Torreón Silente

Recuerdo del primer mensaje :

Magia:

Luci estaba concentrado principalmente en poner un pie delante del otro. Se mantenía lejos de la cabeza del grupo y lejos de la cola, pues tenía miedo tanto de ser el primero en enfrentarse al paisaje como de quedarse rezagado. Aparte de sus pasos también prestaba atención a las tres personas que le habían dirigido la palabra, asegurándose de tener al menos una a su alcance en todo momento. El daeliciano necesitaba nuevos referentes a los que aferrarse.

En cuanto a la fealdad de la ciudad, Luci hacía grandes esfuerzos por ignorarla. La zona por la que avanzaban parecía cada vez más y más ruinosa y los pocos edificios que se tenían en pie eran verdaderas abominaciones. Entre semejante escombrera no tardaron en ver una torre alzarse, claramente nueva y en buenas condiciones pero igualmente horrenda en sus términos estéticos. Por mucho que lo deseara no le quedaba más remedio que aceptar que ese era el posible refugio que había divisado la persona emplumada pues no había ningún otro sitio donde meterse. Se le escapó un gemido lastimero.

La torre (o más bien torreón) era altísima, de piedra gris y salpicada de diminutas ventanitas que auguraban un interior oscuro y frío. El único adorno que tenía era un ¿reloj? Parecía un reloj pero Luci no era capaz de interpretar la hora que marcaba. Tenía un puente sujeto por cadenas sobre un foso. Al acercarse el pelirrosa comprobó con alivio que no había huesos en él aunque olía terriblemente mal. << ¿Es que todo en esa ciudad es desagradable?>> pensó angustiado, cubriéndose la nariz con el cuello del pijama. No sería el primero en entrar, pero tampoco el último, simplemente seguiría al grueso del grupo a pasitos inseguros.

Adam empezó a hacer un sonoro gesto de desagrado con los dientes cerrados y arrugando la nariz cuando Alec se cortó la mano con tanta normalidad, casi sintiendo en su propia palma el mismo dolor.

—Ughh… no hagas eso otra vez, por favor —imploró tras el improvisado ritual de sangre del escocés, aunque fue útil para determinar un poco mejor la función de esos cristales tan raros.

El ver a la mujer pájaro tan esresada no era normal. Prefirió callar a intentar hablar con ella para ver si se encontraba bien, tenía un poco de miedo a Lethe.

Dio la razón a Kahlo en ir a desayunar abajo con calma. Ya tranquilo, mientras desayunaba, contó a los demás el horrible sueño que tuvo sobre ellos enfatizando en que no serían capaces de hacer nada parecido, lo dijo con una sonrisa incómoda.

Planearon una salida para el día siguiente. Adam, ni corto ni perezoso, aceptó con la intención de ayudar gracias a las enseñanzas de Kolja.

Esa misma tarde la dedicó a hablar con Kolja, quien quería hablar con el ruso.

No soñó nada durante la noche, cosa que agradeció con un sonoro bostezo mañanero dando comienzo a un nuevo día en aquel absurdo mundo. Fue por su cuenta sin levantar a nadie a por un poco de agua y así hacer un poco de tiempo para que todos se levantasen, aprovechando para saludar a los que ya estaban despiertos.

-Pues sí, algo así por ejemplo.- respondió a Luci. -Estaría bien, seguro que nos facilita un poco las cosas. Y sí, hoy será mejor descansar.- añadió al comentario de Kolja. Al ochrorio le llenaba de emoción la idea de que pronto podrían conseguir magia. Por fin iban a conseguirlo algo que les habían prometido al comienzo de todo.

Por otra parte, Lethe estaba muy rara aquella mañana. Desde luego era complicado de creer que hubiera visto a Kahlo entrar en la habitación volando cuando todos la habían visto entrar sin nada extraño. -(¿Un mal sueño quizás?)- pensó. Al menos no era la única, ya que Adam también parecía haber tenido una pesadilla.

El asunto de los cristales siguió adelante cuando Luci volvió a cogerlo y volvió a brillar. Alec volvió poco después con otro de ellos para hacer un experimento que a Chromsa no le gustó mucho. Tenía que reconocer que para cortarse uno mismo se tenía que tener mucha fuerza de voluntad, pero aun así no entendía el por qué hacerse daño a propósito. El resultado si le llamó la atención. Cristales que se unían a un ser a través de su sangre, desde luego tenía que tener algún motivo.

