Torreón Silente

Recuerdo del primer mensaje :

Magia:

Luci estaba concentrado principalmente en poner un pie delante del otro. Se mantenía lejos de la cabeza del grupo y lejos de la cola, pues tenía miedo tanto de ser el primero en enfrentarse al paisaje como de quedarse rezagado. Aparte de sus pasos también prestaba atención a las tres personas que le habían dirigido la palabra, asegurándose de tener al menos una a su alcance en todo momento. El daeliciano necesitaba nuevos referentes a los que aferrarse.

En cuanto a la fealdad de la ciudad, Luci hacía grandes esfuerzos por ignorarla. La zona por la que avanzaban parecía cada vez más y más ruinosa y los pocos edificios que se tenían en pie eran verdaderas abominaciones. Entre semejante escombrera no tardaron en ver una torre alzarse, claramente nueva y en buenas condiciones pero igualmente horrenda en sus términos estéticos. Por mucho que lo deseara no le quedaba más remedio que aceptar que ese era el posible refugio que había divisado la persona emplumada pues no había ningún otro sitio donde meterse. Se le escapó un gemido lastimero.

La torre (o más bien torreón) era altísima, de piedra gris y salpicada de diminutas ventanitas que auguraban un interior oscuro y frío. El único adorno que tenía era un ¿reloj? Parecía un reloj pero Luci no era capaz de interpretar la hora que marcaba. Tenía un puente sujeto por cadenas sobre un foso. Al acercarse el pelirrosa comprobó con alivio que no había huesos en él aunque olía terriblemente mal. << ¿Es que todo en esa ciudad es desagradable?>> pensó angustiado, cubriéndose la nariz con el cuello del pijama. No sería el primero en entrar, pero tampoco el último, simplemente seguiría al grueso del grupo a pasitos inseguros.

Kahlo observó como las mejillas de Luci se azulaban. Sabía que su sangre era azul por el incidente del día anterior, pero eso no le quitaba peculiaridad.
—Gracias —respondió, sonriendo suavemente—. En realidad a mi también me pasaba. Terminaba usando siempre los mismos, pero no podía resistir la tentación de comprar un color nuevo cada vez que los veía en las tiendas —el concepto de compartir sí que era relativamente nuevo para ella, por eso cuando Luci reafirmó el plan dudó. No quería decirle que no, pero le daba apuro que gastase su pintauñas—. ¿Seguro, Luci? A mi no me importa esperar, de verdad.

Se levantó tras él, en realidad bastante animada. Tendría que poner un poco de agua a calentar para quitarse el esmalte restante sin destrozarse las uñas en seco. La voz de Kradko le sacó de sus pensamientos con un leve sobresalto que se reflejó en un suspiro indignado. Ya entendía porqué su madre odiaba cuando de pequeños ella y su hermano aparecían detrás suya sin hacer ruido. Se esforzó en no rodar los ojos: era otra de esas preguntas que no esperaba que la insecto entendiese, como llevar ropa o bañarse.

—Kradko, por las raíces más viejas, no nos des esos sustos —suspiró otra vez. Al responder lo hizo con calma—. Por lo mismo por lo que nos arreglamos, comemos cosas ricas pudiendo comer cosas simples y nos peinamos. ¿Tú por qué tocas el tambor? ¿Necesitas un motivo?

-¡Claro! -aseguró Luci -No tiene sentido guardarlo si al final va a estropearse y no lo voy a poder usar.

Estaba convencido, sería divertido, y si pasaban un buen rato el pintauñas habría cumplido su misión.

Fue una suerte que ya se hubiera agarrado a Kahlo como apoyo porque la aparición repentina de Kradko le dió un buen susto. Ni siquiera se había dado cuenta cuando la clinger había parado de tocar el tambor.

-¡Kradko, llama a la puerta! -se quejó. -Y nos pintamos las uñas porque queda bonito. ¿Quieres probar?

Luci había desistido de intentar explicarle nada algunos de sus compañeros cosas sobre estética, pues estaba claro que no iban a entenderlo, pero eso no significaba que fuera a excluirlos de sus actividades. Kradko no tenía uñas, además les había explicado que usaba su caparazón para respirar así que no sabía muy bien cómo podría usar el pintauñas con ella. Tendrían que ponerse creativos. Por lo pronto bajarían de vuelta al salón para acomodarse en el sofá.

