Torreón Silente

Recuerdo del primer mensaje :

Magia:

Luci estaba concentrado principalmente en poner un pie delante del otro. Se mantenía lejos de la cabeza del grupo y lejos de la cola, pues tenía miedo tanto de ser el primero en enfrentarse al paisaje como de quedarse rezagado. Aparte de sus pasos también prestaba atención a las tres personas que le habían dirigido la palabra, asegurándose de tener al menos una a su alcance en todo momento. El daeliciano necesitaba nuevos referentes a los que aferrarse.

En cuanto a la fealdad de la ciudad, Luci hacía grandes esfuerzos por ignorarla. La zona por la que avanzaban parecía cada vez más y más ruinosa y los pocos edificios que se tenían en pie eran verdaderas abominaciones. Entre semejante escombrera no tardaron en ver una torre alzarse, claramente nueva y en buenas condiciones pero igualmente horrenda en sus términos estéticos. Por mucho que lo deseara no le quedaba más remedio que aceptar que ese era el posible refugio que había divisado la persona emplumada pues no había ningún otro sitio donde meterse. Se le escapó un gemido lastimero.

La torre (o más bien torreón) era altísima, de piedra gris y salpicada de diminutas ventanitas que auguraban un interior oscuro y frío. El único adorno que tenía era un ¿reloj? Parecía un reloj pero Luci no era capaz de interpretar la hora que marcaba. Tenía un puente sujeto por cadenas sobre un foso. Al acercarse el pelirrosa comprobó con alivio que no había huesos en él aunque olía terriblemente mal. << ¿Es que todo en esa ciudad es desagradable?>> pensó angustiado, cubriéndose la nariz con el cuello del pijama. No sería el primero en entrar, pero tampoco el último, simplemente seguiría al grueso del grupo a pasitos inseguros.

Reina

La nipona esperó el retorno de sus compañeros con cierto nerviosismo. Si bien no habia tenido la sonrisa de Luci al bajar, deseaba no encontrarse nada mal. Escuchó la noticia de la reaparición de aquella criatura con ojos velados. Distraida, se recolocaba el pelo, absorta en sus pensamientos, un debate filosófico de consumo personal. Pequeños bocados ácidos que retocian su consciencia. Pero al final, tras hervirlo en silencio durante un buen rato, llegó a la conclusión, que era o ellos o la criatura. Colocandose el pelo detrás de la oreja, decidió tomar la palabra hacia la Enderth.
—Yo te acompaño a los pozos si hace falta.— comenzó sin dudar. No temia tanto a la criatura como a la incertidumbre de la ciudad. Y se proponia ir armada, por supuesto. —Respondiendo a tu pregunta, el concepto de flecha de fuego es... una de fabricación y empleo un tanto problemático. No solo no disponemos de material flamable o explosivo, sino que, al disparar flechas en llamas, gran parte de las veces estas se apagan en el aire. Y aun que lograse apuntar, alcanzar y derribar las velas, con la consiguiente nave, no creo que sea la idea del siglo. Personalmente, pienso que tendríamos una mayor oportunidad tratando de pescar las cestas cuando empiece a descender. Si nuestros captores se tomasen un gesto así como un ataque, podríamos provocar su ira, y hasta el momento no sabemos de que son realmente capaces.—

Cierto era, que ellos les habian proporcionado armamento. Medieval, pero armamento. Reina todavia tenia sus dudas al respecto de la presencia de las armas en el torreón. Parecian muy a drede y no terminaba de comprarse la idea de que estaban ahí para la autodefensa. O al menos, no como motivo principal. Suspiró, se habia quedado embobada unos segundos, de nuevo.

—Bien podemos estar ante una situación de un gigante durmiente y al atacar la bañera, podríamos vernos en verdaderos problemas. Hay que ser más prudentes.—

En seguida vio Kradko que lo mejor que podía hacer al día siguiente era ayudar a bajar la comida de la bañera que volaba. Sí, tal vez no podía volar como Qirra, pero aún así podía llegar más lejos que cualquiera de los presentes en el aire. A menos que lo que sabía sobre los Enderth fuera mentira y en realidad pudieran volar. La pequeña nunca había visto a uno volando, así que descartó pronto la idea.

