- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Un lugar al que poder llamar suyo
31/10/21, 07:49 pm
Los posts de este hilo van a abarcar un tiempo que transcurre desde la llegada de la séptima cosecha a la Sede y hasta un poco antes de que lleguen los de la octava. Por ahora no va a haber localización abierta en el foro, por eso voy a colgar aquí los preparativos.
Aquella casa se le había quedado grabada en la memoria mucho antes de que se diera cuenta de por qué le llamaba la atención. Cada vez que Kin iba a visitar la clínica de Archi pasaba por delante de una vivienda pequeña de dos plantas. A simple vista se fundía con el resto de viviendas deshabitadas y en mal estado de Rocavarancolia, pero aquella era algo diferente, y es que, quitando varios desperfectos, no se estaba cayendo ni mucho menos. Tal vez la puerta y las ventanas habían sobrevivido hasta no hacía tanto, porque ni los pisos ni el tejado se habían hundido todavía. Una hiedra seca crecía por la fachada, siguiendo los huecos entre las piedras, y la chimenea parecía parcialmente derrumbada. Aparte de todo eso, tenía el tamaño ideal para una persona, e incluso un pequeño patio delantero, cerrado por una verja metálica cedida aquí y allá que había dejado grandes manchas de óxido sobre el pavimento.
Al irrense se le hacía extraño que pudiese haber algo a lo que llamar suyo en ese o cualquier otro mundo, y especialmente algo que pudiese apropiarse, sin más. Con aquello se refería a propiedades con valor, tierra, una casa, incluso vehículos como en otros mundos. En el suyo solo podría haber aspirado a vivir de prestado. Heredar la casa de sus padres, o mudarse a la ciudad a un piso del estado si consiguiese, como su hermano, un trabajo diferente. No se podía decir que lo hubiese intentado, siquiera. Podía llenarse la boca con críticas a la sociedad irrense cuanto quisiese, pero en cuanto la había abandonado, lo único que había hecho era seguir dejándose llevar por la ruta más sencilla y conveniente.
No iba a esperar a que llegase el momento de tener que dejar la Sede forzosamente para abandonarla, y precisamente cuando aquellos pensamientos empezaban a preocuparle fue cuando empezó a ver la casa de piedra con otros ojos. El barrio era bueno, el mismo en que Archi había abierto su taller, y estaba bastante cerca de muchos puntos interesantes y transitados de la ciudad.
Sabía que tenía tiempo, y gracias a eso no necesitaba apurarse con los preparativos. Examinó la casa por dentro y por fuera, tomó nota del trabajo que había por delante, y le pidió a Archi ayuda para instalar un primer muro de protección mágica en torno a ella. En aquella ciudad cualquier casa era de todos, hasta que dejase de serlo, y no le haría gracia que alguien se instalase en ella mientras tenía las reparaciones a medias.
Estimó que le llevaría muchos meses llegar al punto de poder mudarse, pero esa era la mejor parte. Se tomaría su tiempo investigando y buscando materiales, en Rocavarancolia y en mundos vinculados. Usaría magia y la experiencia que había adquirido reparando el taller de Archi y reconstruyendo las dragoneras. Pediría ayuda a profesionales en el menor número de cosas que pudiese con tal de continuar ahorrando dinero para sus brazos nuevos, algo que no era fácil de por sí con el sueldo del granero. Por suerte, mientras vivía en la Sede no tendría que preocuparse de conseguir comida.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
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Re: Un lugar al que poder llamar suyo
17/11/21, 11:51 pm
Conseguir madera para suplir la que se había podrido en la casa era muy fácil en los mundos vinculados. La placa y puertas interiores no estaban demasiado dañadas, pero las ventanas y la puerta principal necesitaban ser reemplazadas por completo. Aquello era lo que más urgía junto a la reparación de la chimenea. Esta no fue demasiado complicada; Kin le había cogido el truco a apilar piedras durante la construcción de las dragoneras, y gracias a la magia de moldeado ni siquiera tenía que preparar cemento.
Le llevó más tiempo del esperado conseguir la puerta y las ventanas porque decidió no ser un cretino robando a la gente de otros mundos y contratar los servicios de un carpintero nublino de forma legal. Aunque tardó más tiempo en hacerlas, al menos estaban hechas a medida y resultaba más barato que obtenerlas en la ciudad. La instalación y el transporte tampoco fueron un problema con la ayuda de la magia.
