- Isma
Ficha de cosechado
Nombre: Damian
Especie: Humano itaiano
Habilidades: Agilidad, dibujo, espontaneidadPersonajes :- Adam Petrov: Humano ruso (1.85m)/Pegaso (Cuarto de Milla)
- Damian: Humano italiano (1.35m)
Síntomas : En ocasiones se desconcentra con más facilidad. Sufrirá de vez en cuando migrañas con aura.
Armas :- Adam: Cimitarra y cuerpo de caballo. La incomodidad
- Damian: Dientes
Daga
Status : muñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñones
Humor : ajjaj- Adam Petrov: Humano ruso (1.85m)/Pegaso (Cuarto de Milla)
Manos manchadas
27/07/20, 05:50 pm
Las noches eran agradables. El edificio en ruinas donde todos los miembros de la flecha alzada estuvo particularmente tranquilo, exento de los vagabundos que solían merodear por la zona. Estuvieron celebrando las buenas ventas de la semana, gastando una buena parte en bebidas y, algunos, en sustancias variopintas para recrearse entre todos. El traqueteo de las llamas en la improvisada fogata no eclipsó el sonido del viento y los grillos que abundaban el largo césped que rodeaba el edificio.
—Una de las mejores ventas que has hecho Adam —dijo con brío uno de los miembros con más edad. Aunque le sacase a Adam cinco años, el carisma de ese chico era único y lo compensó con un profundo respeto.
—Está tirado engañar a un puñado de viejos, se creen que esos medicamentos son de marca —admitió Adam con una sonrisa.
Su compañero acortó distancias, mirando de reojo al mejor amigo de Adam sentado en una cornisa a solas.
—Ya sabe de lo que va nuestro grupo, ¿no?
—No —respondió serio—. A Mijail no le conviene. Necesita dinero y es mejor que no sepa lo que estamos vendiendo en realidad.
Esta mal. Adam supo desde que se unió hasta que lideró el grupo que sus acciones eran cuestionables, cosa prefirió callar su amigo de la infancia. Tiró el cigarro que estuvo fumando y, con un suspiro, se acercó a Mijail para acompañarlo. Estaba con su móvil y, aunque Adam no era de cotillear, pudo ver que estuvo hablando con alguien y estaba demasiado enfocado en ello. Mijail se sobresaltó al ver a Adam, guardando rápidamente su teléfono.
—¡H-hola Adam!
—¿Hablando con la novia? —bromeó mientras se sentó a su lado, pasando su largo brazo por encima de Mijail.
—E-es un rollete, si —admitió jugando con sus dedos.
—¿Por qué te apartas de ellos? Estarías a gusto si nos acompañases.
Ya era costumbre esa actitud reacia de Mijail. Siempre fue tímido, recordando esas ocasiones en las que era cortado incluso para comprar golosinas en cualquier tienda o para entrar en su casa para jugar.
—Tio, tenemos quince y ya mismo dieciseis, podrías ser un poco mas suelto con…
—No me gusta esta gente —cortó Mijail con un hilo de voz—. Siempre andan bebiendo, insultando, drogandose, ¿por qué no los echas?
—Dependo de muchos de ellos, la mercancía no se va a entregar sola.
—Me preocupas —Mijail miró a Adam, una mirada de duda y preocupación—. Ya te he visto fumando algo raro, no quiero que mi mejor amigo termine convirtiéndose en… esos de ahí.
Adam se puso nervioso, acomodando el cuello de su camiseta.
—Mijail, no te preocupes. Prometí que ésto sería algo temporal y…
—¡¿Como puede ser todo esto temporal si te has adueñado de la flecha alzada?! —gritó Mijail, teniendo la suerte de que el barullo de sus compañeros opacase su voz.
—¡¿No querías dinero cojones?! ¡¿Quieres mandarlo todo a la mierda ahora que podemos vivir de ésto?! —devolvió el grito no por enfado, sino por estar al mismo nivel que Mijail.
Adam se levantó, confuso por las dudas de Mijail. Cuando estuvo a punto de marchar, su amigo lo agarró del pantalón. Ya con un poco de cabreo se giró, solo para ver que Mijail estaba llorando en silencio.
—Me has estado mintiendo, tío.
Adam palideció.
—¿Que cojones has estado vendiendo todo este tiempo? —Adam abrió la boca pero Mijail lo detuvo con un gesto—. Ya lo sé: marihuana, cocaína, ketamina, medicamentos caseros…
—Quería contártelo, nunca te mentiría —se excusó—. Prometo que solo lo venderemos hasta que encontremos otras cosas que vender, pero primero hay que ir sobre seguro, ¿entiendes? Todos quieren esas mierdas y es un dineral del que estamos hablando.
—¿Quién eres tu? Porque no eres el Adam que yo conozco —Mijail se incorporó para acercarse a Adam. Sacó su teléfono—. Se acabó para todos, estuve hablando con la policía y ahora los voy a llamar.
Le temblaban las manos a Adam. Le dolía el pecho solo de pensar que su mejor amigo, la persona con la que se crió desde niño, le llevase la contraria con la intención de delatarlo a él y a todos.
—E-espera, ¿quieres arruinarme la vida? —preguntó tembloroso, sudando a mares.
—Te quiero dar una oportunidad, eres mi amigo. Ayúdame a deshacer todo, por favor.
