Torreón Maciel

Kahlo quería coger a Jara como quien coge a un animalillo, y encima no podía dejar de mirarla como miraba a su osogrifo. A sus ojos era demasiado entrañable, y que le evocase tanto a los duendecillos de su mundo le traía de vuelta las fantasías más tiernas de su infancia. Pero era un ser vivo inteligente, y tampoco olvidaba lo que sus compañeros le contaron ayer; que esa plantita era quien mejor manejaba la magia del grupo. Cuando se escondió en el bolsillo la varmana salió de la burbuja para observar al resto, ocultando su sorpresa para no parecer maleducada por el aspecto de Dren.

Entró, más pegada a sus compañeros que a los macieleros por confianza, tomando asiento tan pronto tuvo una silla disponible. Bien pensado quizás debería haber echado una mano, pero sus tiempos de niña acomodada aún tiraban para atrás en situaciones sociales como esa. Enterarse del pasado esclavo de Sere le hizo sentir un poquito más culpable, y pensar en este como mascota -como había hecho ella con Jara- hizo que sus mejillas se colorearan suavemente por la vergüenza.
—Oh... —fue lo único que pudo añadir mientras cogía una galleta. Se acordó de sonreír segundos después—. Gracias Sere.

Pensó en lo mucho que le habría gustado a Luci tan pronto la probó. Era una lástima que no todos estuvieran allí, pero si sobraban a lo mejor podían llevarles galletas. Antes de que pudiera alabar las dotes culinarias del chef Jara hizo volar hacia ellos los apuntes de sus hechizos, los cuales se apresuró en coger, entusiasmada por tener nuevo material de trabajo. No sabía si con su pequeño tamaño levitar aquello le suponía un extra de esfuerzo; igualmente era bastante impresionante.

—¡Ah, muchísimas gracias! —exclamó entusiasmada según ojeaba los folios con una sonrisa. La vocecita de Jara era tan adorable como ella—. Tenéis nuestros hechizos en el libro de mapas, ¿verdad? —dijo alzando cabeza para ver quien lo tenía ahora.

Mientras siguió mirando a la pequeña criatura, ésta se escondió asomando esos ojos diminutos. Casi parecía un juguete por su tamaño y actuares logrando que Adam entrecerrase los ojos de la exagerada sonrisa que estuvo haciendo, realmente Jara le parecía monísima con un antojo interior de querer conocerla un poco mejor.

No le caía mal, es más, respetó la actitud de Amira en los baños y todo eso pero, ¿por qué se le puso tan cerca? Se le hizo incómodo y fue a peor cuando ella lo rozó debido a la cercanía, creciendo una respuesta negativa a ello. Agradeció a aquel mono calvo por dirigirlos al interior, excusa perfecta para dar una rápida marcha hacia el interior que quiso ver y, de paso, tener un poco de espacio sin tener que pedírselo directamente a Amira, le daba cosa decirle un “aléjate un poco, estoy algo agobiado”.

En la breve conversación convertida por momentos en regaño, notó que Sere pudo haber tenido una vida ciertamente complicada, sirviendo a esclavos. Eso último lo sintió mucho, mostrando algo de empatía por lo que el mono tuvo que vivir y encima tener que lidiar con el lagarto déspota.

Tomó asiento vigilando por tener una posición recta y educada, tampoco quiso dar mala impresión ni generar malentendidos que fuesen provocados por choques culturales o algo similar. Amira tomó asiento también pero, de nuevo, se puso insoportablemente cerca. De normales no le importaría pero, ¿por qué con ella le generaba rechazo? De momento intento aguantar, tampoco quería sonar borde en un sitio ajeno al que fueron invitados.

—No hacía falta pero gracias igualmente —respondió al gesto de Sere con mucha amabilidad, cuidando el tono para sonar amigable.

Dejó escapar un sonido con la boca cerrada, esas galletas estaban realmente buenas. Sin querer se rió un poco cuando Jara conjuró aquel hechizo, más sorprendido por su aguda voz que del hechizo en sí, igualmente impresionante para lo pequeña que era. También tuvieron el gesto de indicarles donde se ubicaban los “sendarios”.

El ruso encogió sus hombros cuando Kahlo hizo su pregunta, él no estuvo a cargo de los hechizos.

—Quizás podamos hacerles una visita y eso —propuso Adam, curioso. Sin embargo poco pudo hacer cuando el antebrazo de Amira tocó el suyo ya no lo soportó más y apartó su brazo moviendo un poco su silla para tener distancia, intentando ser disimulado con ello.