Mientras pensaba en alguna teoría sobre para qué podían servir, Kahlo le recordó algo: no habían desayunado todavía. -Es buena idea. Nos vendrá bien hablar las cosas con calma.- dijo.

Ya abajo, hablaron del sueño de Adam y de la expedición del día siguiente. Era entendible que el terrestre estuviera tan asustado al despertarse con semejante sueño, aunque el ochrorio estaba bastante seguro de que no era algo que ninguno se plantearía hacer. Y también entendió el por qué de aquel abrazo. Era curioso pensar que le caía tan bien a Adam que ni siquiera en un sueño en que tenía a todo el torreón en contra el ochrorio fuera malo. De la expedición se planeó ir hacia el norte y Chromsa se apuntó sin dudarlo. No iba a perderse la posibilidad de aprender magia por nada.

El resto del día simplemente se dedicó a cuidar del huerto y a charlar con el resto si no estaban ocupados. Hubo en todo caso algo que le llamó la atención aquella tarde y fue su visita a las letrinas. Se extrañó un poco con lo que ocurrió. El ochrorio no recordaba llevarse tanto tiempo para "evacuar" como aquel día. Aun así tampoco era tantísimo, pero si más de lo que uno esperaría. Bueno, no creo que sea grave porque ocurra una sola vez.- se dijo para sí mismo.

A la mañana siguiente se levantó temprano como de costumbre. Saludó a los que ya estaban abajo y desayunó con cierta rapidez debido a a la emoción por la expedición. Después terminó de prepararse, cogió su bastón y ya delante de la puerta anunció: -Yo estoy listo. En cuanto estéis habría que ponerse en marcha.-

Alec levantó la vista cuando Adam se dirigió a él y observó las caras de sus compañeros.

-Oh, perdón. No pensé que... - dijo apretándose la herida.- No os preocupéis, no duele casi y apenas sangra - dijo creyendo que estaban preocupados por él.- Sí, vamos a comer algo - convino.

Durante el desayuno hablaron sobre la magia y la posibilidad de buscar en alguno de los edificios que se veían enteros por la ciudad. También Adam contó un sueño que había tenido.

-Claro que no vamos a envenenarlos - afirmó categóricamente el escocés.- No me opondría a eliminar al lagarto gigante ese si nos da muchos problemas, pero no iría contra gente que no me ha hecho nada.

Por lo demás el día continuó con toda la normalidad para el joven. Entró de forma más ligera por la herida, y pasó gran parte en la azotea.

Al día siguiente desayunó con normalidad y se preparó para salir. Luci se quedaba allí por el pie, el escocés esperaba que no se aburriese mucho en la ausencia del resto.

El desayuno fue extraño para la enderth. Todavía seguía dándole vueltas a aquellas visiones y no participó demasiado en la conversación. Arqueó una ceja cuando Adam les explicó su sueño, guardándose para sí el decir que ella no se hubiese opuesto a tratar de evenenar al lagarto psicópata. Aunque desde luego no hubiese actuado como describía el humano que lo habían hecho en su pesadilla. No pretendía ni asesinar inocentes ni tomar decisiones por cuenta propia teniendo en cuenta que todos se encontraban en el mismo barco de pesca. Comió en silencio y así se mantuvo en gran medida el resto del día.

Por suerte para ella la mañana siguiente fue normal, sin Kahlos voladoras ni sonidos de flauta acompañando a una Kradko imaginaria tocando su tambor. Con la distancia de un día entre medias se sentía un poco más inclinada a pensar que hubiese sido alguna clase de sueño muy extraño, aunque todavía no las tenía del todo consigo.

En cuanto se propuso salir la enderth fue de las primeras en confirmar su participación y no tardó mucho en colocarse junto a la puerta a la espera de que todos estuviesen listos. Tal vez no hubiese prestado demasiada atención el día anterior, pero si de verdad existía una posibilidad de conseguir realizar magia como la que el esqueleto había usado con Kolja podrían tener una gran ventaja de supervivencia.

La conversación pasó a la planta principal junto con el desayuno, pero Kahlo seguía algo incómoda por todo; quizás no tanto como Lethe, pero sí paranóica con las paredes que les rodeaban. Adam confirmó que había tenido un mal sueño -«¿dos en una noche? Mal presagio»- pero para sacarla de dudas el día continuó con total normalidad.

No se apuntó a la salida del día siguiente, no porque no quisiese, le había perdido parte del miedo irracional inicial a la ciudad, sino porque ya iba un grupo bastante numeroso y alguien tenía que quedarse con Luci y Kradko dentro. Además, debía de admitir que un poco de paz y privacidad en el torreón sentaba bien de vez en cuando... siempre que nada acabase mal.

