que la griega estuviese más cómoda y menos distante estuviera funcionando?

La revelación de quién había enseñado la receta a Luci sorprendió a Alyssa más de lo que esperaba. En realidad venía a ser algo sorprendente independientemente de qué terrícola se lo hubiera dicho, ya que nadie compartía país de origen con la griega, pero de entre todos los humanos el alemán había estado de los últimos de la lista. Símplemente no se lo imaginaba interesado por un plato como ese, no hasta el punto de conocerse la receta.
La mención de la miel daeliciana le trajo recuerdos poco agradables de sus primeras experiencias con las letrinas, e hizo que se estremeciera ligeramente. Ya era desagradable lidiar con eso con las comodidades de la tierra pero en el torreón…
“No pienses en ello, no pienses en ello, no pienses en ello….”
No dejaba de ser un recuerdo lejano ya, así que no se le quedó en la cabeza mucho tiempo. Además, con la mención de la miel, Luci había planteado un inconveniente importante de cara al postre.

–Pues no se… –respondió a la pregunta del daeliciano, sin tener ni idea de con qué reemplazar la miel. –¿Quizás se pueda reemplazar de alguna forma con azúcar? –Dudó inmediatamente después de decirlo. ¿Había azúcar siquiera? No era algo que llegara siempre en las cestas. –Bueno, si la tenemos.
No tardó en rendirse con un suspiro, algo avergonzada de fracasar en algo sobre lo que técnicamente era la “experta local”
–La verdad es que cocinar no es lo mío. Probablemente cualquier idea que tengas tú funcione mejor –terminó por admitir. –¿Lo vas a usar como postre? Porque también se puede servir como entrante si se hace salado en vez de dulce.

-Sí que tenemos azúcar, está en un bote en esa estantería -dijo, señalando con el dedo -Podría hacer un almíbar pero a lo mejor quedaría muy aburrido. Oh, ¿qué tal mermelada? ¡La mermelada va bien con el queso! -sugirió.

La pregunta de Alyssa le descolocó un poco. Había hecho el plato pensando en un entrante, aunque parecía que no entraba como tal según los estándares humanos. Miró la torre de hojaldre humeante y aceitoso y torció el morro, pensativo.

-No se me dan bien los platos salados, todo lo que hago es demasiado dulce para los humanos… Bueno y para todos los que no sois daelicianos -rió. -¿Qué acompañamientos salados hay? Me gustaría saber más sobre la cocina de tu mundo.

La principal razón por la que Alyssa había sugerido hacer una versión salada era la falta de miel, o al menos de miel comestible, y en parte también porque en su casa era más normal comer salado que dulce. Como estaba hablando de comida de su mundo se había olvidado completamente de que Luci, como daeliciano, probablemente no iba a tener tanta experiencia con un plato salado, además de que probablemente no le iba a gustar.

–Pues no se me había ocurrido lo de la mermelada, pero sí que quedaría bien. –Respondió, en un intento de redirigir el plan al plato dulce. Tampoco era como si no se pudiera usar como entrante aquella receta, eso había sido más porque ella tenía la costumbre de hacerlo al revés.

–Acompañamientos salados... pues… –la griega no quería coger y responder “¿sal?”, pero mucha más idea tampoco tenía. –La verdad es que no sabría decirte. Nunca he tenido que cocinar y siempre he sido más de pillar lo que haya que sea comestible, tragar rápido y seguir a lo que estuviera haciendo. –Acabó respondiendo algo nerviosa y sintiéndose completamente fuera de su elemento.
>>Si quieres saber sobre la cocina de mi mundo probablemente cualquier otro te lo pueda decir mejor. –de hecho probablemente ella ni siquiera habría sido capaz de explicar cómo preparar el plato que el daeliciano estaba elaborando ahora mismo. Todavía estaba algo sorprendida de aquello.
–¿Entonces fue Kolja quien te enseñó el plato? No esperaba que lo conociera, al menos no hasta el punto de saber prepararlo.

-No tienes que saber cocinarlo, puedes decirme cosas que comas en casa o que sean típicas de allí.