Reina

Soltó tras el breve impás que la cuerda pasó por su codo. La flecha surcó el aire y golpeó otra diana improvisada, un poco fuera del centro, pero un impacto directo. Ceremonial, Reina bajó el arco, cambió la postura de los pies y se relajo. Un suspiro se peleó entre sus labios pero finalmente se dejó salir a medida que su mente perdia el centro y se desconcentraba. Ni aunque practicase lograba mejorar aquello. Lo achacaba, como de costumbre ya, a la situación en la que se encontraban. Sentia los músculos tensos, especialmente en la espalda y nuca. Quizás debería corregirlo con más ejercicio, pero tampoco creia que se podía achacar a estar en mala forma, sino era fruto de su propio bloqueo mental. No entendia como los demás podían relajarse así. Especialmente cuando aquellos que se quedaban aguardaban por la vuelta de los demás.
Pensar en que era posible no volver a oir de los grupos que salian le estremeció y decidió dejarlo ahí. Bajó la punta del arco y destensó la cuerda con la ayuda del pie. Su mirada absorta, realizó las mociones sin mirar demasiado lo que hacia, memoria muscular y demás funcionando en piloto automático mientras Reina, de nuevo, se absorbió en contemplación interna.

La nipona anduvo hacia la armeria, donde pensaba recoger todo lo que habia sacado, pero algo le sacó de su parsimonia. Más arriba, en uno de los cuartos, podía oir las voces de Luci, de Kahlo e incluso la de Kradko. Parecian estar jugando o algo parecido, por el ánimo de sus voces, pero no dedicó mucho más oido a ello dado que apenas se podia entender lo que decian. Tras recoger, se airó el pelo e intentó asearse lo mejor posible dadas las condiciones. Tenia un repuesto de aquella ropa del torreón, vieja y algo descosida, pero sin duda la estaban mantenindo usable. Se cambió a la muda limpia y dejó el baño, dudando que hacer con el resto del día. Estar ociosa no le sentaba bien, no era ella. No podía simplemente estarse quieta y disfrutar un momento sin nada que hacer. Quizás por ello comenzó a subir las escaleras, un breve rato más tarde de Kradko entrando y llamó a la puerta, lentamente espaciandola para poder sacar la cabeza y saludarles.

—Os lo estais pasando bien, eh. ¿Qué andais haciendo?— Preguntó, aunque prontó se encontró con la respuesta por si misma —¡Ah os estais pintando las uñas! ¿Os importa si me uno?—

Personalmente no diría que pintarse las uñas fuera "divertido", pues para ella era más relajante y satisfactorio que eso, pero no lo expresó en alto por no liar más a la clinger. Reina apareció también, aunque Kahlo no se atrevió a responder directamente; no era decisión suya a fin de cuentas. Miró con discreción a Luci antes de asentir a nada. No era lo mismo usar el pintauñas con dos personas que con tres y un insecto gigante.

—Cuando volvamos al palacete nos pintamos las uñas con todos los colores que encontremos, ¿os parece? —sería una forma de compensar lo que Luci gastase hoy. Luego reparó en Kradko—. Las uñas o lo que a ti te apetezca pintarte. Podemos hacerte como anillos en el exoesqueleto.

Ayudó al daeliciano a bajar las escaleras de buen humor, y en cuanto el pequeño estuvo sentado en el sofá ella fue a preparar un poco de agua caliente en la que sumergir los dedos. Serviría para limpiar las uñas y desconchar la pintura vieja. No dejó que hirviese, solo templándola como la que usaba para asearse, sirviéndola a posteriori en un cuenco donde pudieran meter dos manos a la vez.

—Prohibido que os encarguéis de hacer la colada los próximos días —comentó con una sonrisita, llevando el agua consigo para sentarse con los demás—. Sino le estaremos gastando el esmalte a Luci para nada.

