Torreón Silente

Recuerdo del primer mensaje :

Magia:

Luci estaba concentrado principalmente en poner un pie delante del otro. Se mantenía lejos de la cabeza del grupo y lejos de la cola, pues tenía miedo tanto de ser el primero en enfrentarse al paisaje como de quedarse rezagado. Aparte de sus pasos también prestaba atención a las tres personas que le habían dirigido la palabra, asegurándose de tener al menos una a su alcance en todo momento. El daeliciano necesitaba nuevos referentes a los que aferrarse.

En cuanto a la fealdad de la ciudad, Luci hacía grandes esfuerzos por ignorarla. La zona por la que avanzaban parecía cada vez más y más ruinosa y los pocos edificios que se tenían en pie eran verdaderas abominaciones. Entre semejante escombrera no tardaron en ver una torre alzarse, claramente nueva y en buenas condiciones pero igualmente horrenda en sus términos estéticos. Por mucho que lo deseara no le quedaba más remedio que aceptar que ese era el posible refugio que había divisado la persona emplumada pues no había ningún otro sitio donde meterse. Se le escapó un gemido lastimero.

La torre (o más bien torreón) era altísima, de piedra gris y salpicada de diminutas ventanitas que auguraban un interior oscuro y frío. El único adorno que tenía era un ¿reloj? Parecía un reloj pero Luci no era capaz de interpretar la hora que marcaba. Tenía un puente sujeto por cadenas sobre un foso. Al acercarse el pelirrosa comprobó con alivio que no había huesos en él aunque olía terriblemente mal. << ¿Es que todo en esa ciudad es desagradable?>> pensó angustiado, cubriéndose la nariz con el cuello del pijama. No sería el primero en entrar, pero tampoco el último, simplemente seguiría al grueso del grupo a pasitos inseguros.

Alec siguió observando la ciudad durante un rato, el sol ya estaba alto, pero por alguna razón la luz era menos potente que la terrestre. Ensimismado se le fue el tiempo.

Se disculpó con la dragona y bajó la escaleras, era hora de ponerse a trabajar. Llegó justo a tiempo para oír las palabras de la chica pájaro.

-Alec, me llamo Alec Craig. Pero con Alec es suficiente - les dijo antes de ver en qué andaban.- Joder, perdonar, se me fue el tiempo ahí arriba, ahora os echo una mano - comentó yendo a buscar más trapos.

-¿Cómo era vuestro mundo? - les preguntó. Si tenía que convivir juntos aquello era una información vital, por el mundo de origen Alec suponía que podría entender parte de sus personalidades.

Por otra parte se estaba muriendo por quitarse la ropa y ponerse algo más cómodo para limpiar, o al menos estar sin ella. Pero no sabía cómo se tomarían aquello el resto.

Antes de que Lethe le contestara, otra voz le preguntó a la pájara por su nombre. Se giró hacia ella y vio que se trataba de Amira. Llevaba un trapo, así que tendría que haber llegado en mitad de la historia. Estaba tan concentrado en la leyenda de Frila que ni siquiera se había dado cuenta de ello. De hecho, ahora que lo pensaba, también había visto pasar hacia el patio a Luci con ropa menos colorida y unas cuantas cosas de limpieza.

Tras un intercambio de preguntas y respuestas entre las dos chicas, Lethe terminó preguntando por el nombre de ambos. Dejó que la terrestre contestara primero, pero no le dio tiempo a contestar ya que en ese momento bajo Alec respondiendo a aquella pregunta. Justo después se fue a buscar un trapo y Amira pudo contestar, a lo que Chromsa siguió con su respuesta: -Bueno, yo soy Chromsa. Soy un campesino de Ochroria.- Estuvo a punto de darles la mano, pero ya lo había hecho antes en el puente, así que se paró antes de mover el brazo. -¿Has escuchado la historia, Amira? Si no, puedo contártela más tarde si quieres.-

-Por cierto, del planeta de Amira se algunas cosas por Kolja pero no se nada del tuyo, Lethe. La verdad es que en mi mundo nunca habíamos pensado si habría otras especies más allá de las estrellas, pero desde que llegué aquí solo he visto gente de lo más variopinta. Me gustaría saber si nuestros mundos son tan diferentes como parece.- En ese momento volvió Alec haciendo la misma pregunta y con otro paño. Antes de que nadie contestara el ochrorio añadió: - Podemos hablar mientras limpiamos el primer piso, aquí ya hemos acabado.-

