Torreón Maciel

Aterrada. Era sin duda la palabra que mejor definía a la francesa en aquellos momentos. Fleur alzó la mirada temerosa ante el torreón de piedra azulada, solo en ese preciso momento fue consciente de dónde estaba, de que abandonaba la seguridad de Sendar con la premisa de encontrar a un grupo que en realidad... ni ella misma conocía. Pero ya no había marcha atrás, estaría siendo una hipócrita e incoherente si ese día no hacía  acto de presencia y valor. >>Y sin embargo estoy muerta de miedo<<.

Lo recordaba perfectamente, la sensación de despertar en mitad de unas runas con un pinchazo en el brazo como única explicación, el temblor de sus rodillas y el nudo en la garganta. No existían muchas diferencias con cómo se encontraba ahora andando libremente por las calles de Rocavarancolia. Aún se preguntaba como los demás podían salir a por comida. Bueno, alguien tenía que hacerlo y lo agradecía profundamente.

Con ropa más ligera que de costumbre y una daga ajena en su mano (aún no se fiaba de su ejecución con el arco) la chica recorrió todo el trayecto casi flotando y no fue hasta que la cercana rompió el silencio que la impresión de encontrarse en un lugar posiblemente desconocido la sobrecogió. Frunció el ceño ligeramente ante las palabras de Ulmara y Rua, entendía que algunas personas sobrellevaban las situaciones de maneras diversas y complejas, aunque se le hacía innecesaria la mención a un asesino o psicópata. Se tocó su pañuelo blanco de la suerte anudado en el antebrazo cuando hablaron de rezar. Puede que fuera un comentario sin más pero era más capaz de aquello  que de blandir un arma.  >>Estamos aquí por una causa justa, creí que era lo que querías y lo correcto. Por favor, ayúdanos. Dame calma<<. Se dijo, normalmente cerraría los ojos pero como bien mencionó la sueca debían estar alerta, sería una necia si no tuviera sus dudas acerca de Él y sus ausencias. Ahora le notaba más lejos que nunca.

-Te lo ruego Rúa, ten... cuidado, por favor -musitó cerca suya, a pesar de saber que lo máximo que haría la chica sería silbar. Fleur esperaría y continuaría con sus plegarias hasta recibir una respuesta o hasta que no obtuvieran ninguna en absoluto. Casi prefería que se hubieran equivocado. >>Solo hemos hecho aproximaciones acerca de donde podrían encontrarse. Puede que estemos en un error... ¿Verdad?<<

El día podía haber empezado  abruptamente, pero había continuado bastante bien. Había asentido para Ulmara, disfrutado del pequeño enfado de Kiki y elviaje habia sido un paseo. Desde el fumadero no habían visto señales de ninguna maquina voladora de la muerte o problemas así que fue un camino tranquilo, todo parecía ir bien. Aunque no podía evitar sentirse nervioso. Se repetía constantemente que no debería haber ningún problema con el encuentro entre grupos, que todos eran más o menos seres civilizados queriendo sobrevivir...

Esperaba que fuera así.

Habían tardado bastante, pero por fin estaban ahí. Los nervios le recorrían a la par que se extrañaba al ver un edificio que parecía nuevo. La construcción seguía siendo arcaica para sus estandares.

No compartía el cierto humor de Ulmara pero sí que le relajaba, y le dedicó una media sonrisa confiada por el comentario. Si tenía que ponerse en una situación así desde luego prefería que fuera con ella, que tenía entrenamiento militar.

-Si ves un arco o ballesta ya sabes... detrás de mí. -Dijo haciendo un gesto con su escudo. Llevarlo le había permitido salir siempre más calmado. Se sentía seguro detrás de ese disco de metal.

Esperó notando su corazón latir en lo que casi llegó a parecer que allí no había nadie y se habían equivocado de sitio cuando el sonido de la puerta rompió aquel silencio.

Lo que veía no le gustaba nada, estaban destrozados. Y aunque la parte más racional de su cabeza le decía que seguramente ellos hubieran acabado así si hubieran llegado antes la culpabilidad le hizo morderse el labio. ¿Deberían haber ido igual? ¿Hasta qué punto iba a poner la seguridad de su grupo por encima del resto de los secuestrados? Volvía a pensar en su mundo, en cómo habían tenido que agachar la cabeza y dejar carta blanca a los rocavarancoleses o si no más gente hubiera sufrido...