Luci hizo todo lo posible para poner cara de póker cuando apareció Reina. No había previsto que se uniría tanta gente cuando accedió a compartir su pintauñas. Su convicción flaqueó unos instantes, miró el botecito como calculando si habría para todo el mundo y solo cuando decidió que sí aceptó a la humana en el grupo. Aunque tampoco habría sabido decirle que no.

Kahlo le ayudó a bajar las escaleras y acomodarse en el sofá.

-Vale primero vamos a probar el esmalte en el caparazón de Kradko para ver si fija bien. Luego le pinto las uñas a Kahlo, luego a Reina y por último yo. ¿Os parece?

No le hacía especial ilusión ser el último cuando el pintauñas era suyo pero necesitaba las manos libres para pintar a las demás. Después de agitar bien el esmalte le pidió a Kradko que acercase la mano y pintó un anillo fino en una de las falanges, cerca de la punta del dedo.

-Tarda un poco en secarse así que no dejes que roce con nada -advirtió. -Ahora va Kahlo.

Su técnica no era profesional pero se notaba que estaba acostumbrado a usar pinceles. Tuvo mucho cuidado de no cubrir las cutículas. En casa le habría dado igual, de hecho se salía a propósito para asegurarse de que no quedaba ningún hueco sin pintar y luego quitaba lo sobrante una vez seco pero allí no se lo podía permitir.

-Cuando volvamos al palacete voy a pintarme las uñas de blanco -dijo. Era un comentario rebelde, aunque sus compañeras no lo entendiesen. La normalidad con la que los demás trataban allí el color blanco había diluido mucho la carga simbólica que tenía para él y el miedo a utilizarlo y desagradar a alguien -O puede que nácar. Vi uno que tenía brillos iridiscentes.

Mientras Luci pintaba a Kradko ella se terminó de desconchar las uñas con el agua caliente, observando de reojo la escena con una sonrisa sutil. Si en sus manos estuviera le ofrecería a Luci llevarse tantos pintauñas quisieran del palacete, pero el concepto de robar aún no casaba con ella como para atreverse a tan siquiera decirlo en voz alta, por mucho que le gustase. Con suerte se le ocurría otra cosa para compensar al daeliciano.

Desplegó los dedos cuando Kradko hubo terminado su sesión, dejando que Luci se encargase de ella ahora. La sensación del líquido frío contra sus uñas le trajo paz, devolviéndole un recuerdo de su hogar. Kahlo cerró los ojos y durante unos instantes visualizó a su madre pintándole las uñas sobre la mesita de su tocador, arropadas por la luz suave que se colaba entre las cortinas del cuarto de la mujer. Faltaba la música del gramófono, el calor del mediodía y, bueno, absolutamente todo lo demás, pero eso bastaba para serenarla.

—¿Ves? —respondió abriendo un ojo, divertida, a Kradko. No divagaría más en recuerdos y se limitería a disfrutar del momento—. Además ese amarillo te queda muy bonito, Kradko.
Levantó las manos en cuanto Luci acabó y se las miró con alegría, agitándolas levemente para que el aire acelerase el secado.
—¡Muchas gracias Luci! —giró las manos en distintos ángulos para verlas mejor, sin llegar a juntar los dedos—. ¡Nácar! Me encanta. A mi me gustaría pintármelas de azul marino, uno muy oscuro. Queda muy bonito con los anillos dorados.

El rato se pasó ameno, con la granta absorta en los movimientos del pincel y el muevo amarillo de sus uñas. Para cuando sus compañeros llegasen, el esmalte de ninguno correría el riesgo de estropearse por roces.

Reina

Por extraña que pareciera la situación, Reina tomó su sitio y se mantuvo callada a medida que Luci laboraba entre los ahí reunidos. Por su parte, Reina tan solo quiso pintarse tres uñas, el pulgar, índice y corazón de su mano derecha. Aunque en un principio, aquellas habian sido sus uñas más cortas, ahora, por falta de propia manutención eran las que estaban mejor conservadas en comparación. Por algún motivo, otros pudieron traerse cosas consigo al ser secuestrados, pero no fue el caso de la nipona. De todas formas el Daeliciano sorprendió a la chica al mostrarse versado en como usar maquilalje. Quizás por la diferencia cultural, Reina no se esperaba que fuera así, pero por otra parte se percató que sus asumiciones eran basadas enteramente en prejuicios terricolas, así que simplemente hizo nota mental de ello y prosigió sin más.
—Gracias Peque.— le agradeció con una sonrisa observando el resultado con un giro grácil de su muñeca. Era cierto que echaba de menos algo así, un toque de normalidad en el caos de la ciudad. Si algo bueno podían sacar de aquello, era eso. —La verdad, hacia bastante que no me pintaba las uñas de un color resultón, mis propias uñas.— se corrijío con su debida explicación.— Normalmente solia usar postizas de quita y pon al salir. Pero esto es... ¿nostalgico?—