Amira sonrió al oír la respuesta de Lethe. Le había hecho gracia cómo había interpretado su pregunta, aunque tampoco era demasiado sorprendente que la diferencia cultural causara confusiones, especialmente en esos tiempos.
—No, no. Me refería a qué pronombres debía usar para tratar contigo. No distinguía tu género y no quería equivocarme —se explicó. En ese momento bajó otro de los humanos que había en el grupo, quien se presentó. Amira no recordaba si lo había hecho anteriormente, porque los nombres no se le daban especialmente bien y porque la situación había sido demasiado caótica como para saber quién era quién.

Siguió limpiando, deseando terminar cuanto antes. A veces tosía si se levantaba alguna nubecilla de polvo, y tenía ganas de dejar de respirarlo y poder estar en un sitio adecentado en el que descansar.
—Me llamo Amira —se presentó a Lethe, para luego dirigirse a Chromsa—. Me gustaría, pero tal vez en otro momento; yo puedo contarte historias de la Tierra si quieres también.
«Tierra. Que nombre tan tonto. Podían haberle puesto uno mejor».

Subieron al primer piso para seguir limpiando y compartiendo datos de sus respectivos mundos, que Amira escuchaba con verdadero interés. Tenía delante de sí nuevas culturas de las que no sabía nada, y tenía un verdadero interés por aprender más de ellas y por conocer más a sus nuevos compañeros de torreón. La francesa contaría que la Tierra estaba dividida en países, cada cual distinto, y que había montones de culturas diversas, por lo que cada uno de los humanos podría contarles cosas distintas de su mundo.

Le extrañó la explicación de la chica que se presentó como Amira, pero no tardó en quitarle importancia al suponer  que se trataba de algún rollo de su planeta. El que no estuviese segura de su género le parecía más lógico, ya que no podían saber las diferencias entre machos y hembras de los enderth, mucho menos obvias para alguien de otro mundo que las suyas, por lo que tan solo asintió y siguió limpiando.

Trató de tomar nota mental de los nombres que por suerte eran todos bastante cortos, o al menos se le dio la opción de acortarlo como en el caso de Alec. El mencionado humano, además, preguntó por sus mundos y tampoco le sorprendió saber que el recién presentado como Chromsa no pertenecía al mismo planeta que Alec y Amira. El ochrorio se dirigió directamente a ella y lo miró un instante pensativa antes de volver su atención a la limpieza y hablar.
—Mi planeta y el de Kradko se llama Dryfus y es… cálido. No hace el condenado frío de este lugar —al mencionarlo no pudo evitar estremecerse un poco. Había tratado de ignorar el frío no pensando en ello, pero lo cierto era que le resultaba bastante desagradable—. Los clinger son la especie dominante y los enderth como yo somos bastante escasos. Al contrario que este estercolero está lleno de vegetación y accidentes geográficos de gran tamaño, aunque gigantescas también suelen ser las criaturas peligrosas, especialmente reptiles. Mucho más grandes que los psicópatas de la fuente.

En ese momento vio llegar por las escaleras a la pequeña reptil voladora y no pudo evitar hacer un comentario.
—Espero que nuestra depredadora en miniatura no crezca y se convierta en uno de esos.
Aunque lo dijo sin modular su tono neutro en realidad no lo decía en serio. Sabía perfectamente que ni eran la misma especie ni tenía por qué representar un peligro al tratarse de la habitante de otro mundo. Claro que los reptiles agresivos de la fuente empuñaban armas, lo cual dejaba claro que no se trataba de animales sin inteligencia. Después de eso no siguió hablando, considerando que ya había dado datos más que de sobra sobre Dryfus. Su mente volvió a su caña rota y al estúpido rocavarancolés que le había engañado para llevarla a aquel lugar. Chasqueó la lengua con fastidio sin dejar de ocuparse de su tarea