Siguió al chico bajito hacia el interior, donde se fijó más en él y en el lagarto que tenían como compañero. No se parecía demasiado a Setenta y Siete, por lo que Amira no se sintió demasiado tensa a su lado. Sere empezó a ir a por las sillas, lo que dio pie a una breve explicación sobre su mundo. ¿Cómo podían ser tan cabrones de esclavizar una raza entera? Amira frunció el ceño sin poder evitarlo, mientras hacía un esfuerzo consciente en no dejarse llevar por la rabia que le provocaba aquello. Era tan horrible…

La francesa se sentó cerca de Adam, sin siquiera darse cuenta de que estaba tal vez demasiado cerca. Estaba ocupada atendiendo a la conversación y mirando a los macialeros que no estaba siendo consciente de que incomodaba al ruso.
—Muchas gracias —dijo a Sere al coger una de las galletas, que no tardó en probar —. ¡Esta buenísima!
Miró con curiosidad a Jara mientras hacía levitar los folios. Sabía que era la mejor con la magia porque se lo habían dicho el día anterior, pero aún así le sorprendía. ¿Le costaría más levantar cosas por ser más pequeña? Sería demasiado maleducado hacerlo, así que no lo haría.

También había mencionado a los otros chicos, los de Sendar, por quienes cada vez sentía más curiosidad. Parecían majos, así que estará bien hacerles una visita. Adam parecía tener su misma opinión, por lo que asintió ante sus palabras.
Fue entonces cuando notó a Adam apartarse y mover su silla, cosa que no le pasaba desapercibida debido a su cercanía.
—Perdón—le susurró, alejando ella misma su silla. Podía explicar más adelante que no se había dado cuenta y que no sabía que le estaba agobiando, pero consideró que no era el momento ni el lugar hacerlo delante de todos. «¿Desde cuándo llevo tan cerca de él?», se preguntó, algo nerviosa. No había sido consciente en ningún momento de habérsele acercado tanto, y no había estado bien invadir su espacio personal de aquella forma.

Después de que el resto del grupo se presentara, los cosechados les invitaron a pasar dentro del torreón. El ochrorio no tardó en seguirles mientras iba observando con una curiosidad que pasó con rapidez a una leve decepción el exterior más de cerca y la sala común. Chromsa tenía la ilusión de que fuera más distinto por dentro pero no cambiaba mucho con respecto al suyo. Tal vez la mesa estuviera ligeramente hacia el otro lado o no tuvieran una figurita, pero exceptuando eso no encontraba algo que diferenciara los dos torreones.

Una vez al lado de la mesa el grupo empezó a traer sillas para todos y se hizo un comentario muy interesante sobre Sere. Al parecer en su mundo fue un esclavo y todavía se comportaba como tal de vez en cuando por hábito. Aquello le dolió al ochrorio pensando por todo lo que tuvo que pasar antes de llegar a la ciudad. -Vaya, ha tenido que ser duro. Aunque ahora ya nadie te puede obligar a nada.- dijo intentando subirle el ánimo al mono. Se fue sentando cuando se le acercó con un plato lleno de galletas. Cogió una diciendo: -Muchísimas gracias Sere. Eres muy considerado- y se la comió. En cuanto terminó de tragar añadió: -Y además también cocinas genial. Están riquísimas- Les recordaba a las que hacía su madre, aunque podía notar que la receta y seguramente algún ingrediente variaban.

Después Jara volvió a salir del bolsillo acercando con magia los hechizos que tenían. Le parecía fascinante como alguien tan pequeño pudiera hacer magia igual que ellos, incluso mejor según lo que les habían contado. -Muchas gracias. Espero que nuestros hechizos también os sirvan- le respondió con una sonrisa. Ahora que estaban más cerca pude fijarse en la pequeña y pudo ver que era como si una plantita hubiera decidido desarrollar brazos. -(Si les seguimos haciendo visitas le preguntaré sobre su mundo)- pensó con ilusión.

-La verdad es que me encantaría. Podríamos ir algún día.- añadió a la propuesta de Adam. Ya desde el momento en el que los habitantes del torreón Maciel les hablaron de otro grupo amistoso tenía ganas de conocerlo. Si además les habían enseñado el camino hasta su refugio sería estúpido no ir, al menos a ojos del ochrorio.

Kradko siguió al resto dentro del torreón, curiosa tanto por los nuevos conocidos como por cómo de parecido sería el edificio a su actual residencia. No hizo gesto alguno de soltar la vara, pero tampoco es que estuviera prestando mucha atención a posibles peligros. No se fiaba, pero tampoco lograba centrarse. Estiró brevemente las alas. Últimamente notaba molestias ocasionales. Finalmente, sin pensar mucho en más allá que en los intercambios de sus compañeros, acabó soltando la vara a su lado en el suelo. Con su tamaño no es como su pudiera alcanzarla ahí, aun así.