Luci no comprendía cómo iba cualquiera de sus compañeros, que eran de países distintos, saber más de la cocina griega que ella. Temió que le estuviera dando una respuesta evasiva y que algo de lo dicho la estuviera incomodando. ¿Había hecho algo mal? Para no insistir más sacó de la despensa un par de botes de mermelada de frutas distintas para que Alyssa pudiera elegir, ya que había estado de acuerdo con su idea.

-Sí, Kolja me dijo que viajaba mucho y que una vez estuvo en tu tierra y que el plato le gustó tanto que buscó cómo hacerlo -dijo mientras colocaba los botes de mermelada sobre la encimera -Es increíble la facilidad que tenéis para viajar, me da cierta envidia.

–Comprendo –respondió a la información sobre lo que había preguntado respecto a Kolja. –Me sorprendió un poco que conociera tan bien el plato sin ser de Grecia, pero si ya sabía de él... entonces encontrar información de cómo hacerlo no debería ser difícil. En realidad no es tan raro.

Lo que acababa de decir fue a venir de la mano con lo que el propio Luci añadió después, y era algo que, incluso tras el tiempo que llevaba sin las comodidades de su mundo, le costaba asimilar de vez en cuando: el hecho de que muchas cosas que siempre había dado por sentadas no lo eran para sus compañeros de otros mundos.
–Supongo que lo es. Toda mi vida siempre ha sido posible así que supongo que nunca me paré a pensar en lo impresionante que puede llegar a ser hasta que lo perdí –comentó, pensativa. –Aunque yo nunca he viajado. Mi familia no se lo puede permitir.
Probablemente tampoco habrían querido viajar aunque pudieran, pero aquello ya no era problema de Alyssa. En vez de pensar en su familia decidió dedicarse a asuntos más importantes, como la mermelada.
–¿Cuál crees que podría quedar mejor? Nunca lo he tomado con mermelada, pero tengo curiosidad de probar y ver cómo sale.

-Vaya, es una lástima -comentó Luci -Mi familia tampoco podía permitirse viajar. Solo salí de mi ciudad una vez con el grupo del coro. El club pagó todos los gastos.

No consiguió sacarle una respuesta sobre el acompañamiento salado a Alyssa. La chica era hermética como ella sola. << Bueno, al menos estamos hablando, no es un logro pequeño >> pensó. No era capaz de recordar ni una sola ocasión en todo lo que llevaban de convivencia en la que hubiese tenido una conversación así de larga con la humana.

-Pruébalas y elige la que más te guste. Creo que cualquiera podría quedar bien -respondió -Aunque también podríamos usar ambas.

De pronto oyó ruidos al otro lado del portón.

-¡Deben ser los demás! ¡Ya han llegado! -exclamó quitándose el delantal y dejándolo en una silla para ir a recibirles. Entonces recordó que seguía sin tener fuerza suficiente para usar el mecanismo del puente -Er… ummm, ¿te importaría abrir a tí? -le pidió a la humana, algo avergonzado.

Satisfecho por los resultados de aquella reunión que tuvieron con todos los del Torreón Maciel marchó junto a los demás de vuelta a Silente, no sin antes despedirse de todos deseando que, en su ausencia, no les pase nada malo a quienes recién acaba de conocer.

Durante el camino aprovechó para hablar un poco con Kolja, confesando de nuevo la negativa que tuvo ante el comentario que hizo y disculpándose a ratos por si era demasiado pesado o brusco. No sabía si debía reiterar tanto en ello pero dijo lo que pensaba: le pareció un comentario algo fuera de lugar y de mal gusto en su opinión.

Aparte también cruzó palabras con Chromsa antes de entrar, por saber en qué momento le vendría bien para intentar hacer magia. Tampoco quería pillarlo ocupado prefiriendo concordar un día concreto.

El puente bajo y al ingresar se sorprendió por un curioso olor que despertó su hambre. Dejó su equipamiento en un lugar bien resguardado y estiró la espalda apoyando sus manos en el lumbar.

—Ya estamos de vuelta —saludó prefiriendo dejar los detalles de la salida a los demás—. ¿Qué estáis haciendo?