oof─ Vinkingos… ─ Sopesó unos segundos la idea de tener que compartir espacio con un fiero guerrero durante su estancia en rocavarancolia. La mayor de sus preocupaciones era que fuese un imbécil, pero la vida ya le había enseñado que no debía juzgar a la gente por las apariencias. Para cuando se dió cuenta, estaba sola otra vez en la parte de arriba del edificio. ¿Qué estarían haciendo los otros? Solo había una manera de descubrirlo.
oofLlegó a la planta baja a tiempo para escuchar al chico con plumas hablar sobre su crecimiento.
oof─ No creo que vaya a convertirme en algunas de esas cosas. ─respondió ─ ¿Os imagináis que pierdo las alas? La verdad es que me resultaría muy difícil acostumbrarme a vivir sin ellas. ─ dijo Qirra pensando en lo horrible que sería aquello, con tono serio y preocupado. ─ Por cierto, ¿habéis encontrado las bañeras? Tengo mucha hambre. ─ soltó en tono lastimero.

—Oh.

Pocas veces en su vida se había quedado sin palabras como aquella. Tenían que esperar a una luna y, peor aún, por como lucían las cosas no tendría comida ese día. «Espero que esa… luna, lo que sea, venga pronto», pensó para consolarse. Aunque algo en la punta de sus antenas le decía que no.

Siguió a Luci y rebuscó entre la ropa como un juguete al que se le está acabando la cuerda. Sabía que debía devolverle la capa a Lethe, así que si encontraba alguna prenda apropiada para ella lo haría. «Ella también debe tener mucho frío».

Logró encontrar otra de tela basta, claramente de peor calidad que la que llevaba ahora y que no le abrigaría tanto. Sin embargo, le serviría por el momento, no moriría de frío. Para dormir ya buscaría más ropa, pues parecía haber de sobras.

Volvió junto a Luci al piso inferior, donde comprobaron que muchos ya se habían puesto manos a la obra. Ella, como buena clinger que era, no iba a ser menos. Aquello le dejaría un tiempo en el que poder pensar y empezar a adaptarse a su nueva situación, en lugar de sentarse en una esquina y apagarse.

—Puedo hacerlo si hay algún encendedor —respondió a la pregunta del daeliciano sobre encender un fuego—. Creo que vi uno antes. Deja que mire.

A ver, creía que lo había encontrado encima de… No, no allí, fue dentro de… Tampoco. Tal vez en… No, pero igual… ¡Ajá! Con el encededor localizado, procedió a juntar madera y ponerla dentro del hornillo tal como le habían enseñado. Primero los pedazos más gruesos, luego las ramitas para que encendieran antes, por encima y por debajo.

Mientras trabajaba en estos preparativos, iba escuchando lo que decía el resto. No le apetecía mucho participar en la conversación por completo, pero sí aprovechó la explicación de Lethe sobre su planeta para aclarar su nombre, pues de los presentes solo la enderth lo conocía.

—Yo soy Kradko, soy clinger —dijo con más seguridad, aunque aún no confiaba en esos mamíferos—. Y… bueno, supongo que debería decir que soy una hembra —añadió al deducir que de entre los presentes, solo Lethe debía saberlo.

Cuando por fin acabó de preparar el hornillo, se peleó con el encededor para el lograr un primer fuego. Le costó algunos intentos, pero finalmente logró una pequeña llama. Se sintió un poquito orgullosa por su minúscula gesta.

Kolja permaneció fuera de la habitación mientras la bicho y el rosita jugaban puesto que no queria fastidiarles un momento de diversión y relajación, los cuales seguramente no se fuesen a dar mucho en el futuro. Cuando los tres que estaban en aquella habitación bajaron Kolja entró para intentar limpiar. Limpió la sala lo mejor posible y luego agarró un colchón para bajarlo al patio y sacudirle el polvo, aunque la bicho devia de haberlo dejao bastante limpio saltando sobre el.
Apareció en la sala con un colchón a la espalda en medio de la ronda de conversaciónes, pero como la chica negra, Amira estaba hablando siguió su camino hacia el patio sin interrumpirla para presentarse el tambien. Colocó el colchón en el suelo y volvió a subir a la habitación a por más. En aquel momento la pajaro estaba hablando, asi que volvió a salir sin interrumpir.
-Hola chicas, la gente se esta presentando dentro por si no os quedasteis con el nombre de alguien y parece que estan explicando cosas de sus mundo por si sentis curiosidad. Yo me iba a poner a desempolvar los colchones aqui, no os vayáis a ensuciar, me quedan bastantes por bajar, asi que no teneis que entrar ahora mismo.-les dijo a la asiatica y a la gatita.
Fue después de haber bajado el tercer colchón cuando encontró una oportunidad para presentarse.
-Yo soy Kolja Günterson, alemán para los terrestres, aunque mi familia tiene sus raices en Dinamarca. Amira ya ha explicado algunas cosas de mi mundo, pero si alguien quiere saber más me encantaria hablar e intercambiar información-ofreció.