Kahlo bajó al salón, habiendo dejado la ropa recién lavada en respectivas habitaciones. Se sentó en el sofá, admirándose las uñas con pesar. El precioso esmalte azabache que llevaba se había desconchado casi por completo, pero la pintura en el centro de sus uñas seguía bien aferrada. Le daba lástima quitársela, pero lo cierto es que le daba un aspecto zarrapastroso.

—¿Cómo va tu pie, Luci? —alzó la vista al daeliciano, dejando las manos sobre su regazo.

Luci estaba tirado en el sofá con los pies sobre una mesita. Estaba tremendamente aburrido y se le notaba en la cara. ¿Quién le habría dicho que tener que andar a la pata coja le impidiese hacer tantas tareas? O más bien que no tenía los materiales necesarios para hacer cualquier cosa que no requiriese andar por todo el torreón. Echaba de menos sus lápices y sus cuadernos. No tenía a Kradko en su campo de visión y le daba tremenda pereza gritar para llamar su atención. Por suerte, Kahlo apareció en el salón y se sentó a su lado. Al menos tendría con quien hablar.

-Mi pie está bien, gracias -respondió -Pica un poco pero no duele si no lo apoyo (y tampoco duele tanto)

Se dejó caer de lado, quedando acostado sobre el sofá con las piernas por alto y la cabeza más cerca de Kahlo.

-¿Crees que podremos volver pronto al palacete? -preguntó mirándola desde abajo. Sabía que era arriesgado y que el grupo tenía otras prioridades, pero soñaba con ese lugar a todas horas, era lo más bonito de la ciudad.

—Si pica es que está cicatrizando ya, es buena señal —dijo con una sonrisa—. Menos mal que fue poca cosa. En unos días seguro que puedes volver a dar brincos.

Se acercó a Luci lo justo para poder apartarle el pelo de la cara desde el sitio. Con la mención al palacete expulsó el aire por la nariz en un suspiro suave.

—Ojalá que pronto. Hay gente que no lo ha visto y llevamos unos días sin encontrarnos nada malo, no creo que una segunda visita sea mala idea... —nada más decir eso recordó el despertar tan raro que habían tenido ayer, pero escurrió el pensamiento rápido de su mente. Tenía la esperanza de que la salida que habían hecho esa mañana saldría bien—. Si es por arreglar barbas con casi toda la certeza tenemos al menos a dos dispuestos a ir. A lo mejor bañarnos es un poco arriesgado, pero cuando volvamos yo pienso darme un tratamiento de belleza digno de una novia —cerró los ojos al llevarse ambas manos a la cara con una sonrisita, acariciándose los pómulos como si ya tuviera la crema entre los dedos—. ¡Y maquillarme otra vez, y arreglarme las uñas!
Una suave risita se le escapó al notarse emocionada con solo pensarlo. Apenas habían entrado en dos (algunos tres) habitaciones de a saber cuantas, quien sabe cuantas cosas les quedaban por descubrir dentro.

Luci asintió a las palabras de Kahlo. Si conseguía almohadillar el pie bien sabía que estaría dando brincos incluso antes. Luci llevaba bien las largas temporadas de inactividad mientras no fuera algo impuesto, entonces le surgían unas ganas inexplicables de hacer de todo. Cerró los ojos y permitió que la varmana le arreglase el pelo. Echaba mucho de menos que le tocasen el pelo, aunque no iba a reconocerlo en voz alta.

Al abrir los ojos se fijó en las uñas desconchadas de Kahlo. Luci se había quitado el esmalte en el instante en el que empezó a agrietarse. Se había dicho a sí mismo que volverían pronto y que podría pintárselas otra vez. Gracias a esa idea ni se había planteado usar el suyo propio. Se miró las manos.

-A mi también me gustaría. Necesito una manicura, tanto fregar me está detrozando las uñas -suspiró -Y el esmalte no dura nada. Pensé que si usábamos el del palacete no tendría que gastar el mío, pero aun si tardamos en volver…

Luci no sabía cuánto tiempo estarían allí. Las mujeres feas de la plaza habían dicho que hasta la Luna Roja, pero el Demiurgo sabría cuando sería eso (si es que no estaban mintiendo también). No es que tuviera ninguna ocasión especial o evento para el que tuviera que arreglarse, pero el no poder dedicarle el tiempo y los recursos que habituaba a su aspecto le daba ansiedad.