Al final, la remodelación del interior fue el verdadero dolor de cabeza para el raigaurum. Tras darle muchas vueltas decidió hacer varios cambios menores en la distribución para acomodar la casa para una sola persona. Donde no escatimó fue a la hora de instalar agua corriente y desagües en el baño y la cocina. Después de haber vivido varios años en la sede no podía volver a la vida de cargar agua y las letrinas malolientes, así que contrató a dama Onyx para el trabajo. Su amiga había empezado a especializarse en construcción y, ya que no se podía permitir dejar la obra por completo en sus manos, al menos contribuía un poco con su nuevo negocio.
Con el paso del tiempo también pudo comprobar qué partes del tejado filtraban agua para poder repararlas, y para cuando todo eso estuvo hecho, la casa ya parecía habitable. Seguían faltando los muebles y restaurar la cocina de leña, pero era lo que menos le preocupaba. Con tener donde dormir podía mudarse sin problemas, pero como no había prisa por dejar la sede prefirió no hacerlo.
Desde que habían llegado los novatos de la última cosecha el refugio parecía haber vuelto a la vida, o al menos así había sido para él, al empezar a llevarse con muchos de ellos. La socialización le había sentado bien, y la cercanía de irrenses que no fuesen Archi le llevó a volver a raparse la nuca como antes de la criba y comprarse alguna ropa nueva para no parecer un dejado en estándares de su planeta. Ahora que sus días eran un poco más animados le daba pena tener que abandonar el refugio, pero estaba determinado a irse antes de la próxima Luna.
Finalmente los muebles fueron acumulándose en la casa fruto de varias incursiones en mundos vinculados. Conforme el raigaurum no estaba dispuesto a robar a gente necesitada, aquello cambiaba dependiendo de quién se tratase. Por ejemplo, durante una visita a Varmania vio a un mercader tratando horriblemente a uno de sus empleados y aquella noche de su mansión desaparecieron una estantería y un sofá misteriosamente. Otras cosas pudo conseguirlas en Frivowaldanny, al darse cuenta de que allí la gente redecoraba su casa constantemente. De un camión de mudanzas con muebles retirados pudo conseguir una cama como es debido (aunque no quiso saber nada de la cabecera con lentejuelas que tenía), unos pufs, una mesa, unos taburetes y una lámpara psicodélica.
Lo mínimo para vivir ya estaba listo y, pocos días antes de la salida de la Luna Roja, Kin por fin pudo trasladar sus pertenencias desde la sede a su nueva casa.
Le llevó más tiempo del esperado conseguir la puerta y las ventanas porque decidió no ser un cretino robando a la gente de otros mundos y contratar los servicios de un carpintero nublino de forma legal. Aunque tardó más tiempo en hacerlas, al menos estaban hechas a medida y resultaba más barato que obtenerlas en la ciudad. La instalación y el transporte tampoco fueron un problema con la ayuda de la magia.
Al final, la remodelación del interior fue el verdadero dolor de cabeza para el raigaurum. Tras darle muchas vueltas decidió hacer varios cambios menores en la distribución para acomodar la casa para una sola persona. Donde no escatimó fue a la hora de instalar agua corriente y desagües en el baño y la cocina. Después de haber vivido varios años en la sede no podía volver a la vida de cargar agua y las letrinas malolientes, así que contrató a dama Onyx para el trabajo. Su amiga había empezado a especializarse en construcción y, ya que no se podía permitir dejar la obra por completo en sus manos, al menos contribuía un poco con su nuevo negocio.
Con el paso del tiempo también pudo comprobar qué partes del tejado filtraban agua para poder repararlas, y para cuando todo eso estuvo hecho, la casa ya parecía habitable. Seguían faltando los muebles y restaurar la cocina de leña, pero era lo que menos le preocupaba. Con tener donde dormir podía mudarse sin problemas, pero como no había prisa por dejar la sede prefirió no hacerlo.
Desde que habían llegado los novatos de la última cosecha el refugio parecía haber vuelto a la vida, o al menos así había sido para él, al empezar a llevarse con muchos de ellos. La socialización le había sentado bien, y la cercanía de irrenses que no fuesen Archi le llevó a volver a raparse la nuca como antes de la criba y comprarse alguna ropa nueva para no parecer un dejado en estándares de su planeta. Ahora que sus días eran un poco más animados le daba pena tener que abandonar el refugio, pero estaba determinado a irse antes de la próxima Luna.
Finalmente los muebles fueron acumulándose en la casa fruto de varias incursiones en mundos vinculados. Conforme el raigaurum no estaba dispuesto a robar a gente necesitada, aquello cambiaba dependiendo de quién se tratase. Por ejemplo, durante una visita a Varmania vio a un mercader tratando horriblemente a uno de sus empleados y aquella noche de su mansión desaparecieron una estantería y un sofá misteriosamente. Otras cosas pudo conseguirlas en Frivowaldanny, al darse cuenta de que allí la gente redecoraba su casa constantemente. De un camión de mudanzas con muebles retirados pudo conseguir una cama como es debido (aunque no quiso saber nada de la cabecera con lentejuelas que tenía), unos pufs, una mesa, unos taburetes y una lámpara psicodélica.