No le gustaba. Pero sabía de buena mano que ese tipo de decisiones tenían que tomarse.

Miró a los Sendarios presentes con preocupación intentando recordarles que no bajaran la guardia incluso con la visión que tenían delante y se dispuso a avanzar el primero. De nuevo seguro tras su escudo.

Entraría con cuidado, esperándose tal vez una emboscada pues no se sentía nada seguro.

Y si no pasaba nada preguntaría. -¿Que... os ha pasado?

La puerta no tardo demasiado en abrirse y Rua no supo si pensar si aliviarse al ver que parecia ser gente como ellos y no algún tipo de monstruo queriéndolos matar, o asustarse enormemente ante la visión que se presentaba cuando se acercaron al grupo, con Nery’s por delante. Parecían especialmente ansiosos con que no salir <<¿¡Que carajo les paso!?>> fue la respuesta mental a esas cuestiones. Estaba hechos polvos. ¿Qué mierda? ¡Estaban jodidisimos! Vendas visibles en cuerpo y rostro…¡y a esa chica de extraño cabello viviente le faltaba un brazo!

Rua contuvo apenas el amago de fatiga, una cosa era ver sangre otra ver a alguien prácticamente mutilado frente a sus ojos. Aferro con fuerza su ballesta alerta, pero más que en el interior del lugar alrededor. Su precaución al no querer salir y solo instarles a entrar le hacía pensar que el peligro aprecia estar más fuera que dentro ¿verdad? Porque no habia jodida forma que estuvieran conviviendo con alguien capaz de hacerles todas esas heridas. ¡No podía ser posible!

Rua se acercó, junto a Nerys, mirándolos, humedeciéndose los labios sin saber que decir, pero alerta. Ella no los conocía, como tampoco lo hacia Fleur, no había tenido contacto con ellos, pero también creía que estos estuvieran precisamente dichosos de mucha compañía ni conversaciones banales. ¿No estaban rabiando de dolor? No sabía que heridas habría bajo las vendas, pero el brazo en cabestrillo del que parecia un reptil y la chica sin brazos dudaba que estuvieran precisamente bien.

-Espera…antes de decir cualquier cosa… ¿necesitas sentaros y descansar? - dijo Rua que le aprecia un poco demasiado horrible, estando en el estado en el que estaba ponerse a hacerles preguntas cuestiones o lo que sea ahí de pie. Aunque también podría ser que ni confiaran en ellos para hacerles pasar más allá de la entrada- Mi nombre es Rua, no nos hemos conocido antes…podemos hablar de porque vinimos…y contadnos que os paso si queréis, mientras reposáis las heridas o algo...¿mejor? - dijo Rua que solo ver las vendas y ambos brazos, el inexistente y el del cabestrillo, le dolía todo el cuerpo.

Ulmara se tensó, alerta, cuando Rua llamó a la puerta, asintiendo también a Nery’s. Sin embargo, su gesto se suavizó al ver la comitiva que les recibía. Efectivamente, no se habían equivocado un ápice, pero no estaba segura de si le gustaba lo que veía. De primeras, parecían el grupo más diverso de los dos, eso por descontado. Ulmara veía muchas especies nuevas y, sin querer, sentía curiosidad. De segundas se compadeció de ellos por el estado lamentable que tenían y se preguntó si no irían a molestarles. También, en un rinconcillo oscuro de su mente, le preguntó a Aramara si sobrevivirían y le pidió piedad para ellos.

Una vez dentro, inclinó levemente la cabeza a modo de saludo y se presentó.

—Ulmara, ella.

Decidió quedarse de pie para no quitarle asiento a ningún herido, ni a ningún otro habitante del torreón que se quisiera unir (como el calvo que se había escondido). Escuchó la historia con atención, no por morbo, sino para poder saber a qué se atenían, y no le gustó nada lo que oyó. No pudo evitar pensar en los roces que habían tenido con Nery’s o, en general, entre ellos, y de repente no significaban nada. Eran una tontería en comparación a lo que había hecho aquel tipo.

—¿Ese tal Setenta y siete sigue suelto o… ? —Ulmara no supo formular el final de la pregunta, porque ni siquiera sabía de qué especie era. ¿Y si en lugar de morir volvía como lejano? ¿Cuánto sabían los que tenía delante sobre los viajes entre los planos? No tenía nada que ver con tener pudor para nombrar a la muerte, sino con no avasallarlos con información que no tenían porqué saber. Con eso y con el miedo a auto-plantearse otras cosas.