Kahlo apretó los labios al recordar lo mucho que le duraba la manicura en Varmania. En casa no tenía que hacer la colada ni lavar los platos, así que sus uñas solo recibían imperfecciones por el paso del tiempo o sus baños de agua caliente. Ahora no solo había perdido color, también las llevaba tan cortas como los campesinos, pues con la cantidad de suciedad que se acumulaba en el torreón llevarlas largas era un ruego a que se alojase la roña en ellas. Le llamó la atención que Luci mencionase un pintauñas "suyo", pestañeando varias veces al verle antes de decir nada.

—¿Tienes pintauñas? —preguntó ladeando la cabeza. Entendía que el daeliciano no hubiera dicho nada por no querer gastarlo, ella no habría querido compartirlo de estar en su lugar, y entendiendo el sentimiento se aseguraría de dejar claro que no tenía porqué sacarlo—. Seguro que volvemos pronto, no te preocupes. Si todo ha ido bien cuando vuelvan se lo proponemos —sonrió. Aun así saber que había un pintauñas bajo ese mismo techo era toda una tentación, y por curiosidad preguntó—: ¿De qué color es el tuyo?

-¡Si! Lo llevaba en el bolsillo del pijama cuando me secuestraron Mi pijama tiene bolsillos grandes y siempre los lleno de cosas y luego se me olvida… -Luci pensó que era un verdadero milagro (y una pena) que no se hubiese llevado el termo entero de chocolate metido en el bolsillo -Es amarillo y también tengo purpurina. Lo llevaba el primer día, no sé si te fijaste. ¡Espera que te lo enseño!

Luci se incorporó y se levantó del sofá con cuidado de no apoyar el pie herido en el suelo. Con toda la gracia de la que era capaz se fue dando pequeños saltitos hacia la escalera a una velocidad desesperantemente lenta hasta que Kahlo fue en su ayuda. Subieron al dormitorio comunal y allí Luci presionó la piedra que abría el compartimento secreto de la pared donde guardaba sus cosas. No es que fueran secretas ni temiera que sus compañeros las cogiesen pero le hacía ilusión usar el compartimento. Dentro estaba el botecito de pintauñas, el de purpurina, otro de lubricante de fresa que no había usado más que para olerlo desde que llegaron a la ciudad y la pluma de estirge que le dio Evelhan la noche de su cosecha. Le tendió el pintauñas a Kahlo.

-Es uno de mis colores favoritos.

—¡Que suerte! Ojalá yo me hubiera traido el mío —se miró sus propias uñas en gesto afligido. Ese esmalte era su favorito, y aunque su madre la había regañado por haberse pintado las uñas de negro el día de la fiesta con su prometido, a ella le había dado igual: "¡ponte un color más amable!”. Sonrió para sus adentros. A lo mejor ya era hora de hacerle caso—. Oh, el amarillo es un color precioso. Uy, Luci, ten cuidado...

Aunque el chico parecía estar cargado de energía Kahlo no tardó en ayudarle a subir. Si subía las escaleras dando brincos, a parte de llegar arriba tras 15 minutos, lo más probable es que terminase mal. Ya en la planta de las habitaciones dejó que Luci guiase, observando en silencio como presionaba una de las trampillas de la pared. Sonrió ligeramente. Ella también usaba uno así en su cuarto para esconder todas sus joyas: por mucho que no hubiera manera de que les fueran útiles ahí eran algo demasiado preciado para ella como para dejarlas a la vista mientras no las llevase puestas. Observó el tesoro de Luci sin comentar nada hasta que le tendió el pintauñas, dándole vueltas para verlo mejor.

—Es muy alegre. Se parece a ti —comentó con gracia. Luego cerró un ojo y puso el pintauñas a cierta altura de su visión para compararlo con Luci—. Combina bien con tu piel —bajó la mano y reabrió el ojo, sonriendo—. Yo en casa tenía un gabinete lleeeeno de colores. Verdes, morados, azules... tenía uno que brillaba como el oro, te habría encantado. Me lo regalaron por mi cumpleaños del año pasado. Me gustaba tanto que me daba pena usarlo y nunca lo gasté. ¿Crees que este pegaría con mi piel? —puso el frasquito al lado de su muñeca para comparar tonalidades. Si se ponía todas las joyas se vería redundantemente amarillo, eso seguro. Con una risita suave le devolvió el bote a Luci.[/color]

-¡Gracias! -Luci se sonrojó en un color muy poco natural para cualquier no daeliciano. Dejó que Kahlo inspeccionara el botecito. Ya lo había esperado después de verla con sus joyas pero lo cierto es que el color del pintauñas hacía un contraste precioso con su piel oscura -Te quedaría ideal. Yo no tenía tantos colores porque al final siempre acabo usando los mismos y cuando quería probar algo nuevo le pedía prestado a mis amigos.