Kahlo escuchó con las orejas bien abiertas, haciéndose preguntas silenciosas a medida que hablaba. ¿Eran impresiones suyas o de verdad se llamaba “Tierra”? ¿Era una manera poética de hablar de su mundo? Luego mencionó una guerra, ¿serían belicosos? Por la manera en la que describía regiones ajenas a la suya, eso parecía. Indagaría luego en ello. Sus primeras suposiciones sobre la clase y educación de Tomoe se vieron pronto confirmadas, y a la varmana le costó no sonreír de más, complacida. Kahlo desconocía las distancias políticas entre su mundo y el suyo, pero resultaba muy difícil no asumir que eran iguales por como hablaba la japonesa: la suya sería una familia de orfebres, pero eran precisamente los mayores empresarios quienes cortaban el pastel a la hora de la política.

—Parece un sitio precioso —comentó a lo primero por cortesía. El sentimiento era genuino, pero era la siguiente parte de la que más quería hablar—. Así que… familias influyentes. Creo que tenemos en común más de lo que imaginamos —dejó salir una pequeña risa de sus labios—. Parece un trabajo muy noble y se nota que te enorgullece. Estoy deseando saber más. Yo… —extendió una mano, contemplando todos los anillos que la decoraban—. En fin, puedo hablarte sobre diseño y como reconocer una buena joya. Es mucho menos apasionante, desde luego.

Rio de nuevo. Le era imposible no pensar en su hermano con todo aquello. Conociéndole, él estaría el triple de enfrascado que ella en la conversación, y no dejaría pasar el tema tan deprisa; después de todo, la terrestre estaba describiendo sus aspiraciones laborales. Continuó, sin embargo, por un rumbo que no se esperaba. La de ojos violeta frunció el ceño y ladeó la cabeza, especialmente receptiva. Las advertencias le dejaron claro que eran de la misma especie, pero no le gustó la continuación.

«Entonces ellos deben de ser los belicosos… »

Kahlo no hallaba el modo de visualizar lo que le contaba. En Varmania eran los granta -su raza- la más “belicosa” de todas, pero no era algo de lo que se sintiera avergonzada, si bien lo contrario. A ella le gustaba pensar que tenían carácter, a diferencia de los siesos de los okae y los balera. A pesar de las coincidencias que se había hecho en su cabeza, la varmana no olvidaba que estaban hablando de mundos y culturas diferentes. Además, dudaba que el resto de Varmania pudiera describir de forma tan concisa a los granta. Si Reina decía aquello debía de ser por algo.

—Vaya… —se cruzó de brazos, pensativa—. He de decir que Kolja salvó mi vida. Aún debo agradecérselo. Pero no te quito razón, no he pasado por alto su falta de respeto —la había llamado gatita—. No puedo decir nada del otro, pero creo que Kolja no tiene mal corazón. Gracias por la advertencia, Tomoe. Siguen siendo hombres, es normal que andemos con ojo.

Sonrió, no sin cierta amargura. El joven de piel rosa y pijama extraño caminó en su dirección para usar el pozo, a lo que la varmana se apartó simplemente. Le inspeccionó sin vergüenza alguna, lanzando un fugaz vistazo a Reina para ver que tanto se parecían. Su piel era demasiado llamativa para ser iguales. No ignoró como la miró, pero no comentó nada. Las cuerdas casi se le resbalan de las manos, y Kahlo reprimió el instinto de ayudarle: no quería herir las suyas, o peor, que se le saltara un anillo.

—No deberías de hacer eso tú, peque, vas a hacerte daño. ¿Por qué no le pides ayuda a otro?