Algunos se pusieron con la cena mientras otros seguían debatiendo sobre el plan de acción. Escuchó la disculpa de Qirra y sintió un ligero escalofrío al oír que solo comía carne. «¿Comerá también insectos? Oh no…», pensó. Antes de que pudiera más rienda suelta a su imaginación, la bicha se percató de que había ignorado por completo el descubrimiento de Luci. Pensaba disculparse en cuanto pudiera. Ya veremos si lo va a acabar recordando.

Prestó más atención al debate sobre las bañeras. Cada plan que se proponía le parecía bien, realizable, hasta que otro lo desmontaba con motivos también razonables. «A este ritmo me quedo sin comida ninguna mañana», pensó al ver que ninguna propuesta salía adelante. En aquel preciso momento, un instante en el tiempo verdaderamente excepcional, se le ocurrió una idea. Algo que le parecía que podría funcionar.

Sí, a veces incluso Kradko tiene ideas.

—¿Y si… —vio que no se le estaba prestando mucha atención, así que alzó la voz— ¡Ehh! ¡Tengo una idea! ¿Y si Qirra vuela hasta las bañeras y ata la cuerda? Puedo bajar comida si llega.

Le agradó comprobar que no era la única que veía buena idea volver a los pozos al día siguiente y asintió a todo lo que había dicho Amira.
—Eso es lo que creo… y espero. No creo que ni siquiera alguien como él se arriesgase a salir a diario —añadió a lo dicho por la chica dando unos cuantos pasos en el poco espacio que había entre la cocina de leña y la mesa.
Atendió atentamente a las respuestas que recibió tanto de Kolja como de Reina y por primera vez se vio completamente de acuerdo con el humano.
>>Estoy de acuerdo: además podría ser peligroso para Qirra y Kradko que intenten algo así sin más información. Depende de vosotros lo que queráis intentar mañana, pero tal vez sería mejor no tomar muchos riesgos —miró hacia la clinger, que parecía dispuesta a lanzarse a ello a pesar de la opinión de los humanos.
No se había girado hacia Kolja en ningún momento, pero sus palabras también iban dirigidas a él: por una vez no parecía querer lanzarse de cabeza al peligro y no iba a ser ella quien se burlase del cambio positivo.

Así pues dedicaron el resto del día a organizarse para el día siguiente. A Lethe le acompañarían Alec y Amira, mientras que un grupo intentaría seguir la ruta de una segunda bañera. Kolja haría tal y como había dicho y comprobaría qué se podría hacer respecto a tratar de atrapar las provisiones antes de que descendiesen de los vehículos. Fuera como fuese la prioridad de la enderth iba a ser volver de una pieza, pero tenía la esperanza de que cubriendo varios frentes pudiesen hacerse con provisiones.

oofQirra aceptó a quedarse con Kolja para ayudarle con el tema de las bañeras. No tenía intención de lanzarse a por las cestas a la primera de cambio, sobre todo teniendo en cuenta lo peligroso que podría ser, pero echar un ojo algo más de cerca no tenía por qué suponer riesgo alguno. La idea de Kradko le pareció muy acertada y se lo hizo saber, pero coincidió con el resto y prefirió no hurgar demasiado en aquellas cosas voladoras antes de saber las consecuencias que tendría.
oof
oofCuando acabó de cenar, se despidió del resto y subió a los dormitorios. Se metió bajo una cama a descansar. No tenía claro si sobre ella dormiría alguien, pero estaba mentalmente agotada y no tenía intención alguna de lidiar con sus propios pensamientos durante mucho más tiempo. Ya lo tenían todo planeado, así que era un sinsentido seguir dándole vueltas a lo de mañana.
oof— Todo saldrá bien…