Luci vaticino que de volver al palacete se las pintaria de nacar. Un color más subliminal, más adulto por otra parte. Kahlo voceo su propia preferencia mientras que Kradko parecia feliz tan solo con participar. Reina se limitó a otra sonrisa mientras contemplaba la cuidadosa labor que Luci habia logrado. Por un instante, Reina se permitió mentirse a si misma y disfrutó del rato juntos, en lo que muchos podrían considerar una actividad de chicas, en la que ni todos los participantes eran mujeres o humanos si quiera. La nipona se lo pasó bien de cualquier forma.

El esmalte se adhirió perfectamente al exoesqueleto de Kradko y tanto eso como su comentario hicieron infinitamente feliz a Luci. Tal vez sí había alguna esperanza en que su compañera insectoide descubriese los caminos del Demiurgo.

Cuando acabó de pintarle las uñas a Kahlo y viendo que la pintura no había provocado ninguna reacción rara en Kradko le pintó algunos anillos más antes de pasar a Reina. Fue igual de cuidadoso con la japonesa, esforzándose en que su trabajo fuera lo más pulcro posible. Curiosamente no quiso pintarse más que tres uñas de una mano, algo que le pareció extraño pero que tal vez respondía a algún patrón específico o preferencia estética de la chica, por lo que no hizo ningún comentario al respecto.

-Las paredes de mi cuarto en Daelicia están pintadas de azul marino -comentó en respuesta a Kahlo -Es relajante y queda muy bien con mis lucecitas de noche.

Cuando acabó le cedió el botecito a la varmana. Sorprendentemente había suficiente pintura para un uso más aparte de ese, con lo cual podía reservarlo para alguna ocasión especial.

-Yo también he usado uñas postizas en alguna ocasión pero no me duraban mucho.

El presupuesto de Luci no daba para las uñas de porcelana o las postizas buenas que usaba su madre para las fiestas o el trabajo, y desde luego sus padres no estaban dispuestos a invertir dinero en un complemento que iba a perder o estropear en cuestión de minutos cuando podían regalarle esmaltes y similares.

El tiempo final de secado lo pasaron charlando de cosas insustanciales. Luci se lo pasó tan bien que la espera al regreso de los demás se le hizo corta, y cuando el grupo llegó todo fueron buenas noticias, por una y otra parte. Claro que una sesión de manicura no era tan impresionante como una biblioteca llena de libros raros y magia. El joven daeliciano los recibió con saltos y chillidos de alegría. ¡Habían encontrado magia! Y mejor aún, ¡habían encontrado posibles respuestas a todas las preguntas que llevaba haciéndose desde el primer día!

Las respuestas sobre la magia debían esperar, ya que ambos libros estaban escritos en un idioma que no podían entender y necesitaban traducirlos primero. Luci dejó esa tarea a otros miembros del grupo. No era mal estudiante pero las técnicas de aprendizaje de su escuela distaban mucho de pasar horas sentado delante de un texto por lo que sería demasiado lento o un estorbo. En su lugar se centró en el libro de mapas y el de historia (evitando el de monstruos por el momento).  Fueron esclarecedores y a la vez no; en el de mapas no aparecía su refugio, aunque encontraron muchos edificios de estructura similar repartidos por la ciudad por lo que dedujeron que el libro debía ser más antiguo que el propio torreón. Les costó mucho situarlo en el mapa, de hecho era altamente probable que lo hubieran situado mal pues apenas reconocieron edificios que pudieran usar de referencia. El castillo estaba, sin duda, y el edificio rojo gigantesco al que no habían querido ni acercarse, también el mar, las montañas y los pozos, y la biblioteca que parecía haber sido añadida posteriormente por otra persona. Había muchas localizaciones que le habían llamado poderosamente la atención tanto para bien como para mal, pero una sobre todas le producía una fuerte curiosidad: el cementerio. Sus compañeros le habían explicado lo que era un cementerio y le pareció fascinante. Quería ver cómo eran los cementerios pero a la vez le daba pavor imaginar cómo sería ese en concreto, teniendo en cuenta el historial de la ciudad. Esa idea se afianzó en cuanto empezó a leer el libro de historia.