Tenía muchas más preguntas que hacer, pero sabía que había que ir poco a poco.

Los siguieron hasta la cocina, la distribución de aquel lugar no era muy diferente a la de su propio torreón, aunque se viera más entero y más nuevo a simple vista, incluso en el mobiliario, aunque fuera tan escasos como en el propio torreón. Los ojos y atención de Rua no se centraron demasiado en ello de todas formas, sino en los tres delante de ella, en otras circunstancias el hecho de estar hablando con una especie de reptil bípedo tan casualmente le habría explotado el cerebro, pero en esos momentos la apariencia física, más allá de las clarísimas heridas, no podía importarle menos. Era un lagarto, pero no era el lagarto psicópata de la fuente, así que todo bien, por el momento. No soltó su ballesta de todos modos, aunque la mantuvo apuntando al suelo, precavida valía por mil.

Las palabras salían con dificultad de la boca de pequeño grupo y con ello las preguntas llegaban fuertes a la mente de Rua sin ser capaz de pronunciarlas aun, de interrumpirlos. ¿Solo quedaban ellos tres y la persona calva que había visto antes de refilón? Era una de las tantas que empezaba a hacerse.

Empezaba a sentirse tensa, se quito las gafas, dejándolas colgadas de su cuello por la cinta que protaba, cuando ciertas palabra shicieron que mriase al grupo, con ojos muy abiertos. << ¿¡Otro cosechado!?>> incrédula miraba las heridas de los tres, las vendas en el cuerpo de Nori, el brazo en cabestrillo de Dren y la falta total de brazo de Keskit…¿¡¿Qué clase de ser tenía semejante fuerza monstruosa para cortar un brazo así como así!? ¿¡Y como carajo había sobrevivido Keskit a la pérdida de sangre!? Rua los miraba incrédula, sorprendida y tensa…ellos habían discutido bastante en el torreón, si…pero no a tal grado maldita sea. Lo de ellos casi parecian bromas o peleas infantiles en comparación.

Ulmara fue la primera en lograr desbloquearse de la sorpresa general y preguntar sobre aquel individuo, con una pregunta más que vital. Rua dirigió una aguda mirada alrededor con la repentina desconfianza tensa de que aquel gigantón del que hablaban pareciera de repente de algún rincón, dictador en aquel torreón donde claramente no parecían ser capaz de hacerle frente a juzgar por el estado de las heridas que poseían. No lo veía posible, aun así, por algo habían dicho que no era seguro estar afuera, pero le podía más la alerta. No era capaz de relajarse.

-¿Sigue suelto? Temíais salir… ¿es por él? - no podía evitar concluir la pregunta de Ulmara, porque ese temor que había sufrido bien podría ser por ese tal Setenta y siete. ¿Alguien que sospechaban había matado a otra persona en aquellos calabozos donde despertaron? No podía imaginarse a nadie humano haciendo algo semejante como cortarle un brazo a otra persona así sin más, a no ser que fue a hachazo limpio. Además habían mencionado a otra persona…que no estaba allí, a dos en específico, aunque una de ellas fue mencionada de forma que no le gusto, como si ya no estuviera o estuviera muy grave- Si sigue por ahí… ¿podéis decirnos como lucia? Si fue capaz de haceros esta mierda aun siendo vuestro supuesto compañero, no es nada seguro encontrárselo allá afuera. - apretó los dientes ante aquello. ¿Qué tan bastardo hijo de su perra existencia podía hacer algo semejante? ¡No había matado a los tres presentes, pero con sus heridas y en un lugar donde no tenían forma alguna de curarse ni tratar infecciones, era una maldita sentencia de muerte!

- ¿Como habeis sobrevivido a semejante heridas? ¿Hay alguien mas herido? –pregunto Rua con suavidad, ellos tres se veian bastante mal ¿pero habria causado mas daño a mas gente?.

Habían acertado. Siguiendo la ruta que habían planeado desde lo alto de su torreón, desde aquel extraño lugar, el fumadero, acabaron topándose con otro torreón. Y menudo sitio, imponente y bien decorado con esas estatuas en lo alto. Parecían pájaros, pero no sabía si le sonaban de haberlos visto por el cielo en otras ocasiones.

Se apostaron al borde del foso y los demás llamaron. Él preparó el escudo por el mismo motivo que el aviso de Nery's, y también por si les sorprendía algo de la misma calle. Se jugaban mucho, y tenía fresco el secuestro y la trampa.