El grueso del grupo continuó intercambiando ideas y planes incluso pasada la comida. Luci frunció el ceño cada vez que su plan de visitar el jardín se echaba atrás, pero no hizo ningún comentario porque en el fondo sabía que tenían toda la razón; nada les aseguraba que pudiesen sacar algo de ese jardín, era más sensato acudir a fuentes de comida fiables que ya conocían. Aun así prácticamente todos habían mostrado cierto interés y estaban de acuerdo en investigarlo más adelante. A Luci eso le bastaba. Fantaseó con Kahlo y Chromsa sobre lo que podrían encontrar, hablando por supuesto de flores y frutas de su mundo de las que no había visto rastro ni siquiera en las cestas. Paró en cuanto se dio cuenta de lo mucho que las añoraba a pesar de llevar allí solo un par de días.

El resto del día estuvo atento a las planificaciones, aunque en cuanto vio que no podía aportar demasiado se escapó a la azotea. Estuvo mirando al horizonte hasta que el sol empezó a bajar y tuvo que ir a recoger la ropa del tendal. Cuando llegó la hora de dormir le costó horrores conciliar el sueño. Al día siguiente iban a decidirse muchas cosas y se confirmaría cómo de mala iba a ser su situación en adelante.

Alec comió algo rápido y después de planear las cosas para el día siguiente desapareció escaleras abajo. Tenía trabajo.

Rebuscó por toda la armería en busca de un escudo de metal y plano que pudiera usar para su proyecto. Le costó dar con uno que fuese lo suficientemente plano, muchos eran ligeramente ovalados y eso distorsionaría la imagen. Cuando lo encontró empezó su otra búsqueda, una piedra de pulir. En aquel almacén de armas debía haber alguna, era algo básico, como el abono para las plantas en la granja. Tardó en dar con ella pues estaba enterrada al fondo de un arcón y con la poca iluminación del sótano no veía bien.

Se puso al trabajo y tras varias horas pasando la piedra por la superficie del escudo éste reflejaba las cosas. Mal, como cuando sales de la ducha y te miras a un espejo empañado, pero las reflejaba. Con unas cuantas horas más de trabajo estaría bien para usarlo como espejo.

Guardó las cosas en un arcón para continuar al día siguiente y subió silbando de buen humor. Cenó algo rápido, les deseó buenas noches al resto y se echó a dormir con su habitual falta de ropa. Fue el día que más rápido se durmió en lo que llevaba en la ciudad, quizá por las emociones del día, quizá porque el día anterior no había dormido nada. Lo más probable fuera un cúmulo de ambas.

La enderth no durmió en toda la noche, pues temía que se quedasen dormidos y llegasen demasiado tarde para esperar a las bañeras en los pozos. Tampoco creía que fuese prudente salir cuando todavía no había suficiente luz, pero sí muy poco después del inicio del amanecer. Para mantenerse despierta pasó la primera parte de la noche moviéndose por el patio tratando de hacer poco ruido, realizando movimientos con la lanza. Sabía que aquello no podía denominarse realmente “entrenamiento” pero su objetivo era mantenerse activa. También escaló el muro exterior varias veces, aunque se abstuvo de hacerlo con el propio torreón tal y como había visto hacer a Kradko. Quizás durante el día, pero no cuando apenas podía ver lo que tenía delante. A pesar de haberse abrigado acabó notando frío, por lo que volvió dentro y se entretuvo encendiendo la cocina y calentándose junto a ella. Deseó haber tenido alguno de sus libros y volvió a maldecir entre dientes al recordar el día que la habían drogado. Al acordarse de su caña le hizo plantearse una idea y decidió bajar al sótano sin prisa. Quería comprobar si podía crear una caña rudimentaria con lo que tenían allí. Apartó algunos materiales, pero iba a necesitar encontrar un buen sedal ya que no había nada en el torreón que tuviese las características necesarias.