—¿Ex…clavos? —Preguntó más alto de lo que era su intención. Creía haber oído aquella palabra antes, pero…—. ¡Ah sí! Sí… perdón. —Entendió que aquel podría ser un tema sensible.

Se puso un poco tensa cuando mencionaron al lagarto psicópata gigante asesino en masa. «¡Esta gente vivió con él!». No entendía muy bien cómo era posible convivir con tal ser. La joven quería preguntar cómo era posible que no hubieran acabado siendo parte de su cena, aunque no sería el tema adecuado para aquel primer contacto. Por suerte, el sentido común se impuso.

Agarró una de las galletas y la miró un poquito desconfiada durante un ligero instante. Sin embargo, hasta ahora todas sus experiencias con galletas habían sido positivas, así que no veía ningún motivo por qué aquella podría no serlo. Pegó un pequeño mordisco. Sin duda, era deliciosa. Mientras lo hacía trizas en su boca, se inclinó hacia Kahlo y echó un ojo distraída a los hechizos que les habían pasado.

—Suenan interesantes… —comentó mientras masticaba un pedazo de galleta.

Kolja siguió al resto al interior, pero decidió permanecer de pie, con los brazos cruzados frente al pecho. La pequeña maga parecía sentirse incomoda ante toda la tención que estaba recibiendo, escondiéndose en el bolsillo en el que estaba metida. El alemán dejó de mirarla, a pesar de que resultaba realmente encantadora, y pasó a mirar la sala común del torreón de sus invitados. Como habían comentado varios de sus compañeros, parecía idéntico al suyo, a pesar de que debía de ser más viejo, quizás lo habían renovado hace poco.

Kolja dejó de mirar a su alrededor para fijarse en aquel alienígena que al parecer había sido un esclavo anteriormente. Era una pena que en algunos mundos todavía existiese el esclavismo, o las secuelas de ello, como en la Tierra. Cuando el mono del queso pasó por su lado con el plato de galletas Kolja cogió una, agradeciéndolo instantáneamente.

-Um, están buenísimas- dijó, inmediatamente después de tragar.- Tenemos un compañero que se ha quedado en el torreón al que le gusta mucho la repostería, ¿te importaría darme la receta? Si es posible- preguntó, pensando en el daeliciano.

El alemán no tenía mucho que hacer con los hechizos, así que aparte de echar un vistazo a las hojas por encima del hombro de Kahlo, no le dedicó más tiempo. Lo que si le interesaba más era el otro grupo de cosechados. Y la armería.

-Oye, ¿Os importa si bajo un momento a vuestra armería? Soy herrero de profesión y me interesaría ver si todos los torreones tienen el mismo equipamiento- comentó.

A Lethe no se le escaparon las miradas curiosas que incidían sobre Kradko y ella, casi confirmándole que no habían visto a ningún otro dryfense. Era cierto que no habían estado presentes durante el encuentro del día anterior, pero probablemente no suscitarían tanto interés si ya conociesen a otras personas de sus respectivas especies. La verdad es que la enderth también sentía curiosidad por aquel grupo, entre los que tampoco reconoció como provenientes de los mismos mundos que sus compañeros. Al contrario que en Dryfus, los otros planetas no parecían contar con más de una especie inteligente o eso habían comentado sus compañeros. Algunos de aquellos chicos tenían apariencias bastante diferentes a lo que se había acostumbrado. Irónicamente, uno de los que le resultaba menos extraño era el reptil llamado Dren.

El intercambio entre los del otro grupo despertó su curiosidad mientras los seguían al interior y frunció el ceño cuando se les informó del pasado esclavo de aquel mamífero calvo llamado Sere. Ni siquiera los clinger, con su estricta mentalidad respecto al trabajo, recurrían a la esclavitud. Lo que le dejó claro también aquella conversación era que aquel grupo parecía llevarse bien, o al menos tenían un nivel de confianza parecido al suyo.

No tenía mucha hambre, pero después de lo que había oído no fue capaz de rechazar las galletas. Estaba de acuerdo con sus compañeros en que no sabían nada mal, aunque no fuese un tipo de sabor al que estuviese acostumbrada.

Además de eso, les hablaron del otro grupo que también conocían, quienes al parecer les habían enseñado más hechizos. Se acercó a Kahlo para echar un vistazo a los hechizos que les ofrecían, reconociendo de un vistazo algunos de ellos.
—Algunos son iguales que los vuestros —dijo señalando hacia el libro de mapas que había entregado al otro grupo.
Esperaba que no todos, porque no se sentiría cómoda recibiendo tanta información a cambio de nada.