Finalmente, alguien se asomó y al cabo de unos segundos el puente bajó. Un chico les indicó que se acercaran, y ahí el nombrado dudó. Era su refugio, por qué preferían que entraran sin más? Lo descubrió en cuanto atravesaron el puente y vieron el lamentable estado en que se encontraba el grupo. «Hemos venido a pedir ayuda pero están mucho peor que nosotros...» Daban ganas de llorar. Heridas, vendas, ojos amoratados, y hasta extremidades perdidas. Él mejor que nadie sabía lo que costaba acostumbrarse a perder parte de tu cuerpo. Un brazo y un ojo eran distintos, no obstante, pues él prefería mil veces haber perdido un ojo que alguna extremidad. No les había pasado desapercibido lo diferentes que eran y que venían de mundos desconocidos, ojo, pero sus lesiones eran mucho más importantes a la vista.

Rua y los demás les preguntaron y presentaron, y Pefka también lo hizo. Apoyó las armas en la pared y se quedó de pie. Estaba muy afectado por lo mal que estaban, y por eso prefirió no sentarse o se le notaría. Estaba preocupado por ellos, por lo que habrían pasado para acabar así, y también por imaginar que su grupo podía acabar igual o peor en cualquier momento. Mucha suerte habían tenido, en comparación.

Lo que respondieron no le gustó nada. Se cruzó de brazos y se los frotaba por nerviosismo mientras su pierna derecha golpeaba la pared a su espalda. Que un compañero de refugio se volviera contra el grupo... Podía pasar. Pero que fuera alguien que les hiciera todo eso... y que encima se llamaba como los numerados... Se acordó entonces de que en su primer encuentro les hablaron de un compañero que era capaz de salir por su cuenta a por provisiones y volver indemne. Y, por descontado, recordaba el caos tras despertar en la ciudad, el mismo asesinato que les acababan de mencionar.
—Setenta y siete... ¿Era de Krabelin, verdad, de Bakaiar, el dragón? —sabía la respuesta, debía ser aquella misma mole—. Yo soy de allí... Y no quiero ni pensar cómo os librasteis de él... Y el resto de vuestro grupo, ¿necesitáis ayuda o contáis con alguien capacitado?

Pensaba en Kiki y sus conocimientos médicos, y en que quizás ellos también tendrían alguien con ese don. También tenía una espina clavada con el asunto de no haberles buscado antes. Quizá, si lo hubieran hecho, si hubiera visto al asesino, podría haberles avisado, o si le hubieran hablado de Setenta y siete podría haber avisado. Se sentía culpable. Sin razón, quizás, pero daba igual.
—Rua, yo también sé cómo era, luego os explico... Pero antes... —inspiró hondo y miró a los otros—. No es culpa vuestra, no fuisteis idiotas, os podía haber contado cualquier historia y creerle sin saber qué es en realidad. Lo siento mucho, no podía ni imaginarme que pasaría esto, pero podría haberlo evitado, podría haberos avisado si hubiera venido a buscaros antes... —se lamentó con la cabeza gacha.

Sin embargo, lo que estaba planteando le daba miedo. Haber ido allí antes habría supuesto la posibilidad de verse con él. Y no quería ni imaginar lo que habría podido pasar. No quería volver a vivir esclavo de esas bestias. Quería saber cómo era posible que la del brazo no fuera quien peor lo tenía, pero el miedo le nublaba el juicio. Convivir con esa bestia era horrible, pero al menos se habían ahorrado su presencia en las calles ese tiempo. Ahora andaba por ahí, y ya había vuelto a atacar a gente, así que no se preocuparía por volver a hacerlo. La ciudad acababa de empeorar, y por mucho, para Pefka y todos los cosechados. O al menos eso pensaba él.

Sus ojos se posaban en sus heridas, incapaces de alejarse de estas. Su ya vieja y gran amiga la culpa le invadía de nuevo. Estaba acostumbrad a ella, día tras día de convivencia provocaba que la sensación no se viniera intensa... si no profunda y constante. Per a las palabras de Pefka solo podía pensar en que les hubiera pasado a ellos.

Echó la mirada a su grupo, en perfecto estado... y su vieja amiga le provocó otro pinchazo al darse cuenta de que, en parte, lo prefería así. No quería ver a sus compañeros de torreón en aquel estado.

Miró entonces a Fleur, Kiki cruzó su mente... Lo sentía pero no.