Lo mínimo para vivir ya estaba listo y, pocos días antes de la salida de la Luna Roja, Kin por fin pudo trasladar sus pertenencias desde la sede a su nueva casa.
- Descripción de la casa terminada:
- Casa pequeña de dos plantas, construida en piedra y con el techo de pizarra. Las ventanas y la puerta son de madera, y solo las del piso superior cuentan con contraventanas. Frente a la puerta tiene un pequeño jardín descuidado. Crecen algunas hierbas malas en este, y piedras planas incrustadas en la tierra dibujan un camino desde la entrada de la verja hasta la puerta. Está rodeado de una valla de metal oxidada que sale de ambos lados de la fachada de la casa.
La planta baja tiene un pequeño recibidor con colgadores de pared y un banco hecho de tablas bajo el cual se guardan los zapatos para ponerlos y quitarlos. Desde allí se puede acceder a la escalera que lleva al segundo piso, al baño o a la cocina. Los muebles y la decoración son minimalistas y sencillos. El baño aprovecha parte del espacio que hay debajo de la escalera, y tiene una bañera, una pileta y un retrete, cuya instalación involucra magia para funcionar. En la cocina hay un mesado con una antigua cocina de leña incrustada, cuya chimenea sale hacia la parte exterior de la casa por la pared. Hay una mesa pequeña y taburetes para sentarse alrededor.
La planta superior es abuhardillada, aunque suficientemente alta para estar de pie en casi cualquier punto, y solo contiene una estancia. Aparte de una cama con su mesita de noche y armario, hay un escritorio grande que consiste en una tabla sujetada por dos cajoneras, y una estantería con libros y videojuegos. En el espacio sobrante hay una alfombra y un par de puffs, orientados hacia un mueble bajo donde están todas las videoconsolas de Kin, y sobre el que se apoyan una televisión terrestre y una pantalla holográfica irrense. Dos altavoces irrenses cuelgan de esquinas opuestas de la habitación.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Re: Un lugar al que poder llamar suyo
27/07/23, 11:49 am
Tras la mudanza Kin por fin conoció lo que era tener una vida más solitaria, tanto para bien como para mal. La tranquilidad siempre le había gustado, pero al vivir separado de sus amigos y de la gente del refugio también echaba de menos la compañía y las conversaciones casuales al encontrarse por los pasillos. Visitaba a menudo a Archi y a Milo en la clínica (llevando comida para asegurarse de que el biomecánico comía como era debido) y al resto de sus amigos más casualmente, pero sentía que solo ir y venir del trabajo ya le quitaba más tiempo al día del que debería, ahora que vivía en la otra punta de la ciudad.
No había dejado todavía el granero porque tenía deudas que pagar y sus ideas para el futuro no estaban ni listas ni del todo claras. Archi le había instalado al poco de mudarse los brazos que llevaba años planificando, y estaba encantado con la mejora en eficiencia, pero su coste no se iba a pagar en dos días. No le quedaba otra que seguir trabajando mientras se preparaba para hacer algo por su cuenta.
La idea para su nuevo trabajo se la había dado indirectamente Ippon, quien ahora vivía en Ío tras participar en un concurso de traslados. No solo podía ver a su amigo más a menudo, sino que por su identidad como Rocavarancolés las autoridades hacían la vista gorda cuando se marchaba de Irraria cargado de aparatos electrónicos y herramientas. Nunca dejaría de odiar ese estatus, pero era demasiado conveniente para no aprovecharse de ello. Compensaba a su amigo dejándole a cambio cachivaches de Rocavarancolia y otros mundos que, en Irraria, tenían mucho valor por su rareza.
Keiria había sido la primera en recibir un ordenador irrense, pero quería que más de sus amigos tuviesen acceso a ellos, y los primeros a quienes les llevó algunos aparatos fueron los mercenarios de la brecha, para agradecerles su ayuda para visitar la Tierra. Les llevó tres brazaletes y un ordenador que, si bien no eran difíciles de conseguir, había que prepararse y conocer un poco el mundo antes de ir. Por no decir que se los entregó con el idioma Rocavarancolés y montones de juegos preinstalados. Si algo tenía, eran datos para compartir con ellos, y les ofrecería toda la ayuda que necesitasen.