Ya sabía que Rocavarancolia no era una ciudad amable, sin embargo su imaginación nunca podría haberse acercado a semejante nivel de horror. De entre palabras rimbombantes y recargadas sacaron que la ciudad había sido la capital de un imperio de conquistadores crueles y destructivos. Había descripciones excesivamente detalladas de batallas que le revolvieron el estómago, por lo que terminó por desechar el libro y conformarse con la información que le daban sus compañeros cuando ponían sus descubrimientos en común en las comidas.  

Apenas salió del torreón, no solo porque no le interesara especialmente explorar si no sabía a ciencia cierta que iban a encontrar algo interesante si no que además su energía había ido decreciendo. Sus siestas se hicieron más largas y cambiaba de sitio a menudo, pues parecía que un maldito olor a ceniza lo perseguía.

Su tiempo de ocio mejoró notablemente ahora que tenía más familiaridad con sus compañeros. Su proyecto de la estufa iba lento, y no podía dibujar a pesar de haber encontrado lápices y papel (en uno de esos escondites secretos repartidos por el torreón) porque las traducciones tenían prioridad. Sin embargo Kradko le había aceptado en sus sesiones de música y tocaban siempre que podían. Luci le enseñó los ritmos base de la música tradicional de su mundo y algunas canciones infantiles pero la mayoría del tiempo improvisaban y tocaban por diversión o para descargar estrés, incluso en algunos momentos a Luci llegó a no importarle tanto si sonaba bien.  Era catártico. También tuvo la oportunidad de hacer algunos experimentos en la cocina ahora que no había escasez de comida, como pasta con tomate, un plato que Alec y Adam tenían mucho interés en hacer. Les costó varios intentos dar con las cantidades pero al final consiguieron algo decente.

Una vez quedó claro que tardarían en aclarar el tema de la magia y que los libros no estaban siendo de mucha ayuda (al menos para Luci) hicieron un segundo viaje a la biblioteca. Al daeliciano le pareció… desconcertante. Era única, sin duda, no podía decir que fuera hermosa desde su punto de vista pero tampoco se acercaba ni mínimamente a algunas de las aberraciones que había visto en la ciudad. Por no ser no era ni práctica, tardaron un buen rato en encontrar libros que pudiesen leer y sirviesen para algo. Luci tuvo permiso para sacar uno de arte y arquitectura rocavarancolesas en el que se mencionaba una de las localizaciones que habían visto en el mapa: los jardines de la memoria.

Por pura casualidad se les ocurrió preguntarle a Biblios por material de escritura y el no fantasma les dio de muy mala gana algunos papeles y tinta que según sus palabras más les valía que les durase. Al daeliciano no le hizo tanta ilusión como a sus compañeros pues volvía a ser material que no podía usar hasta que acabasen las traducciones.

Ese día Luci despertó con los primeros rayos del sol. No gritó, se agarró el pecho con fuerza y tomó una bocanada de aire, con los ojos desorbitados y el corazón latiéndole a toda velocidad. Echó a correr, o más bien huyó tambaleándose de la habitación y bajó por las escaleras casi en trance. Fue un milagro que no se cayese. Cuando el aire frío que se colaba desde el patio le hizo tiritar se miró el pecho. Se miro la piel, los brazos y la tripa, se agarró el pelo. No brillaba, estaba normal.

-Solo ha sido un sueño, ha sido un sueño -se repitió con la voz estrangulada.