Finalmente llegó el amanecer y la enderth salió de nuevo al patio a observar como el sol comenzaba a alzarse. Cuando lo consideró oportuno subió a los dormitorios y localizó las camas de Alec y Amira. Uno por uno les sujetó de un hombro y se lo sacudió ligeramente hasta que dieron signos de despertarse.
—Preparaos para salir cuanto antes —les dijo.
Sabía que los mamíferos utilizaban ropas distintas para dormir y que a veces requerían bastantes minutos para decidirse a bajar.

Cuando llegaron a un acuerdo con respecto a que harían al día siguiente, Kolja se dirigió al patio. Como el plan era deslizar las cestas por una cuerda mediante unos ganchos, se puso a buscar un lugar donde pudiese enganchar la cuerda. Tenía que tener en cuenta de que no acabase en un angulo demasiado abierto, puesto que eso podría resultar en que las cestas se deslizasen torcidas o demasiado rápido, lo que llevaría a que perdiesen todo el contenido de estas. En un primer momento pensó en amarrar la cuerda a uno de los brazos de la estatua con un nudo que le permitiese ir recogiendo o soltando cuerda según la bañera se fuese acercando y alejando, pero según creía recordar, esta pasaba bastante cerca del torreón, así que podría ser un problema con los muros, si volaba demasiado bajo. Luego pensó en amarrar la cuerda a una de las camas o de los baúles y sacarla por una ventana, pero no estaba seguro de que la ventana fuese lo suficientemente grande como para que las cestas pasasen por ella, así que bajó a la despensa para coger una de las cestas vacías y volvió al primer piso para ver si pasaba por la ventana. El resultado le dejó frunciendo el ceño. La cesta cabía, pero solo si la pasaba recta, en cuanto cambiaba un poco el angulo la cesta empezaba a chocar con las esquinas. Fue entonces cuando se le ocurrió que las cestas no tenían que pasar necesariamente por la ventana. Podía crear una especie de gancho con una lanza para ir pescando las cestas cuando llegasen al final de la cuerda.
Solucionado ese problema quedaba la cuestión de como hacer los ganchos y de buscar la cuerda para comprobar que era lo suficientemente larga para lo que intentaban. Lo primero en lo que se puso a pensar fue en el problema de los ganchos, puesto que en realidad era el único que podía solucionar. Lo de la cuerda no tenía solución en el caso en el que fuese demasiado corta, ya que no podían hacer nudos para juntar dos, puesto que eso pararía las cestas en el nudo o les haría dar un bote y tirar su preciada carga. Para los ganchos bajó a su lugar preferido del torreón, la armería.
El problema era que todo el metal que había allí estaba frió, por lo que no era en absoluto moldeable y no contaba con una fragua propiamente dicha. Soltando un largo suspiro tubo que admitir que no le quedaba otra que utilizar el fuego de la cocina. Esto no era lo deseable, puesto que al ser un fuego de madera no alcanzaba temperaturas muy altas y necesitaría más tiempo y mucho más cuidado. Aún así no le quedaba más remedio que conformarse con lo que tenía, así que cogió algunas espadas sin cruz y con una empuñadura que resultase fácil de separar del metal y las dejó encima de la encimera de la cocina. Dándose cuenta que no era el momento para ponerse a trabajar en algo tan ruidoso, ya que se había hecho tarde, las dejó ahí y se tumbó en el sofá más grande del salón. Nada más caer sobre el sobre él, se sumió en un profundo sueño dado su agotamiento al no haber dormido adecuadamente en varios días.

Ante la respuesta de Chromsa sobre conocer a su amigo, Adam dejó escapar una incómoda sonrisa ocultando toda su culpabilidad. <<El día que lo llegues a saber Chromsa, me querrás lejos>> pensó mientras mantenía su mirada fija sobre el grupo mientras andaban discutiendo el tema de recolectar comida de las bañeras. Se mantuvo fijo escuchando asombrado a Kolja y Reina. Realmente estaban capacitados para realizar la tarea de asaltar una de las bañeras lo que consiguió que se tranquilizase, confiando en que ese grupo tendrá éxito en su misión.