Sobre la propuesta de visitar a aquel otro grupo no mencionó nada: consideraba que no era importante en ese momento.

Cuando Kolja mencionó a Luci, Adam pasó un rato con su cabeza apoyada en su mano. Recordó que, últimamente, el niño rosa no tenía buen aspecto. Mientras pensó en ello hizo una mueca sonriente pensando <<Lo sabía>> cuando su maestro preguntó por la armería, pensando que quizás debería bajar él también pero lo pensó dos veces, prefiriendo estar con todos.

Con la cabeza aun apoyada, mirando a un punto fijo de la mesa, sonrió por el apoyo que mostraron Amira y el ochrorio, siendo el de éste último el que ensanchó aun más su mueca feliz.

—¡Ah! No, no pasa nada —respondió a la disculpa de Amira con un sobresalto. Parece que ella se dio cuenta de sus intenciones, respondiendo el ruso con algo de culpabilidad negando con la cabeza para que su compañera no le diese importancia. Sin embargo eso le incomodó de verdad, esperando que no se repitiese más.

Miró de reojo todos esos papeles llenos de información sobre magia que no logró alcanzar a entender aun. Algunos contenían información algo compleja para él, comprendiendo que algunos hechizos serán más difíciles que otros.

—Quizás intente alguno esta noche, a ver si puedo lograrlo —dejó caer algo aburrido mientras los demás examinaban los hechizos.

Prefirió no meterse en la conversación de Nori y Dren, eligiendo escuchar lo que podrían decir sus compañeros.

La charla estaba siendo muy agradable y parecía que todos se encontraban a gusto al menos a opinión de Chromsa. Las galletas de Sere estaban teniendo mucho éxito y el ochrorio no se esperó que Kolja pidiera la receta hasta que lo pensó durante un momento. En realidad tenía mucho sentido, Luci llevaba tiempo sin encontrarse mejor y seguro que con una sorpresa así el terrestre esperaba que se alegrara un poco. -Por supuesto que lo es. Toda ayuda es bienvenida al fin y al cabo.- dijo all pequeño mono mientras cogía otra de las galletas. -Ojalá que para la próxima vez podáis conocerle. Luci es muy agradable.- añadió.

Después siguió los pasos de Lethe y Kahlo y miró los hechizos que les habían intercambiado. Reconocía  alguno de ellos pues era el mismo que había traducido junto al grupo y otros se parecían a algunos que tenían pero eran lo suficiente diferentes como par ser nuevos hechizos. Aún con ello, la mayoría eran totalmente nuevos. -Puedo ayudarte si quieres Adam- le respondió. El pobre no había conseguido hacer magia hasta ahora, pero tal vez con algo de ayuda habría esperanza.

Un poco más tarde Kolja pidió visitar la armería y Keskit se ofreció a acompañarle. De no ser porque era un grupo amigable, Chromsa no estaba muy seguro de que fuera una buena idea. Tal vez el hecho de que el terrestre fuera herrero había evitado malentendidos. El ochrorio mientras tanto se quedó en la mesa escuchando la conversación. -Diría que ambos tenéis parte de razón, si me permitís opinar. Sí que es verdad que no convendría por seguridad salir todos los días, pero tampoco podemos quedarnos encerrados en los torreones durante meses. Con el suficiente cuidado se puede sobrevivir en esta ciudad, al fin y al cabo a pesar de todos los problemas que hemos encontrado aquí estamos todos.- argumentó con una sonrisa para animar un poco a ambos grupos.

Kradko levantó la vista de los conjuros. Ya les había echado un ojo y realmente no había mucho más que pudiera hacer con ellos a menos que se pusiera a intentarlo ahora mismo.

—Yo creo también que estaría guay cooperar —se unió a la conversación que mantenían el resto—. Los torreones están muy lejos y a veces aparecen cosas que dan mucho miedo y nos quieren matar, vale. Pero ahora tenemos más magia y mapas y todo porque nos hemos ayudado.