La vuelta al torreón fue sin problemas, y después de haber encontrado lo que estaban buscando los ánimos del grupo parecían haber mejorado. Desde luego, a Kolja aquel bestiario le parecía de lo más interesante, a pesar de no haber podido más que ojearlo de momento. Los que se habían quedado en el torreón se alegraron bastante de que todo hubiese ido sin problemas.

El resto del día y los consiguientes, a parte de cumplir con las obligaciones que se había impuesto, Kolja se fue leyendo los libros que habían traído, los que estuviesen en un idioma comprensible. El bestiario se tornó aun más interesante que en un primer momento, ya que no solo mostraba monstruos, sino figuras mitológicas y legendarias que ya conocía de la Tierra, vampiros, trasgos, momias, gárgolas e incluso valquirias. A parte de las descripciones y los puntos fuertes y débiles de aquellos mitos, cada una solía traer algunos párrafos de gente famosa que hubiese tenido aquella transformación y, a pesar de que no entendía que quería decir el autor con transformación, las historias eran increíbles. También se ojeo el libro de mapas y el de la historia de la ciudad, el cual le llamó mucho la atención. Le preguntó a Adam si podía prestárselo durante un tiempo, para poder leerlo más a fondo y ante la afirmativa del rusky, se lo agradeció y se fue a la muralla para empezarlo en aquel mismo momento.

Después de haber leído los dos libros detenidamente, una idea empezó a cobrar forma en su cabeza, una idea que no terminaba de gustarle y que de hecho tampoco terminaba de creerse, así que la descartó y la enterró hasta que tuviese más pruebas. Desde que habían descubierto la función de los cristales sangrantes, Kolja siempre solía tener uno en la mano y había cogido la costumbre de jugar con el, pasándoselo de dedo en dedo, como una moneda. Solía hacerlo cuando se sentaba en el sofá, con una pieza de fruta en una mano, mientras observaba a el equipo de traducción desesperar en alguno de los libros de magia. A pesar de los nulos resultados que habían podido mostrar hasta aquel momento, Kolja admiraba su dedicación. Desde luego, él se hubiese rendido a un abrir y cerrar de ojos.

Aquellas semanas del torreón apenas se oía un ruido, exceptuando cuando Kradko "practicaba" con su tambor, actividad a la que Luci también se acabó uniendo. Cuando aquellos dos empezaban a aporrear el puñetero instrumento, Kolja huía rápidamente al sótano, donde se sentaba en el banco de alguna de las celdas y con ayuda del cristal que estuviese cargando, continuaba con su lectura. No es que fuesen tan terribles, por lo menos no tanto después de que Luci le enseñase algunas canciones a la niña bicho, pero era un instrumento que por si solo le sacaba de sus casillas. Podía tener todo el ritmo que quisiese, pero por dios santo, ¿Que era de la melodía?

Aquel día el vikingo estaba durmiendo en el sofá, como de costumbre, cuando el niño chuche bajó las escaleras como un vendaval. Kolja, aún medio dormido, abrió un ojo para ver que pasaba, suponiendo que el daeliciano simplemente se habría despertado con ganas de visitar las letrinas, pero al oírlo hiperventilar, se levantó con un gruñido.

-Eh Luci ¿Todo bien?- preguntó, tapándose un bostezo con el codo.

Durante la vuelta Adam sostuvo el libro con firmeza. Aunque el sarcástico bibliotecario lo sacaba de sus casillas no pudo negar que les ofreció información util con la que entretenerse en el torreón. El ruso estuvo feliz por haber tenido una salida relativamente tranquila y, en la llegada, no pudo evitar suspirar de alivio.

Los siguientes días fueron relativamente calmados. Adam intentó ponerse a leer un poco el grueso que tomo prestado de la bibiloteca, pero su pereza al leer jugó en su contra. Con el paso del tiempo se rindió, accediendo a la petición de Kolja de tomarlo prestado. Durante varios de esos días intentó aprender a hacer pasta con Alec, siendo sus primeros intentos algo desastrosos pero comestibles. Una enorme alegría se llevó cuando le salieron sus primeros espaguetis, agradeciendo al escocés por sus enseñanzas culinarias.