Entonces se dio cuenta de su propia mano, la piel se le había ennegrecido  al apretar el mango de la lanza con fuerza. Notó el dolor en su mandíbula de estar apretando los dientes todo el rato. Noto que no solo se sentía culpable, si no furioso consigo mismo y con toda la situación, con alguien que inútilmente masacra a sus compañeros para que siquiera. ¿Satisfacción? ¿Control? Se descubrió sabiendo que la respuesta a esa pregunta no le importaba. En aquel mundo no le quedaba benevolencia como para siquiera proponer mandarlo a prisión.

Respiró hondo para calmarse y soltando su lanza hacia la mano del escudo se acercó a Pefka y le puso aquella mano en el hombro, intentando animarle un poco. Su mirada era compresiva, aunque también severa debido a la ira.

No solucionaban nada ni lamentándose ni estando quietos.

-Podemos acogeros si queréis, o traeros comida. -En aquel momento, el secuestro se esfumo a rincones más alejados de su mente, dando la prioridad a ayudarles. -Pefka, me has visto correr. ¿Crees que puedo librarme de alguien de su raza por las calles?

El nombrado miró a Nery's cuando este le preguntó. Se encogió de hombros. Eran rápidos pero también voluminosos y las calles estrechas.
— Imagino que será como correr delante del kelpie aquel... Piensa que son enormes y tú puedes ser escurridizo en comparación si corres por la ciudad, ¿no? —le dijo con menos convencimiento del que se guardaba para sí mismo. Ojalá no tuvieran que comprobarlo.

El otro grupo respondió a sus preguntas y también le reafirmaron que no era culpa de nadie. En el fondo lo sabía, pero ahora mismo solo sentía esa culpa y pesadumbre.

Esas emociones empeoraron cuando apareció alguien más y entonces se reveló qué le había ocurrido a Teyn. Habían mencionado el nombre varias veces, pero Pefka no había querido indagar.

Y también rechazaron su ayuda, apoyados en que tenían a su disposición la energía superior... ¡Eh!
—¿Energía superior, "magia"? ¿Sabéis controla...? —exclamó sin poder contenerse, pero se calló a media frase.

El hijo del dragón también sabía. ¿Por qué le habrían dado su energía las lunas? ¿Qué podía significar aquello? ¿O es que el dragón también tenía influencia en aquel mundo y por eso habían visto a seres semejantes en la ciudad? Empezó a respirar agitadamente, invadido por varias manadas de pensamientos que se rifaban comerse su miedo.
—¿Cóm... Cómo se hace? La magia —consiguió decir. Olvidaba que acababan de llegar, que estaban heridos, que había muerto gente, y que quizás no era lo más educado por su parte.

Quizá, además, solo quizás, si él también tenía ese don, podría entender algo de sus diosas y sus propósitos. Si no, ¿debía entender o asumir que habían elegido a Setenta y siete? ¿Pero por qué premiar a un salvaje? ¿Por qué no a un hijo de Lunas? Nada tenía sentido.

Para Fleur encontrar a aquel grupo habría sido una buena noticia, y en parte lo era. Pero lo que la francesa encontró cuando el puente levadizo descendió no era lo esperado. A duras penas logró mantener la compostura y evitar llevarse las manos a la boca cuando vio las condiciones deplorables en las que se encontraba. >>Dios santo, ha debido de perder el brazo izquierdo<<. Pensó, a juzgar por las heridas del resto.

—Me... llamo... bueno mi nombre es Fleur —fue lo único que comentó cuando entró tras sus propios compañeros con un tipo de temor muy diferente a los que había experimentado. Fleur no dudó un instante en aceptar la invitación a sentarse, podría decir que por costumbre de su madre, la cual decía que era de mala educación hablar mucho rato de pie y que las buenas conversaciones se mantenían en una silla. Pero el verdadero motivo es que Fleur se encontraba abrumada y le temblaban algo las piernas, sobrepasada por tantos estímulos fatídicos. Contempló mareada de un lado a otro comos los jóvenes destrozados relataban lo sucedido y decidió que si llegaba viva a la noche rezaría por todos ellos, y por ese tal Teyn. Antes de escoger un espacio para expresar sus condolencias fingió rascarse los ojos para disimular que se había emocionado— de veras... lo siento mucho —esta vez le costó más hablar que cuando se sintió molesta con Nery´s y Rúa, pero menos que a lo que estaba acostumbrada, puede que porque lo que decía era de corazón.