Reina

En el intercambio de hechizos estuvo especialmente pendiente. Otros ya dijeron lo obvio, había muchos repetidos, pero la nipona creia que aun así aquello valdría la pena. El simple hecho que parecían tener algunos hechizos de mayor potencia o con efectos que aun no habían encontrado, abria las puertas a muchas más posibilidades. Además, aquello era mutuamente beneficioso.
En cuanto a la soberbia de algunos, Reina frunció el ceño. No pensaba que era sensato el describir su situación como 'manejar la ciudad'. Ella hubiera optado por permanecer lo suficientemente imperceptibles como para no atraer atención sobre ellos.
—Cooperación entre torreones en nuestra misma situación es preferible a lo contrario. Nunca sabremos de las oportunidades que no cogimos a tiempo hasta que fuera demasiado tarde.— Reina se pronunció.
Dicha su opinion, se sumergió de nuevo a los hechizos, contrastando con los que les estaban entregando a los macieleros. Queria averiguar si habia sido fortuna o maquinación, los elencos de hechizos que cada torreón habia conseguido. Al igual que las armas de las armerias, le levantaban sospechas. Estaria alerta, sin embargo, sobre si Kolja mencionaba algo a su vuelta de la armeria.

Levantó la cabeza de los apuntes mientras todos hablaban acerca de la posibilidad de cooperar con frecuencia. Lethe sopesaba en su cabeza pros y contras, y lo cierto era que la balanza no terminaba de inclinarse hacia ningún lado en particular. El grupo anfitrión necesitaba más ayuda de la que necesitaban ellos, pero por otra parte les habían proporcionado una buena cantidad de hechizos nuevos, bastantes más de los que les serían útiles a ellos de los suyos. No podía simplemente negarse, no cuando se sentía en deuda con ellos hasta cierto punto siendo además quienes se encontraban en peores condiciones.

—Sí, deberíamos encontrar un punto intermedio entre ayudarnos y no ponernos en excesivo peligro —opinó después de que varios lo hiciesen—. Si encontramos información valiosa, ya sean hechizos u otra cosa que debiéramos compartir, entonces es cuando valdría la pena tomar el riesgo. También podemos estipular algún patrón para recoger la comida de la zona de pozos, yendo normalmente en días distintos pero coincidiendo en algunos con el fin de intercambiar información. Habría que contar días, claro, e igual resulta demasiado engorroso llevar la cuenta —se encogió de hombros.

Observó como la chica sin brazo acompañaba a Kolja escaleras abajo, preguntándose por enésima vez qué se le pasaba por la cabeza al mamífero, si es que algo. Había tenido suerte de que no parecían haberse tomado su petición con desconfianza, porque ella tenía claro que si alguien que no conocía de nada entraba en su refugio y les pedía ir de cabeza en busca de sus armas no iba a aceptar.

Kolja bajó a la armería acompañado de la chica manca. Lo que se encontró allí era idéntico a lo que se habían encontrado el primer día en su propio torreón. Las armas estaban desordenadas, desafiladas, con el cuero estropeado por el uso y la humedad, con los arcos tensados y el plumaje de las flechas aplastado y roto. También encontró un bidón con aquellos cristales que se activaban con la sangre y que al parecer eran como pilas para los magos.

-No se si ya lo habéis descubierto, pero estos cristales de aquí sirven para almacenar magia, funcionan con sangre y al activarse emiten luz, cuando se apagan es que están ya cargados- le comentó a su acompañante, pensando que ellos quizás no lo sabían.

-Respecto a las armas, si, prácticamente es igual que como nos encontramos el arsenal de nuestro torreón. Lo he puesto algo a punto en los meses que llevamos aquí, pero tampoco es que haya podido hacer nada espectacular- comentó.- En todo caso, si os apetece podéis pasaros en vuestra próxima salida a los pozos y os doy algunas que estén en mejor estado. Siempre que traigáis las vuestras, para no vaciar nuestro arsenal.- se ofreció.

-Bueno, podemos volver ya con el resto si te parece.

Amira no había dejado de comerse la cabeza desde que se había dado cuenta de cómo había invadido el espacio personal de Adam. Aunque él mismo había dicho que no pasaba nada ella sentía que lo más probable era que sí, y en aquellos momentos se le comía la ansiedad de haberle hecho sentir incómodo. ¿Cómo había acabado tan cerca de él sin siquiera darse cuenta? Estaba tan ocupada pensando en ello que el resto de la conversación la procesó a medias, y no fue hasta que varios de sus compañeros comenzaron a hablar de colaborar entre los torreones que consiguió averiguar de qué estaban hablando y volver a la conversación.

—Igual lo de las cestas es complicado, pero sí que deberíamos ir al otro torreón si descubrimos algo importante. Creo que es mejor arriesgarse a avisar que el otro grupo no sepa algo que podría ser vital —añadió a Lethe. No podía evitar pensar que esa información podía ser algo relacionado con Setenta y siete, y que a ella le gustaría saber dónde estaba para evitar esas zonas.