Kolja se mantuvo en la retaguardia a la vuelta de la visita a los macieleros, hablando con Adam. Le intentó hacer ver que uno, el había llegado tarde a la conversación, por lo que no se había terminado de enterar de todo y dos, que nunca se había opuesto al intercambio de información, solo había mencionado que no solían salir a por comida demasiado a menudo, por lo que quizás había otra forma más eficiente.

Hablando con el rusky, el camino de vuelta se le hizo mucho más corto que el de ida. Antes de que se diese cuenta ya estaban ante las puertas del torreón. Cuando pasó por la puerta, se fijó en que Luci estaba con Alyssa, haciendo el plato griego que le había enseñado al daeliciano hace unas semanas. Se acercó a la cocina, algo asustado por si el daeliciano le estaba dando el plato con miel a la griega. Todavía recordaba el desagradable final que había tenido aquel día en la cocina y no quería que Alyssa pasase por lo mismo. Por suerte al parecer estaban utilizando algún tipo de mermelada.

-Luci, un chico de Maciel nos ofreció unas galletas muy ricas y te he traído la receta, por si quieres probar a hacerlas algún día- le dijo.

El resto del día lo dedicó a las armas que había sacado para arreglarlas. Si Keskit se tomaba la oferta en serio, quería tener una amplia variedad de armas reacondicionadas para ofrecerle. Y aquel propósito continuó durante las siguientes semanas. Continuó con su rutina de siempre, abordaje de las bañeras por la mañana, entrenamiento en el patio inmediatamente después, en solitario y con cada pupilo individualmente. Y después dedicar el tiempo a las tareas del hogar que le tocasen y a los libros de texto y las armas. También memorizó los hechizos que ya tenían traducidos y puestos en practica, simplemente por hecho de hacer algo diferente, sin una esperanza real de poder ponerlos en practica algún día.

Se despertó de repente, sudando a mares y con el corazón palpitándole fuertemente en el pecho y las sienes. Como un resorte se levantó del sofá, la ira todavía muy presente en su torso, como una masa sin forma que presionaba contra su corazón y sus pulmones, amenazando con aplastarlos. Sin ser plenamente consciente, cogió el hacha que siempre dejaba en el suelo al lado del sofá en el que dormía. No vio a nadie, o por lo menos no fue consciente de haber visto a nadie.

Como un vendaval se dirigió al patio. Su mirada fue a caer directa a uno de los monigotes de practicas. Con un gruñido se acercó, apretando con fuerza el mango del hacha con ambas manos. El golpe infundido con toda la fuerza de sus músculos decapitó al muñeco, utilizando la fuerza centrifuga del tajo, Kolja dio una rápida vuelta sobre si mismo y con un tajo descendente clavó el hacha en el pecho del hombrecillo de madera.

Respiraba fuertemente, con ambas manos en el mango del hacha clavada en el pecho astillado del muñeco de practicas. Como si de repente el mango estuviese al rojo vivo, Kolja soltó el hacha. Con un par de pasos se acercó a la muralla para apoyarse en ella, infinitamente cansado. Se dejó resbalar contra la piedra, todavía fría por las bajas temperaturas nocturnas. Con las rodillas contra su pecho, alzó la mirada al cielo y cerró los ojos, dejando que el frio de su espalda contra la piedra enfriase el calor que sentía en su pecho.

No sabía si habían pasado unos minutos o tan solo un par de segundos cuando le asaltó un ataque de tos. Con unas convulsiones que le raspaban en los pulmones y la garganta, se cubrió la boca. Inmediatamente sintió pinchazos en la palma, como pequeñas agujas que se clavaban en la carne. Se separó la mano de la boca y la miró, confuso. La piel tenía algunos puntos rojos, como pequeñas quemaduras. Antes de poder preguntarse que mierdas estaba pasando, le asaltó otro ataque de tos. Al no estar la mano para taparle la boca, pudo ver como, inequívocamente, le salían chispas de la boca. Incapaz de procesar aquello, se quedó mirando el aire, donde momentos antes bailaban aquellos puntos rojos que habían salido de su interior.