En ese momento se asomó Kolja para anunciar que se estaban presentando. Kahlo solo asintió. No tenía prisas por presentarse a todo el mundo, la idea de convivir con todos esos seres aún se le hacía cuesta arriba.

Seria de agrado para la nipona el oir que tenia en común con la Varmana. Y parecia haber posibilidades para más terreno en común cuando habló de joyas. La mujer sonrió y se miró las manos. Aquellas debian de parecerle a la Granta una baratija, la mayoria de las tiendas de lujo de Akihabara, pero habia algún quilate que otro entre sus dedos. Baratijas, sin duda alguna. Quitandose un mechon de pelo de la cara, Reina le contestó con cortesia.
—¡Para nada! Estoy segura de que podriamos tener una conversación amena al respecto.—le aseguró afablemente.

Ojos azul electrico siguieron el camino hacia el cielo, dedicandole una breve mirada antes de volverse a centrar en Kahlo. Se alegraba de oir que al menos uno de los occidentales se preocupaba por la vida ajena, pero ella necesitaria más tiempo y experiencia con ellos para juzgarles. De momento todo el mundo estaba muy irascible y muy fuera de sí. O al menos así es lo que le atribuyó al otro occidental con el que habia cruzado palabras. Siempre, quiera pensar mejor de la gente de lo que era. Quizás su fallo como persona. Pero nunca dejaba que esto influyese en sus decisiones. Si habia que tomar decisiones duras, lo haría.
—Es bueno oir eso de al menos uno de ellos.-declaró con una sonrisa más complicada que generosa.— Aun a pesar de pertenecer a diferentes mundos, aun tenemos mucho en comun sobre lo que apoyarnos.— una suave y rápida reverencia después, la nipona añadió algo más. —Quizás el tiempo me demostrará demasiado precavida. De hecho, espero que así sea. Adoro equivocarme. Crea espacio para aprender.—

Justo entonces salió otro de los niños. El que era de piel de un color rosado y con ropajes cómodos. Le saludó con un asentimiento de cabeza y esbozó una sonrisa cuando se explicó.
—No te preocupes pequeño, no interrumpes.—le excusó. Era tan solo un crio. Si acaso, ella entre otros eran más maduros, pero ¿secuestrar a un chaval tan joven? Apenas parecia destetado para Reina. Seguramente todavia iba a la escuela. A medida que el chico se peleaba con la misma cuerda que ella habia usado minutos antes, se percató de que estaba suponiendole un problema. Kahlo puso sus pensamientos en palabras así que sin mucho más se acercó al niño y le sujetó la cuerda por él.
—Deja que me encargue por tí. Ya he sacado un par de cubos antes y se como quema, ¿ves?—le dijo, enseñandole una de las palmas rojas por la friccion, aunque sin ninguna herida aparente. Pudo entonces fijarse el daelciiano que la chica tenia alguna dureza bien tratada y cuidada en la punta de los dedos indice, corazón y pulgar.
—Confia en esta hermana mayor, soy mucho más fuerte de lo que aparento.— le dijo alzando una ceja.
¿Era pena lo que le movia? ¿Compasión quizás? O más bien tenia un punto débil hacia los más pequeños. Reina no era consciente de aquello, ella, en su experiencia, pensaba que los niños deberian tener infancias inalteradas, donde pudieran desarollarse sin complicaciones. Y ella, como joven adulta presente, tenia la responsabilidad moral de asegurarse de aquello.

La chica de piel chocolate le dijo que no debería ocuparse del pozo pero, ¿qué otra cosa podía hacer? Allí todo era áspero y tosco, todas las tareas eran duras y aunque no le gustaba no quería quedarse sin hacer nada cuando los demás estaban colaborando.

No llegó a subir el cubo ni un palmo cuando la otra chica se ofreció a ayudarle. Le gustó el tono que usó con él, ayudó a que le resultase menos intimidante. Cogió el cubo lleno de agua y lo colocó en el suelo con cuidado.

-¡Muchísimas gracias! -dijo, dedicándole una sonrisa radiante – A mi me pareces muy fuerte. Y muy bonita también, aunque tu piel da un poco de miedo.