Pasó la mayor parte de la tarde mirando el huerto del ochrorio cuando terminó de comer. Agradeció miles la comida que, de hecho, estaba deliciosa a sus gustos. Estaba sentado apoyado en el borde de  las paredes del torreón mientras seguía observando el huerto cuando se dio cuenta del anochecer. Somnoliento se dirigió lentamente a la cama, ignorando bañarse ya que no olía mal, y cayó redondo al sueño. Como ya es costumbre, se despertó de golpe por las continuas pesadillas, dándose cuenta de los ligeros ruidos que hacía Lethe y, curioso, se asomó de madrugada para observar a la chica pájaro mover su lanza. Subió rápidamente a su habitación para no ser descubierto, durmiendo hasta la madrugada. La misma a la que espió anoche le despertó accidentalmente cuando llamó a sus compañeros para salir.

Imitándola decidió llamar al grupo que organizaron para explorar otras bañeras. —Perdonad pero también deberíamos prepararnos. —dijo con un poco de culpa al despertad a sus compañeros dormidos.

No tuvo ningún problema en levantarse tan temprano cuando lo llamó Lethe. No recordaba lo que había soñado en concreto pero debía haber sido realmente animado para haberse levantado así.

Salió de la cama, se estiró en silencio para no molestar a ninguno de los que estaba durmiendo aún, se vistió, se calló y salió de la habitación sin apenas hacer un ruido.

Saludó con un asentimiento a la enderth cuando llegó a la planta baja y después puso los ojos en blanco por Kolja. Que se quedara dormido en el salón al escocés le daba exactamente igual pero, ¿por qué coño dejaba espadas tiradas por el suelo como si de ropa sucia se tratará? Joder, que alguien se podía hacer daño.

Desayunó algo de los restos que habían quedado del día de ayer y mientras lo hacía pensó en lo mucho que le habría gustado escribir un mensaje para los que se quedaban. Algo por el estilo de: "Buenos días, espero que hayáis dormido bien. No tardaremos en volver." Firmar como Alec y dibujar al lado una carita sonriente. Pero no podía ser, así que apunto en alguna parte de su lista mental: "encontrar material de escritura".

Recogió el martillo de la armería y miró a las otras dos chicas.

- Cuando queráis - dijo en voz baja a la espera de que estuviesen listas.

Pasado un rato, todos tomaron el almuerzo y siguieron discutiendo sobre qué hacer al día siguiente. Al final se decidió por hacer varios grupos que se encargarían de varias cosas: unos irían otra vez a los pozos en busca de comida, otro intentaría desde el torreón observar las bañeras y conseguir las cestas antes de que llegaran a su destino y el último (y en el que Chromsa se decidió a participar) se encargaría de buscar otra bañera cercana.

El resto del día pasó para el ochrorio un poco rápido. Estuvo hablando con Luci y Kahlo de las flores y frutas del mundo del chico rosa. La verdad es que le gustaba ver tan ilusionado a Luci y hasta cierto punto tenía curiosidad por lo que le contaba (si bien la experiencia con la macedonia que preparó hace días no fue precisamente buena). -Tal vez algún día las encontremos por aquí. Por lo que dices tienen buena pinta y, bueno, tal vez podría cultivarlas.- dijo.

Después se marchó a la armería para poder trabajar en su pequeño proyecto. Pensaba que estaría solo, pero para su sorpresa allí estaba Alec puliendo un escudo. El ochrorio no tenía idea de como mantener armas, por lo que la escena no le extrañó demasiado. -Hola, yo solo venía a ver si teníamos un par de cosas por aquí y ya me iba. No quiero molestarte.- dijo. Se fijo alrededor de la armería por si encontraba algo con que tallar la madera. -(Lo cierto es que tendría que haber pensado en ello antes. Que tenga madera no servirá de mucho si no tengo las herramientas...)- pensó. Poco después se dio por vencido, seguramente porque no quería que alguien se adelantase la sorpresa. Con suerte al día siguiente podría empezar.