Su entrenamiento continuó bajo la tutela del alemán, centrándose en disipar sus miedos proyectados en la espada y atacar con todo. Algunos días fueron durísimos para el ruso, teniendo horribles agujetas que lo tentaban a quedarse en cama todo el día pero la lucha constante de Adam por querer hacerse más fuerte eliminó su vagancia.

Durante uno de sus descansos un sonido muy familiar hizo levantar su cabeza. El tambor de Kradko resonó por el torreón y Adam, a toda prisa, fue a sentarse no muy cerca de Kradko y Luci para deleitarse del sonido. Aunque no era perfecto ni mucho menos, solo con escuchar el tambor en silencio le bastaba para tranquilizarlo. En ningún momento quiso participar en esa actividad, aunque deseaba enseñar a Kradko y Luci unos ritmos algo más estables que los que ellos tocaban, algo caóticos para su gusto. Una de sus escuchas fue interrumpida por una colérica Lethe, Adam se limitó a hacerle gestos amistosos de calma, esa mujer pájaro todavía le intimidaba y no poco.

En una de sus duchas post-entrenamiento, la lavarse la cara, noto pelo, mucho pelo. Cuando terminó tomó el pulido escudo de Alec para darse cuenta de que necesitaba un afeitado, su barba castaña ya era algo abundante y Adam retorció su gesto de disgusto, no le llamaba eso de tener pelo en casi toda su cara.

Durante aquella mañana los dolores musculares se superaron, en ese día a Adam le costará levantarse de su cama.

Durante el camino de vuelta el ochrorio estaba emocionado, hasta el punto de que si no hubiera llevado el bastón se habría puesto a ojear el grimorio mientras andaba. Para suerte del grupo y para él mismo, tuvo que esperar hasta que llegaron al torreón. Una vez allí pusieron al corriente al resto de la gran biblioteca, del bibliotecario y por supuesto les dieron la buena noticia sobre los libros que traían.  Se fijó poco después de que tanto Luci como Kahlo, Reina y Kradko se habían pintado las uñas, por lo que dijo con su habitual sonrisa: -Os sienta muy bien. Ha quedado bonito.- Es cierto que nunca iba a poder apreciar bien el tono real, pero podía acercarse más o menos.

A partir de ese momento, Chromsa se dedicó en cuerpo y alma en traducir uno de los dos libros sobre magia junto a Alyssa y Kahlo. Aunque antes de ponerse a ello se dieron cuenta de un detalle crucial: no tenían ningún lugar donde anotar la traducción (dado que en los propios libros no era una opción si no querían hacer enfadar a Biblios). Por suerte para todos, no pasó mucho tiempo hasta que Luci encontró en un hueco del torreón papel y unos cuantos palos de madera que permiten escribir como si fueran plumas o carboncillo. Según le contaron, se llamaban lápices y a los terrestres les sonaba algo que había escrito en ellos. Ya con todo preparado se dispusieron a empezar con las traducciones.

Las semanas que pasaron fueron muy laboriosas y para un ser corriente podría haber sido muy tedioso. Sin embargo, la emoción del ochrorio era tal que no le importaba pasarse días enteros pegado a la mesa donde estaba traduciendo si así conseguían hacer magia antes. Los únicos momentos del día de los que se separaba de la silla era para cuidar del huerto, para comer y para dormir. A pesar de ello y para amenizar el proceso solía conversar aunque fuera poco tiempo con sus dos compañeras, hablando de cualquier cosa que no fuera el trabajo que estaban haciendo o se ponía a tararear alguna cancioncilla popular de Ochroria cuando escuchaba a Kradko y a Luci tocar el tambor. En otro momento y si contaran con algún instrumento se habría unido aunque fuera por un rato. En los pequeños momentos que almorzaban y cenaban preguntaba al otro grupo de traductoras por sus avances a la vez que informaba de los suyos.