Los hechos solo fueron de mal en peor y no solo resultaba que su compañero los había traicionado, si no que Pefka parecía relacionarlo con aquel ser de su mundo. Tal era su miedo que todo lo demás incluyendo a la magia pasó a un segundo plano, mostró más preocupación cuando escuchó la palabra “esclavos”.
—No es justo... ¿cómo alguien podría exigir algo... así? —le diría únicamente a los macieleros que tuviera más cerca, para después girarse hacia el krabeliense y sus dudas sobre la magia. No habría sido lo que Fleur hubiera preguntado, pero en silencio agradeció el gesto, hacían falta algún milagro para salvarse.

La sueca no esperaba para nada que la persona que se le adelantase sobre como lucia aquel cosechado llamado setenta y siete fuera precisamente alguien de su propio grupo. Rua apenas escucho las primeras palabras de Pefka, unió cabos. No era la primera vez que oía sobre los “hijos de Bakiar” ya lo había hecho, al inicio de toda esa mierda y no, no olvidaría a uno de esos hijos de perra con facilidad. El lagarto con pintas de camaleón. ¿¡Como narices habian podido dejar entrar a esa cosa!? ¿¡Donde habían estado cuando mato a la tortuga bípeda aquella en medio de la fuente y llevándose gente a su paso!? No, Rua no necesitaba ya descripción sobre como lucia, lo había visto con sus propios ojos y no le apetecía en lo más mínimo, volver a verlo.

Ahora se respondía muchas de las preguntas que se había hecho sobre las heridas que sufrían Nori y los demás. La sueca lo miro mientras Nery’s les ofrecía su torreón para vivir y llevarles comida, pero el otro grupo se negó.

Se veían afectado por lo sucedido, por confiar en aquel lagarto asesino, por las pérdidas que habían sufrido. Esa persona llamada Teyn. Alguien más llegó presentados como Reira, que de haber estado Rua en otra posición mental en ese momento no habría evitado indagar sobre ellos…sobre donde venían. Pero no era el momento ni el lugar.

-Ahora que sé de dónde viene, puedo deciros que habéis tenido muchísimos huevos…nosotros vimos a ese tipo cargándose a alguien también de Krabelin, en la fuente donde nos cambian el idioma. Fue aterrador- dijo Rúa sabiendo que no era un consuelo, para nada lo era, ¿pero con ese ser?¿sobrevivir la mayoría y aunque con heridas, igualmente vivo? Casi podía considerarlo un milagro- Lamento vuestra perdida…- añadió Rua al final con una voz suave, no sabía cuál cercanos habían sido al tal Teyn, pero no dejaba de ser un compañero asesinado por otro. Sin contar que dudaba que ninguno de los presentes, incluyéndose, estuviese acostumbrado a ver a morir a alguien asesinado frente a sus ojos. Rua aun tenia pesadillas con lo ocurrido en la fuente por más que lo ocultase.

La conversación entonces, tomo un giro inesperado provocando que las suecas les mirase con asombro. ¿Magia? ¿Habían dicho magia? <<¿¡Esa cosa tiene magia!?>> ¡como si ya no fuera jodido lidiar con el tenia magia!  Y no podía estar más de acuerdo con Fleur al decir aquello, tras oír que había querido esclavizarlos apenas supo que podía hacer magia. ¡Era una locura! <<No, espera un momento…si tiene magia, si saben hacerla, tal vez…>> una nueva posibilidad si ellos alguno de ellos también podía hacerla, si podía aprender, no debería estar tan indefensos ¿verdad? Solo esperaba que a nadie de su grupo se le subiera el éxito a la cabeza de poder hacer magia e intentara imitar al lagarto.

Fue Pefka el que se adelantó a preguntar sobre la magia y Rua les miro expectantes., sabiendo que tal vez era un poco precipitado preguntarle así a saco. Pero sabiendo que ese hijo de bakiar estaba afuera, que poseía magia y un libro del que aparentemente debía aprender los hechizos, urgía incluso más que antes el tener una posible defensa extra. Mas desde que sabían lo ridículamente sencillo que era colarse en el torreón. No quería ni pensar que esa cosa tuviera en su poder el hechizo que le permitiera atravesar paredes.