El resto del día estuvo echándole un ojo al huerto y conversando con algunos del grupo hasta que llegó la noche. Se fue a dormir temprano para estar en plena forma para el día siguiente, aunque le costó conciliar el sueño por todo lo que había pasado. Incluso por un instante le rondó la idea de que aquel monstruo podría colarse en el torreón para matarlos. -(Pero eso es imposible, no sabe donde estamos)- pensó para tranquilizarse.

A la mañana siguiente se despertó con las palabras de Adam. Normalmente Chromsa se habría levantado por cuenta propia a esa hora, pero con lo que tardó en dormirse no le extrañó que se le hubiera pasado. Se vistió rápidamente y sin hacer ruido y bajó al salón. Para terminar los preparativos se comió una pieza de fruta de las que quedaban para desayunar y fue a coger su bastón a la armería. Ya en el salón tras todo esto vio que tanto el grupo que iba a volver a los pozos como el suyo (el cual lo conformaban Adam y Kradko, aparte de él) estaban preparados. -Bueno, habría que ponerse en marcha. Espero que todo salga bien.- dijo.

Sigue en el Fumadero Abandonado

El nuevo día también fue madrugador para Kradko, tal vez demasiado. ¿Pero quién es ella para contravenir las necesidades de su cerebro, nervioso por la nueva aventura de ese día? Cierto es que no había descansado todo el rato que necesitaba, pero al menos mientras dormía lo hizo sin interrupciones. Intentando hacer el menor ruido posible (algo para lo que era especialmente buena), se caló la túnica y salió de la habitación. Más específicamente: salió por la ventana. Unos segundos y una ráfaga de frío viento más tarde le hicieron arrepentirse de su decisión, así que bajó por la pared lo más deprisa que pudo para meterse por otra ventana que daba a la cocina. Decidió que sería una buena idea recordar esa posición en un futuro, especialmente cuando quisiera asustar a alguien.

Pero en aquel momento, a pesar de que era la oportunidad perfecta para gastar una broma a Lethe, ansiaba más calentarse. La saludó deprisa y, sin fijarse en si la había asustado a no, se acercó a la cocina encendida y se sentó a su lado. No sabía muy bien qué decirle, aparte de remarcar el frío que hacía. Supuso que la enderth podía entenderla bien en ese aspecto. Pasó un rato calentándose mientras mantenía una conversación ligera con ella. Cuando su acompañante decidió salir con la primera luz del día, Kradko se levantó también para ir al baño y prepararse para salir. Tras eso, no tuvo que esperar mucho rato en el salón a que apareciera el resto. Alguien bajó el puente y ella fue la primera en dar el primer paso para fuera.

—¡Vaaaa- —la cortaron deprisa para que no siguiera alzando la voz. Al principio se molestó un poco, pero era muy pronto aún. Queriendo ser graciosa, repitió en un susurro efusivo—: ¡Vaaamos allá, que no se nos escapen hoy esas cestas!

La francesa sonrió un poco al ver que incluso Lethe parecía pensar que el asesino no volvería al día siguiente. Consideraba que la pájaro era la que más parecía estar acostumbrada al peligro de todos ellos, así que saber que pensaba como ella le tranquilizaba. Siguió prestando atención a todos los demás mientras sugerían planes, aunque no hizo más ese día. Se acostó pronto aquel día, ya que la mañana siguiente le tocaba madrugar y no quería estar cansada.

En cuanto Lethe la despertó se levantó y empezó a prepararse. Se vistió con ropa cómoda y se recogió el pelo en una trenza simple: le hubiera gustado hacerse un peinado más estéticamente bonito, pero lo que importaba aquel día era ir cómoda, no guapa. Frunció el ceño al peinarse. Tenía el pelo horrible y lo sentía áspero. Odiaba no poder cuidárselo en condiciones.