Mijail confió hasta el final en su amigo, pero lo que no sabia era que en Adam crecía un peligroso sentimiento de impotencia y rabia. Adam no quería dejar la flecha alzada, era el líder y el tatuaje de su cuello lo indicaba. Sin dejar de mirarlo con los ojos enrojecidos de furia sacó el puñal que le obsequió su padre y lo enterró sin pensar en la barriga de Mijaíl. Un quejido corto escapó de la boca de la víctima, retorciendo ligeramente el gesto para mirar de vuelta a su amigo producto del shock. Con una mano agarró el puñal, apoyando la otra debajo donde brotaba la sangre. Terminó desplomándose al retirar el puñal, salpicando de rojo a Adam.
—N-no… Mijail no… ¡¡MIJAIL!! Háblame… por favor… háblame...
Todo se tiñó de rojo mientras todos los miembros de la flecha alzada rodeaban a un Adam que pedía desesperado que su desangrado amigo levantase en vano.
—Una de las mejores ventas que has hecho Adam —dijo con brío uno de los miembros con más edad. Aunque le sacase a Adam cinco años, el carisma de ese chico era único y lo compensó con un profundo respeto.
—Está tirado engañar a un puñado de viejos, se creen que esos medicamentos son de marca —admitió Adam con una sonrisa.
Su compañero acortó distancias, mirando de reojo al mejor amigo de Adam sentado en una cornisa a solas.
—Ya sabe de lo que va nuestro grupo, ¿no?
—No —respondió serio—. A Mijail no le conviene. Necesita dinero y es mejor que no sepa lo que estamos vendiendo en realidad.
Esta mal. Adam supo desde que se unió hasta que lideró el grupo que sus acciones eran cuestionables, cosa prefirió callar su amigo de la infancia. Tiró el cigarro que estuvo fumando y, con un suspiro, se acercó a Mijail para acompañarlo. Estaba con su móvil y, aunque Adam no era de cotillear, pudo ver que estuvo hablando con alguien y estaba demasiado enfocado en ello. Mijail se sobresaltó al ver a Adam, guardando rápidamente su teléfono.
—¡H-hola Adam!
—¿Hablando con la novia? —bromeó mientras se sentó a su lado, pasando su largo brazo por encima de Mijail.
—E-es un rollete, si —admitió jugando con sus dedos.
—¿Por qué te apartas de ellos? Estarías a gusto si nos acompañases.
Ya era costumbre esa actitud reacia de Mijail. Siempre fue tímido, recordando esas ocasiones en las que era cortado incluso para comprar golosinas en cualquier tienda o para entrar en su casa para jugar.
—Tio, tenemos quince y ya mismo dieciseis, podrías ser un poco mas suelto con…
—No me gusta esta gente —cortó Mijail con un hilo de voz—. Siempre andan bebiendo, insultando, drogandose, ¿por qué no los echas?
—Dependo de muchos de ellos, la mercancía no se va a entregar sola.
—Me preocupas —Mijail miró a Adam, una mirada de duda y preocupación—. Ya te he visto fumando algo raro, no quiero que mi mejor amigo termine convirtiéndose en… esos de ahí.
Adam se puso nervioso, acomodando el cuello de su camiseta.
—Mijail, no te preocupes. Prometí que ésto sería algo temporal y…
—¡¿Como puede ser todo esto temporal si te has adueñado de la flecha alzada?! —gritó Mijail, teniendo la suerte de que el barullo de sus compañeros opacase su voz.
—¡¿No querías dinero cojones?! ¡¿Quieres mandarlo todo a la mierda ahora que podemos vivir de ésto?! —devolvió el grito no por enfado, sino por estar al mismo nivel que Mijail.
Adam se levantó, confuso por las dudas de Mijail. Cuando estuvo a punto de marchar, su amigo lo agarró del pantalón. Ya con un poco de cabreo se giró, solo para ver que Mijail estaba llorando en silencio.
—Me has estado mintiendo, tío.
Adam palideció.
—¿Que cojones has estado vendiendo todo este tiempo? —Adam abrió la boca pero Mijail lo detuvo con un gesto—. Ya lo sé: marihuana, cocaína, ketamina, medicamentos caseros…
—Quería contártelo, nunca te mentiría —se excusó—. Prometo que solo lo venderemos hasta que encontremos otras cosas que vender, pero primero hay que ir sobre seguro, ¿entiendes? Todos quieren esas mierdas y es un dineral del que estamos hablando.
—¿Quién eres tu? Porque no eres el Adam que yo conozco —Mijail se incorporó para acercarse a Adam. Sacó su teléfono—. Se acabó para todos, estuve hablando con la policía y ahora los voy a llamar.
Le temblaban las manos a Adam. Le dolía el pecho solo de pensar que su mejor amigo, la persona con la que se crió desde niño, le llevase la contraria con la intención de delatarlo a él y a todos.
—E-espera, ¿quieres arruinarme la vida? —preguntó tembloroso, sudando a mares.
—Te quiero dar una oportunidad, eres mi amigo. Ayúdame a deshacer todo, por favor.
Mijail confió hasta el final en su amigo, pero lo que no sabia era que en Adam crecía un peligroso sentimiento de impotencia y rabia. Adam no quería dejar la flecha alzada, era el líder y el tatuaje de su cuello lo indicaba. Sin dejar de mirarlo con los ojos enrojecidos de furia sacó el puñal que le obsequió su padre y lo enterró sin pensar en la barriga de Mijaíl. Un quejido corto escapó de la boca de la víctima, retorciendo ligeramente el gesto para mirar de vuelta a su amigo producto del shock. Con una mano agarró el puñal, apoyando la otra debajo donde brotaba la sangre. Terminó desplomándose al retirar el puñal, salpicando de rojo a Adam.
—N-no… Mijail no… ¡¡MIJAIL!! Háblame… por favor… háblame...
Todo se tiñó de rojo mientras todos los miembros de la flecha alzada rodeaban a un Adam que pedía desesperado que su desangrado amigo levantase en vano.
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