-¿Sería mucho pedir que nos enseñéis los hechizos que sepáis…o nos dejéis copiar vuestros apuntes? También nos vendría genial saber de donde salieron…porque sabiendo que ese setenta y siete está ahí fuera y sabiendo magia, cualquier precaución es poca–pregunto interesada porque ellos no habían visto más que casas con apariencia sospechosa y ruinas, aparte de aquel torreón destacando entre los edificios aledaños. No sabía si tendría el don para hacer magia siquiera, peor no perdían nada por intentarlo ¿verdad?

Por suerte lo que fuera que hubiera visto Iemai había desaparecido. La hawaiana se sentía vulnerable en todos los sentidos que pudiera abarcar la palabra, los habían sacado de su refugio y pinchado con algo, y ahora tenían que preocuparse de que algo no los espiara o intentara infiltrarse en el torreón. <<Quizás se trata de quién nos sacó en plena noche...>> Pensó la chica, para inmediatamente arrepentirse con un escalofrío de haberlo hecho.

La idea de salir en busca del grupo le pareció más que oportuna, no deseaba estar en aquellos instantes allí. Y el hecho de que Fleur también quisera ir la instaba a apuntarse. Cuando salió del torreón con el grupo, miró a todos lados cautelosamente a la vez que apretaba con fuerza el machete en su mano.

Más tarde encontraron lo que parecía ser el refugio de aquellos otros supervivientes. Habían estado haciendo mapas de la ciudad para determinar lo más exacto posible el lugar, y la hawaiana deseaba de veras que no tuvieran que demorarse demasiado en aquellas calles. El torreón se veía mucho más nuevo que el suyo, construido a base de piedras de una tonalidad azulada. Maila incluso pensó que llegaba a ser bonito, si no se encontrara en una ciudad con peligros por doquier.

Cuando Rua llamó en voz alta Maila miró repentinamente en varias direcciones, estaba algo incómoda e inquieta. Normalmente cogían la comida y se largaban pitando, y en cambio ahora llamaban a las puertas de la gente, y eso  podía llegar a ser un poco peligroso. <<Hay que hacerlo, Maila, hay que hacerlo... Seguro que quien abre la puerta es alguien de ese grupo>> Se dijo para relajarse. Efectivamente así fue, y aunque por unos momentos suspiró tranquila  esa sensación no tardó en desaparecer al ver el estado de esa gente.

Estaban más que heridos, más bien destrozados. Y de hecho una de ellos que la hawaiana reconoció carecía de un brazo. Maila no paraba de preguntarse qué podía haberles pasado para verse en tal situación. Cuando entraron en el torreón se percató de que no era muy distinto del suyo, aunque igual que en el exterior era mucho más nuevo.

-M-Maila-. Se presentó haciendo un titánico esfuerzo por no mirar fijamente las heridas de aquellos chicos. El grupo les relató lo que les había ocurrido y Maila abrió los ojos, sorprendida, cuando dijeron que sus heridas se debían a uno de su mismo grupo. Nunca había pensado que nadie fuera capaz de hacer algo como eso en una ciudad en la que había que estar unidos para sobrevivir, que alguien quisiera incluso esclavizar a sus mismos compañeros. <<Hay que ser muy psicópata para hacer algo así.>>

La hawaiana, al igual que todos, intutó que se trataba de aquel reptil asesino de la plaza. El hecho de que aquella gente hubiera convivido, comido y dormido sin saberlo con un  monstruo asesino como ese le ponía la piel de gallina. Tenía que haber asido muy duro para ellos darse cuenta de quién era en realidad.

-Lo siento mucho...- Expresó sin dejar de mirarlos.- Debe haber sido muy duro...-. Por desgracia el tal Setenta y siete seguía suelto, por lo que podían encontrárselo en cualquier momento, era peligroso y letal, ya lo habían visto en la plaza y por si fuera poco sabía hacer magia. ¡Magia! Por una parte le aterraba que aquel poder pudiera estar al alcance de alguien como el reptil. Pero una parte de ella se preguntaba si ellos serían capaces de lo mismo. Nada parecía indicar lo contrario, y aquella magia podía ser una valiosa ventaja para sobrevivirle a la ciudad... y ahora a Setenta y siete si se lo encontraban.

-Si hay algo que podamos hacer, decídnoslo.- Les dijo al otro grupo con una mirada decidida, aunque un leve temblor en su voz denotaba lo incómoda  y tensa que se encontraba en aquel momento.-Deberíamos permanecer lo más unidos que podamos, ni siquiera ese psicópata se atrevería con tanta gente, ¿no?- Preguntó deseando que así fuera. Aún así una parte egoísta de ella se cuestionaba si intentar ayudarles no les pondría en peligro a ellos, si pondría en peligro a Fleur...