Era frecuente que en sus reuniones acabasen intercambiándose ropa y prestándose complementos y maquillaje, de hecho era la principal motivación de Luci para quedar con sus amigos. Ver a Kahlo tan contenta con el pintauñas le planteó un dilema. No quería gastar su único pintauñas y uno de los pocos recuerdos de su hogar, sin embargo era una ocasión perfecta para echar un rato agradable. No sabía cuándo podrían ir al palacete a probarse maquillaje y tampoco sabía cómo de feo era insistir para salir a por algo que tenían allí en ese momento. << Qué tontería, no es un artículo de exposición. Y si no lo uso se va a secar todo y echar a perder >> se dijo finalmente para convencerse. Cogió el bote de purpurina y cerró el compartimento.

-Vamos a pintarnos las uñas ahora -dijo con decisión poniéndose en pie -No es dorado pero seguro que con algo de purpurina puede quedar igual de bonito. ¡Les daremos una sorpresa a los demás cuando vuelvan!

Kradko llevaba ya un buen tiempo tocando en lo alto del torreón, sentada en el borde de la repisa. Su ritmo y tempo imperfectos pero entusiastas, su canción no escrita. En algún momento empezó a tocar algún ritmo familiar, pero demasiado lejano en su memoria para reproducirlo en su totalidad. A pesar de ello, logró hacer lo que le pareció una aproximación satisfactoria.

Pero incluso el tambor podía acabar aburriéndola después de un buen rato. Miró hacia abajo y su primer impulso fue dejarse llevar y bajar escalando, pero se lo pensó dos veces antes de hacerlo. No quería arriesgarse a perder el instrumento que justo se acababa de fabricar. Bastante le había costado. Además, no sería una buena forma de agradecer a Chromsa la ayuda. No le quedaba más que decantarse por las aburridas escaleras. Se preguntó cómo podía vivir el resto con la idea de haber tomado e ir a tomar para el resto de su vida las escaleras. Bueno, tal vez con la excepción de Qirra.

Mientras bajaba oyó a Kahlo y Luci en el dormitorio, quienes parecían bien enfrascados en algo. La pequeña se acercó en silencio sin pretenderlo. Cuando estuvo cerca de ellas y pudo distinguir aquello de lo que hablaban, habló de repente.

—¿Por qué os pintáis las uñas? ¡Anda ese color es muuuy bonito!

Kahlo observó como las mejillas de Luci se azulaban. Sabía que su sangre era azul por el incidente del día anterior, pero eso no le quitaba peculiaridad.
—Gracias —respondió, sonriendo suavemente—. En realidad a mi también me pasaba. Terminaba usando siempre los mismos, pero no podía resistir la tentación de comprar un color nuevo cada vez que los veía en las tiendas —el concepto de compartir sí que era relativamente nuevo para ella, por eso cuando Luci reafirmó el plan dudó. No quería decirle que no, pero le daba apuro que gastase su pintauñas—. ¿Seguro, Luci? A mi no me importa esperar, de verdad.

Se levantó tras él, en realidad bastante animada. Tendría que poner un poco de agua a calentar para quitarse el esmalte restante sin destrozarse las uñas en seco. La voz de Kradko le sacó de sus pensamientos con un leve sobresalto que se reflejó en un suspiro indignado. Ya entendía porqué su madre odiaba cuando de pequeños ella y su hermano aparecían detrás suya sin hacer ruido. Se esforzó en no rodar los ojos: era otra de esas preguntas que no esperaba que la insecto entendiese, como llevar ropa o bañarse.

—Kradko, por las raíces más viejas, no nos des esos sustos —suspiró otra vez. Al responder lo hizo con calma—. Por lo mismo por lo que nos arreglamos, comemos cosas ricas pudiendo comer cosas simples y nos peinamos. ¿Tú por qué tocas el tambor? ¿Necesitas un motivo?

-¡Claro! -aseguró Luci -No tiene sentido guardarlo si al final va a estropearse y no lo voy a poder usar.

Estaba convencido, sería divertido, y si pasaban un buen rato el pintauñas habría cumplido su misión.