Piel de muerte aparte, la hermana mayor no solo desprendía un aura poderosa, tenía espaldas anchas y brazos bien torneados y su postura era perfecta. De hecho Luci era muy consciente de la elegancia que ambas mujeres demostraban y le hacía sentirse más seguro, más cerca de casa. Echó un poco de agua en la olla y frotó con jabón y el cepillo con ganas. Seguro que se le desprendía la pintura de uñas << Pero no pasa nada, puedo repintármelas luego>> pensó, sin ser verdaderamente consciente de que el frasco no era muy grande y tarde o temprano se terminaría.

Kolja empezó a traer colchones para sacudirlos y de paso informarles de que estaban con presentaciones. Él ya conocía los nombres de todos los que estaban dentro y ellos lo conocían a él, limpiando así que podía tomarse su tarea con tranquilidad.

-Ah, me llamo Lucifehridhe -dijo. Ellas dos y el dragón alado era a las únicas a las que no se había presentado. -Si queréis limpiar arriba hay baúles con ropa fea para cambiaros, así no os ensuciaréis la vuestra, sería una pena.

La chica de piel de chocolate era, con diferencia, la mejor vestida de todo el torreón, y en este casi ni siquiera se contaba a sí mismo pues lo habían secuestrado en pijama. Se permitió mirar bien sus joyas y adornos brillantes con ganas de inspeccionarlos de cerca pero le daba un poco de miedo pedírselo.

Acabó de enjuagar la olla y se puso con el cazo y las tazas. Por suerte no había suciedad incrustada, todo lo que tenían era polvo y telarañas.

Alec arrimó el hombro con la limpieza. No era algo difícil pero sí un poco tedioso. En casa solía limpiar pero como era algo que se llevaba día a día no se acumulaba como estaba la suciedad allí. Y aún así el escocés pensaba que estaba menos sucio de lo que debería, estando como estaba la ciudad el edificio parecía muy nuevo, como si se hubiera construído hacía relativamente poco.

Escuchó atentamente la conversación metiendo datos de toda la gente en su cerebro. Sus nombres, sus mundos y toda la información que daban de sí mismos.

-¿Campesino? Joder que coincidencia. Yo soy granjero, mi familia tenía una granja en Escocia - dijo. Luego pensó que la mayoría no sabría ni qué era Escocia y mucho menos donde estaba.-Escocia es un país de la Tierra, mi mundo. - explicó mientras se afanaba en limpiar la superficie de un armario.- Perdonar, es la costumbre lo de hablar como si lo entendierais.

-¿De dónde eres, Amira? - preguntó interesado por conocer la nacionalidad de la chica. Luego miró a Kolja.- Lo sabía, sabía que eras alemán, lo llevas pintado en la cara - le dijo dirigiéndole una sonrisa.

Terminó de limpiar el armario y por costumbre se metió el trapo en el bolsillo. O al menos lo intentó porque ya los tenía llenos. Metió la mano y sacó un puñado de caramelos. Se echó a reír.

-Lo único que puedo ofrecerte son caramelos - respondió a la dragona.- ¿Alguno quiere? - ofreció al resto.

Antes de preguntar por el mundo de origen de Lethe, Alec dijo algo que hizo que Chromsa se alegrara muchísimo: él era también un granjero en un sitio de La Tierra que se llamaba Escocia. Cuando lo dijo, el ochrorio se giró emocionado al terrestre y le dijo con una de sus mejores sonrisas: -¿En serio? Entonces nos vamos a llevar muy bien. De hecho después Kolja me iba a ayudar a hacer un rastrillo. Voy a montar un huerto en el patio con las semillas que tengo. Si quieres podemos trabajar juntos y podemos hablar de los cultivos que conocemos, supongo que en La Tierra no habrán los mismos que en Ochroria.-

Lethe contestó a su pregunta y, la verdad, le pareció que su planeta era bastante bonito. Dryfus tenía pinta de estar lleno de plantas muy exóticas que le encantaría aprender a cultivar, además de que seguramente sería un buen sitio de explorar. Lo único que le echaba un poco para atrás era eso de los lagartos gigantes. Su tritón de carga, Zuto, era grande, pero estaba seguro de que aquellos reptiles le hacían sombra en tamaño a su animal.