Ulmara sentía una presión extraña en su pecho, como si dos fuerzas contrarias tiraran de la cuerda de su sosiego o dos nubes de tormenta chocaran en sus pulmones. Por un lado sentía el peso de la ilusión por la magia, que podría ser una baza importante para la supervivencia de su grupo; por otro lado, sin embargo, se le instalaba una incertidumbre desagradable ante la certeza de que Teyn había muerto como cualquier animal inferior de la Cercanía. Llevaba dudando desde que llegaron y, a cada paso que daban, cada día que pasaba, parecía que la muerte ganaba a la lejanía. Sin embargo, tozuda como ella sola, Ulmara quería creer que sus dioses velaban por ella y por Iemai; se aferraba a una brizna de esperanza que no soltaría hasta que la muerte sobrevolara a algún cercano igual que había hecho con el resto de especies.

Miro de reojo a Fleur y se preguntó qué pasaría por su cabeza. Había llevado razón todo este tiempo, habían llegado tarde, tardísimo, con una información que guardaban desde el primer día, como bien les había dicho Rua ahora, y que habría sido vital para ellos. Intentó no mostrar desagrado por las heridas por una cuestión de ego propio y ajeno, ya que tampoco quería que sus anfitriones se sintieran juzgados negativamente. Había lejanos que mostraban heridas peores, pero siempre difuminadas por su aspecto translúcido. Aun así, aquello le sirvió de base para no bajar la mirada.

—Lo siento —musitó, había algo de rabia en su rostro. Sus compañeros preguntaron por los hechizos y, mientras, tras Maila, Ulmara habló sin pensar demasiado en lo que decía, dirigiendo una mirada inquisitiva a Pefka por el camino—: Tal vez… ¿Creéis que podríamos pararle los pies entre todos? ¿Tenderle una emboscada?

Pararle los pies podía significar matarlo, o atraparlo y esconderlo en una celda para que se arrepintiera por el resto de su existencia… No pensó mucho en ello, pero estaba segura que dejar a Setenta y Siete suelto iba a ser un problema. Tenía libros de magia y conocía los mismos puntos de abastecimiento que ellos, pero era solo uno contra muchos y Ulmara conocía los puntos débiles de los magos: boca, brazos, manos y dedos, principalmente. No era mucho, pero por algún motivo, en aquel torreón lleno de niños rotos, le pareció suficiente para autojalearse.

Poco a poco las piezas del puzzle fueron encajando conforme sucedía la conversación. El reptil gigante y asesino de la plaza tuvo que parar en alguna parte, y acababan de dar con la respuesta, un grupo de desafortunados que no habían visto aquel acto cruel por azares del destino que Fleur no se quiso preguntar. ¿Por qué ponerles una piedra tan desmesurada en el camino? Y lo peor de todo... ¿podían haber hecho mucho más por ellos, verdad? >>De encontrarlos antes, esto no hubiera sucedido, cualquiera de nosotros o el mismo Pefka habría reconocido a ese monstruo. Hemos llegado tarde, y ellos han pagado las consecuencias...<<

Sintió la tensión en su cuerpo a la par que profundas oleadas de compasión. Esa gente necesitaba ayuda, pero ella no quería enfrentarse a nadie, ni que nadie de su grupo o del otro lo intentara. Pero debían poder defenderse al menos hasta que el tiempo pusiera a aquel tipo en su lugar.

Por ello la noticia de que poseían magia pareció idónea. Fleur contempló curiosa varios aspectos a continuación, las dimensiones de Jara, las normas básicas del hechizo y como ante sus propios ojos se obró el milagro. En ese instante la francesa se percató de que con dieciséis años había avistado un acto sobrenatural, hecho que muchas monjas ancianas no habrían visto en su vida. Era magia de verdad, aquel orbe resplandeciente lo era.
-Vaya... -suspiró, incapaz de articular más palabras por lo sorprendida que se encontraba- gracias... sois muy amables por compartir esto -logró rematar con los ojos abiertos de par en par, pocas veces su realidad se había desdoblado para ofrecerle algo más complejo y denso. Le ocurrió con Akeyo y sus criaturas extrañas, luego al olvidar los idiomas que sabía hablar y cuando con sangre Kiki encendió uno de los cristales. Esta era la cuarta y se lamentaba porque ojalá la situación hubiera sido diferente.