A raíz de eso pensar en dedicarse a importar electrónica con la ayuda de Ippon fue una conclusión lógica. Pero, además, se propuso aprender todo lo posible para poder hacer reparaciones básicas en esos mismos aparatos a las personas a quienes se los vendiera. Le parecía pobre limitarse a aparatos irrenses, así que pronto amplió sus intenciones al resto de mundos tecnológicos y accesibles. Había experimentado con lo que había podido, que era la tecnología humana (y tenía las miras puestas en la frivy), bastante sencilla de entender si se comparaban con la irrense. Destripar aparatos no se le daba del todo mal, tal vez porque por azares del destino siempre había estado rodeado de mecánicos. La cantidad de horas que había pasado en su juventud en el taller de Ippon no habían sido en vano.
Cuando se abrió el portal a la Tierra un año más, se aseguró de hacerse con todo lo que pudo. Con ese mundo más valía tener listas piezas de recambio con antelación. Gracias a lo que había aprendido con los de la Brecha se las apañó para orientarse y conseguir más productos que almacenar, además de herramientas apropiadas para trastear con ellos y algunas guías que pudiesen ayudarle con la electrónica. Aunque la base era igual en todos los mundos, necesitaba ayuda para identificar las piezas. Al menos esa vez sí tenía consigo una bolsa sin fondo, ya que tampoco dudó a la hora de llevarse más juegos y comida envasada.
Tras ese Samhein empezó a creerse que realmente estaba intentando algo por su cuenta. Siempre se había dejado arrastrar por la corriente pese a creer todo lo contrario, e iba siendo hora de intentar cambiarlo.
No había dejado todavía el granero porque tenía deudas que pagar y sus ideas para el futuro no estaban ni listas ni del todo claras. Archi le había instalado al poco de mudarse los brazos que llevaba años planificando, y estaba encantado con la mejora en eficiencia, pero su coste no se iba a pagar en dos días. No le quedaba otra que seguir trabajando mientras se preparaba para hacer algo por su cuenta.
La idea para su nuevo trabajo se la había dado indirectamente Ippon, quien ahora vivía en Ío tras participar en un concurso de traslados. No solo podía ver a su amigo más a menudo, sino que por su identidad como Rocavarancolés las autoridades hacían la vista gorda cuando se marchaba de Irraria cargado de aparatos electrónicos y herramientas. Nunca dejaría de odiar ese estatus, pero era demasiado conveniente para no aprovecharse de ello. Compensaba a su amigo dejándole a cambio cachivaches de Rocavarancolia y otros mundos que, en Irraria, tenían mucho valor por su rareza.
Keiria había sido la primera en recibir un ordenador irrense, pero quería que más de sus amigos tuviesen acceso a ellos, y los primeros a quienes les llevó algunos aparatos fueron los mercenarios de la brecha, para agradecerles su ayuda para visitar la Tierra. Les llevó tres brazaletes y un ordenador que, si bien no eran difíciles de conseguir, había que prepararse y conocer un poco el mundo antes de ir. Por no decir que se los entregó con el idioma Rocavarancolés y montones de juegos preinstalados. Si algo tenía, eran datos para compartir con ellos, y les ofrecería toda la ayuda que necesitasen.
A raíz de eso pensar en dedicarse a importar electrónica con la ayuda de Ippon fue una conclusión lógica. Pero, además, se propuso aprender todo lo posible para poder hacer reparaciones básicas en esos mismos aparatos a las personas a quienes se los vendiera. Le parecía pobre limitarse a aparatos irrenses, así que pronto amplió sus intenciones al resto de mundos tecnológicos y accesibles. Había experimentado con lo que había podido, que era la tecnología humana (y tenía las miras puestas en la frivy), bastante sencilla de entender si se comparaban con la irrense. Destripar aparatos no se le daba del todo mal, tal vez porque por azares del destino siempre había estado rodeado de mecánicos. La cantidad de horas que había pasado en su juventud en el taller de Ippon no habían sido en vano.
Cuando se abrió el portal a la Tierra un año más, se aseguró de hacerse con todo lo que pudo. Con ese mundo más valía tener listas piezas de recambio con antelación. Gracias a lo que había aprendido con los de la Brecha se las apañó para orientarse y conseguir más productos que almacenar, además de herramientas apropiadas para trastear con ellos y algunas guías que pudiesen ayudarle con la electrónica. Aunque la base era igual en todos los mundos, necesitaba ayuda para identificar las piezas. Al menos esa vez sí tenía consigo una bolsa sin fondo, ya que tampoco dudó a la hora de llevarse más juegos y comida envasada.
Tras ese Samhein empezó a creerse que realmente estaba intentando algo por su cuenta. Siempre se había dejado arrastrar por la corriente pese a creer todo lo contrario, e iba siendo hora de intentar cambiarlo.
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