Fue una suerte que ya se hubiera agarrado a Kahlo como apoyo porque la aparición repentina de Kradko le dió un buen susto. Ni siquiera se había dado cuenta cuando la clinger había parado de tocar el tambor.

-¡Kradko, llama a la puerta! -se quejó. -Y nos pintamos las uñas porque queda bonito. ¿Quieres probar?

Luci había desistido de intentar explicarle nada algunos de sus compañeros cosas sobre estética, pues estaba claro que no iban a entenderlo, pero eso no significaba que fuera a excluirlos de sus actividades. Kradko no tenía uñas, además les había explicado que usaba su caparazón para respirar así que no sabía muy bien cómo podría usar el pintauñas con ella. Tendrían que ponerse creativos. Por lo pronto bajarían de vuelta al salón para acomodarse en el sofá.

Reina

Soltó tras el breve impás que la cuerda pasó por su codo. La flecha surcó el aire y golpeó otra diana improvisada, un poco fuera del centro, pero un impacto directo. Ceremonial, Reina bajó el arco, cambió la postura de los pies y se relajo. Un suspiro se peleó entre sus labios pero finalmente se dejó salir a medida que su mente perdia el centro y se desconcentraba. Ni aunque practicase lograba mejorar aquello. Lo achacaba, como de costumbre ya, a la situación en la que se encontraban. Sentia los músculos tensos, especialmente en la espalda y nuca. Quizás debería corregirlo con más ejercicio, pero tampoco creia que se podía achacar a estar en mala forma, sino era fruto de su propio bloqueo mental. No entendia como los demás podían relajarse así. Especialmente cuando aquellos que se quedaban aguardaban por la vuelta de los demás.
Pensar en que era posible no volver a oir de los grupos que salian le estremeció y decidió dejarlo ahí. Bajó la punta del arco y destensó la cuerda con la ayuda del pie. Su mirada absorta, realizó las mociones sin mirar demasiado lo que hacia, memoria muscular y demás funcionando en piloto automático mientras Reina, de nuevo, se absorbió en contemplación interna.

La nipona anduvo hacia la armeria, donde pensaba recoger todo lo que habia sacado, pero algo le sacó de su parsimonia. Más arriba, en uno de los cuartos, podía oir las voces de Luci, de Kahlo e incluso la de Kradko. Parecian estar jugando o algo parecido, por el ánimo de sus voces, pero no dedicó mucho más oido a ello dado que apenas se podia entender lo que decian. Tras recoger, se airó el pelo e intentó asearse lo mejor posible dadas las condiciones. Tenia un repuesto de aquella ropa del torreón, vieja y algo descosida, pero sin duda la estaban mantenindo usable. Se cambió a la muda limpia y dejó el baño, dudando que hacer con el resto del día. Estar ociosa no le sentaba bien, no era ella. No podía simplemente estarse quieta y disfrutar un momento sin nada que hacer. Quizás por ello comenzó a subir las escaleras, un breve rato más tarde de Kradko entrando y llamó a la puerta, lentamente espaciandola para poder sacar la cabeza y saludarles.

—Os lo estais pasando bien, eh. ¿Qué andais haciendo?— Preguntó, aunque prontó se encontró con la respuesta por si misma —¡Ah os estais pintando las uñas! ¿Os importa si me uno?—

Kradko rio un poco por lo bajo al haberlas asustado. No era algo que hubiera planeado, pero igualmente sus reacciones fueron graciosas. Aunque no entendió muy bien lo de llamar a la puerta. ¿Para qué hacer ruido cuando puedes dar un susto? ¡Menudo desperdicio!

—Yo toco porque es divertido… Yo pensaba que eso de peinaros los pelos de la cabeza era como lo que hace Lethe que se acicala. ¿Es divertido pintarse las uñas?

La pequeña lo comparó en su cabeza a pintar sobre otras superficies. Reconocía que aquello podía ser divertido, pero las uñas de los mamíferos eran tan pequeñas que no veía dónde estaba la gracia. ¡Si al menos pintaran las uñas de un dinosaurio lo entendería!

—Pero yo no tengo uñas… —respondió al ofrecimiento de Luci mientras alzaba sus manos para demostrarlo. Aunque les estuviera mostrando las palmas.

Al cabo de un rato llegó Reina, quien quería unirse a la «supuesta» diversión. La saludó, pero no respondió a su pregunta. Aunque tampoco vio ningún problema, ella también acababa de llegar.