La pájara le sacó de sus pensamientos haciendo un comentario sobre la pequeña lagarta con alas, que había bajado a donde estaban. La lagarta no había hablado con nadie y parecía que pasaba de todo, pero por su contestación Chromsa entendió que al menos sabía hablar. Parecía un tanto preocupada, seguramente por el tema de la comida. Ante esto el terrestre de Escocia sacó algo sus bolsillos y se lo ofreció a todos. Chromsa cogió uno- Gracias.-: era una especie de trozo de mineral anaranjado envuelto en lo que parecía un papel transparente que supuso que no era comestible, aunque el interior tampoco lo parecía. Con cierta inseguridad y curiosidad lo abrió y se metió la pieza naranja en la boca. Estaba un poco duro hasta que notó que se fue deshaciendo y comprendió que no había que masticarlo. Quitando eso, estaba bastante bueno. Mientras seguía con el caramelo dijo: -Bueno, ahora que lo dices la verdad es que no sería mala idea ir a buscar una bañera. Creo que no tenemos más comida que los caramelos y no creo que nos duren mucho. ¿Alguno sabe dónde pueden estar?-

Lo que el chico rubio le había contado le había parecido… extraño. No es como si no hubiera oído de profesiones que se pasan de generación en generación, pero durante tanto tiempo… Le sorprendía mucho que en tantos años nadie hubiera decidido tomar otro camino pero ella no era nadie para cuestionarlo y al menos él tenía una familia de la que sentirse orgulloso. Ella no podía decir lo mismo.
Pensar en aquello la puso de mal humor, así que salió deprisa del sótano, con la esperanza de que el cambio de aires le hiciera sentirse mejor. Una vez arriba había visto que la gente empezaba a limpiar y si bien no era su actividad favorita, en aquel momento aquello no podía haberle venido mejor: necesitaba distraerse con algo.

De modo que se había puesto a limpiar donde hacía falta, manteniéndose por el momento apartada del resto de la gente, no porque tuviera nada en contra de nadie, sino porque necesitaba tiempo sola con sus pensamientos. Tan centrada como estaba en su tarea no fue consciente de la gente que pasaba por donde se encontraba hasta que, en un momento en el que paró a descansar se percató de que, salvo tres o cuatro, estaba casi todo el mundo allí. Ni siquiera se había enterado de cuando habían llegado.
"Al menos lo de distraerme funcionó"

Ya que estaba allí se puso a escuchar la conversación. Parecía que iban a tener que convivir juntos, así que no vendría mal conocerse.

oof— ¿Caramelo? — dijo Qirra extrañada. Lo que el chico le ofrecía era una especie de cristalito envuelto en una cosa transparente que había sacado de unas bolsitas que estaban en la ropa que llevaba puesta. Sin duda eran interesantes los caramelos, pero: — ¿Qué tienen que ver los caramelos con la comida? — Preguntó esto último mientras se acercaba a coger uno para inspeccionarlo. No era como nada que hubiese visto antes, pero tampoco era nada impresionante. Lo que le llamó más la atención fue la envoltura. No parecía natural y hacía ruiditos raros.
   oofVió al chico con bigotes desenvolver el cristal y metérselo en la boca. ¿Por qué se metería nadie un cristal en la boca? Sabía que había piedras saladas porque ella las usaba si quería quitarse un mal sabor de boca, pero se limitaba a lamerlas, y desde luego no comía cristales. Que chicos tan extraños...

Kolja soltó una carcajada ante el comentario del escoces.
-Bueno, no soy el único que es facil de leer, desde luego era sencillo adivinar que eras granjero con las pintas que me traes. ¿Has traído el burro o lo has dejao en casa?-le contestó con una sonrisa, divertido.
Cuando Chromsa le recordó lo del rastrillo decidió que era mejor seguir con sus tareas, asi que volvió al piso de arriba para continuar bajando colchones. Cuando tuvo todos en el patio volvio a entrar para coger una pala y teniendola empezó a golpear los colchones para sacar el polvo. Esto le llevó un buen rato y cuando terminó estaba cuvierto de sudor y respiraba agitadamente. Repitió esta operación con los colchones de la otra sala. Cuando hubo terminado sus fuerzas estaban tan drenadas que se sentia incapaz de levantar los brazos. Aun asi fue en busca de Chromsa.
-Eh, hola Chromsa, yo ya he terminado con mi tarea, asi que si quieres hacer ese rastrillo, todavia nos quedan una o dos horas de luz creo.