Bajó abajo en cuanto estuvo preparada, e imitó a Alec en lo desayunar algunas sobras. —¿Sabes tú por qué está todo esto así? —le preguntó, viendo todas las espadas tiradas por ahí. A lo mejor él tenía alguna idea. Tras terminar su desayuno bajó a por un par de dagas que llevaría al cinto. Cualquier cosa más grande sería incómoda y pesada para correr en el caso de que fuera necesario. Una vez estuvieron listos, salió del torreón con el resto. No podía evitar estar nerviosa, aunque esperaba que no pasara nada.

Sigue en Los pozos

A Kahlo le sorprendieron las disculpas de Chromsa por no haber conseguido un espejo, a las que respondió con que de verdad no pasaba nada. Tras aquello no pudo quitarse una espinita de encima, y es que no comprendía la amabilidad que algunos de sus compañeros destilaban. Había desconfiado de ellos, aún lo hacía, aunque le hubieran salvado la vida o se pusieran en riesgo por el bien del resto les seguía viendo como desconocidos, y darse cuenta de su propia visión le hizo sentirse un poco egoísta. Procuró escurrir el sentimiento a un lado, aunque en el fondo le estuviera dando vueltas a como aportar al grupo y ser útil dentro del torreón.

Aquella revelación no implicaba que viejas costumbres fueran a desaparecer fácilmente, claro. No prestó excesivo interés al plan para conseguir comida y se limitó a disfrutar de la conversación sobre mundos entre ella, Luci y Chromsa, y cuando fue la hora de dormir volvió a quedarse sola en el salón... O eso le habría gustado.

Kolja estuvo remoloneando de un lado a otro, y Kahlo, incapaz de dormir sino era a solas, cogió sus cosas de malísima gana, unos cuantos cojines, mantas y almohadas sobrantes y sin pedir ayuda alguna se hizo una suerte de cama en el estudio. Si dormir en el sofá no era una maravilla, el suelo estaba muy lejos de ser una mejora. Aún así logró descansar, a cambio de despertar al día siguiente con todo el cuerpo entumecido. Se levantó temprano y con ganas de quejarse de absolutamente todo, pero se guardó las intenciones al pensar en que al menos nadie la vería en camisón y recién levantada. Si en el salón no podía seguir durmiendo se adueñaría de aquel lugar.

Cuando salió del estudio los grupos ya habían partido. Bajó a desayunar, pero al ver el desastre que había hecho Kolja y al mismo durmiendo en su sofá se mordió la lengua para no despertarle pegando una voz al aire. Tomó aire, contó hasta diez mentalmente y antes de comer nada se dedicó a apartar y ordenar aquel montón de chatarra en una esquina menos peligrosa sin hacer ruido.

«Esta es mi buena acción del día. Que no me pidan más»

oofPara cuando Qirra despertó, el resto de chicos ya estaban preparándose para bajar. Se estiró bajo la cama, le dió los buenos días a sus compañeros de torreón y bajó a buscar a Kolja (ya que no lo había visto en la habitación). Por lo visto, había dormido en el sofá. La chica se acercó y empezó a zarandearlo suavemente del hombro con sus dos bracitos para despertarle.
oof—Vamos Kolja, ¡tenemos que estar listos para cuando pase la bañera! —dijo emocionada. No pudo evitar fijarse en el puñado de aquella cosa a la que llamaban espadas que había apoyado contra una de las paredes, pero pensó que sería cosa del vikingo, así que no se paró a pensarlo demasiado.