El tiempo pasaba y un grupo decidió salir de nuevo a la biblioteca tanto para quienes no fueron en el primer viaje tomaran prestado algún libro interesante como para ver si podían conseguir más material para escribir, el cual estaba escaseando. Chromsa decidió quedarse junto a Alyssa para avanzar en la traducción, pues en las páginas en las que se encontraban había varios dibujos de los cristales que había en la armería. Siguieron en su labor y cuando terminaron aquellas páginas se sorprendió. -Ésto... Tengo que comprobarlo.- dijo -Ahora vuelvo-. Bajó entonces a la armería y se dirigió al barril donde se encontraban todos los cristales. Cogió uno con cuidado y volvió a subir. Apartó un poco la silla en la que se había llevado días traduciendo con respecto a la mesa donde estaba el libro y se preparó. -Una... dos... y.... ¡tres!- contó mientras intentaba mantener la calma ante lo que iba a hacer. Al llegar a tres se pinchó la yema de su índice izquierdo, del cual salieron por supuesto unas cuantas gotas de sangre. Puso el dedo encima del cristal y observó como la sangre se adentraba en él y comenzaba a brillar. Miró las notas de lo que llevaban traducido y sonrió. -Ahora todo tiene sentido.- Fue a limpiarse la pequeña herida con la suerte de que el grupo volvió en ese momento. Con emoción, fue a su encuentro con el cristal en la mano y les contó lo ocurrido: -¡Tenemos buenas noticias! Ya sabemos para qué sirven estos cristales. Al parecer almacenan energía mágica de la persona que haya dado su sangre, por lo que si llevas varios podrías usar más hechizos que de costumbre. Si brillan indica que se están cargando, pero solo lo hacen con quién le haya dado la sangre. Después de estar cargados parece ser que los puede usar cualquiera, así que diría de que aquellos que fueran a intentar hacer magia cargaran unos cuantos para así tener una buena reserva para todos. Seguro que nos serán de ayuda.-

Unos días más tarde, a Chromsa le ocurrió algo muy raro. Se despertó el último y además tarde. Era comprensible por otra parte, pues la noche anterior había seguido avanzando hasta tarde en la traducción por su cuenta a la vez que hizo varios intentos de hacer los hechizos que el grupo de Lethe ya casi habían descifrados, aunque sin ningún éxito por parte del chico. Bajó saludando a quien se fue encontrando, fijándose que Lethe, Amira y Reina seguían traduciendo, y salió al patio en dirección a las letrinas. Al igual que le llevaba pasando desde hacía unas cuantas semanas, el tiempo que se llevaba allí dentro aumentó al costarle defecar. Empezaba a ser algo extraño, pero el ochrorio quería pensar que sería algo pasajero. -(Tal vez debería plantearme comer más frutas y verduras). pensó. Ya comía una buena cantidad antes, pero por supuesto no podía comparar lo que podía comer en su casa con lo que podían en aquella ciudad. Por suerte para el grupo, iban a tener más comida muy pronto. Mientras volvía al interior del torreón se fijó en que una parte del huerto ya estaba listo para recolectar. Zanahorias y lechugas que reconoció por ser de las semillas que tenía todavía en el zurrón estaban listas para ser recogidas. Además, el resto del cultivo iba también por buen camino e incluso se fijó en que las suculentas que se habían traído ya estaban bien crecidas.

Con un mejor humor debido a ello volvió a entrar pensando en cosechar las verduras que estaban listas. Las palabras de Lethe le llamaron mucho la atención. Estaban las tres de pie, destacando la chica pájaro por parecer sorprendida según veía el ochrorio al acercarse. Al ver la situación preguntó: -¿Eh? ¿Ha pasado algo?--

Luci se sobresaltó cuando oyó la voz de Kolja. Su cerebro había decidido olvidar que siempre dormía en el salón, o puede que directamente no había sido consciente hasta el momento de que estaba en la planta baja. Por un momento visualizó al Kolja del sueño y sintió miedo. Retrocedió un par de pasos hasta que su espalda dio con la pared de piedra, todavía respirando agitadamente y con las mejillas húmedas de llorar.

<<No, es Kolja, el Kolja de siempre. Todo ha sido un sueño, no era real >> se dijo mentalmente. Aun así no conseguía deshacerse de esa extraña sensación, la de que no había sido simplemente un sueño.

-Una pesadilla -intentó explicar entre sollozos -Ha sido horrible, estábais todos, y más gente que no conozco. Y tú… tú querías que los ejecutara. Y Kahlo también.

Se abrazó a sí mismo, temblando no sabía si por el frío o por el efecto residual de la pesadilla.