Amira escuchaba con interés las historias de sus compañeros de torreón, entendiendo por las palabras de Lethe la discusión que habían mantenido del camino al torreón por lo de la fuente: para ella aquellos bichos encarnaban un peligro real que parecía conocer bien.
Siguió limpiando de buena gana, ya que adecentar el torreón y evitar que siguiera lleno de polvo era algo básico para la francesa: el sitio podía ser una mierda, pero no iba a permitir que fuera aun peor por vaguear en vez de limpiar.

El otro humano se presentó como Kolja y dijo venir de Alemania, lo que provocó una reacción en el escocés que a Amira le sacó una sonrisa. —Argelia. Aunque no recuerdo nada de allí: me crie en Francia — respondió. No es que fuera el momento idóneo para compartir todos los detalles del pasado de cada uno (¿lo sería en algún momento?), pero no pensaba ignorar sus raíces.
Paró de limpiar unos momentos cuando Alec sacó los caramelos. Había estado demasiado preocupada por toda la situación que ni siquiera se había percatado de que llevaba sin comer nada desde la noche anterior, y ni siquiera había cenado mucho. Aceptó uno, esperando que al menos le sirviera para calmar algo el hambre. La reptil, cuyo nombre aún no conocía, preguntó lo que eran —Es…azúcar, básicamente. Saben a frutas, pero no son comida propiamente dicha.
«Aunque es todo lo que tenemos aquí». Suspiró. Tenía ganas de terminar de limpiar y coger algo de ropa que ponerse para poder quitarse el disfraz de una vez.

—Por cierto… ¿A alguno de vosotros os funciona el teléfono? El mío estaba estropeado cuando me he levantado en las mazmorras y…a lo mejor podemos llamar a la policía o algo— se mordió el labio, nerviosa. No contaba con ello, pero si habían tenido la remota suerte de que alguno funcionara, a lo mejor aún podrían salir de allí en algún momento.

Reina le había caído bien, y eso no era algo que pudiera decir de mucha gente de primeras. Quizás fuera la curiosidad a la lejanía de sus mundos, la influencia que ejercía en ella el miedo a sentirse sola, la presión por socializar con alguien en esa locura, o puede que le hubiese caído bien sin más de forma sincera, pero fuese como fuese Kahlo procuraría no estropear aquella cordialidad. En otras situaciones le habría importado poco o nada que ¿la pequeña? de piel rosa no consiguiera ayuda, más ver a la asiática tan dispuesta a echar una mano hizo que sintiera una punzada de remordimiento. No por la vergüenza de no haberse ofrecido ella misma a ayudar a un crío, sino por el miedo egoísta a que Reina la viese como superficial o incluso cruel. Su hermano era capaz de hacer cosas que no quería con una sonrisa con tal de ganarse la confianza de alguien, incluso si no tragaba a la persona, mentalidad que ella repudiaba. Lo consideraba venderse, y más si era para algo fuera de negocios o modales.

Y aún así, ahí estaba ella, pensando como redimirse y suavizar cualquier mala impresión.
—Encantada, Luci-feh-ridhe… —pronunció despacio, con voz y expresión mansa a pesar del trabalenguas. Demasiadas letras juntas—. Tienes un nombre muy largo ¿Te importa si te llamo Luci?

Sonrió suavemente ante su preocupación, escondiendo en la mueca la ironía que sentía por lo que proponía.
«¿Limpiar? ¿Que si me apetece limpiar? Claro. Muero por hacerlo.»

—Gracias —cogió con suma delicadeza dos lados de su falda antes de hacer una pequeña reverencia, luciendo la tela—. Mi nombre es Kahlo. Kahlo Ghiope.

Dirigió una mirada significativa a Tomoe, evaluando que le parecía el plan de limpiar en silencio. Ante la duda, se ofreció primero: necesitaba compensar lo del pozo.

—Dentro ya hay mucha gente… ¿hay más platos, Luci? Podríamos ayudarte con ellos y la cubertería— «Aquí. Fuera»—. ¿Qué dices Tomoe? Podemos cambiarnos en un momento.