Kolja no llegó a despertarse hasta que la pequeña dragona le sacudió instándole a levantarse, ya que la bañera podría llegar en cualquier momento. Soltando un gruñido mientras se masajeaba la frente, Kolja recordó de que le estaba hablando y finalmente se sentó en el sofá, librándose de los últimos trazos de sueño. Estando sentado, hizo una rápida inspección de la cocina saludando con un cabezazo a los que se encontraban en ella y su vista fue a parar a el montón de espadas que había subido ayer.
-Tienes razón dragoncilla, hay mucho que hacer, es hora de ponerse manos a la obra- le contestó mientras se ponía en pie. Lo primero que hizo fue comprobar que el fuego de la cocina estuviese encendido y al verlo dio un cabezazo de satisfacción y echó un par de leños más al fuego. Tras esto salió al patio donde inspeccionó la estatua rápidamente y tras dar otro cabezazo volvió a dentro. El fuego se había avivado y comenzaba a caldear la habitación, por lo que se quitó la camiseta y se recogió el pelo en un moño, dejando a la vista todos sus tatuajes, incluido el del cuello. Echó unos leños más y se puso a quitarle el pomo a una de las espadas mientras esperaba que el fuego se calentase un poco más. Cuando estuvo lo suficientemente caliente, agarró unos alicates y cogiendo la espada sin pomo la metió en el fuego. La sacó cuando estuvo lista y se la llevó al patio, donde usando un brazo de la estatua como yunque empezó a darle fuertes y sonoros martillazos para ir curvándola. No necesitaba que se calentase demasiado, ya que si esto pasaba uno de los martillazos podría acabar doblándola totalmente haciéndola inservible. Así que, con cuidado, fue dándole golpes con el martillo mientras estaba caliente y luego se la llevaba otra vez a adentro para ablandarla otra vez. Repitió el proceso varias veces hasta que, entre martillazo y martillazo, empezó a oír el característico cántico del espantapájaros.
Rápidamente dejó lo que estaba haciendo y subió a la azotea, llamando a Qirra por el camino. Al llegar pudo ver a la bañera no muy lejos, avanzando un poco por debajo de donde estaban. Qirra debía haber subido para vigilar, porque también se encontraba allí vigilando a la bañera, tumbada sobre la tripa. Parecía que esta se movía a una velocidad estable y sin dar tumbos ni nada. Tampoco hacía curvas, sino que seguía una linea recta por encima de los edificios. Kolja fue señalando con un trozo de madera a medio quemar los edificios que sobrevolaba, para tener una idea más clara de la ruta y comprobar durante los siguientes días que esta no variaba. Cuando llegó cerca del torreón se fijo que pasaba por encima del patio, no muy lejos de donde estaban, casi a distancia de salto. Debían haber salido siempre antes a buscarla y por eso no se había fijado hasta aquel momento. Apuntó los edificios por los que se alejaba y cuando la perdió de vista se sentó sobre la piedra de la azotea, mirando el dibujo que había hecho sobre las piedras.

Luci se despertó a la vez que los demás pero fingió seguir durmiendo hasta que todos se fueron. Permaneció en la cama, en silencio, hecho un ovillo. Había dormido muy mal y estaba cansado, sin embargo aunque la idea de quedarse en la cama hasta mediodía era tentadora se obligó a levantarse. Todos estaban haciendo un esfuerzo y él no iba a ser menos, tenia que buscar algo que hacer.

Mientras bajaba por las escaleras oyó los primeros golpes. ¿Qué estarían haciendo? Llegó al salón justo para ver a Kolja pasar sin camiseta y con una espada al rojo en las manos. Buscó a alguien con la mirada que le diese alguna explicación. Aparte del humano solo estaban Qirra y Kahlo, y la pequeña lagarta no parecía con la intención de prestar atención a nadie que no fuera Kolja así que se acercó a la varmana.

-¿Qué es todo esto? -preguntó bajito, como si tuviera miedo de interrumpir algún ritual alienígena. No obstante un par de vistazos más a las idas y venidas del rubio fueron suficientes para deducir que estaba haciendo algún tipo de artesanía. -Oh, ¡forja! Nunca la he visto de cerca, no la daban en mi escuela -dijo ilusionado.

Tampoco tardó en darse cuenta de que Kolja estaba ocupando el único fuego que tenían y que eso significaba que no podría bañarse ni hacerse nada caliente para desayunar. Hizo un mohín de disgusto pero no se quejó en voz alta y se limitó a prepararse unas tostadas untadas con una fruta de carne densa machacada y un poco de miel.

-¿Llevan así mucho rato? -le preguntó a Kahlo, de nuevo bajito, y le ofreció una de sus tostadas.